Hola. Astronauta, si ves que esto es una basura, ciérralo o borrálo sin miramiento ninguno.
El tema es que hoy me he levantado a media noche sin sueño ninguno y totalmente descansado. Lo primero que me ha venido a la cabeza es lo mucho que han cambiado las relaciones entre las personas desde hace una década hasta ahora. Antes, para tomar algo con un colega se reducía a llamar al timbre a tu vecino y tomar una caña en el bar de al lao. Ahora esa tarea es algo más complicada: llamas a tu colega al móvil, pillas el coche y te tomas una caña con anécdotas. Sin embargo, a pesar de estar mucho más comunicados las relaciones no son exactamente iguales. Se perdió la autenticidad y discreción de aquello.
De diez años para atrás, todo lo que teníamos para comunicarnos era un simple instrumento. ¿El objetivo era llamar a los pechos de Josefa? Sin problema, girabas las ruedas del teléfono y llamabas a su casa. Lo cogía su hermano y te vacilaba un rato. Perfecto. Hoy, hasta el cabrero más perdido de España tiene un móvil que le permite estar permamentemente en contacto con la lechera del pueblo e incluso disfurtar de servicios de internet para bajarse porno. Definitivamente, hemos evolucionado.
Sin dar más rodeos, lo que quería decir es la transformación de la capacidad de comunicarnos a la obligación de comunicarnos. El teléfono ha pasado de ser un instrumento a ser -casi- un éter. ¿Esto realmente es una mejora?
Ya, vale, esto se ha hablado más de un millón de veces pero lo peor está por llegar. Supongo que en otros 10 años es probable que alcancemos otro estadio en la "sociedad del hombre virtual" en la que sea realmente complicado estar offline, y en ese momento es donde cabría preguntarse si el instrumento somos nosotros. ¿Merece la pena la nueva sociedad de la información en el ámbito personal?
El tema es que hoy me he levantado a media noche sin sueño ninguno y totalmente descansado. Lo primero que me ha venido a la cabeza es lo mucho que han cambiado las relaciones entre las personas desde hace una década hasta ahora. Antes, para tomar algo con un colega se reducía a llamar al timbre a tu vecino y tomar una caña en el bar de al lao. Ahora esa tarea es algo más complicada: llamas a tu colega al móvil, pillas el coche y te tomas una caña con anécdotas. Sin embargo, a pesar de estar mucho más comunicados las relaciones no son exactamente iguales. Se perdió la autenticidad y discreción de aquello.
De diez años para atrás, todo lo que teníamos para comunicarnos era un simple instrumento. ¿El objetivo era llamar a los pechos de Josefa? Sin problema, girabas las ruedas del teléfono y llamabas a su casa. Lo cogía su hermano y te vacilaba un rato. Perfecto. Hoy, hasta el cabrero más perdido de España tiene un móvil que le permite estar permamentemente en contacto con la lechera del pueblo e incluso disfurtar de servicios de internet para bajarse porno. Definitivamente, hemos evolucionado.
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