Ajedrez Boris Spassky: HAMO Y SEÑOR

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2 Jun 2006
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Boris Spassky en Sport-Express (primera parte)

Boris Spassky vive en un casa pequeñísima en la planta baja de un edificio. La parada de metro más próxima a su casa es la de Ryasansky Prospekt, pero aún así está a mucha distancia. Al lado de muchos libros de historia sobre la Rusia de los zares ha colocado un retrato del joven Bobby Fischer. Miramos la foto y Boris Vasilevich nos contempla a nosotros. Se sonríe casi imperceptiblemente. Por fuera hay silencio. Una linterna ilumina el temporal de nieve; la gente anda por la calle con los cuellos de sus abrigos subidos. Boris Spassky no se dará la vuelta para mirar la ventana ni una sola vez durante las próximas tres horas.

Boris Spassky:
¡Usted no es jugador de ajedrez! (nos desenmascara Spassky)


Sport Express:
Tiene Ud. toda la razón.

Pero yo lo soy. Es un campo especial muy determinado.
Pero, Ud. también está graduado en Derecho.
Sí, en la Universidad de Petrogrado. ¡Pero no tiene ningún valor! ¡Si no fue una formación profesional!

¿Eso le parece?


Sí, desde luego. Habría sido más fácil aprender algo por su propia cuenta y estudiar literatura de la Antigüedad o Filosofía. En la universidad soviética no había mucho de eso; nunca se trataban las cosas realmente importantes. Lamentablemente no les puedo ofrecer nada de alta graduación alcohólica. Hay algo para beber, pero no las cosas apropiadas.


No se preocupe, Boris Vasilevich. Usted ha pasado bastante mal rato ¿Cómo se encuentra?


Sufrí dos apoplejias en diez años. La primera la tuve en San Francisco. Estaba dando una charla sobre el ajedrez. Me operaron con éxito y ya me volvía a mover como un caballo de ajedrez. La segunda me pilló en Moscú. Hasta ahora sigo vivo. Pero el brazo izquierdo y la pierna izquierda se portan mal. Están de huelga. Pero mi coco sí que sigue trabajando.


¿Usted sale de casa?



A veces salgo de viaje.En otoño me acerqué a Berlín para atender al estreno de la película "Sacrificio de Peón". En Moscú hace poco se celebró el 100 aniversario de Paul Keres, una persona importante del ajedrez. Me atreví a salir y me acerqué a la calle Choroshovka. Han construido un nuevo edificio de la universidad politécnica allí. Como verán a veces puede pasar que tengo que maniobrar por todo el tablero. ¡Y encima la guerra!


¿Qué clase de guerra?


Me estoy divorciando de mi esposa francesa. Salgo con la piel entera, pero perderé toda mi fortuna.


¿Todo?



Sí, todo. Quizá pueda salvar el archivo de ajedrez. Mi esposa francesa me lo está poniendo difícil y mi hijo francés también. Nadie dice directamente "no".
Suelen utilizar formulaciones como: "Ven a buscarlo". Pero eso, en las condiciones físicas en las que me encuentro, eso es complicadito. Ya me he acostumbrado al hecho de que es imposible evitar las pérdidas, desde el punto de vista técnico. Pero por lo menos no me ha abandonado la energía y las ganas de vivir. En 2012 incluso tuve que huir de Francia, dejando mis cosas allí. ¡Lo más importante es estar vivo!

Nos hemos enterado de que la situación fue peligrosa.


Me han ayudado dos mujeres, Valentina Kuznetsova y Maria Okhonikova. Me han traído desde París a Moscú con la ayuda de unos agentes especialmente seleccionados para ello. A continuación hubo un escándalo en la prensa.

¿Qué sería lo primero que Ud. sacaría del archivo de ajedrez?


Dos manuscritos. Mi libro con el título "Duelo Dramático" esta a punto de terminarse.


¿Trata del duelo con Fischer?



No, es sobre el duelo contra Korchnoi en Belgrado. En el archivo además hay libros que son muy importantes para mí. "Máscara y Alma" por Shalyapin y las memorias de Yuri Morfessi. También hay fotos y algunos galardones.


¿De qué tipo?



La medalla de Campeón del Mundo y también algunas otras que he ganado con el equipo nacional de URSS en diversas olimpiadas de ajedrez.


¿Le entregaron una corona cuando se coronó campeón del mundo?


En nuestros tiempos nos daban una medalla y una corona de laurel. La corona de laurel se la solía mandar a la esposa inmediatamente.


¿Para la sopa?


Hombre, una corona de laurel aguanta bastante tiempo. Lo comenté con Botvinnik. Metió la primera corona en la sopa y guardó la segunda. Mientras tanto había llegado a ser más maduro y más astuto.


Usted mencionó que acudió al estreno de la película "Pawn Sacrifice" (Sacrificio de Peón).




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Boris Spassky en Berlín (Foto: André Schulz)


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Spassky en Berlín (Foto: André Schulz)

No tomé el avión sino que fui en tren al Campeonato del Mundo de Ajedrez Rápido y Relámpago en Berlín. Es mejor para mí salud. Por cierto, la pelicula no era para tanto.


¿Qué es lo que no le gustó?


Todavía recuerdo exactamente cómo era todo en aquel entonces. Mentalmente estoy totalmente en forma. Lo que he visto era una obra, un espectáculo, con algún suplente.


Es sorprendente la manera como Ud. lo expresa.


Realmente era tan artificial todo...


¿Lo hizo bien al menos el actor que le representó a Ud.?



¡No que yo sepa!


¿Y Fischer?


Tampoco han dado en el clavo con él. El actor que lo representaba ponía los ojos en blanco, pero Fischer nunca hacía semajante cosa. También la estatura, los gestos, el comportamiento... nada pegaba. En la película no había intriga y eso cuando era lo más importante, el hecho de que yo estuviera dispuesto a seguir jugando, simplemente lo omitieron. ¡Podría haber dado por terminado el duelo y marcharme como vencedor tal y cual!


¿Fue buena decisión quedarse?


Ahora posteriormente sé que no ha servido para nada. Quería darle la oportunidad a Fischer aún de conseguir algo. Pero él ya había comenzado a recoger las velas. Imagínense que hubiésemos sido boxeadores y el uno dice: "Se acabó. Me rindo. Acepta mi rendición". No lo quería aceptar.


¿Pero se daba cuenta él mismo que había dado por perdido el duelo?


¡Hombre, claro, si no se ha presentado a la segunda partida! El árbitro arrancó el reloj y confirmó la derrota de Fischer. Hasta aquel duelo aún no había ganado ni una sola partida contra mí.


Entonces Ud. acudió a la tercera partida y sufrió una derrota.


Sí. Fischer llegó a ganar mucha confianza en si mismo y comprendió que podía competir.


Pero los acompañantes soviéticos suyos, ¿no insistieron en que Ud. se marchase?


¡Me lo ordenaron! El presidente del comité de deportes, Sergey Pavlov habló conmigo media hora por teléfono y me decía exactamente lo que tenía uqe hacer:

"Protestas contra eso y aquello y te marchas". Pero yo me rebelé y dije: "¡Voy a jugar!" Claro, fui tonto. Al fin y al cabo de eso dependía más que solamente mis intereses particulares.


¿Parece que Ud. estaba convencido de que iba a derrotar a Fischer?


Me daba pena. Me daba cuenta que el chico estaba perdiendo la razón. Y yo tenía buena relación con Bobby. Yo no soy Korchnoi quien tiene que odiar a su oponente para poder enfrentarse con él. Yo tenía delante a un niño que había perdido los ánimos. ¿Cómo se puede hablar de odio entonces? Pero yo tenía alma de deportista, uno para el que la victoria es lo más importante. Pero no ideaba trucos, no era yo como Fischer, quien solía protestar por cualquier cosa y en todo momento posible. O les exigía algo a los organizadores islandeses, o a Max Euwe, que entonces era el presidente de la FIDE o bien al bando soviético. Los pájaros en la bahía de Reikiavik habían dejado de cantar. ¿Y quién era el culpable? Pues Spassky. Entonces me di cuenta de que todo aquello solo era un refinado juego psíquico.


¿De verdad?


Por detrás de Fischer había un ideólogo que se llamaba Lombardy. Había sido su idea tenerme intranquilo todo el rato. Durante el duelo ya había notado que alguien estaba presionando mucho sobre Bobby. Entonces pensaba que era Cramer, pero me equivoqué. Este loco estaba cerca de Fischer todo el tiempo y armaba líos.


¿Se refiere al teniente en la cima de la federación estadounidense de aquel entonces?


No, el teniente se llamaba Edmondson. Cramer era un hombre de negocios, uno increíblemente entrometido. Me dejé escapar otro momento más: antes de la tercera partida hubo un choque entre el árbitro principal Lothar Schmid y Fischer. Bobby se puso a gritarle: "¡Eh, cállate la boca!" ¡Qué manera de conversar más inapropiada!


¿Qué tenía que ver Ud. con eso?


Lo mejor habría sido levantarme y decir: "Oye Bobby, basta por hoy. ¡Juguemos en otro momento!". Euwe se había reunido conmigo previamente, comentándome: "Boris, Ud. puede dejarlo y marcharse cuando quiera. Lo comprendería absolutamente. Bobby se está comportando muy mal... Nunca antes se ha permitido semejante cosa un aspirante al título mundial". Pasa muy pocas veces que un presidente de la federación internacional de Ajedrez sea tan franco.


Su relación con Fischer no era muy buena.


En 1975 Euwe se vengó con Fischer. Le quitó el título mundial y se lo dio a Karpov sin que tuviese que jugar. Pero eso ya es otra historia.


¿Usted ha vuelto a coincidir con Lombardy?


Hace tres años, en Dresde en un encuentro para grandes maestros mayores de 75 años, en el "Día de las Leyendas". Lombardy también estuvo. Me dejaron un recado con sus palabras con respecto al duelo contra Fischer. "Queríamos sacar de quicio a Spassky a toda costa. No se debía enterar de lo que estaba
pasando". Lo que más miedo les daba era que yo no lo aguantara y que cerrara de golpe la puerta.



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Boris Spassky en el "Día de las Leyendas" (Foto: Dagobert Kohlmeyer)



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William Lombardy el "Día de las Leyendas" (Foto: Dagobert Kohlmeyer)



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Foto: Dagobert Kohlmeyer

Un complicado ejercicio de equilibrio.


Creo que ya sabían lo que estaba pasando en mi delegación.


¿Y eso?


Mi entrenador era Ivo Nei, de Estonia. Resultó ser espía estadounidense. Acordó una cooperación con Robert Byrne, que tenía una columna de ajedrez en el New York Times, como coautor para un libro sobre el duelo. Nei conocía todas nuestras ideas. Y los americanos querían obtener información. Si hubiese decicido marcharme, se lo habrían comunicado a la delegación de Fischer inmediatamente.


¿Cómo es posible que la KGB haya permitido que se acercara este tipo de personas a Ud.t?


¿Cómo que la KGB? Yo únicamente sé que el comité de deportes había mandado a alguien para controlar las sillas por las noches.



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Spassky-Fischer, Reikiavik 1972


¿Por qué?


Había surgido información que por debajo de una de las sillas se había detectado algún chisme raro. Alguna pieza insertada. Al fin y al cabo la policia islandesa únicamamente encontró una pieza de madera. Claro que no tenía influencia alguna en nada. El policía descubrió la pieza y se la llevó a casa como recuerdo.


¿Fischer ha vuelto a hablar de los acontecimientos en Reikiavik en algún momento más adelante? ¿Le ha pedido perdón a Ud. por su comportamiento raro?


No, nunca hemos hablado de aquello. En lugar de eso, me prometió que íbamos a jugar otro duelo y ha cumplido con su palabra. En primer lugar, Bobby tenía en mente España como lugar. En mi archivo tengo un telefax suyo que dice que Luis Rentero, el fundador del torneo de Linares iba a ser el organizador principal. Pero entonces el banquero Ezdimir Vasilyevich ofreció condiciones interesantes. En 1992 nos encontramos en la isla de Sveti-Stefan. Por arriba estaban los cañones jugoslavos y abajo en la mar la armada estadounidense. Por las noches, decían que pisaron tierra unos buceadores militares. Intentábamos ignorar el ambiente militar de la mejor manera posible.


¿Por qué Fischer le trataba con tanto cariño a Ud.?


Yo sentía comprensión por él, compasión y eso a pesar de que pensaba que todos los grandes maestros rusos que eran agentes de la KGB. Odiaba a los comunistas y a los judíos...


Y eso que él mismo era judío.



Por parte de madre, pero se consideraba alemán. Alguna vez le pregunté: "Bobby, soy ruso, ¿por qué soy tu amigo?"


¿Y qué respondió?


Se cerró en callar. Fischer se comportaba de manera paradójica. Retó al orden mundial como luchador en solitario. El 11 de septiembre se murieron personas inocentes, pero él estaba de parte de los terroristas y con eso atrajo la aversión de la gente. Para los islandeses era un héroe no obstante. No temían a los Estados Unidos. Respondieron que toda Islandia le seguiría a la cárcel a Fischer si se atreviesen a detener a un ciudadano de su país. Es una persona con un destino trágico. Eso ya lo tenía bien claro cuando le vi por primera vez.


¿Dónde fue eso?


En Moscú. Entonces tenía 15 años. Era un chico alto que había venido junto con su hermana Jane. En el club del bulevar Gogol se enfrentó con Petrosian, Bronstein, Vasinkov y Lutikov en partidas de ajedrez relámpago. Más o menos dos años más tarde, me encontré con él como oponente en el tablero en el torneo de Mar del Plata.


¿Cuándo tuvo la última conversación con Fischer?


Discutíamos cuál era la jugada más fuerte: e2–e4 o d2–d4. Quedamos en que la segunda sería la más fuerte porque el peón queda protegido por la dama. Fue el propio Bobby quien me llamó. Yo nunca le llamé por teléfono. Sabía que entonces volvería a hablar de su "ajedrez Fischer". No me gustaba en absoluto la idea. Hay demasiadas posiciones iniciales. Pero él triunfó con eso.


¿Sigue teniendo sueños con Fischer?


Sí, eso puede ocurrir. Los problemas que tenía con sus riñones le hicieron caer a tierra. Dos operaciones no muy complicadas habrían bastado para salvarle la vida, pero Fischer rechazó esa idea. No se fiaba de los médicos y temía que le matarían en el propio quirófano. A mi también me ha intentado convencer de que no vaya al hospital.


¿Cuándo fue eso?


En 1977 en Reikiavik. Jugaba los cuartos de final del Torneo de Candidatos contra Vlastimil Hort. Al final del duelo me sentía tan mareado que perdí la conciencia cuando estábamos cerca del hospital. En el hospital averiguaron que era una apendicitis. Fischer averiguó qué me había pasado y me llamó por teléfono para advertirme: "¡No permita en ningún caso que le operen!" Le respondí: "Bobby, no tengo miedo y no tengo razón alguna para desconfiar de nadie aquí. La clínica tiene muy buena reputación y el médico hasta habla ruso...""


¿Usted acudió al funeral de Fischer?


No podía, mi esposa francesa no estaba de acuerdo. He viajado a Reikiavik más adelante y le he dejado flores en la tumba. Fischer había descrito minuciosamente dónde quería que le enterrasen, qué música quería en su funeral y quienes le debían acompañar en su último camino. De los ajedrecístas había tres personas en su lista: Andor Lilienthal, Lajos Portisch y yo.


¿Cómo es el sitio?


Al lado hay un camino estrecho con una placa que dice: "Aquí se ha reunido el Althing – el primer parlamento de Islandia". Por cierto, es el parlamento más antiguo del mundo, fundado en 930. Es decir, es más antiguo que la cristiandad en Rusia. Como música para el funeral había elegido "Green Green Grass of Home" de Tom Jones. Lo había canturreado yo alguna vez cuando paseamos por Budapest. Fischer lo cantó en voz alta. No esperaba que conocíiese letras de canciones de música popular.
 
Última edición:
Boris Spassky en Sport-Express (segunda parte)
"Nunca había sido mi meta coronarme Campeón del Mundo"

Los honorarios por su duelo en Reikiavik fueron 93.000 dólares. Se lo gastó todo en tan solo cuatro años. ¿Qué compró?

En los años setenta eso era una auténtica fortuna. Pero siempre me he podido separar fácilmente del dinero. De las grandes compras únicamente se me ha quedado grabado el "Wolga" M-21, un tanque soviético muy fiable. Lo conduje durante cinco años.

Existen rumores de que le echaban rayos en la sala de juego de Reikiavik. ¿Usted cree que eso era verdad?

Esta versión de lo ocurrido solo surgió años más tarde. Recibí una carta de un ingeniero que había sido expuesto a radiación. Creo que en mi caso eran rayos X.

¿Qué es?

Son ondas ultra cortas. Tanto nuestro servicio secreto como el de los americanos estaban entusiasmados con eso. Lo vi alguna vez en una carrera de caballos en la televisión francesa. Un hombre sacó un chisme pequeño y lo apuntó hacia el caballo que iba primero. Ya no le obedecían las piernas.

¡Vaya tela!

Cuando jugaba con Korchnoi en Belgrado ya lo conocía todo el mundo. En la entrada realizaron controles de los bolsos. Si encontraban algo sospechoso, se lo quitaban a la persona en cuestión.

Sin duda Ud. recordará su estado físico en Reikiavik. ¿Notó alguna cosa rara?

Sí.

¿Se sentía cansado?

Me costaba concentrarme. Me había pasado por primera vez en Tiflis, cuando me enfrenté con Misha Tal. Había acudido Wolf Messing al duelo.

Suponemos que no se encargaba de atenderle a Ud., ¿verdad?

Atendió a Misha. Eran de Riga ambos. Messing apenas se interesaba por el ajedrez, tenía otras cosas. ¡Pero estaba ahí!

Wolf Messing

¿Se dio cuenta de que Messing estaba en la sala?

No. Mi entrenador, Bondarevski, era pupilo de Messing. Eran amigos. Se encargaba de él. No me comentó nada. Tras el duelo sí me dio una sopresa: "Estaba Messing, pero no te quise desestabilizar...". Hizo bien.

Spassky, Bondarevsky

¿Qué le pasaba?


Cometí un grave error. Normalmente los grandes maestros nos damos cuenta en seguida cuando hay gato encerrado. Me sentía como paralizado. Y eso durante varios minutos. Y eso es mucho tiempo en una partida de ajedrez, como un corto circuito. Solo te quedasa sin corriente durante la fracción de un segundo, pero te parece como si fuese una eternidad. Algo así también me pasó en el duelo contra Korchnoi. Resultó que había ubicado a seis personas en la primera fila para molestarme. Intentaban hipnotizarme: una herramienta visual para poner presión.

¿Cómo lo hicieron?

Solamente con la mirada. Me di cuenta de que no me podía concentrar.

¿Usted ha aplicado semejantes trucos?

Ni una sola vez.

Usted llamó a Rudolf Zagainov a su equipo, ¿no?

¡Vaya! ¡No! ¿Qué está pensando? Zagainov trabajaba para Korchnoi. Yo estaba en contra de Zagainov; no teníamos contacto alguno. ¡Son bobadas! ¡Eso no es ajedrez!

En el libro de Zagainov se puede leer que en Kiev en 1968, en su duelo contra Korchnoi hay una cita de Ud. diciendo: "Ya sabía desde el primer día que iba a ganar porque Korchnoi había acudido con su mujer. Yo sin embargo, me había traído a dos rubias. Tenía mucho lío y eso tenía efecto positivo sobre mí. Es imprescindible tener un impulso que venga desde fuera".

Lo de las rubias es verdad. Quizá incluso eran más que dos. Pero durante el duelo me fue imposible decidir cuál era la que más me gustaba para entusiasmarme tanto que luego gané la partida. No. La verdad es que en seguida sabía que iba a vencer a Korchnoi sin problema. ¿Sabe Ud. por qué?

No, ¿por qué?

Había juntado a un grupo de amigos. Nos subimos al coche y fuimos a Yeisk, al mar de Azov. Allí estudié las últimas partidas de Korchnoi. Todas habían sido muy largas y tenían muchos movimientos.

¿Entonces?

¿No lo comprende? En lugar de ganar una partida en 40 movimientos, ¡él necesitaba 140! Eso permite deducir que los movimientos eran de mala calidad. Cuando había descubierto eso, dejé de prepararme. Salí a pescar y volvimos. No fue difícil ganar aquel duelo. No hacían falta trucos. En Belgrado Korchnoi me acusó de haber trabajado con la hipnosis.

¿Y qué le dijo Ud.?

A partir de un momento dado ya no le aguantaba. Fue la primera vez que Korchnoi sufrió en su propio cuerpo lo que significa que el oponente te odie. Normalmente solía ser al revés.

¿Cómo llegó a tanto?

Es muy simple: Korchnoi comenzaba a molestarme al jugar. Siempre cuando el reloj corría para mi, él hacía muecas y resoplaba. Pero lo más asqueroso era que comenzaba a rasgar la mesa con las uñas. Hay personas que no pueden con este sonido. Si Korchnoi quería ofrecer las tablas llamaba al árbitro y le dejaba el recado, a pesar de que me tenía enfrente y me podría haber comentado directamente a mí lo que quería decirme.

Sus trucos también le daban mucho la lata a Tigran Petrosian. Dicen que Petrosian y él se daban patatadas por debajo de la mesa. Vasiukov también comentó que Korchnoi le había dado patadas. Tras el duelo le pregunté a Tigran qué le había pasado a Korchnoi. Me respondió: "¿Korchnoi? Se comporta como si estuviese en la guardería infantil. Karpov, en cambio es bueno". Entonces Anatoly aún no era campeón del mundo.

Botvinnik al principio no se dio cuenta del talento que tenía Karpov. ¿Cuándo se dio cuenta Ud. de lo grande que era su talento?

Era imposible pasar por alto su talento. ¡No se puede ni comparar con Korchnoi! Sobre todo existía una diferencia colosal en cuanto a sus conocimientos de ajedrez.

Korchnoi nunca llegó a ser campeón del mundo. ¿Con razón?

Con el 100 % de razón. No tiene nada en absoluto por lo que destacaría ajedrecísticamente.

En sus memorias Korchnoi escribió de Ud.: "Comenzamos el duelo como amigos y lo terminamos como enemigos".

Fue así en Belgrado. Desde entonces ya no estamos en contacto.

Usted lloró cuando Tal le venció en Riga. ¿Por qué le salieron las lágrimas cuando Ud. mismo venció a Petrosian en el duelo por el Campeonato del Mundo?

Era una tensión emocional demasiado grande. Lloraba en silencio por detrás de la pequeña cortina y volví - ¡y acabé con Petrosian! En Riga dejé vía libre a mis sentimientos cuando volví al hotel. Choqué con David Ginsburg, un periodista especializado en ajedrez. Había estado en el Gulag durante ocho años y era amigo de uno de mis entrenadores, Tolush. "No te lo tomes a pecho", me comentó David. "Sé lo que va a pasar. Para Tal habrá el Torneo Interzonal, el Torneo de Candidatos, vencerá a Botvinnik y perderá el duelo de revancha. ¡Pero tú aún vas a tener muchos éxitos!"

¿Así lo dijo?

Asímismo. Mi ascenso todavía acababa de comenzar. Aunque no soy maximalista. Nunca me he planteado coronarme campeón del mundo en algún momento. Salió todo automáticamente. Subí como la masa con levadura. Si ven fotos del año 1964 donde me impuse a Petrosian en el segundo intento en el mundial, verá una cara amargada.

¿Por qué?


Me había dado cuenta de que iba a comenzar una época difícil, con una gran responsibilidad y sin ayuda alguna ajena. Esos fueron mis años menos felices.

¿Sus años como Campeón del Mundo?

¡Sí! No se puede ni imaginar el alivio que sentí cuando Fischer se alzó con el título. En serio, aquel día no fue un día triste para mí. Todo lo contrario, pude quitarme de encima un gran peso y respirar hondo de nuevo.
 
[h=2]Boris Spassky en Sport-Express (tercera parte)[/h] ¿Hay alguna derrota de la que Ud. diría que ha sido "la más dolorosa"?


La que sufrí en 1961, en la partida contra Polugajevsky. Me separaban de la victoria dos movimientos. Lev se estaba viendo abajo y no procuraba disimular. Se puso más y más nervioso y se le estaba acabando el tiempo en el reloj. La banderita estaba a punto de caer. Y de repente me quedé petrificado. Suelo llamar esta condición mía la de "¡ni se te ocurra tocarme". La tensión de los nervios se convirtió en una letargía que me paralizaba. ¡Hasta dejé escapar las tablas! Este resultado cambió la imagen que tenía el mundo del ajedrez.



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Lev Polugajevsky

¿Por qué?


Si hubiese derrotado a Lev, me habría clasificado automáticamente para el Interzonal y a continuación para el Torneo de Candidatos. Ya podría haber competido por el título mundial entonces.


En alguna entrevista, Ud. comentó que no se considera un ajedrecísta genial


Hm, no lo recuerdo.


Bueno. ¿Quién sería un genio de ajedrez desde su punto de vista?


Prefiero no hablar de genios sino de mis jugadores favoritos. Paul Morphy, Harry Pillsbury, Mikhail Tschigorin, Alexander Aljechin, Alexander Dmitrievich Petrov, el abuelo del ajedrez ruso Misha Tal. Todos figuras trágicas.


¿Por qué Tal?


Analizamos una posición en la que había sacrificado piezas por la izquierda y por la derecha. Le comenté: "¡Misha, si eso es una tontería!" Levantó los hombros y respondió: "Lo sé. Pero me gusta". Esa frase da testimonio del estilo de Tal. Le encantaba el ajedrez de fuertes combinaciones. Por el centenario del nacimiento de Keres he comentado esta anécdota: era en un torneo en Alemania y nos enfrentamos en el primer tablero. Yo jugaba por el Solingen y Tal para el Berlín. Antes del comienzo de la partida Tal se dio la vuelta sobre si mismo una vez y preguntó: "¿Y dónde están mis judíos?" Tenía unos cuantos conocidos entre los emigrantes pero justamente en aquel momento no estaba presente ninguno de ellos. Tenía que ayudar a Misha. También miré alrededor por todos los lados y exclamé: "¿Y dónde están todos mis rusos?" Tal lo valoraba. Más adelante me cogió del brazo y nos tomamos una cerveza y una copa de Vodka. ¡Incluso le salvé al vida en una ocasión!


¡Vaya! ¿Qué pasó?


El equipo soviético había ganado la olimpiada de ajedrez en Bulgaria. Era casi medianoche cuando decidí acercarme a Misha por un momento. De la puerta entreabierta salía humo. Tal estaba dormido en una almohada que estaba ardiendo. Su cigarillo se le había caído al lado del cenicero y él se había quedado dormido. El humo le podría haber matado. Tomé una jarra, la llené de agua en el baño y apagué el incendio. A mí también me pasó una historia desagradable una vez que tenía que ver con lo de fumar tabaco.


¿Qué clase de historia fue esa?


Ocurrió en Linares en 1983. Estaba jugando la partida decisiva contra Yasser Seirawan. Yo estaba fumando y tomando café todo el rato. La partida se aplazó. Camino del hotel perdí la consciencia y me di un golpe con la cabeza contra el suelo de marmol.


¡Vaya! ¿Por qué se desmayó?


Mi organismo había tenido demasiado tabaco y cafeina y me dijo "¡para de una vez!" Cuando recuperé la conscienca estaba tumbado sobre la cama. Colocaba las piezas de la partida aplazada sobre el tablero y a la mañana siguiente metí en apuros a Seirawan. Gracias a este triunfo logré adelantar a Karpov y me conseguí el primer puesto.


¿Y entonces Ud. dejó de fumar?


Solo más tarde, en 1975. Había perdido contra el gran maestro austríaco Andreas Dückstein en una posición que en prinicipio había sido favorable para mí. Estaba rumiando cómo podría hacer para convertir esa derrota en un triunfo y me acordé del sabio consejo de mi madre: "¡Déja ya de fumar!"


¿Y cómo siguió la cosa?


¡Desde aquel día no he vuelto a fumar ni un solo cigarillo! Primero era bastante difícil, soñaba muy a menudo con que estaba fumando. Me despertaba sobresaltado y pensé con alegría: ¡Que suerte! ¡Si solo ha sido un sueño!

Botvinnik es un personaje bastante distintivo pero Ud. solía afrontar las ideas comunistas de Mikhail Moiseevich con mucha ironia.
Y encima nos llevamos bien. Lo llamaba "Mikel". Le contaba historias graciosas y él se puso a relinchar como un caballo por las risas. Me pasó la siguiente anécdota con él: nos acercamos a una reunión con Pavlov [Redacción: el entonces presidente del Comité de Deportes]. Le dije: "Mikel, ojo. A veces puede pasar que Sergey Pavlovich se pone a lanzar rayos de sol con los ojos. ¡Estése preparado a eso!" Es que Pavlov tenía esa peculiaridad.

¿Y? ¿Lo hizo?


Estábamos sentados conversando. Lo veo y ¡empieza! Leventó el dedo. "¡Está lanzando!" - Mikel se ríe a carcajadas: "¡Jajajajaja!" Lógicamente me sentía culpable y pidió disculpas. Pero entonces ya era tarde.
Averbakh nos comentó que habían recopilado firmas de grandes maestros por para apoyar una carta para condenar a Korchnoi. Muchos no la quisieron firmar. Cuatro no firmaron. A Ud. no le preguntaron. Sabían que no iba a servir de nada. Botvinnik comentó: "Ni siquiera he firmado nada en 1937." ¿Es cierto?
¿Quién sabe? ¡En mi caso fue otra cosa!

¿Cómo fue?


Estaba en París. Para firmar la carta contra Korchnoi hacia falta acudir a la embajada rusa. Entonces dije: "Sin mí." Di la vuelta y me fui en coche. Eso fue todo. En conexión con esas cartas alguna vez pasó lo siguiente. Nos encontramos en la Krymskiy Most y él dijo: "Necesitamos tu firma para proteger a Angela Davis", una señora de piel negra.


¿Y también rechazó firmar la carta?


Naturalmente. Le comenté que no era ningún comunista y que no quería tener nada que ver con eso. Ya es extraño porque el propio Mikel tampoco firmó la carta. Su reacción fue: "Recopile toda la información sobre Angela Davis y entréguemelo todo para estudiar el caso. Valoraré si quiero firmar o no".

Interesante.
Hay otra historia sobre Mikel en Holanda. La ciudad de Leiden organizó un torneo benéfico por él. Hay una universidad con amplísimos recursos. Fuimos a Ámsterdam en avión y nos comentaron: han pillado a dos espías soviéticos con las manos en la masa. Sale en llos titulares de todos los periódicos. Botvinnik era el dirigente de la delegación y yo el suplente. Se me acercó comentando: "Tenemos que desplazarnos inmediatamente a La Haya."- "¿Por qué?" Para meternos en la embajada soviética y esperar hasta que empiecen a romper los cristales de la embajada".

Suena romántico. ¿Usted estaba de acuerdo con él?


Le contesté: "Si los espías trabajan mal, que pierdan la cualificación para que no se les pille con las manos en la masa. He venido para jugar al ajedrez y no para estar metido en la embajada"


¿Qué dijo Botvinnik a eso?



Se alegró. Él tampoco tenía ganas de meterse en la embajada. Luego pudo entrar en una representación comercial para acercarse a la gente de la KGB y decirles: "Spassky se niega a hacer caso. Yo, como director de la delegación estoy obligado a observarlo para que no cometa más tonterías..." Mikel era muy espabilado y comprendió rápido. La protesta en la embajada se llevó a cabo sin nosotros. Estaba todo planificado previamente, cuánto iban a romper y qué cantidad de dinero estaba en juego. Existía un presupuesto para reparaciones. Lo mismo pasó en París en la sede de Aeroflot. Esa tradición comenzó después de la revolución. Pero el asalto más famoso a una embajada rusa ya había ocurrido en 1829 en Teherán. Entonces no quedo en vida ni uno. Reconocieron el cuerpo de Griboedov por la mano que le habían quitado en un duelo.

Botvinnik soñaba con crear el primer ordenador de ajedrez.
Hablamos de eso. ""¿Mikel, Ud. tiene formación en Matemáticas?" – "Usted ha dado en el clavo del punto flaco..." Competía con el profesor Alexander Kronrod. Este último era aspirante al título de maestro y había adelantado a Botvinnik en las cuestiones informáticas. Recuerdo como organizaron una verdadera
expedición para visitar al camarada Demichev. Era ministro y tenía la cara roja
.

Es un personaje famoso.


Lo visitamos con una delegación grande: Keres, Smeslov, Botvinnik y yo. Hablamos de lo que se podía hacer por el ajedrez en la Unión Soviética. Denichev asentía con la cabeza: "Sois unos tíos excelentes. Vosotros trabajáis y nosotros os ayudaremos". De repente Botvinnik bajó la voz y le rogó: "Pyotr Nilovic, podríamos hablar a solas". Probablemente quería pedir ayuda para más proyectos, pero desde luego no se comportó como un colega con nosotros en absoluto.

Botvinnik era una persona complicada.
En una ocasión me pidió acompañarle a ver al secretario de la Dirección del Distrito de Kuybeshev para apoyar a la viuda de Ragozin en un asunto de vivienda. En el camino comenzó una coversación. "Me gustaría recordarte la antigua verdad de Savelich. Cuando la situación llegó a ser desesperada Grinyov dijo: "¿Padrecito, qué más da? Escupe y bésale la mano al malvado" [Pushkin, "La hija del capitán"] Era humillante tener que escuchar eso. ¡Y encima en mi país! No tengo porque aguantar algo así. Pero Botvinnik tenía todo un repertorio de semajentes trucos y era muy cuco. Contaba con su preparación especial psicológica.


¿De qué manera?


Cuando participaba en el mundial de 1948 en el que también jugaba Keres, advirtió a su gente que coleccionaran material comprometido sobre Paul. Keres habían participado en torneos en los terrenos de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Keres era un profesional y era difícil ganar dinero durante la guerra. Así que Mikel le había encontrado su punto flaco. La primera mitad del Campeonato del Mundo se disputó en La Haya y la segunda en Moscú. Paul y su esposa Maria Augustovna hablaron durante mucho tiempo para decidir sí todavía ldebían seguir saludando a Botvinnik o no.

¿Cómo se decidieron?


Le saludaban como siempre. Habían decido no hacer el papel del Tribunal Supremo. Existe un Tribunal Supremo y el máximo juez ya lo decidirá. No quedan impunes este tipo de accciones.

Keres quería emigrar en 1942 pero no llegó a tiempo para la salida del barco.
Maria Augustovna recuerda: "Hubo que salvar a Paul, tenía endarteritis. Pero las tropas soviéticas bloqueaban el camino y no llegamos hasta el barco..."
Paul y Maria Keres habrán perdonado a Botvinnik. ¿Y Ud. ha perdonado a Smyslov quien rechazó la invitación a su boda con una ciudadana francesa?
Smyslov tenía miedo. Pero tenía buenos argumentos: "La constelación de las estrellas ve desfavorable mi decisión afirmativa". Tras unas palabras así como excusa, cuesta sentirse herido o estar enfadado.

¿Hay alguien que le haya sorprendido al no ser cobarde?


No me lo va a creer, pero ¡Korchnoi! No acudió a la boda, pero sí se acercó a nuestra casa muy tarde por la noche. Vivíamos en la casa de la embajada. De repente alguien tocó a la puerta y Marina abrió. En las escaleras en la penumbra estaba ¡Korchnoi con un ramo de flores! Ya sabe que se parece a un diablo un poquitín...


Una observación interesante.

Sí, sí, algo tiene de diablo. En las escaleras había un diablito tímido. Se lo agradezco a Korchnoi hasta hoy. Mi mujer se llevó un gran susto en aquel entonces y no sabía quién estaba allí.


Karpov nos contó como Ud. aparcó su coche extranjero en el sitio de Pavlov, en el Comité de Deportes. Después ordenó que ya no se les diesen honorarios tan generosos a los ajedrecístas que iban al extranjero.


¿En serio? Que raro. Ya no recuerdo ese episodio.


El tenista Metreveli ha asegurado que solo usted y él poseían un coche deportivo Ford Mustang en aquellos tiempos.


¡Eso es cierto! Tenía un Mustang. Pero tras el divorcio de mí esposa Larissa se lo llevó ella. Luego lo vendió a unos georgianos rápidamente por alguna razón. Es una mujer pragmática.

¿Era un coche bueno?
Nada especial. Un simple vehículo con cambio automático. Los americanos me iban a mandar ese Mustang. Les había dicho que por favor me lo mandasen a Hamburgo. Allí hay una estación de aduana. El jefe del equipo del Solingen, amigo mío, mandó a un empleado a recoger el coche. Me senté al volante directamente en Solingen y crucé toda Europa hasta llegar a Moscú.

¿Sin aventura alguna?



Una vez me quedé dormido en el volante. ¿Eso cuenta como aventura?

¡Vaya que sí!



Eso fue en Alemania Oriental. Lo que me salvó fueron las líneas alemanas esas en el suelo. Si el conductor se queda dormido y cruza las líneas hacen un sonido raro y eso me despertó al instante. Por detrás iba un amigo mío. Estaba trasladando un coche Mercedes a Moscú para un árabe. Le comenté: "Oye, Kolja. No puedo más. Voy a echarme una siesta".
Hay muchos rumores acerca de Ud. Uno es el siguiente: le habían enviado a un gremio en el que participaban unos bolcheviques. Usted se acercó en un Volvo de color rosa y con bufanda amarilla diciendo: "No he leído su periódico, el Pravda y tampoco tengo previsto leerlo". Y a continuación usted no pudo viajar al extranjero durante siete meses.
Yo recuerdo otra cosa. Me acerqué a una reunión con mi jefe con unos pantalones amarillos de pana. Me miraron de reojo, pero nunca llevé bufanda amarilla.


¿Tampoco era rosa el Volvo?


El Volvo era azul oscuro. ¡Un coche magnífico! ¡No se puede ni comparar con el Mustagn. Lo vendí a un amigo mío que es bailarín.


¿A Makhmud Esambaev?



No. Aunque también conocía a Esambaev. Había comprado aquel Volvo directamente en el aeropuerto de Ámsterdam donde me ofrecían un descuento de 30 %. Euwe me trajo el coche a Siegen (Alemania).


¡El presidente de la FIDE! ¡Vaya! ¡Chapó!



No es nada especial. Al fin y al cabo eramos amigos. Fue él quien me ofreció ayuda. Entonces Keres, su esposa Maria Augustovna y yo nos subimos al coche e hicimos un viaje maravilloso por el norte desde Siegen a Vilna.


¿Era agradable recorrer ese tipo de rutas?



Me encantaba viajar en coche por Europa. Me gustaba mucho visitar las ciudades pequeñas. Tuve conversaciones con la gente, incluso con los polícias en la calle. Tenía un estilo de conducir rápido. En Polonia me pusieron una multa por exceso de velocidad - casi 100 marcos. Procuré negociar: "Señor inspector. Eso es mucho dinero. No tengo tanto". Me contestó: "Querido conductor del coche, vas a pagar..." Pero también hubo experiencias tristes. Participé en un torneo en Palma de Mallorca junto con Petrosian y Korchnoi. Volvimos a casa vía París. Viviamos en las afueras, cerca del Bosque de Vincennes, sobre el que Shakespeare escribió algo. Petrosian y Korchnoi sacaron unos papelitos en los que tenían apuntados lo que debían comprar. Volaron por las tiendas y buscaron chaquetas y pantalones.


¿Usted no?



Tenía otra idea mejor. En los Campos Elíseos había visto un guapísimo Citroën blanco. Así que entré y me lo compré. Con algo así en su momento se marchó Fantomas volando. En una película famosa puso el pie en el acelerador y se fue a toda marcha...


Fantástico, para ser un ciudadano con pasaporte soviético.



¡No en absoluto! ¡Fue una tontería absoluta comprar el Citroën! No me lo pude llevar en el momento. El gerente de la tienda de coches me preguntó: "¿Por qué está pagando todo el importe? Podría dejar una fianza de 500 dólares y ya está". Pero yo no cedí: "Ehm, no. Por favor, tómelo todo". Pasó un rato y me di cuenta de que ya no quería tener ese coche. No lo necesitaba.

¿Le devolvieron el dinero?



Tardaron cinco años. Un holandés me ayudó y arregló todo con los del concesionario de Citroën. Al final hasta me devolvieron 500 dólares más.


O sea que, el coche resultó una buena inversión...



Devolví el dinero. Había decidido que los franceses se habían equivocado. No quería que me devolviesen más dinero de lo que me correspondía.


Dicen que sus coches solían tener la cifra 64 en la matrícula.



Es mentira. Nunca he tenido matrículas especiales.


¿Había otros grandes maestros aparte de Ud. que condujesen coches extranjeros?



Petrosian tenía un Mercedes, Keres un Chevrolet. En la Moscú soviética se podía comprar de todo a través de la UPDK.


¿La administración del cuerpo diplomático?


Sí. En las embajadas solían tener coches bastante buenos y los sacaban del servicio cuando todavía eran muy buenos. Procuraba persuadir a Tolya Romashin todo el rato: "Venga, te compro un coche americano, un Ford
Impala, es un cochazo de tres narices, súpergrande..." Los ojos de Tolya se abrieron como platos: "¡Dios me libre! ¡En el teatro me matarían!"



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El actor Anatoly Romashin

¿Romashin se interesaba por el ajedrez?


No, pero eso no nos impedía vernos y quedar para tomar algo juntos. Nos veíamos tanto en París como en Moscú. Le apreciaba muchísimo, era un verdadero amigo. Hizo el papel de Nikolás II en la película "Agonía" cuyo director fue Elem Klimov y lo hizo fantástico. Tolya falleció de manera absurda. Estaba cortando leña en su dacha y fue aplastado por una avalancha de madera que se le cayó encima. ¡Vaya muerte tan cruel!
 
[h=2]Entrevista con Boris Spassky (cuarta y última parte)[/h] Son interesantes los amigos que tiene Ud.: Romashin, Rebnikov…
Rebnikov amaba al ajedrez más que a cualquier otra cosa. No se puede ni imaginar lo popular que era en Moscú. En una ocasión estábamos en un portal tomando vodka de la botella con dos policías.

¿De la botella?



Entonces no teníamos vasos.
¿Solía beber vodka directamente de la botella?



Solía ocurrir, sí. En esos casos tenía que irme a casa a cuatro patas.



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Spassky en Bilbao 2007 (Foto: Nadja Wittmann, ChessBase)


¿Desde cuándo?



La última vez que me pasó eso fue en Bulgaría. Nos coronamos campeones del mundo con el equipo nacional de estudiantes. Probé el vodka directamente de la botella y me puse malo. Conseguí salir del bar sobre dos piernas, pero bamboleándome, claro. Llegué hasta el hotel, pero allí me caí en el suelo. Desde entonces no he vuelto a tocar el alcohol con anís.


¿Tenía algún restaurante favorito cuando era joven?



No solía frecuentar los restaurentes. Se han contado unas cuantas historias de Spassky, pero esquivaba los restaurantes. No me sentía a gusto allí. Nuestra generación prefería sentarse en la cocina para comer.



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Boris Spassky en 2007 en el mercado de Portugalete (Foto: Nadja Wittmann, ChessBase)


Después de "Gaidai", ¿le han vuelto a ofrecer el papel en alguna película?


Milos Forman tenía esas intenciones. Quería hacer una película sobre el duelo contra Fischer. Al final no se hizo la película por alguna razón. Le visité alguna vez a Milos en su dacha en Conneticut. Tenía una casa muy guapa, con pista de tenís y piscina. Siempre me llamaba por teléfono cuando iba a viajar a Francia. Era una persona muy simpática. Con un amigo común, un figurinista, organizamos una carrera de ciclismo desde París a Lyon. Son 460 kilómetros. Por las noches nos alojábamos en castillos y tomábamos unas copitas.


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Milos Forman, aquí con Magnus Carlsen (Foto: Kavalek)


¿No llamaban mucho la atención?



En una ocasión se nos acercó un francés. Pero por casualidad absoluta. Estaba con nosotros el gran maestro Lubos Kavalek a quien le había prestado mi bici. Cuando habían llegado al castillo, Lubos me llamó por teléfono y me comentó: "¡Socorro! ¡Sálvame, Boris! Que me duele mucho el culete..." No estaba acostumbrado a ir en bici durante tanto tiempo. Me contó cuánto le había costado subir por la tarde. Se le había acercado un automovilista francés y al ver como sufría Lubos, el francés sacó la cabeza de la ventaja de su coche y gritó: "¡Oye, muy bravo! ¡Muy, muy bravo!"


¿También le gusta jugar al tenis?



Sí. No jugaba mal. En un momento dado, me gustaba tanto que me planteé una carrera como tenista profesional de verdad. Solía ganar los torneos combinados de ajedrez y tenis en Suiza junto con mi compañero, el checo Tomáš Schmidt. Primero se luchaba en la pista de tenis y despúes sobre el tablero. Hasta Karpov se apuntaba. Su pareja de tenis y ajedrez era el australiano Martin Mulligan. Este último logró llegar hasta el final en el torneo de tenis de Wimbledon.


¿Cuáles eran los premios por ganar uno de esos torneos?



Pues algún chisme de ruido de esos, un reproductor de cintas magnetofónicas o una radio.


Cuando jugaba los torneos en La Habana, ¿conversó con Fidel Castro?



No. Ya me había enterado de las travesuras. Procuraba mantenerme al margen de él. Cuando el equipo nacional de la URSS ganó el Campeonato del Mundo en Cuba, la dirección de la delegación me ordenó reunirme con Castro. Lo hice "a mi manera".


¿Qué signfica eso?


¡Que me fui corriendo! Y lo mismo cuando Fidel Castro se presentó ante una muchedumbre de gente. Eso de cinco horas de "¡Patria o muerte! ¡Venceremos!" simplemente superaba mis fuerzas. Che Guevara, por el contrario, sí me gustaba. Le gustaba el ajedrez. Se acercaba a la sala de juego acompañado por unos guardaespaldas para observar lo que estaba pasando por los tableros. Se le podía notar en la cara que verdaderamente le gustaba. Pero no hablaba con nosotros.


Korchnoi era capaz de lanzar el rey por toda la sala y se ponía como una furia cuando perdía una partida. ¿Cuál ha sido la reacción más fuerte que ha vivido con sus oponentes?


En Bucarest vencí a Smyslov cuando yo tenía 16 años. Vasil Vasilich no me volvió a saludar hasta el final del torneo.


¿Se había mosqueado?
Más bien se había llevado una sopresa. Pero sí, Korchnoi siempre solía reaccionar con mucho dolor a las derrotas. Eso ya era así en los tiempos del Palacio de Pioneros de Leningrado. Solía tirar las piezas del tablero y gritaba e insultaba a sus oponentes. Si alguien resultaba mejor que él, estaba dispuesto a romper lo que tuviese a su alcance.


¿O sea que era un maximalista con unas reacciones exageradamente fuertes, al contrario que usted?
No, no era maximalista sino (visto en relación con las normas del Palacio de los Pioneros) mas bien era un "líder superior de los pioneros". En el caso de que le venciese alguna mujer, eso siempre era como una cuchillada en el corazón de Korchnoi. Entonces solía atacar al instante. A Pia Cramling la hizo llorar mucho. Sin duda nunca más ha tenido que llorar tanto después de una victoria como en este caso, Pia.



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(Foto: Nadja Wittmann, ChessBase)

¿Tiene usted morriña de su ciudad natal?


¡Claro que sí! ¡Si soy de Petrogrado!


¿Por qué de "Petrogrado"?


Porque es la ciudad de Peter. Petrogrado suena más familiar para mí que "San Petersburgo" o "Leningrado". La última vez estuve ahí el año pasado en marzo.
Visité a unos amigos míos y fui a la fiesta de cumpleaños de Shores Alfyorov.


¿Dónde está la casa de su infancia?


En la calle Nevsky Prospekt número 104, era el piso número 2, un piso municipal. Después nos mudamos a la Octava Calle Soviética. En los años de la Perestroika alguna vez me acerqué hasta allí y me asusté. Era la misma entrada de siempre, el mismo olor, las mismas ratas. Desde entonces no he vuelto, aunque la verdad es que sí, sería interesante saber cómo está ahora.


¿Qué lugar de su infancia en Leningrado recuerda especialmente?


Les pido disculpas de antemano, pero no se puede omitir ni palabra en la letra de una canción. Llegué temprano al Palacio Anitchkov donde frecuentaba un club de ajedrez. Estaba esperando en el portal, mirando el río Fontanka. De alguna manera, y no sé por qué, siempre que esperaba allí solían pasaban preservativos por el río como si fuesen barcos. Luego doblaron la esquina para ir flotando hacia el golfo de Finlandia.

Usted alguna vez comentó que no le gustaba Moscú porque era una ciudad que cansa. ¿Lo sigue percibiendo de la misma manera?
No. Pero mi madre siempre solía decir: "Vamos a Moscú por desconsolación". Mi madre crió a tres hijos. Mi padre nos había abandonado en 1944 para crear otra familia. Durante la guerra, terminamos viviendo en las afueras de Moscú, en la urbanización de Sverdlovsk. Vivíamos en una barraca. Siempre, cuando la cosa se ponía especialmente difícil, mi madre solía citar a Nekrassov. Se sabía el texto de memoría. Recuerdo todavía las palabras sobre las fatigas de la vida en Rusia.

Su madre falleció a los noventa años. ¿Cómo reaccionó a su salida para ir a París?


Me comentó: "Abre el armario, hijo. ¿Qué es lo que ves?" – "Veo tu vestido, tu chaqueta, tus zapatos." – "Pues eso es todo lo que tengo, hijo mío. No necesito más". Me dio las gracias y yo me fui a Francia en coche.


¿Qué coche usó en esa ocasión?


Un Renault 16. Es que no lo podía dejar atrás en la Unión Soviética. Metí mis pertenencias en el maletero y comencé el viaje. Fui via Vyborg. Cuando había pasado la frontera, salí del coche y me abracé a un abedul finlandés. Únicamente me marché porque así podía elegir los torneos en los que jugaba por mi propia cuenta. El Comité de Deportes no nos había dado esa posibilidad. A veces los viajes no habían valido ni un copec, pero las invitaciones llevaban mi nombre y se dirigían a mí personalmente. Los funcionarios solían decir: "Es que Spassky está enfermo. No podremos contar con él".
¿Por qué?

Por venganza. Quizá por lo de Reikiavik. Pero es posible que haya habido más razones. Nunca se olvidan. La última cosa que me dejó mal sabor de boca fue el asalto.


¿En Leningrado?


En Moscú. Había alquilado un piso en la avenida de los Entusiastas. En el camino a casa me parararon dos veces. Querían ver mis papeles.


¿La policía del tráfico?


Eso era lo raro, no eran policás del tráfico. Iban de paisano. Cuando me acerqué a casa, frenaron de nuevo. Uno de ellos subió al ascensor conmigo. Ya me imaginaba que era algún oficial del estado. Entramos en mi piso juntos. Cuando vi en qué estado estaba por el susto le ofrecí una copa. Buscaba la botella de cognac, pero no la podía encontrar. También me había abandonado la suerte a ese respecto.


¿Qué más le habían robado?


Aparatos de vídeo y ropa. Además habían arrancado el empapelado de las paredes. Probablemente pensaban que podía haber algo escondido por detrás. Lo que más me dolió fue perder mi archivo de fotografías. Las habían tirado a la bañera, que estaba llena con una mezcla de disolvente y detergente. Tenía en casa cinco paquetes de detergente y los habían utilizado todos. Pude limpiar la mitad de las fotos, pero el resto hubo que tirarlas. Estaba seguro de que habían entrado mi piso con el consentimiento de los órganos del estado. Se lo comenté a un conocido mío y agregué: "Ahora está claro que me tengo que marchar". Poco tiempo después me llamaron para que acudiese a la lubjanka.


¿Para hablar con quién?


Un tal coronel Bobkov. Me reprochó: "¿Por qué sospecha usted de nosotros, compañero Spassky? Somos un cuerpo reconocido, los asaltos a casas no forman parte de nuestros papeles. Únicamente nos hemos involucrado una sola vez en sus asuntos, cuando mandamos a un colaborador a Reikiavik para examinar las sillas. Sería algún amigo suyo el que ha entrado en su piso y le ha robado las cosas".


¿Quién?


Había un ayudante, según su comportamiento se podría deducir que era un criminal. Nos habíamos conocido en algún grupo.


¿Por qué lo había dejado acercarse tanto?


Porque soy gilipollas. Vivía solo en Moscú y había conseguido mi confianza por malas artes. Tolya Romashin se sorprendió: "¡Pero con qué clase de personas te relacionabas!" Más adelante lo vi por casualidad en Moscú. El joven se me acercó como si nunca hubiese roto un plato. Me dijo: "Dígame Boris, ¿al final han encontrado al malvado ese que le ha robado?" Le sonreí de manera irónica y le contesté: "Dicen que fuiste tú". No me respondió. Bueno, hay que aprender de eso.



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Leontxo García y Boris Spassky en Bilbao 2008 (Foto: Nadja Wittmann (ChessBase))​

¿Quién le ha bautizado el "Puschkin del Ajedrez"?


Los yugoslavos, por mis bellas partidas. Aprecio el elemento artístico en el ajedrez. Para mi tiene algo sublime. ¿Recuerda el siguiente pasaje de "Evgeni Onegin"? - "Hasta que Lenski, que tiende a soñar con los ojos abiertos, capture sus propias torres".



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Spassky en 2008


¿Es cierto que sabe el "Onegin" de memoria?


El "Onegin" y muchos versos más de Puschkin. Me siento a aprenderlos. Es suficiente con leerlos una sola vez para que se me queden grabados en la memoría. Es como lo de Paul Morphy, que tenía en la mente todo el canon de las leyes del Estado de Louisiana. Bastaba con abrir alguna de las páginas y contestaba sin pestañar para decir lo que ponía. Sus parientes se asombraban: "¿Por qué quieres jugar al ajedrez? ¡Deberías ir a trabajar en el circo!"

¿Usted es uno de aquellos grandes maestros que recuerdan todas las partidas que han jugado?


No. Pero si doy una exhibición de partidas simultáneas, puedo reproducir cada una de las partidas jugadas en los 35 tableros desde el primer hasta el último movimiento sin problema. En alguna ocasión han intentado tomarme el pelo. Te acercas al tablero y de repente el tío te dice: "¡Jaque y mate!" - "Un segundo, que ahora mismo te voy a enseñar toda la partida". - Y ya estaba claro por dónde había intentado tomarme el pelo.



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Spassky en una exhibición de partidas simultáneas en 2007, en la Casa de la Historia en Bonn (Alemania) (Foto: Harry Schaack)
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(Foto: Harry Schaack)


¿Solía echar partidas en el tren o en el avión contra aficionados?


Sí, de vez en cuando. Ya era gran maestro y estaba volviendo desde Moscú a Leningrado. En mi vagón del tren había una señorita joven. Apenas se había puesto en marcha el tren cuando un chico se asomó a mi compartimento: "¿Jugamos al ajedrez?" - "Vale, podemos jugar. Pero le advierto, las posibilidades de que Ud. pueda ganar son mínimas". - "¡Ya lo veremos!" Colocamos las piezas y le di una buena paliza.


¿Y la señorita se quedó impresionada?


No en absoluto. Pero él perdió la cabeza por completo. Cuando llegamos a Leningrado fue corriendo detrás de mi durante un buen rato gritando: "¡Usted tiene un increíble talento!" Asentí. "Pues no es Ud. el primero que me dice eso..."


¿El ajedrez sigue jugando un papel importante en su vida hoy en día?


Suelo jugar un poco.

¿Con el ordenador?


No, es más interesante sobre el tablero. Coloco las piezas y recuerdo mis partidas. Tengo un juego de ajedrez magnético. Es muy práctico, no se puede caer nada. Además me he planteado un enorme trabajo analítico. Estoy escribiendo sobre mi camino del ajedrez. Espero que me de tiempo suficiente para terminarlo.


¿Y también le gusta leer?


Suelo leer libros sobre la historia de Rusia. Andrey Fursov y Nikolay Starikov interpretan los acontecimientos en nuestro país a su manera y tienen un estilo de escribir muy vivo. ¡Es muy interesante! Soy un convencido monárquico. En París tuve contacto con personas de la familia Romanov. Apreciaba a Nikolay Sokolov, quien investigó el asesinato de la familia de los zares. Mis pensamientos están con la familia de los zares a menudo que tuvieron que abandonar su vida de manera tan trágica. Sokolov está enterrado en Francia.


¿En el cementerio de Sainte-Geneviève-des-Bois?


No, en la ciudad de Salbris, no lejos de París. En el cementerio de Sainte-Geneviève-des-Bois están enterrados mis amgios de la emigración blanca. Muchos de ellos han cumplido más de noventa años. Por ejemplol, Nikolay Nikolaevich Rutchenko, historiador y estudiante de la Universidad de Petrogrado y fundador de la NTS, la Unión de Trabajadores. Allí atrás en la estantería está su libro. Era amigo del hijo de Stolypin, Arkadi Petrovich, que también era de la Unión de Trabajadores. Desafortunadamente nunca le conocí en persona.


¿Usted cree en Dios?


Entre los ajedrecístas hay tanto ateos como creyentes. Alekhine, Bent Larsen y Kortschnoj eran ateos. Por lo que se respeta a Fischer, no lo sé, era demasiado ambiguo.


¿A cuál de los grupos pertenece Ud. entonces?


A veces creo en Dios demasiado y otras veces soy ateo. ¿Conoce la anécdota de los dos jugadores de ajedrez? Los apóstoles Pedro y Pablo les dicen: "No podéis entrar en el paraíso debido a vuestros pecados. Ahora vais a ir al infierno, pero podéis elegir si preferís ir al infierno de los socialistas o al de los capitalistas". - "Pues, al infierno de los socialistas, por supuesto". - "¿Y eso?" - "Ahí siempre carecen fósforos y sartenes".


Para despedirnos, le deseamos mucha salud, Boris Spassky.


Boriss Vasilevich se sonríe de manera pícara: "¡No os preocupéis, chicos! ¡Seguiré practicando la defensa en todas direcciones!"
 
Qué hombre entrañable y qué maravilla de entrevista.

Un poco rollo la parte de los coches americanos, supongo que no se entiende del todo sin haber vivido la dictadura del proletariat
 
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Un tio que juega el Gambito de Rey tiene todos mis respetos.
 
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Maravillosa entrevista a un grandísmo personaje. Un hombre que ha vivido de todo, que ha sido un peón de la guerra fría, que ha conocido a gente de todo tipo, que ha vivido el espionaje, que ha follado mucho y bebido mucho
 
En cuanto tenga un rato me leo la entrevista; a ver si reaparece por aquí @Robert Canta y nos cuenta algo del día que estuvo comiendo, in person, con Spassky.

@Robert Canta? ¿Hola? ¿Dónde te metes, amigo?
 
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