Menudo fiestón y juerga montamos en el estadio del Mirandés en un partido de promoción a ascenso a Segunda División, hará unos diez años. Coincidía con las fiestas patronales de Miranda del Ebro, a finales de mayo. Fui con una Charanga de por aquí abajo contratada por la Peña de los más pintas, kinkis y drogatas locales. Todo ello sin saberlo nosotros, claro. Ninguna Charanga riojana o vasca querían ir con ellos, y el que gestionaba las contrataciones nos metió a nosotros, pensando que no volveríamos nunca más al venir de tan lejos.
“Aquí hemos venido a gozar” decía el jefe De la Peña en un chalet donde guardaban la merca para todos, “podéis beber, comer y drogaros con lo que queráis. Estamos de fiesta y a tocar y bailar”. Los porros, la coca y las pirulas rulaban cosa guapa entre ellos y entre varios de la Charanga que eran como ellos. Recuerdo cómo le cogían la caja al batería y se ponían a cortarse las chenclas en ella en mitad del desfile de peñas. Yo me amorré sólo a la cerveza, al vino y cubatas. Y a una rubia que iba hasta el ojete. Tres días a saco. Del partido ni me acuerdo ni contra quien jugaba, pero nos lo pasamos tan bien en las gradas con la charanga y liamos tal espectáculo que desde entonces sigo siempre a el Mirandés. Es mi segundo equipo.
Estoy seguro que el vino del calimocho estaba adulterado, porque nunca he dormido menos, no descansábamos y yo conduje la furgoneta alquilada de vuelta de noche sin pestañear. Y cobramos un buen pico los nueve o diez que subimos.
Yo ya no volví más pero la Charanga la contrataron sin el agente todos los años hasta hace bien poco.
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