F
Filimbi
Guest
Todos sabéis mucho de mí, soy un hombre atractivo y que pone los cojones encima de la mesa cuando hace falta, aunque mi madre me riña porque están comiendo en ella.
Me parezco a Juan Carlos, no he trabajado en mi puta vida y vivo de los demás, la única vez que trabajé acabé estrellando un taxi con dos gitanos dentro por ponerme un boli bic en el cuello.
Mientras no trabajaba, me aprovechaba de mi superlativo atractivo físico y mi labia, y de mi mote en el barrio. Me llaman el Conde Lequio, y me parece que no es por el acento italiano. Pero bueno, ese no es el tema.
Me dedicaba a conocer mujeres, zumbármelas y robarles en casa, aparte de limpiarme la punta en sus camisetas, una afición que suelo realizar en casa con la ropa de mi madre. Tías muy buenas, como Torbe, sólo que yo no pago a cambio ni contaba a mis colegas que eran vírgenes, ellas acababan pagándome a mí sin saberlo.
Creía que todo el monte iba a ser orégano y quedé con una chavala de 30 años. Me dijo que era soltera y fuimos a su casa. Allí me la empecé a follar - huelga decir que se movía menos que el salario base -, cuando de repente oigo que se abre la puerta de casa. Ella me esconde en su armario y recibe al "invitado". Empiezan a discutir y por lo visto era su marido ... Esa hija de puta estaba casada y me había mentido. Empecé a arder en deseos de darle de hostias, pero su marido se adelantó y empezó a ponerle la cara como un pan. Yo me puse nervioso, salí y le ayudé a curtirle el lomo a esa hija de puta mentirosa. Nadie miente a Duque. El marido ni se dio cuenta de mi presencia, y cuando lo hizo, intentó darme una hostia a contraviento, yo la esquivé Malaguita Style y le metí un zurragazo a contraviento acompañado del finisher de Randy Orton. Les quité sus carteras, me hice un bocadillo de choped y me fui a mi casa, aunque los zapatos de su marido me gustaron y me los llevé también. No sin antes limpiarme el capullo en su camiseta.
Había tenido un día muy fructífero, en sus carteras había 5 euros, mereció la pena, seguro que con esa fortuna podría comprar muchas cosas. Aparte, no todos los días se salva a una mujer de su maltratador. Pero la cosa no acaba ahí, de la que llegaba a mi casa, un par de gitanos me pararon e intentaron pegarme el palo, acompañado de un intercambio de playeros. Sonreí ...
PD: Esta historia está basada en hechos reales. Aunque igual me colé en lo de los gitanos, quizá eran rumanos.
Me parezco a Juan Carlos, no he trabajado en mi puta vida y vivo de los demás, la única vez que trabajé acabé estrellando un taxi con dos gitanos dentro por ponerme un boli bic en el cuello.
Mientras no trabajaba, me aprovechaba de mi superlativo atractivo físico y mi labia, y de mi mote en el barrio. Me llaman el Conde Lequio, y me parece que no es por el acento italiano. Pero bueno, ese no es el tema.
Me dedicaba a conocer mujeres, zumbármelas y robarles en casa, aparte de limpiarme la punta en sus camisetas, una afición que suelo realizar en casa con la ropa de mi madre. Tías muy buenas, como Torbe, sólo que yo no pago a cambio ni contaba a mis colegas que eran vírgenes, ellas acababan pagándome a mí sin saberlo.
Creía que todo el monte iba a ser orégano y quedé con una chavala de 30 años. Me dijo que era soltera y fuimos a su casa. Allí me la empecé a follar - huelga decir que se movía menos que el salario base -, cuando de repente oigo que se abre la puerta de casa. Ella me esconde en su armario y recibe al "invitado". Empiezan a discutir y por lo visto era su marido ... Esa hija de puta estaba casada y me había mentido. Empecé a arder en deseos de darle de hostias, pero su marido se adelantó y empezó a ponerle la cara como un pan. Yo me puse nervioso, salí y le ayudé a curtirle el lomo a esa hija de puta mentirosa. Nadie miente a Duque. El marido ni se dio cuenta de mi presencia, y cuando lo hizo, intentó darme una hostia a contraviento, yo la esquivé Malaguita Style y le metí un zurragazo a contraviento acompañado del finisher de Randy Orton. Les quité sus carteras, me hice un bocadillo de choped y me fui a mi casa, aunque los zapatos de su marido me gustaron y me los llevé también. No sin antes limpiarme el capullo en su camiseta.
Había tenido un día muy fructífero, en sus carteras había 5 euros, mereció la pena, seguro que con esa fortuna podría comprar muchas cosas. Aparte, no todos los días se salva a una mujer de su maltratador. Pero la cosa no acaba ahí, de la que llegaba a mi casa, un par de gitanos me pararon e intentaron pegarme el palo, acompañado de un intercambio de playeros. Sonreí ...
PD: Esta historia está basada en hechos reales. Aunque igual me colé en lo de los gitanos, quizá eran rumanos.