Max_Demian
Puta rata traicionera
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Tomando como ejemplo este relato de Borges, elabore su propio discurso sobre la relación que existe entre usted y usted mismo.
Desde que llevo el foro en el bolsillo Demian puede aparecer en cualquier momento, cualquier instante en el que el mínimo decoro al que aún siento adherencia lo permita. Yo me quedo serio, en silencio, mientras le dejo hacer. Es una parte de mí que simplemente aprovechó este foro para emerger. A veces, cuando necesito ayuda y no me atrevo a pedirla, él se ofrece a salir y resolver los problemas cuya urgencia hacen que me desmorone y me entierre, no muy profundamente, bajo la arena del parque. A mí me gusta mi habitación, dormir más de lo aconsejable, observar a los desconocidos cuando voy en el metro, imaginar; Demian comparte algunas de estas preferencias, pero él intenta jugar a otro juego. Durante años he aprendido de él, dejándome llevar por unas ilusiones que no eran del todo mías pero también huyendo a un mundo en el que no tenia nada que temer. Demian es un pasadizo que conduce más allá de lo que me es dado, un túnel que se desmorona poco a poco pero que una vez más cumple su función. A veces he querido deshacerme de él como me deshago de todo, pero tal vez sea el único al que verdaderamente necesito. En cambio soy yo el que da interminables vueltas en la cama, evitando entrar en el terreno de lo simbólico, en un desvelo al que me acostumbré hace muchos años. Soy yo al que el espejo devuelve miradas cargadas de escepticismo, el que envejece, el que se asfixia. Demian saca sus propias conclusiones mientras me acompaña. Si alguna vez se encuentran conmigo no esperen nada de mí, no seré como él, sino como una vieja fotografía de alguien cuyo rostro comienza a desvanecerse.
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y solo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras
cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.
FIN
Desde que llevo el foro en el bolsillo Demian puede aparecer en cualquier momento, cualquier instante en el que el mínimo decoro al que aún siento adherencia lo permita. Yo me quedo serio, en silencio, mientras le dejo hacer. Es una parte de mí que simplemente aprovechó este foro para emerger. A veces, cuando necesito ayuda y no me atrevo a pedirla, él se ofrece a salir y resolver los problemas cuya urgencia hacen que me desmorone y me entierre, no muy profundamente, bajo la arena del parque. A mí me gusta mi habitación, dormir más de lo aconsejable, observar a los desconocidos cuando voy en el metro, imaginar; Demian comparte algunas de estas preferencias, pero él intenta jugar a otro juego. Durante años he aprendido de él, dejándome llevar por unas ilusiones que no eran del todo mías pero también huyendo a un mundo en el que no tenia nada que temer. Demian es un pasadizo que conduce más allá de lo que me es dado, un túnel que se desmorona poco a poco pero que una vez más cumple su función. A veces he querido deshacerme de él como me deshago de todo, pero tal vez sea el único al que verdaderamente necesito. En cambio soy yo el que da interminables vueltas en la cama, evitando entrar en el terreno de lo simbólico, en un desvelo al que me acostumbré hace muchos años. Soy yo al que el espejo devuelve miradas cargadas de escepticismo, el que envejece, el que se asfixia. Demian saca sus propias conclusiones mientras me acompaña. Si alguna vez se encuentran conmigo no esperen nada de mí, no seré como él, sino como una vieja fotografía de alguien cuyo rostro comienza a desvanecerse.