ensaladadeestacas
Emiliou tengo miedou
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Ha bastado la existencia de un bichito durante apenas un mes para poner patas arriba todo el sistema político y económico en España. De golpe y porrazo, todas las majaderías ideológicas del mal llamado “marxismo ideológico” (en realidad neoliberalismo), todos los desvaríos mentales del “Estado de las autonomías” y la “nación de naciones”, toda la fortaleza del sistema económico capitalista, se ha borrado de un plumazo.
En apenas unos días, el ciudadano de a pie ha descubierto que lo importante no es reconocer como algo de lo que sentirse orgulloso el tener una tara mental que impide reconocer los hechos biológicos más elementales (las mujeres no tienen pito); tampoco lo importante es el lenguaje inclusivo ni las políticas “con perspectiva de género”. Un bichito ha hecho que las que hace una semana salían a la calle dando vergüenza ajena y dispuestas a derrocar el “sistema heteropatriarcal”, estén metidas debajo de la cama con dos kilos de latex encima. Y no precisamente para ganarse el jornal.
Más aún, el ciudadano de a pie ha visto que cualquiera no puede cruzar una frontera y que estas están para algo, cumpliendo una función vital para la seguridad de todos; también ha visto que no disponemos de recursos ilimitados con los que obsequiar a todo aquel que los demande esgrimiendo para ello que no necesita factor de protección solar para cuando vaya a la playa.
El ciudadano de a pie ha descubierto que el disparate del “Estado de las autonomías” pone en grave riesgo su salud y su seguridad cuando se trata de gestionar un problema importante; el ciudadano de a pie ha descubierto que un Estado fuerte y centralizado es la mejor manera de gestionar y afrontar nuestros problemas de forma consecuente en todo el territorio nacional. La broma de la “nación de naciones” se ha diluido como un azucarillo en el café cuando las bolsas de plástico han empezado a llenarse en los hospitales (y no precisamente con toallas para regalarlas a los conocidos) y el despropósito se multiplicaba por 17.
El ciudadano de a pie ha descubierto que no se puede tener por fuente de inspiración en la vida el individualismo, porque a la primera de cambio el individuo como tal ha terminado entubado y pidiendo la respiración asistida.
El ciudadano de a pie ha descubierto que su salud está por encima del beneficio empresarial y se ha plantado ante el patrón, parando la producción industrial.
El ciudadano de a pie ha descubierto, en resumen, que vive en un régimen político estructurado para dar beneficio económico a unos pocos, pero que atenta directamente contra su seguridad, su salud, su bienestar económico y su futuro. Que está ligado a una comunidad y una nación, de cuya fortaleza, unidad e independencia depende directamente su propia existencia. Que la economía debe estar al servicio del pueblo y no al contrario.
Y lo que es más importante: La casa de Ortega Smith huele a alcanfor y meaos, al dostor le quedan dos telediarios para seguir haciendo las recetas en gallego y el profesor norteño es un MARICÓN.
En apenas unos días, el ciudadano de a pie ha descubierto que lo importante no es reconocer como algo de lo que sentirse orgulloso el tener una tara mental que impide reconocer los hechos biológicos más elementales (las mujeres no tienen pito); tampoco lo importante es el lenguaje inclusivo ni las políticas “con perspectiva de género”. Un bichito ha hecho que las que hace una semana salían a la calle dando vergüenza ajena y dispuestas a derrocar el “sistema heteropatriarcal”, estén metidas debajo de la cama con dos kilos de latex encima. Y no precisamente para ganarse el jornal.
Más aún, el ciudadano de a pie ha visto que cualquiera no puede cruzar una frontera y que estas están para algo, cumpliendo una función vital para la seguridad de todos; también ha visto que no disponemos de recursos ilimitados con los que obsequiar a todo aquel que los demande esgrimiendo para ello que no necesita factor de protección solar para cuando vaya a la playa.
El ciudadano de a pie ha descubierto que el disparate del “Estado de las autonomías” pone en grave riesgo su salud y su seguridad cuando se trata de gestionar un problema importante; el ciudadano de a pie ha descubierto que un Estado fuerte y centralizado es la mejor manera de gestionar y afrontar nuestros problemas de forma consecuente en todo el territorio nacional. La broma de la “nación de naciones” se ha diluido como un azucarillo en el café cuando las bolsas de plástico han empezado a llenarse en los hospitales (y no precisamente con toallas para regalarlas a los conocidos) y el despropósito se multiplicaba por 17.
El ciudadano de a pie ha descubierto que no se puede tener por fuente de inspiración en la vida el individualismo, porque a la primera de cambio el individuo como tal ha terminado entubado y pidiendo la respiración asistida.
El ciudadano de a pie ha descubierto que su salud está por encima del beneficio empresarial y se ha plantado ante el patrón, parando la producción industrial.
El ciudadano de a pie ha descubierto, en resumen, que vive en un régimen político estructurado para dar beneficio económico a unos pocos, pero que atenta directamente contra su seguridad, su salud, su bienestar económico y su futuro. Que está ligado a una comunidad y una nación, de cuya fortaleza, unidad e independencia depende directamente su propia existencia. Que la economía debe estar al servicio del pueblo y no al contrario.
Y lo que es más importante: La casa de Ortega Smith huele a alcanfor y meaos, al dostor le quedan dos telediarios para seguir haciendo las recetas en gallego y el profesor norteño es un MARICÓN.