cuellopavo
El hombre y la caja
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- 23 Abr 2006
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En las cárceles algunos presos crían gatitos desde muy pequeños, y después de cortarles las uñas, con ayuda de unos finos alicates les van arrancando uno a uno los dientes. Sin uñas y sin dientes el animal se siente absolutamente indefenso y en dependencia total de su dueño, de quien recibe incluso la comida ya masticada directamente de la boca. La relación que se establece así entre hombre y gato es de absoluta promiscuidad, y ambos se acostumbran a intercambiar sus salivas. En la celda pasan muchas horas juntos, y a veces el prisionero obsequia a su gato lamedor e indefenso con un poco de leche condensada con la que va untando su miembro viril, y que el gato lame con gran ansiedad y fruición, con su lengua húmeda y algo rasposa...