Libros «Dirty realism», saca al Bukowski que llevas dentro

cuellopavo

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23 Abr 2006
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Ayer fui a un concierto, después a un pub, luego a otro... en fin, todos sabéis el final.

Hoy me he levantado solo y con una de las peores resacas de mi vida. Toda la casa huele a cerveza y a tabaco. Y mi estómago vacío no para de crujir. Me han despertado los ruidos de las putas obras de la casa de enfrente. Y cuando me he asomado al balcón para ver qué tiempo hace, me han visto unas viejas con la polla al aire. He vuelto a entrar dentro y me he mirado en el espejo para hacerme una idea de la impresión que les habré causado. Un asco. Ya no tengo edad para levantar pasiones.

Me he vestido sin lavarme y he bajado a comprar más tabaco al estanco, me he acordado que hoy el dueño del piso vendrá esta tarde a cobrar lo que le debo. Mientras hablaba he notado cómo se apartaba de mí con cara de asco. De camino al estanco, he comprado en la farmacia una caja de lexatin y una clienta ha hecho algún comentario despectivo sobre mi olor corporal. Que se jodan. A ver quién tiene huevos de ducharse sin agua caliente.

Aprovecho para llamar a Laura desde una cabina. La invito a casa a seguir bebiendo. No puede, tiene que ir a la fábrica, sin falta. Así que decido ir a verla, y evitar la visita del dueño del piso. Laura vive en una casita rodeada de jardines de árboles pequeños. La paz que debería reinar se ve truncada por los gritos de los niños que van al colegio de al lado.

Laura está tumbada en la cama y seguro que huele peor que yo. Y además tiene mala cara, como siempre. Me tumbo a su lado y enciendo un cigarro. Suena el teléfono. Lo cojo. Es su amiga, la del teléfono erótico. Un encanto. Hablo con ella durante horas hasta que me muerdo el labio y no tengo ganas de continuar. Estoy sangrando. Laura me regaña por manchar sus sábanas. Es una cerda y no las cambia en quince días, la muy puerca.

Me largo a casa. A lavarme sin agua caliente.
 
Buah,buah, buaaaaahhhhh, lo estaba esperando, mil veces he estado a punto de abrir un hilo sobre relato Bukowskianos. Luego si tengo un rato hago un transvase de todos los que escribí en el General, co-protagonizados con Hank y me los traigo a este hilo.

El primero

ENEMIGOS NATURALES​

Me quedé callado, aguantado sus descargadas de palabras como ráfagas de ametralladora lanzadas contra mi cabeza. Era una asesina profesional, sabia pegar duro, podía golpear el centro de tu cerebro hasta enloquecerte. Pero yo era un perro viejo, ya había purgado todos los venenos, ya me sabía todas las trampas, no era más que un juego estúpido y desesperado. Yo seguía callado, concentrado en mi plan. Después de años de guerras, lo había perfeccionado totalmente, era infalible. La clave era no decir nada, dejar que se le acabarán las palabras y la paciencia y terminará explotando como una bomba atómica. Lo siento nena, el viejo Redivivo ya ha pagó su cuenta, búscate a otro primo que quiera ser tu mascota.

-¿No vas a decir nada?
-Estoy cansado -
-¿Cansado de que? ¿De hacer el vago, de estar aquí todo el día bebiendo cerveza y mirando la televisión mientras yo me parto el culo para que tu te llenes la barriga?
-Oh, nena ha sido un día duro, déjame respirar. Aún tengo fuerzas para hacerte el amor. Vayamos a la cama y bailemos un chachachá
-¿Cómo? ¿No has escuchado nada de lo que te he dicho?
-Solo puedo mirar tus ojos. ¡Bésame! ¡CASATE CONMIGO! Montemos una banda
de rock and roll y vayámonos a Las Vegas. Quiero ser como Elvis
-¡Te odio! ¡Eres un cabrón!


No había nada que hacer, nunca nos entenderíamos, ella era una mujer y yo un hombre. Éramos enemigos naturales. Salí del apartamento sin mirar atrás, como quien huye del lugar del crimen, me monté en el coche y me pusé a conducir toda la noche, dejándome llevar por el ritmo obscuro de mi desolación, sin pensar, sin ver nada, tan sólo luces naranjas estrellándose contra el cristal. La vida era algo que sucedía en otro lugar y en otro tiempo distinto al que yo estaba.

Me sentía un poco culpable y un poco triste y sobre todo estúpido por esa conciencia terebrante que rumiaba dentro de mi cabeza. Siempre había una mujer sufriendo por mí en alguna habitación vacía bajo una luz amarilla. Pero no podía volver, pisé aún más el acelerador y las luces naranjas parpadeaban como luciérnagas enloquecidas. No era la solución pero huir me ayudaba a no pensar. A eso me dedicaba, a huir y a olvidar. Por fin había comprendido como funcionaba el negocio.
 
El segundo

NO MENTIRÁS​

-¡Maldita sea, si! ¡Me acosté con tu hermana Patty! ¿Que otra cosa podía hacer? Te aseguro que esa maldita zorra sabe como chupar una polla. De veras, Winie, tu hermana es una jodida aspiradora humana.
-Oh, Brad, cállate ¿quieres? No necesito oir los detalles.
-Pues tienes oirlos, tienes que comprender. Es capaz de pasarse horas sacándonte hasta la última gota de leche. Da igual si ya te has corrido. ¡Ella sigue! ¿Lo puedes entender? Joder, es una locura, sería capaz de pasarse la vida pegada a una polla mientras la alimentan con agua y glucosa en vena y caga en un orinal. Es la mayor zorra que he conocido y sabes nena que he conocido a las mayores zorras de Los Angeles.
-No te SOPORTO mas. Marchate de mi apartamento. No eres más que un borracho loco y enfermo. No quiero animales aqui.

Asi que me fui. Baje caminando por la Avenida Torres hasta el cruce con Almeida. El aire sabia a polvo y suciedad, a cansancio. Hasta el sol, en todo lo alto parecía dormido detrás de la bruma. Cerca de alli habia una cabina. Busque unas monedas en el bolsillo y telefonee a a Patty.

-¿Patty? Soy Brad ¿que tal?
-Oh, Brad, estupendamente. ¿Quieres que te la chupe?
-Joder Patty, claro que quiero que me la chupes.
-Compra unas cervezas y vente. Me gusta que estes cómodo mientras te la trabajo.
-Te amo Patty, eres increible.
-Date prisa. Nos vemos.

Al final iba a ser verdad de que la sinceridad se recompensa. Entré en una licorería y compre una docena de cervezas y una botella de vino. Me esperaba una noche muy larga.
 
PAGA REDI​


Entro en el bar como en una pecera, como si la oscuridad fuera densa, légamo en suspensión que hay que atravesar hasta llegar a la barra. Él está al otro extremo, como siempre, al final, con la mirada fija en las botellas esperando a que se derramen mágica e infinitamente sobre su copa. Es mejor dejarle solo, que sea él el que empiece a hablar. Hoy estoy de suerte, tiene ganas de palique.

-Redi.
- Hola, Hank.
-Oye, ¿es cierto lo que dicen los muchachos?
-No lo sé, Hank ¿Qué dicen?
-Que me copias, que intentas imitarme y que encima lo haces mal.
-No, Hank, yo nunca haría eso. Yo te admiro. Me inspiras, eso es todo.
-Bien, eso esta bien. No lo intentes, nadie puede imitarme. Soy único Redi, único. Joder, soy el mejor, ¿lo sabes, no?
-Lo sé, Hank. Eres el mejor escritor de la Historia.
-Así se habla, muchacho. ¿Y de que me sirve? Estoy sin blanca, no tengo un centavo. Las putas y lo editores se lo llevan todo. No puedo tomarme ni una maldita cerveza.
-Si tu quieres yo puedo invitarte.
-Claro que quiero. ¿Sabes, Redi? Siempre me has gustado, tienes algo. Sabes conectar con la gente. Bueno con casi toda la gente. Es cierto que a veces te critican, pero no les hagas caso. Te envidian.
-¿De verdad, Hank?
-No, es mentira. La verdad es que les aburres, a mi también, pero al menos intentas ir a lo tuyo si joder el ritmo de los hilos. Con pasar de largo sobre tus ladrillos es más que suficiente.
-Ya, comprendo. Lo siento Hank, yo,..yo sólo,..bueno, ya sabes..
-Maldita sea, no te pongas a llorar como una niñita a la que papá le ha dado unos azotes. ¿Qué importa? ¿Te han donado un órgano? ¿Les debes dinero? ¿Te la han chupado alguna vez?
-No, claro que no.
-Pues entonces, escribe lo que te salga del alma o del culo y deja de preocuparte. Tómate otra cerveza. Te sentará bien. Oye Frank, pon dos más. Paga Redi.
-Gracias, Hank, eres un amigo.
-Claro, Redi, claro, tu amigo del alma. Un amigo sediento, muy sediento. In-fi-ni-ta-men-te, sediento.
 
HEREJÍA​

Estuve mirando un rato la ciudad enfurecida que había al otro lado de la ventana, apurando la botella hasta casi caer dentro de ella. Ululaba y resplandecía como un animal herido en medio de la noche. Destellos fluorescentes, sirenas, muchedumbres enloquecidas pugnado por un poco de oxígeno y placer. Tenía que salir de aquella habitación o yo también terminaría loco. Baje las escaleras y salí a la calle. Grupos de borrachos me desafiaban con la mirada y buscando el contacto. Grupos de mujeres huían apresuradamente de mi mirada vidriosa. El mundo estaba al revés, mis ojos sólo encontraban ojos rivales.

Entré en el bar y todo estaba como siempre. Patti y Brad en su rincón, a lo suyo; el con la mirada perdida y el gesto idiotizado, tomando tragos cortos y mecánicos, revolviéndose de vez en cuando y marcando el ritmo. Ella de rodillas, con las manos sobre los muslos de Brad, dándole duro, sin descanso, con un martilleo insistente e infinito. Hank seguía al final de la barra, mirando desolado su vaso vacío. En cuanto me vio dio un grito y vino hacia mí. Estaba borracho y desesperado. Se acercó, me rodeo con brazo y me dió un beso en la mejilla. Era como si un perro muerto y podrido me hubiera pasado la lengua por la cara.

-Amigo Redi, ey, ey, ey, dame tu también un beso, no seas arisco.
-Lo siento Hank, hoy no puedo invitarte, estoy sin blanca.

De repente su gesto cambió. Retiró su mano y me la pasó por el pecho con insistencia, como si la tuviera llena de mierda y se la estuviera limpiando en mi ropa. Mientras lo hacía me miraba directamente, como un demente, acercándose cada vez.

-Hijo puta, hijo puta, hijo puta. Cagaladrillos de mierda, joputa, cabrón.


Estaba tan borracho que al día siguiente no recordaría nada. Al primer puñetazo cayó directamente al suelo, doblado sobre su estómago, como si le hubieran clavado un puñal. Entonces comencé a patearle, sin odio, pero con precisión, buscando los espacios libres que quedaban entre sus brazos, con ganas de hacer las cosas bien.Me sentía invencible. Era como si estuviese matando a Dios.
 
EL LANZADOR DE CUCHILLOS​



Estuve varios dias dando vueltas sin saber que hacer. Parecía que estuvieran a punto de bombardear la ciudad y me hubieran dejado para que mis huesos cuidaran de los escombros. Todos habían huído. Hank estaba en Hollywod, con su nueva amante, una ex-Miss Universo multimillonaria recién salida del frenopático que había leído sus novelas cientos de veces. Para ella eran como la Biblia, y Hank, por supuesto, su profeta. Le ofreció dinero, le ofreció su cuerpo, le ofreció la dorada gloria en el país perfecto. El viejo perro se lo pensó. Le ofreció ríos de whisky y entonces de un salto se subió al descapotable y desapareció despiéndose con el dedo corazón en todo lo alto.

Decidí explorar nuevos territorios hasta que entré en un bar donde la vida se pudría lenta y agónicamente. El infierno tenía que ser mejor que aquel lugar. Un camarero momificado, una puta de mil años, y yo, la suma imperfecta de los dos. La santísima Trinidad del fracaso. Pedí una cerveza y la me bebí de un trago. Sabía a orín de rata. Repetí y me fui sin pagar. Había decidido escaparme yo también. Iría al desierto, a su corazón de polvo y silencio donde me esperaba la muerte. ¿Porque retrasar lo inevitable?

Paré en mi apartamento a coger unas cosas y cuando llegué vi que me había dejado el televisor encendido. Salía un tipo gordo con bigote vestido de cocinero. El Chef Tony. Parecía un tipo de fiar, alguien que sabia lo que se hacía. Tenía en la mesa un par docenas de cuchillos de distintos tamaños. Merecía la pena sentarse y dejar que muerte esperara un rato. Era algo hipnótico, la forma que tenía de utilizar aquellos filos. Pelaba, troceaba,...destruía con si aquellos cuchillos fueran la mismísima voluntad divina.

Empecé a recuperar el tono. Al menos en ese momento y aquel lugar había algo que merecía la pena. Un hombre manejando cuchillos. Era la clase de persona que estaba conectada con la esencia natural. Era como volver a la prehistoria, donde con unos palos y unas piedras se podía sobrevivir sin volverse loco. Al final terminé telefoneándo para hacer mi encargo. Le debía la vida al magnífico afilado japones de aquellos cuchillos.
 
ESTALACTITAS Y HURACANES


Fui a su casa a intentarlo una vez más. Habíamos discutido un millón de veces pero yo necesitaba un millón una. Confiaba en que mis poemas pudieran arreglarlo, en conseguir que nuestros corazones volvieran a conectar. "Es mi pecho un enjambre de estalactitas furiosas" Podía servir o podía reirse o quedarse callada sin entender mi dolor y la trascendencia de mis palabras. "Soy un triste huracán desarbolado" Un huracán de amor, mi amor. Soy todo lo que necesitas y tú eres la respuesta a mis días.

Pero ella ya había tomado otro camino. Al llamar a la puerta abrió Eddy el cartero, en calzoncillos. Yo la ofrecía emociones puras, la vida latiendo sobre la piel, el deshielo glaciar y ella solamente quería un funcionario y una nómina con quien compartir hipoteca y electrodomésticos. No quería grandeza tan sólo eficacia y un seguro médico. Alli estaba, Eddy y sus catorce pagas. Invencible.

-Es mi pecho un enjambre de estalactitas furiosas.
-Largo de aquí o te parto el culo. Tus trucos son viejos y tus poemas son malos.
-Soy un triste huracán desarbolado
-Tú lo has querido, te voy a patear el culo, mamón.

Me lanzó un puñetazo pero la ira me daba alas. Mi cuerpo reaccionó como un látigo y devolví el golpe a la velocidad de la luz. Mi puño era un rayo cargado de odio y electricidad. Me fui dejando atrás un cuerpo vencido y mis poemas desparramados bajo el umbral de la puerta. Era un día de cadáveres.

Conduje hasta lo alto de la colina y aparque el coche frente al atardecer. La ciudad parecía incendiaba bajo el cielo rojo del último estertor solar. Aquello podía haber sido para los dos, pero estaba sólo y sentí que había menos grandeza y menos magia. Entonces la desgracia cayó sobre mi y comprendí que la belleza de algunas cosas necesita cuatro ojos y dos voces para manifestarse. Las mujeres ya no son lo que eran. Y lo poemas tampoco.
 
OPOSICIONES A NOTARIO​

Enfrente de mi casa, al otro lado de la calle, hay un bar de putas. Muchas noches apago la luz y me siento junto a la ventana a esperar a que pase algo: una pelea, una mamada clandestina entre los coches, un asesinato, el fin del mundo…; cualquier cosa que me ayude a no pensar en lo absurdo que es todo me vale y me conviene. No pasa mucho tiempo desde que abre el local y empiezan a llegar los primeros clientes y en seguida uno se da cuenta de que hay poco espacio para la emoción o el morbo.

Una de las primeras cosas que aprendí es que el mundo de la prostitución es tedioso, mecánico, desolador y, sobre todo, triste. Las risas de las de putas llegan como un descarga, a ráfagas, como un latigazo que restalla en la oscuridad de la habitación, rebotando contra las paredes, tableteando en los muebles y haciéndolos crujir. Hay pocas cosas más tristes que las risas de las putas, tan forzadas, tan imposibles y dolorosas. Las usan para todo, y por eso, precisamente por este abuso, se agotan, se desperdicían y terminan no siriviendo para nada. Se ríen por miedo o por estupidez, por no saber que hacer y creer que con ese escándalo impostado y molesto lo solucionan todo.

Otras noches, me atrevo, me envalentona la desesperación y la soledad y bajo a ver el panorama de cerca, carne contra carne, hedores de almas podridas. El mismo paisaje en distinta geografía.Bares de atmósfera cenicienta, putas dormidas, borrachos reincidiendo en sus vicios y yo observándolo todo y anotando. Yo, paseando entre difuntos, enfermo de lucidez y consciencia, obscuro iluminado que ni participa ni se inmuniza.

-Hola, cariño ¿ estas buscando un poco de diversión?
-Estoy buscando la salvación del mundo
-Yo puedo salvarte el rabo ¿Te interesa?
-Mi alma sufre, es mi pecho un ejambre de estalactitas furiosas..
-Vale. ¿Quieres follar o no?
-¿De que serviría? "estas y otras cosas demuestran que el mundo gira sobre un eje podrido"
-Anda y vete a darle la tabarra a otra, pesado.
 
Buah,buah, buaaaaahhhhh, lo estaba esperando, mil veces he estado a punto de abrir un hilo sobre relato Bukowskianos. Luego si tengo un rato hago un transvase de todos los que escribí en el General, co-protagonizados con Hank y me los traigo a este hilo.

Deja de gastar todos tus cartuchos, perro. Yo también estoy aprovechando algunos textos de antiguos blogs y relatos que ya había posteado en el General para intentar animar esto. En cuanto tenga algo de tiempo pongo algo más nuevo, para ver si empiezan a quemarnos o tendremos que acuchillarnos entre nosotros mismos. Bueh, sigamos…


OLVIDOS


OLVIDOS


Acabas de despertar. Tienes sed. Vas a beber agua y no encuentras ningún vaso limpio. Enjuagas uno de los que hay en el fregadero y tomas un sorbo.

La boca te sabe a tabaco. Enciendes un cigarro y aspiras. La cabeza parece un pin ball en plena partida a punto de estallar. Buscas algo que tomar y te llevas a la boca un comprimido de airtal y un gelocatil; tragas rápido antes de que se deshagan.

Buscas la botella de whisky que compraste la noche anterior. Miras debajo del sillón, debajo de la cama, miras en el cubo de basura por si ya te la hubieras bebido pero no la encuentras. No recuerdas donde la dejaste, ni siquiera recuerdas como llegaste a casa.

Pero tú no eres tú, soy yo.

¿Por qué sonó el despertador? ¿Para que me he despertado tan temprano? Necesito un trago. Si. Cita con el psiquiatra. Rebusco entre los medicamentos del armario del baño. Tomo algo para centrarme y mantener una conversación medianamente coherente con ese sujeto. Quiere modificar mi comportamiento a base de esas pastillas. He pensado en vender todos esos medicamentos, quizá podría sacar algo de pasta, aunque tampoco vienen mal cuando quiero colocarme.

Llaman a la puerta. Es el hijo de mi vecina. La última vez que le vi tenía entre sus manos un pájaro, le miraba fijamente, parecía estar ausente. A medida que lo apretaba piaba con más fuerza, pero el chaval no se conmovía ante sus gritos de dolor, casi pude sentir desde la privilegiada posición de mi ventana como los frágiles huesos del animal se fracturaban entre sus dedos morcillones. Detrás de esas mejillas sonrosadas y esas lorzas que no le caben en la ropa se esconde un miembro de las SS. Ahora está frente a mi, en una mano tiene un frasco con su orina y en la otra una botella de whisky, la debí olvidar en la puerta de la casa. Desde hace semanas le compro a ese pequeño cabrón obeso su orina por 30 euros. Extiende su brazo y me da la botella de whisky, abre su mano y clava sus pequeños ojos de topo para que le pague. Rebusco en el bolsillo y le doy el dinero.

Antes de irme al psiquiatra tengo que darme una ducha, hay que deshacerse de ese olor que impregna todo el cuerpo después de una noche de juerga, la mezcla de sudor, alcohol y tabaco, preferiría oler a sexo, pero en este caso no ha sido posible. Toca ducha con agua fría, y no porque quiera, he olvidado pagar el recibo del gas. Solo puedo pensar en la botella de whisky. Necesito un trago.

En la sala de espera observo a la gente que hay a mi alrededor. Todos son hombres, de entre 40 y 50 años, me resulta gracioso, siempre nos han vendido que la propensión a tener problemas mentales es mayor entre las mujeres. Lo más curioso es que todos son calvos, tienen bigote y llevan chándal, seguro que Freud habría dicho algo respecto a su conducta sexual. Me miran, les sonrío mientras me paso la mano por el pelo. Vaya panda de gilipollas. Una señorita asiliconada dice mi nombre y paso a la consulta.

- Buenos días Paco. Siéntate. ¿Qué tal estás?
- Bien. Gracias.

[¿Paco? ¿Quién le ha dado permiso para que se tome estas confianzas? Estoy cojonudamente bien, por eso he venido a verte]

- Toma esto y ya sabes.

Me da un frasco para que mee en él, suerte que ya lo traigo lleno de casa, así será imposible que sepan que sigo bebiendo.

Vuelvo a entrar en la consulta después de haber hecho el cambiazo, dejo el bote sobre su mesa y me siento.

- Entonces… ¿te encuentras mejor?
- Si.
- Me alegra mucho oírte decir eso, espero que seas capaz de ver la vida con otros ojos, de encontrarle a todo el lado positivo, tienes que ser más optimista.
- Si, estoy en ello.

[Claro, y lo voy a conseguir a base de todas las pastillas que me has recetado, no te jode.]

- ¿Has vuelto a llamar a tu mujer?
- No. Hace un par de días estuve tentado de hacerlo, pero su abogado se me adelantó, ya es oficialmente mi exmujer. Prisa no les ha faltado a la hora de casarse.
- ¿Y con tu padre has hablado?
- No, ni tengo ganas de hacerlo

Alguien llama a la puerta.

- Disculpe doctor, ¿puede firmarme esto? Es urgente.
- Si, claro, pasa.

Es la misma enfermera, secretaria o lo que sea. Sonríe mientras roza sus montañas de silicona con el hombro del médico, que suerte tiene el cabrón, seguro que esta es como la Lewinski y entre paciente y paciente le hace una mamadita.

Pero el que tiene suerte no eres tu ni yo. Es él.

- Ahora que estamos solos sigamos con lo nuestro. ¿Ya consigues dormir?
- 3 ó 4 horas, más imposible.
- Bien, te voy a mandar unas pastillas, empieza con una por la noche, y sino consigues dormir más de esas 4 horas dobla la dosis.

[Genial, dobla la dosis.]

- ¿Has bebido esta semana?
- No.

[Vaya pregunta más absurda, como siga así romperé ese jarrón tan horrible que está al lado del vademécum]

- Te noto algo decaído, dobla la dosis de efedrina.

[¿Decaído? Arrastrado, tengo una resaca que no me puedo ni mover.]

- Bueno, ven la semana próxima a la misma hora de hoy. Hasta luego.
- Hasta la semana próxima.


La policía me hizo un control de alcoholemia una noche que iba borracho, retirada del carnet y unas visitas al psiquiatra. Si antes iba borracho ahora también voy drogado.

Llego a casa. Pongo la tele. “Desayuno con diamantes”. Audrey Hepburn era mi amor platónico, y lo sigue siendo. Me acaricio la entrepierna y noto que la polla se me pone ligeramente dura. Me alegro de ello, cuando empecé con esta mierda me costaba tener una erección.

Hace unas semanas me fui de putas, mejor dicho, de puta en singular. Quería follar pero la cosa estaba difícil. No se me ponía dura. Lo achaqué todo al diazepam, lorazepam, lormetazepam, efedrina,… a todas las sustancias que llevaba en el cuerpo. Ella me la chupaba, pero nada, seguía igual. Los lametones y los juegos con la lengua cada vez eran más intensos, y sin saber como aquello se endureció lo suficiente para que se la metiera. No me la follé, ella se me folló. De repente se puso a gritar, no supe si se había corrido o lo fingía, lo que si sé es que cansado de aquel mete-saca fingí que me había corrido. Pagué y me fui de allí tan deprisa que hasta olvidé subirme la bragueta. Aquel mismo día tomé una decisión, dejaba de tomar las pastillas que me habían recetado.

Ahora estaba allí, masturbándome delante del televisor con la imagen de la Hepburn como cuando tenía 12 años. En cierto modo era una situación nostálgica.

Llaman a la puerta, he debido quedarme dormido, pero no ha sido mucho tiempo, aún es de día. Es el hijo de vecina. Trae un frasco con orina. No soporto como me mira ese pequeño cabrón obeso. Se pasa por mi cabeza su imagen en un charco de sangre. Le pago.

Pero no eres tú. Soy yo.
 
Cabrones, me despisto y me presentáis aquí todo vuestro fondo de armario. :lol:


Prometo leerme todo y cuando lo haga prometo comentar cosas sobre los textos, porque de lo contrario este subforo estaría incompleto. Creo que igual que se hace el esfuerzo de redactar el texto -o copiar y pegar- es necesario que la lectura sea pro activa, que si no al final esto no va a ser más que un tablón de anuncios.
 
ANIMALES HERIDOS

Éramos dos animales heridos. Winnie echaba de menos a Brad y yo aún me torturaba imaginando a Eddie el cartero trotando sobre el culo de mi amor. La desesperación y el alcohol hizo converger nuestras pequeñas tragedias y una noche de borrachera y venganza terminamos despertando en la misma cama varios días seguidos. Nos habíamos enamorado, estábamos tristes y solos y el calor de un cuerpo y una voz era suficiente para anclarnos a aquel espacio de luz y desencanto. Los dos sabíamos que tan sólo éramos una estación de paso el uno para el otro, una forma de calmar la rabia y de apaciguar la herida caliente de un pérdida inasumible. Pero el engaño funcionaba, y ella salía a trabajar cada mañana con el coño contento y el corazón entretenido y yo me levantaba tarde, bebía menos y me pasaba el día cocinando y leyendo a Kerouac y a Aldecoa y recitando versos de Gamoneda mientras Charlie le daba duro al saxofón...”más arriba, Charlie, más arriba.”

Alguna tarde, antes de que Winnie regresara a la hora de cenar me bajaba la bar. Allí siempre me encontraba a Hank, siemrpe borracho y siempre dispuesto y desesperado por dejarse invitar. Había vuelto de Nueva York, la historia con la enajenada millonaria no había funcionado. A las dos semanas cambio de mascota, se encamó con un boxeador de 120 kilos y le metió a Hank un billete de avión el bolsillo y 500 dolares en la cartera por las molestias.

-Redi, son todas unas putas, yo amaba a esa mujer.
-Hank, tu sólo has amado a Linda, de esa zorra sólo te interesaba la bodega de su padre.
-¿Cuál es la diferencia? Se trata de supervivencia, Redi, supervivencia. El amor a una mujer o una destilería, forman parte del mismo instinto. Es como lo tuyo con Winnie
-No se Hank, lo mío con Winnie es algo que no intento comprender, ha sucedido y no hay que darle más vuelta. El futuro es el mismo para todos. Ataúd y eternidad.
-Os merecéis un poema, un poema del viejo y genial Hank, Te lo regalaría, pero mi garganta está seca y mi cerebro y mi alma no funcionan sin gasolina.
-Tal vez una cerveza pueda arreglarlo.
-Eres un genio Redi, comprendes las cosas a la primera.


Tres cervezas después garabateó cuatro frases en una servilleta. Eran retazos, restos desvaídos de otros poemas suyos que su delirio etílico había mezclado de forma grosera e infantil. Me daba igual, tenía algo precioso que ofrecer a Winnie. Esa noche los muelles de la cama iban a crujir como la mandíbula de un perro rabioso. El amor iba ganando credibilidad y nuestra existencia sería mejor, tibia y amable, una mentira concienzuda contra el abandono y los días. Poemas, mujeres, bragas en la cuerda de tender y camas compartidas. La vida era perfecta.


P.D. ¿Quién ha puesto lo de "Inclito cansino"? ¿A que viene ahora hablar de un forero que lleva casi dos años muerto? Un respeto a los difuntos, por favor.
 
Retazos

2


Me estoy portando bien. Es viernes noche, he salido a tomar una copa con los amigotes pero no son las 3 y ya estoy en casa. Las chicas estaban mas guapas que nunca, pero tan poco interesantes como siempre. Me he preparado un trago, he puesto a Coltrane en el lector de CDs y me dispongo a escudriñar en mi colección pornográfica. A veces, el sexo mas bonito, el mejor sexo incluso, es el de ficción. Ahora suena My favorite things...[/I]


RETAZOS


LLega el verano ya. Rememoro y he de confesar que durante esta primavera que despedimos me he movido menos que los ojos de Espinete. Mis días no han conocido mas estímulo que en el intelectual, he follado menos que un ficus y he derrochado mis horas tumbado a la sombra, cegándome ante lecturas variadas y drogándome a solas. Ni un duro en condones. Mi vida como un gato castrado. Y lo que me gusta. Sigo leyendo.
 
EL EMPLEADO DEL MES

Los compañeros de trabajo me adoraban. Siempre estaba borracho, de buen humor, cantando y diciendo zalamerías a las clientas. Todos los días había espectáculo, me encaraba con el jefe, me inventaba los precios, doblada el turno sin darme cuenta o me quedaba dormido en el mostrador haciendo un charco de saliva sobre el libro de cuentas. Era como Disneylandia, lleno de sorpresas y fantasía. Luego al volver a casa le contaba a Winie el parte del día. Ella había aprendido a no juzgarme, a tolerar mi idiosincrasia etílica y mis aullidos feroces de enfermo mental. Su vida era mejor y más amable desde que estábamos juntos y eso lo justificaba todo.

-No me lo puedo creer
-Te juro que es verdad, Winnie, eso fue lo que pasó. Aquel tipo me miraba como si estuviera viendo a un extraterrestre. Cuando se cansó, se dio media vuelta y se fue sin decir ni una palabra.
-Oh Redi, estas loco. ¡Te quiero! ¡Hazme el amor!

Por desgracia la rentabilidad económica y mis excentricidades nunca llegaron a coordinarse. El dueño perdía clientes, salían asustados y no volvían. Tal vez me puse violento y me encaré con alguno, tal vez se enamoraban de mi y no querían volver para esquivar la homosexualidad que latían en sus calzoncillos. El caso es que una noche regresé antes a casa con un sobre en el bolsillo y sin la obligación de regresar al día siguiente

-Vienes pronto, ¿que ha pasado?
-Lo siento Winnie, me han despedido.
-No te preocupes Redi, eras demasiado bueno para ese empleo de perdedores.
-Si, tal vez tengas razón.
-La tengo, tu eres un ARTISTA.

Esa noche Winnie me hizo la cena y una mamada. Después estuvimos viendo la televisión abrazados como los perezosos, inmóviles y felices, con nuestros ojos centelleando al ritmo de los rayos catódicos. Nuestros corazones si estaban coordinados, remaban en la misma dirección, fijaban la vista en las mismas estrellas, viajaban con la misma brújula. Era un amor fácil e instintivo.

Durante unos instantes me estremecí: por primera vez en mi vida tuve miedo a la muerte. Morir significaba perder esos momentos y a esa mujer. Yo iba a morir y ella también y no podía hacer nada para evitarlo. Agarré la botella y vacié un buen trago en mi garganta. Tenía que olvidarme de este descubrimiento: la felicidad es terrorífica.
 
Más retazos

Han instalado un gimnasio en el bloque de enfrente. Tiene un ventanal enorme y al otro lado una docena de señoras y señoritas brincan como gacela (como mostrencos algunas) y hacen tonterías para cuidar la línea o a saber que obsesión estúpida. Me he comprado un teleobjetivo, he dispuesto mi mesa de trabajo ante la ventana y he pedido una pizza. Soy feliz.

Cuando se me hace de noche y se van las gimnastas visito a mi barman para no anquilosarme.

Me dice la rubia veinteañera que se siente realizada como azafata de TV. Yo le digo que claro, que la entiendo y que me parece estupendo, que es un curro muy majo. Estoy en la barra de un bar y transijo interesado. La rubia no cierra la boca y cuando se acercan sus amigas preveo prórroga para el preámbulo. Se me pasa por la cabeza que en casa tengo algunos libros que merecen la pena...
 
tourist.jpg
 
SIN COJONES

Me siento de puta madre.

Estoy acompañado de una morena de bandera; veo como sus ojos se iluminan cada vez que me mira. Soy su mundo.
Hoy me lo he ganado. Hoy no soy un perdedor. Me acerco a la barra y pido un gintonic. Aprovecho para entrar al baño a ponerme un tirito, cierro la puerta sin pestillo porque, como siempre, está roto y saco la bolsa. Puto pestillo. Puto antro. Alguien hace ademán de entrar y me golpea, el retrete acepta gustoso la bolsa... abierta. Juro en arameo. Puto pestillo.
Salgo del baño y veo a un cani de mierda en la entrada, paso por su lado. No me aparto. Le golpeo el hombro y se le derrama el cubata. Me mira amenazante, esa mirada entre desafiante y chulesca del que se sabe arropado por otros tantos como él; se la devuelvo mientras recojo mi gintonic y voy a la mesa con mi chica.

Le doy un trago. Es Nordic. Se me están empezando a hinchar las pelotas.
Noto como el cani habla con sus amigos mientras me mira y me señala. Estoy empezando a ponerme nervioso. Quiero levantarme y soltarle cuatro hostias pero no tengo cojones. Son seis y yo estoy solo, bueno, con mi chica; esa chica que sólo tiene ojos para mí.

- Nos vamos.
- ¿Qué?, pero si tienes el cacharro sin empezar.
- Nos vamos. No me gusta el gintonic, no me gusta la música y no me gusta el bar. Me voy, ¿vienes o te quedas?
- Voy, voy...

Salimos de ese antro. Ella se agarra a mi brazo con fuerza; eso le gusta y se siente protegida. Andamos veinte pasos y oigo el primer insulto. Mierda.

- ¡Cabrón, hijodeputa!

Quiero darme media vuelta pero no me atrevo. Noto como la adrenalina empieza a correr por mis venas. Vuelven a insultar. Me quiero parar y volverme pero no llego a decidirme porque uno de ellos se coloca delante de nosotros.

- Oye, hijoputa, ¿no vas a hablar con mi amigo?
- No, aparta.
- Mi colega sólo quiere hablar - y el muy cabrón sonríe burlonamente-.

Noto como el cani de mierda está detrás de mí, supongo que el resto de sus amigos están a tres o cuatro metros. Dudo. No he terminado de girar noventa grados el cuerpo cuando recibo un puñetazo descomunal en el pómulo. Ayudado por la inercia del golpe doy dos pasos hacia delante y aparto al tipo de un manotazo. Corro. Tengo miedo. Soy un mierda. Ya no soy un hombre. Oigo los insultos y entre todos destaca un COBARDE que se me queda grabado a fuego. Sigo corriendo. No miro atrás. He recorrido dos manzanas y me encuetro perdido, no reconozco ni mi propia ciudad. No hay nadie en las calles. El miedo no desaparece y me descontrolo. Empiezo a gritar "¡socorro, que alguien me ayude, socorro!".

Miro hacia atrás y veo que me persiguen dos a pocos metros, el resto está a más distancia. Cruzo otra manzana y solo queda uno, el cani del baño ya no está, sólo queda el de la sonrisa burlona. Sigo corriendo mientras le suplico que pare, que no le he hecho nada. Me contesta dándome una patada que hace que casi me caiga. No puedo más pero sigo corriendo.
"SOY UN MIERDA, SOY UN MIERDA, SOY UN MIERDA" son las tres putas palabras que recorren mi cabeza. Me martillean una y otra vez. Quiero parar y hacerle frente pero tengo miedo.
¿Qué voy a ver cuando me mire en el espejo?, ¿a un cobarde inmaculado o a un valiente hostiado? Soy un mierda.
BASTA. ¡BASTA YA!

Me paro en seco y suelto el brazo; un leve gesto, sin fuerza y con poca decisión pero impacta en la cara del hijoputa. Oigo su gemido, huelo su miedo. Él no es un hombre; yo sí. Ahora sí lo soy. Pasé mi prueba. Voy hacia él y ataco con rabia. Le calzó tres buenas hostias, la última le hace comer asfalto.

Oigo insultos; viene el resto de los canis. Son cuatro pero yo soy inmortal, ahora soy inmortal. Quieren recogerle del suelo pero no se atreven, no se esperaban esto, lo veo en sus caras. Sorpresa. El cazador cazado.
El más grande se acerca, le pego una patada en la rodilla y le conecto un directo. Le rompo la nariz.
Mi primera pelea real. Dos años haciendo kick-boxing han servido de algo, una cosa es entrenarse entre colegas y otra golpearte en la calle. Me siento de puta madre, me siento vivo. Quiero verles sangrar... por cobardes. Ellos no son hombres.

Doy dos pasos y retroceden, busco al del baño y no le veo, da igual, luego volveré a por él. Es mi ciudad. El del suelo se pone de rodillas y le doy una patada en la cara. Bocata de asfalto. Ya no hay insultos. Son unos mierdas. Me acerco a uno de ellos y noto un fuerte dolor en la espalda. Caigo de bruces contra el suelo. Me van a reventar. Lo sé. Ha sido el cani del baño atacando por la espalda. Me llueven patadas, puñetazos, rodillazos y hasta escupitajos.
Aparece un coche y se bajan cuatro maromos que les dicen algo a los canis hijosdeputa y dejan de pegarme. Puto espejo. Puto ego. Puto orgullo. Alguno se despide con una patada y entre todos repasan a mi madre.

Los maromos me recogen y me preguntan si estoy bien. Me han reventado la cara, destrozado las costillas y tengo magulladoras por todo el cuerpo. Sí, colega, de putifa.
Les pregunto acerca del hospital y ellos se ofrecen a llevarme. Llegamos al hospital y me hacen un parte de lesiones. Voy a coger el móvil para llamar a mi chica pero está roto, como su dueño; al menos tengo el corazón entero.

Salgo de allí y voy a por el coche. Quiero irme a casa y dormir. Tengo que pasar por la zona de fiesta y supongo que mi chica aún puede estar esperando a que vuelva. De los canis no me preocupo, si tienen algo de cabeza no estarán por miedo a la policía. Ni rastro de ellos, ni de mi chica.

Cojo el coche y doy una última pasada por la zona. La veo, se está riendo mientras habla con alguien. CAGONDIOS. Es él. Es el cani de mierda, el del baño. No puede ser... pero lo es. COBARDE. Esa palabra me la dijo ella. No podía ser... pero lo era.

"Cobarde... Yo soy el cobarde y él un valiente, ¿no? Entonces tú eres un santa."

Me siento de puta madre.
 
Pequeñas insurrecciones cotidianas


4'33'' - john cage


Estoy en la cola del traumatólogo, 9.30 h de la mañana, esperando mí turno. Estoy tranquilo y poco impresionado, al mí alrededor no hay ningún caso grave que convoque el pesimismo derivado de las desgracias ajenas. Algunos niños con el pie torcido, algunos adultos con muletas o algún miembro fracturado convenientemente tratado, algún deportista amateur con rotura de fibras. Lo típico.

De repente un hombre enfurecido entra en nuestra zona. Llama con violencia en una de las puertas. Sale una doctora. Discuten. El hombre, enfadado, le echa en cara que ya lo cambiaron dos veces de puerta y que lleva desde las nueve de acá para allá, que ya está harto, que no hay derecho. La médico, aburrida por el discurso, dice: yo no puedo hacer nada, yo no doy las citas. Entra de nuevo en la consulta. Cierra la puerta.

El hombre -me temía este momento- se dirige a nosotros, público mudo que espera por su turno. No hay derecho, dice. La otra vez, por culpa de la huelga esa, no me atendieron, dice. Yo vengo de bastante lejos, grita. Y la salida de la autopista estaba fatal, dice. Toda por la puta huelga esa, dice. Yo estaba aquí las nueve, dice. Pasaron mí turno, dice.

El hombre mira al auditorio, algunos niños que esperan tienen los ojos muy abiertos mientras miran hacia el hombre. El resto miramos hacia el suelo, hacia las paredes, hacia los carteles de no fumar, hacia las ventanas sin limpiar desde hace algunas semanas. Al lado del hombre, una administrativa mira la pantalla de su ordenador como si en ella estuviese ocurriendo la retransmisión en directo del fin del mundo.

Después se hace el silencio. Los gritos del hombre no son substituidos por nada, y queda como un eco de ellos en la sala de espera del centro de salud. El hombre da otra mirada esperando algo, una voz discrepante, un grito de bravo, una palabra de solidaridad. Nada ocurre. Cuando vuelto a mirar, el hombre está entrando en el baño.

Cuellopavo, dice una voz a mis espaldas, soy yo, pase. Desaparezco en la consulta del traumatólogo.
 
"EJEMPLO DE DELIRIOS VERTICALES"


Hank le escribió un poema. Yo le escribí un ladrillo. Todos éramos conscientes de que era un hombre irrepetible, el héroe del barrio al que todos admirábamos. Había otros personajes singulares, como Patti y sus mamadas o el viejo Chinaski, pero estos afectos eran más ambigüos y peligrosos. Admirar a Hank era un asunto complicado, cuando algún periodista preguntaba por él, no sabíamos si había escrito un libro o matado a alguien. Con Jimmy todo era más fácil y directo, la admiración surgía de forma natural, inevitable, absoluta. Jimmy tenía una polla de treinta y siete centímetros. Era el rey de los duelistas, un prodigio de la evolución. Se hizo una estrella del porno y se fue a vivir a Europa, pero el mundo del amor coreografiado tenía zonas de sombra, no todas las caras del diamante brillaban. Los productores judíos que pagaban su sueldo de estrella lo querían todo, sus mejores tomas y su polla atravesada en sus gargantas mientras se corrían.

Aguantó unos años, hasta que se cansó de que le embalsamaran el rabo en saliva. Lo había conseguido todo, miles de mujeres al servicio de su tranca, una riada de dólares malgastados en placeres lisérgicos y collares de oro y un pase de puerta para las fiestas en la mansión Playboy. Cuando ganó el dinero suficiente cogió la pasta y regresó al barrio. Montó un estanco y allí se pasaba el día, vendiendo caramelos, chicles y tabaco picado. Se sentaba en la puerta, en un taburete, con las piernas abiertas marcando paquete y ofreciendo la mercancía igual que un frutero. Todas las noches alguna mujer descubría aterrorizada los límites imposibles de su vagina. Desde la cama Jimmy las oía alejarse por el pasillo, tropezando contra las paredes, partidas en dos, feliz de haber reconducido su avaricia e instruido en la virtud de la humildad.

-El Señor me ha dado esta misión.
-Claro Jimmy, eres obra del Señor, te hizo así porque esperaba lo mejor de tí . Eres “martillo de herejes, espada de Roma”.
-Soy un enviado de Dios, Redi, el Creador castiga a las rameras a través de mi mandoble.
-Dalas duro Jimmy, no tengas piedad, Jesucristo sonríe feliz cada vez que provocas un desgarro anal.

Por desgracia el Señor llamó a su favorito a sentarse junto a El en su Trono Celestial. Una de las penitentes fálicas tenía otro consejero espiritual que se encargaba de evangelizar su coño y estaba en contra del pastoreo de Jimmy. El marido de la fulana apareció dispuesto a impartir justicia divina a través de un Magnun 44, le hizo una cruz en el pecho y dejó dormida para siempre la parte inferior de cuerpo. Era un angel con las alas rotas. Las balas que atravesaron limpiamente su pecho se llevaron por delante pare de su sistema nervioso. Salvó la vida pero perdió la razón para vivir, su polla reposaba entre sus piernas como una rata muerta, incapaz de retomar el vuelo que antaño le había llevado a conquistar el mundo.

Una rabo destruido y un hombre sin ritmo, no hay había otra opción que acortar el camino. Dos meses después de salir del hospital, fue a la ferretería de la calle Maldonado, compró dos metros de cuerda y comprobó en el éxtasis final de la asfixia la maravillosa sensación del empalme último de los ahorcados. Así le encontró la policía, con polla mirando hacia el cielo y una sonrisa de escultura arcaica en el rostro. Era tan perfecto que daba miedo.
 
EPILOGO: LA MUERTE DE REDIVIVO
CAPITULO I: MI FALTA DE TALENTO PARA AMARTE

Nuestro amor había vivido demasiados meses condenado a muerte. Nos amábamos por instinto, porque cuando dos personas han nacido para amarse no pueden hacer otra cosa, pero la racionalidad no estaba de nuestra parte, sentía que mis carencias naturales se imponían sobre la felicidad; que la autodestrucción y la locura querían recuperar terreno. Yo tenia unas querencias demasiado arraigadas, me empeñaba conscientemente en destruir todo lo bueno que llegaba a mi vida. Winnie sin duda era lo mejor, oro puro con forma de mujer, y puse toda mi locura al servicio de la causa.

Había pasado demasiado tiempo en las trincheras, lo mío era fango y el enfrentamiento, asi que recuperé mis viejas costumbres, vagabundeando de la nada a ninguna parte, sin trabajar ni tener intención de hacerlo, quemando las noches cortejando a putas y emborrachándome mientras mi lado de la cama se quedaba frío y la mujer que amaba y me amaba esperaba la resurrección de mi cuerpo y la salvación de mi alma. Yo sentía su dolor y el mío, la sentía como la pérdida de la luz, pero no tenía ninguna posibilidad de vencer al lado oscuro.

-No hagas esto, Redi, no. Un buen recuerdo es lo único que podemos sacar de esto. No me dejes convencida de que he perdido mi tiempo con un imbécil.
-Soy un genio, me lo has dicho muchas veces, puedo hacer lo que quiera. Soy especial, merezco un trato preferente.
-Me da mucha pena por ti, Redi, porque siempre vas a estar a punto y sólo vas a conseguir ser un mediocre excelente. No vas a traspasar jamás la línea, te vas a quedar mirando desde el otro lado lo que podías haber sido. Yo te quiero igual, me basta con una vida sencilla que le de sentido a esta vida que no sirve para nada. Quiero ser vulgar y feliz. Quiero aburrirme contigo y sentirme en el lugar correcto
-Soy un aventurero, nena, soy estrella fugaz, conmigo la vida es algo inesperado.

Winie sabía de lo que hablaba, conocía el metal con el que se había frotado. Me amaba a pesar de todo pero comprendía que mi tristeza y mi desesperanza eran venenosas y había que huir. Salvar la vida era más importante que ser leal. Me abrazó, beso mis mejillas llameantes, besó mi garganta atenazada y cerró mis ojos con la punta de sus dedos, como si dos alfileres me los hubieran clavado a la cara. Después se fue y yo me quedé sólo en el centro de la habitación, como un iceberg a la deriva en un océano infinito.

Antes de que cerrara la puerta, me di prisa para que pudiera oírme y la despedí con un “que te jodan puta”. Esa fue la última frase que oyó de mí. Le había dicho otras miles, llenas de todo el amor que un hombre puede expresar con palabras. Pero la última que guardó en su maleta, fue esa, hiriente, desbocada, envenenada y llena de rencor y tristeza. Esperé unos minutos, inmóvil, petrificado, sintiendo el pánico palpitando a través de mi corazón acelerado, y después salí a la calle en busca de una solución caliente de 20 dolares la mamada. Ahora tenía lo que llevaba semanas buscando, soledad, dolor y tristeza. El viejo Redi volvía a ser un perro abandonado.
 
EPÍLOGO: LA MUERTE DE REDIVIVO
CAPITULO II: SAN PABLO CAMINO DE DAMASCO


Yo me creía un tipo duro, pensaba que me las sabía todas, que la vida me apretaba los huevos con saña mientras yo sonreía, cortejaba a las putas con mis cabriolas y hacía garabatos en un papel dándomelas de poeta. Pensaba que era el hombre más listo de mundo, un hijo de puta duro, invencible, capaz de aguantar lo fuera viniendo, esquivando los golpes como un boxeador superdotado. Me crecía invulnerable pero en realidad no sabía nada, era un cachorro tontorrón y envanecido, un borracho estúpido, un imbécil atolondrado al que le esperaba una lección decisiva. Aprendí que existían tragedias trascendentales, específicas, dirigidas directamente al centro del cerebro, creadas para mí. Eran la tormenta perfecta, una bomba inteligente que exterminaba la vida sobre la Tierra.

Fue Brad quien me dijo que Winnie había muerto en la habitación de un hospital de Linconl, Nebraska, donde vivía su madre, dos años después de abandonarme. Quizá entonces ya sabía hacía donde se dirigía su vida, o quizá lo descubrió más tarde y pensó que no merecía compartir con ella su últimos suspiros, su palabra final. Brad y Patti la hermana de Winnie si estuvieron allí, junto con el padre O’Connell, perdonando sus pecados y aminorando sus angustias con la bendición balsámica del Divino Creador . En sus últimos días alcanzó la iluminación y recuperó la fe. Se fue en paz camino del Paraíso.

Habían pasado varios años pero yo me acaba de enterar, para mi era como si se hubiera muerto en aquel instante, allí mismo, con su cuerpo desplomado a mis pies y la impotencia absoluta de la resurrección imposible. Su muerte regresaba del pasado, el muerto revivía para morir en aquel instante, con todo su peso, con toda su furia. Unos minutos antes me consolaba pensar que Winnie era imposible pero seguía compartiendo planeta y oxígeno conmigo. Eso era suficiente, saber que estaría en algún lugar, en la cama de alguien que no era yo, que tal vez coincidiría conmigo del brazo de otro y miraría hacia el suelo sin conocerme. Winnie estaba viva, para ser amada y ser imposible para el resto de mi vida. Eso me bastaba.

Recordé un viaje que hicimos a la playa entre San Diego y el Cabo Santa Rosa. Era un día de invierno, la bruma cubría toda la orilla, entraba en la arena como una niebla enfermiza y triste. Nos daba igual, queríamos nuestro día de playa. Winnie se alejó corriendo delante de mí hasta desaparecer. Oía su voz, sus pisadas escondidas en la arena, el jadeo ahogado de su respiración hasta que finalmente se perdió del todo y yo me quedé parado, como si un muro de cristal nos separara para siempre. Nunca se lo dije, pero en ese momento estuve a punto de echarme a llorar, como si aquella huida entre la niebla fuera una metáfora de su propia muerte. Eso era Winnie ahora para mí, una mujer al otro lado.

Ojalá Dios existiera de verdad, pero no por mí, sino por Winnie, para que estuviera en un lugar mejor, para que todo tuviera un sentido al menos para ella y fuera una existencia etérea, imprecisa, pero reconfortante. Winnie se merecía un paraíso, un lugar donde ir a buscarla, hacia donde mirar cuando los días de playa fueran brumosos e insoportables.
 
EPÍLOGO: LA MUERTE DE REDIVIVO
CAPITULO III: PUEDES MARCHAR EN PAZ​


Oh Winnie te has ido para siempre, ya no estas en ningún lugar y de ninguna forma, me has dejado a solas con la vida. Los días ya sólo suceden para desgastarme y entristecerme, para ir desapareciendo poco a poco y sin sentido. Tu muerte es infinita, va a durarme toda la vida. Tu recuerdo es un puñal en el estómago haciendo remolinos. La vida ya sólo es un lugar donde tu ya no estás y donde no quiero quedarme. Quiero buscarte, recorrer la distancia prohibida y oscura, convertirme en un maldito feliz y precipitado.

Quería, necesitaba, pasar una última vez por el bar a pagarle una cerveza más a Hank, entretener unos minutos con su delirio, rescatar alguna ráfaga de genialidad y sentir que a pesar de todo no había desperdiciado mi vida absolutamente. Sentía que la muerte me daba más oportunidades que la vida, que había más posibilidades para mi esqueleto que para mí. Era día de difuntos y yo quería ser la estrella, ocupar por fin mi lugar, encontrar mi sitio, en mundo que no era este.

Al despedirme Hank me cogió del brazo y me pasó el suyo por el hombro. No era el gesto mendicante de un borracho en busca de una última copa. Hank podía olfatear el alma muerta de un hombre destruido. Durante años el había sido uno de ellos, podía mirarse en un espejo frente a mí. Algo se conmovió en su interior, algo que iba más allá del alcohol gratis y los buenos poemas. Era como un eco que había tardado años en regresar hasta su creador. Sabía que tenía un deber con esa reverberación que llegaba desde su pasado. No quería convencerme, pero quería que yo supiera que él lo comprendía todo, que tenía su bendición y sus últimas palabras.

-¿Sabes Redi? Un día de estos te voy a escribir un poema. Aquí hay material del bueno.
- No se Hank, no tengo madera de musa.
- La vida me inspira. Tu estas vivo, más vivo que la mayoría de la gente que conozco, eso es suficiente para contar una buena historia.
- Gracias, Hank, esta es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida.
- Te va a gustar, lo leeré en algún recital y le diré a las nenas que TU eres el protagonista, te pedirán la polla como trofeo.

Al despedirnos me dio la mano. Era la primera vez que lo hacía. En su mirada vi siglos de sabiduría, vi al camarada de trinchera segundos antes de salir en busca de una ráfaga de balas incandescentes.

-No lo olvides nunca, la gente tiene algo contigo, te buscan, quieren escucharte, esperan algo de ti.
-No lo olvidaré, Hank, pero el barco ya ha zarpado, ya no tiene remedio.
-Buen viaje, Redi. Mándame una postal, cuéntame como es aquello.
-Gracias Hank, lo haré, mira en el buzón y espera mi ladrillo.


Me alejé dejando atrás a Hank junto al umbral, rodeado de la luz y el ruido que salía desde dentro de aquel entrañable cementerio. Ahora tenía que buscarme uno nuevo, perpetúo y con bebidas menos adulteradas. Mientras caminaba hacia el coche recordé los últimos versos de la canción favorita de Winnie, Danny Boy. Su padre era irlandés y fue la primera canción que la enseñó. Ella solía cantarla frente al espejo del cuarto de baño, mientras yo disfrutaba de una ducha caliente después de desayunar y nuestro universo era pacífico, un lugar soleado protegido contra las tormentas.

(...)Y si vienes, cuando todas las flores estén muertas
Y yo este muerta, pues puede que haya muerto
Vendrás y encontraras el lugar donde descanso
Arrodíllate y reza un "Ave" por mi.

Y te oiré, pisando suave sobre mi
Y todos mis sueños serán calidos y dulces
Si no mientes al decirme que me amas
Dormiré en paz hasta que te reúnas conmigo

Dormiré en paz hasta que te reúnas conmigo

 
EPÍLOGO:LA MUERTE DE REDIVIVO
ÚLTIMO CAPITULO: EL VALLE DE LA MUERTE​


Aparqué junto a la farmacia, crucé la calle y le pedí directamente al farmacéutico el secreto para una muerte feliz y letárgica. Quería dormir un siglo entero. Retrocedió un paso y me dijo que no podía venderme nada sin receta, que no podía ayudarme, que sería mejor que fuera a un hospital. “Allí hay profesionales, ellos pueden ayudarte”, me dijo, como si aquello fuera la revelación de la vida eterna. Yo era un profesional de la destrucción, de la solución final, del desgaste absoluto de mi vida. Yo sabía perfectamente cual era el tratamiento que necesitaba. Saqué mi navaja y colocándosela en la garganta volví a pedirle las pastillas. Le pregunte cuantas necesitaban para no despertar jamás, para viajar el país de los sueños.

-Yo no puedo hacer algo así, no puedo ser el responsable de su muerte.
-La muerte ya está aquí, sólo hay que elegir si ha venido a por ti o a por mí. Quiero dormir un siglo, como si fuera un poeta.

Comprendió que estaba hablando con un cadáver, con un hombre nacido para llegar a aquel lugar en ese momento preciso y que él tan sólo debía coaligarse con el Destino para que los infalibles relojes atómicos no descarrilaran. El mundo debía seguir fluyendo hacia su negra desembocadura, no había remedio para mí salvo la evaporación de mi conciencia. Le seguí hasta el fondo de la botica. En un armario pequeño había varios frascos naranjas, brillando detrás del cristal como la manzana prohibida. Sacó un par de ellos y me los dio. En su mirada el miedo había dejado su espacio a la determinación. Creía en mi y en su papel en la comedia universal. Después avanzó hasta su escritorio, y de un cajón sacó una botella de whisky al que apenas había dado unos tragos. La levanto en el aire en mi honor, dio un par más y me la pasó.

-Esto corre de mi cuenta. Tienes en tus manos la capacidad de conceder el sueño eterno a 10 hombres. Se egoísta y quédatelos tu todos.


Me subí a mi coche y aceleré con destino al infierno. Todas las calles de la ciudad estaban a favor de mi muerte, se convirtieron en infinitas líneas rectas con los semáforos en verde. Me esperaba la noche y el desierto, terribles espacios tan vacíos como mi vida sin ella. Atravesaba las nubes de polvo igual que un rompehielos abriéndose camino por océanos congelados. Era la misma sensación. Nada ni nadie compartía conmigo aquel momento y aquel lugar, me alejaba del mundo y de la vida, jamás me había sentido tan solo. Sentía la soledad como una atmósfera pegajosa adherida a mi piel.

La carretera desapareció, pero yo seguía conduciendo, quería llegar al fin del mundo y saltar al otro lado. La oscuridad me rodeaba y las luces del coche parecían un relámpago atravesando las negras entrañas de la noche. Conducía a ciegas por caminos que no conocía acertando cada curva, sorteando cada obstáculo, lanzado sobre raíles invisibles hacia mi propia extinción. Yo iba a desaparecer y fuerzas extrañas hacían todo lo posible para que no me arrepintiera, para que mi fin llegara inexorablemente y sin salvación posible.

El depósito del coche finalmente se agotó. Había llegado a mi destino, una explanada vacía, lunántica, desoladora en el corazón podrido y venenoso del desierto, donde los alacranes y las víboras me acompañarían hasta el final del túnel. Sentía el susurro de miles de reptiles trepando por mis piernas, por mi cintura, entrando por mi boca y por mis ojos hasta mi cerebro. Me contagié de su sangre congelada, al borde de la petrificación. Yo no era más que una estatua dispuesta a erosionarme hasta convertirse en arena. Me quedé unos segundo mirando al cielo, con sus estrellas titilantes y su luna detenida, clavada sobre el fondo negro de la noche, mientras vaciaba una a una las pastillas ayudado por la botella de whisky. Terminé la botella y esperé.

El desierto comenzó a vibrar, primero a ráfagas, a trallazos, sin un ritmo concreto. Luego los estallidos se fueron concentrando, acercándose, hasta convertirse en un zumbido constante que aumentaba progresivamente, mientras los perfiles que enmarcaban las formas iban quebrándose y deshaciéndose. El mundo a mi alrededor se había vuelvo azul cobalto, fluorescente, mientras sentía como mi cuerpo, mi carne, mis huesos se convertían en partículas de luz, como si una pequeña explosión nuclear hubiera estallado dentro de mí. Era pensamiento, consciencia, únicamente mi mente suspendida en el espacio infinito, mis ideas reconcentradas en el concepto de Eternidad. Después ya nada. Alli no estaba Winnie, ni el Paraíso ni Satanás moviendo el rabo. Alli no había nada. Ni siquiera estaba yo.


FIN
 
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