Todo lo relativo a la cultura occidental sobre el amor está reunido en la materia de Bretaña, el mito del rey Arturo y los caballeros de la tabla redonda, Lanzarote y Ginebra. Leyendas celtas sobre la espada en el lago, la resistencia franca en Broceliande frente a las invasiones escandinavas.
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King Arthur and the Knights of the Round Table provides history, legend, and everything in between for those interested in Arthurian Legend and Tradition.
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Todo lo relativo a los roles en el matrimonio se encuentra en los trovadores provenzales en su relación misógina con la dama, la herencia cátara de los migrantes búlgaros tras el Cisma de la Iglesia Ortodoxa en Bizancio hacia la región más helenizada de Europa occidental, el canal de Midi, perseguidos como albigenses, en la única cruzada contra herejes que no se organizó para alcanzar Tierra Santa.
El amor cortés era precisamente el confinamiento de la dama como ángel del hogar, la infinita sumisión del marido y el sufrimiento gozoso como formación en los roles de género, tal modelo de convivencia de los siglos XII - XIII llega hasta nuestro tiempo, donde el amante visitaba a la mujer casada que no tenía afecto de su marido, sin poder ofrecerle otra libertad que encuentros hasta separarse al alba.
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El amor debería haber sido concebido como la celebración carnal que hicieron los goliardos en la belleza exuberante de la mujer, frente al amor del Eros platónico en su exigencia ascética, eliminando las impurezas de la sexualidad y la experiencia sensualista.
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A la manera de Don Juan Tenorio, la negativa de la posesión sobre la mujer, disfrutarlas, dar un tiempo a la conquista de la doncella, un tiempo al goce y un tiempo a olvidarlas... para que sean libres, no para llevarlas al infierno del matrimonio. Hacer felices a muchas mujeres en vez de hacer infeliz a una sola, como su sumiso y sufridor marido al envejecer juntos, totalmente desquiciados. Verla en brazos de un amante antes que en el fanatismo de la religión.
Nuestros ritos de cortejo y convivencia conyugal son de origen medieval, en absoluto modernos. Sin embargo, las interpretaciones con parámetros de bioquímica, neurobiología sí son concluyentes en la enajenación de los enamoramientos fatales por atracción física hacia parejas reproductivas o sexualmente deseables, algo que solamente puede ocurrir con mujeres jóvenes.
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Culturalmente la gente ayunta con quien comparte sus mismos vicios -ninguna afinidad electiva es por virtud, como creen por filtro amoroso los daltónicos y miopes seguidores de la teoría romántica de Goethe- y puede hacer pactos de impunidad para permitirse todo tipo de tropelías, aliarse con un cómplice criminal como quien se aferra a un clavo ardiendo. Instintivamente desearía fornicar con quien sea más deseable en su fenotipo, hasta que la parienta lo deja maniatado como un potro indómito que finalmente se dejó domesticar.
Con los años descubre el horror de comerse las flatulencias de su pellejuda esposa bajo las sábanas, airearlas cada sábado por la mañana para tener sexo por obligación en dos etapas: concebir el número de hijos planificado por ella; follarla ya menopáusica para que presuma frente a las divorciadas.
Lo que está demostrado científicamente es que solamente las personas egoístas y posesivas se reproducen y tienen progenie. El catálogo genético o gene pool está conformado de manera vehicular -los genes nos utilizan como unidad mínima biológica y no al revés, somos su transporte para no desaparecer- por antepasados egoístas que no tenían escrúpulos en dejar todo atrás para perpetuarse.
Por otra parte se produce la dilución de la calidad genética entre hombres virtuosos que para no envejecer en soledad aceptaron ayuntar con una mujer de constitución muy inferior a la suya, que supo trincar un buen partido, desorbitado frente a sus méritos, luego se sorprenden de que el talento no sea hereditario.
Nada más evidente del naufragio estético de las sociedades humanas que considerar fracasada a toda persona que no tenga hijos, cuando ha alcanzado una edad reproductiva ya infértil, incluso cuando es por voluntad propia no poseer. Tener hijos es disponer de alguien dependiente a tu merced para descargar todas tus frustraciones en base a lo que padeciste a la misma edad, un falso culpable que esté siempre disponible para no afrontar tus responsabilidades ni tomar con serenidad y reflexión los agravios padecidos en tu vida.
La educación familiar se convierte en una ejecución programática de sabotear al vástago para que nunca pueda alcanzar lo que no lograron sus progenitores, con el chantaje de repudiarlo si no se convierte en un muerto viviente.
Fracasados son quienes han tenido una sola pareja en toda su patética existencia, su única realización era tener hijos y ni siquiera lo han conseguido, por causas no imputables, como la infertilidad o el bloqueo burocrático a la adopción.