Max_Demian
Puta rata traicionera
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En mi casita del pueblo no hay datos, es una aldea de 20 personas, no hay ni tienda, vienen furgonetas con el pan y otras cosas por días, pero ningún problema. Hay hippies eso sí. Hay cervatillos, jabalíes y ginetas, y ranas en estanques. Y meto los pies y allí me quedo un buen rato hecha un cuadro. Después recojo mi leña para la noche, pajas y otras ramas húmedas que nunca llegan a prender y así me meto en la cama hasta que el frío me deja insensible los miembros.
El frío de los pueblos, esa es otra. Una buena gloria, o una chimenea en el salón hasta que tengas que subir a la cama con el nórdico de plumón de oca presto.
Ese café mañanero bien caliente, mientras miras por la ventana cómo el rocío de la mañana se va levantando suavemente.
La auténtica salud.
Putos desertores del arado que somos. Gentes de las periferias de las (pocas) grandes urbes de la puta España, madre de senos vacíos. En mi caso no soy ni de un sitio ni de otro, un ser de poca entidad que vive en las sombras, totalmente inhibido. ¿Cómo sería mi vida si mis padres se hubieran quedado en el pueblo? Estoy convencido de que sería más feliz. No hubiera tenido contacto tan pronto con la degeneración del mundo y me hubiera podido desarrollar más a mi aire al no tener que estar en modo supervivencia de manera constante. Hubiera sido un paletuzo que teme salir de su microcósmico pueblo, pero seguramente tendría pareja y no hubiera cogido un libro en mi puta vida. Pero las cosas son así.Nunca me gustó ir al pueblo. Los niños locales no me gustaban, nunca tuve amigos allí. Mi familia siempre me estaba tocando los cojones con lo de buscarme amigos. Una vez me junté con unos que estaban jugando a las cartas en un portal apostando cromos. Nunca en la vida se me dieron bien los naipes y no sabía jugar, así que me estafaron un poco.
Años después, una semana santa se decidió que saliera con una prima mía a dar una vuelta por la noche. Yo me puse muy nervioso mientras me presentaba a sus amigos y amigas, que eran mogollón (después de esa noche nunca pude identificar a ninguno por el pueblo, como si todo hubiera sido una alucinación se desvanecieron de mi memoria). Fuimos de aquí para allá, afortunadamente no bebieron alcóhol, al menos no delante de mí. Hubiera sido el peor escenario para mí debido a que soy vomitón cuando bebo. Fumé unos cuántos cigarrillos que me hicieron toser y quedar mal, eso sí.
Recuerdo que luego fuimos a un pub de los pocos que allí había y sigue habiendo. Allí de pronto todos se marcharon y yo no supe qué hacer. Mi prima estaba con unas amigas hablando sobre un chico que le gustaba a una, que me dijo de malas maneras que me quitara de en medio, ocasión que mi prima aprovechó para deshacerse de mí de la manera más diplomática posible, diciendo que ya eran casi las doce y que si no me habían dicho que estuviera en casa a esa hora, cosa que no hicieron, pero naturalmente salí casi corriendo de allí. Una de mis primeras grandes experiencias sociales resultó ser desoladora, desalentadora, una premonición de lo que se me venía encima.
Cuando llegué a casa de mis abuelos me metí en la cama y le dije a mi abuela que me diera un beso de buenas noches, cosa que jamás había hecho y jamás volví a hacer. Supongo que mi prima le contó a mis tíos que había sido un fracaso total aquella iniciativa. Por lo menos me dejaron en paz.Con el tiempo la casa de mis abuelos pasó a ser segunda residencia de mi familia directa. Yo sigo odiando ir al pueblo, pero voy al menos tres semanas al año, normalmente en verano, y varios fines de semana, cuando empieza a hacer bien tiempo y para los Santos.
En fin, mejor hubiera sido ser de pueblo o pertenecer a una familia que llevara viviendo más de tres generaciones en la ciudad. Los Otros, los normies, los mierdas e hijos de puta que marchan al unísono pasando por encima de los que se quedan por el camino, adoran sus pueblos, han vivido lo mejor de sus juventudes en ellos. Incluso tengo noticia de gente de ciudad que no tiene pueblo y siente envidia de los desertores del arado.