Hoy hace 8 años que sentí que por primera vez no se cumplían mis expectativas. Supongo que fui la culpable, la que tensó la cuerda y llegó a sacar de quicio al bueno de Job… aunque en este caso no rectificó después de sus reproches, ni rehízo su vida, ni vivió hasta los 140 años.
Un buen día decidió que se había acabado, y así fue, seguro y firme no flaqueó ni por un instante. ¿Me lo merecía o no era él con quien debía estar? Hoy ya no importa la respuesta, se perdió en el olvido y quedó la experiencia. Aprendí a ceder.
Con Pablo cedí, y no tuve reparos en ir con sus amigos e integrarme, ni en compartir mis incansables momentos de soledad e independencia. Pero me alimento de pasión, y no concibo los días que pasan sin pena ni gloria, ni las muletillas amorosas, ni abrazarte si antes no nos hemos agotado en entusiasmo.
Vivo sedienta de efusión, y para mí no es exagerado, es que no sé vivir de otra forma. Tranquila Malory, me dicen, no existen las lunas de miel eternas. Y un carajo! No necesito viajar ni que me regales joyas, no quiero cenas románticas ni burdas sorpresas, pero sí una mirada cómplice o un beso furtivo. Sólo quiero que tus actos, aunque exiguos, concentren la suficiente energía como para dar sentido a lo que vivimos. Y aprendí a relajarme.
Es positivo evolucionar, y cambiar, si de verdad se puede y es necesario, parte de tu carácter. Conociendo tus limites, sin llegar a perder la identidad pero reconociendo errores y enmendándolos, unas veces a tiempo y otras no. De cada relación se aprende algo nuevo, y lo que aprendes lo aplicas a la que llega, como escudo, como fortaleza de tus propósitos, esta vez será todo perfecto.