Mirad, la verdad es que si curro hubiera sido movido por la compasión y el altruísmo lo que hubiera hecho sin dudar hubiera sido administrarles un tiro en la frente a cada una.
No se me ocurre algo peor, más decadente y zafío que obligar a comerse esto a alguien que no tiene nada más para llevarse a la boca. El olor que desprendía el pulpo a la gallega no lo olvidaré en la vida, fue capaz de hacerme vomitar a dos pelotones de distancia, y eso que yo me crié en Rubí.
Nosotros para no tener que rebajarnos a una inmoralidad tan desalentadora y de paso sacar unos horos lo que hacíamos era usar sopas de sobre normales y corrientes y vender esa mierda al peso en tiendas de airsoft para que putos subnormales que querían experimentar la milsim hasta sus últimas consecuencias destrozaran su paladar a precio de semen de unicornio. La única vez que me vi obligado a usar un ladrillo tuve que mezclarlo con fideos instantáneos maggi para que el glutamato enmascarara un poco el sabor del sida.
Y aún así me pasé dos días cagando granizo, granizado de caca que se congelaba tan buen punto salía a presión del ojete.
Lo humano, lo único decente que podías haber hecho, era matarlas.