atontawer
Novato de mierda
- Registro
- 18 Mar 2017
- Mensajes
- 38
- Reacciones
- 0
Tenía 20 años y, a excepción de los intentos de apareamiento con la retrasada que mencioné en otro post, ninguna otra mujer me había tocado el cimbrel. Como aquel romance trisonómico no estaba bien visto socialmente, e incluso podría tomarse por un acto condenable, no hablaba de ello. Así que para mis amigos yo nunca había tocado a una mujer.
Para hacerlo más frustrante hay que decir que yo era de los más mayores del grupo. Allí estaba yo con mi veintena, saliendo con chavales que con 17 años ya pegaban a sus novias por tirar la bolsita de estuco mezclado con speed.
Y decidí cambiar. Aquel verano me hice un corte moderno, empecé a usar gomina, me compré ropa de marca y calzoncillos de Unno (todo asesorado por mis amigos). Dejé de pasar los viernes en el ciber y empecé a salir y a tomar copas asquerosas y caras, a comprar la maxi tunning y a fumar porros. Me volví un gilipollas de manual, y funcionó. Primero pille cacho con una pija y más tarde mojé el pizarrín (y me ennovié) con la amiga más puta de mis amigos (y que todos cataron antes o después).
La felicidad duró los primeros polvos y las primeras frustraciones. Me pasaba el día siendo otra persona, y yo echaba de menos mis libros de Dragonlance, mis Final Fantasy y mis camisetas de Blind Guardian. No me parecía interesante pasar las tardes colocado hablando del equipo de sonido que tenían en el maletero.
Y aún así aguanté año y pico. Tenía miedo de volver a ser el bicho raro, a acabar solo. No recuerdo qué me hizo abrir los ojos, quizás el que volviese a las pajas maratonianas, o el miedo de preñar a una guarra. El caso es que me cansé de follar, me aburría y no me dejaba hacerla las cosas que veía en el porno. Pensé que para eso no necesitaba una novia así que la dejé, pero como éramos del mismo grupo de amigos dejé también el grupo. Volví a encerrarme en mí mismo, a dejar de salir los fines de semana, a leer, a las cuatro pajas al día. Aún estaba lejos de la felicidad, pero eso lo dejo para otro día.
Para hacerlo más frustrante hay que decir que yo era de los más mayores del grupo. Allí estaba yo con mi veintena, saliendo con chavales que con 17 años ya pegaban a sus novias por tirar la bolsita de estuco mezclado con speed.
Y decidí cambiar. Aquel verano me hice un corte moderno, empecé a usar gomina, me compré ropa de marca y calzoncillos de Unno (todo asesorado por mis amigos). Dejé de pasar los viernes en el ciber y empecé a salir y a tomar copas asquerosas y caras, a comprar la maxi tunning y a fumar porros. Me volví un gilipollas de manual, y funcionó. Primero pille cacho con una pija y más tarde mojé el pizarrín (y me ennovié) con la amiga más puta de mis amigos (y que todos cataron antes o después).
La felicidad duró los primeros polvos y las primeras frustraciones. Me pasaba el día siendo otra persona, y yo echaba de menos mis libros de Dragonlance, mis Final Fantasy y mis camisetas de Blind Guardian. No me parecía interesante pasar las tardes colocado hablando del equipo de sonido que tenían en el maletero.
Y aún así aguanté año y pico. Tenía miedo de volver a ser el bicho raro, a acabar solo. No recuerdo qué me hizo abrir los ojos, quizás el que volviese a las pajas maratonianas, o el miedo de preñar a una guarra. El caso es que me cansé de follar, me aburría y no me dejaba hacerla las cosas que veía en el porno. Pensé que para eso no necesitaba una novia así que la dejé, pero como éramos del mismo grupo de amigos dejé también el grupo. Volví a encerrarme en mí mismo, a dejar de salir los fines de semana, a leer, a las cuatro pajas al día. Aún estaba lejos de la felicidad, pero eso lo dejo para otro día.
Última edición: