El hiyab en Occidente: análisis foril.

Catullus

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7 Mar 2007
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Hola, tal vez me recuerden de hilos como Kósovo o ley electoral, de la serie análisis foril. Hoy vengo a continuar la saga de análisis presentándoos un tema de candente actualidad; el hiyab o velo islámico.

Ignition!

El velo islámico es una manifestación de la religión musulmana. El Alcorán exhorta a sus seguidores a vestirse con modestia y castidad. La azora 33.59 exige a las mujeres cubrirse con un manto como medio de distinción y para evitar ser acosadas.
Este, en apariencia, inofensivo símbolo religioso está causando verdaderos quebraderos de cabeza en Occidente. ¿Qué hacer con él?, ¿prohibirlo?, ¿tolerarlo?, ¿ignorarlo?, ¿gñé?.

Veamos unas cuántas opiniones y noticias de interese al respecto:

La polémica en un pañuelo

Por una acera que conduce a la mezquita de la M-30, en Madrid, avanzan a buen paso dos chicas musulmanas. Es viernes, poco antes de la oración. Una de las chicas lleva un pañuelo negro en la cabeza; la otra, marrón oscuro. Van riéndose y haciendo bromas entre ellas.

La del hiyab marrón guarda en la mano un papel: es un artículo de periódico con la propuesta del PP de regular esta prenda islámica en los colegios. Tiene 24 años, prefiere no decir su nombre verdadero y pide que se reconozca en este reportaje como Sara. Es ingeniera. Lleva en España más de seis años. Habla un español perfecto con acento marcado de Madrid. Nadie la diferenciaría de cualquier otra chica madrileña. Excepto por el hiyab. Lo lleva siempre. Aunque le perjudique. Y le perjudica: asegura que ha perdido trabajos por negarse a quitárselo: "Cuando voy a las entrevistas dicen: ’Bueno, ya te llamaremos’. Pero yo sé que no es verdad. Que no llamarán. Y es por el pañuelo". Al lado pasan muchos hombres en dirección a la mezquita. Son casi las dos y media, la hora a la que comienza el sermón del imán.

La chica del pañuelo negro se pone de repente seria y opina sobre el artículo de forma tajante, masticando las palabras como cuando algo se tiene muy claro: "Es un disparate y una falta de respeto. ¿En qué les molesta que se lleve un pañuelo en la cabeza?", se pregunta. "Me lo pongo porque soy creyente, porque el Corán dice que las mujeres deben llevar la cabeza tapada y los hombres ropa holgada. No me lo pongo en el trabajo, porque estoy frente al público y me daría problemas. No soy tan valiente como mi amiga", y añade: "No somos inferiores a los hombres, ni sumisas, ni tontas. Sólo somos creyentes". Después recuperan las dos su buen humor y su sonrisa y se pierden andando deprisa en dirección a la entrada.

Unos cuantos minutos antes, el mismo viernes, Juan Costa, coordinador del programa electoral del PP, aseguraba que si este partido gana las elecciones del 9 de marzo, los colegios públicos y los institutos decidirán por sí mismos si impiden o no la entrada de musulmanas con pañuelo.

Actualmente el hiyab ni está prohibido ni tampoco permitido expresamente. Y esta suerte de vacío legal acarrea situaciones dispares y una cierta esquizofrenia que cada uno sortea como puede.

Por ejemplo, José Antonio Martínez, director de un instituto en Orcasitas (Madrid) con un alto porcentaje de inmigrantes ha prohibido que los alumnos porten cualquier símbolo religioso. Y no aplicó esta norma, precisamente, por el pañuelo musulmán: "No: lo hice por las enormes cruces que llevaban colgadas al cuello los Latin Kings. Nos pareció lo más sensato y lo mismo hacen varios institutos de Madrid".

Uno de ellos es el instituto Jaime Vera, situado en el barrio de Estrecho (Madrid), también con un altísimo porcentaje de alumnado inmigrante. El director, Jacinto Uceda, recibió hace meses la visita del imán de la mezquita de Estrecho, que pidió que las chicas musulmanas pudieran llevar el hiyab en clase.

El director se mantuvo firme en una norma que, en el fondo, fue adoptada sobre todo para evitar la ruidosa indumentaria de los amigos de las bandas latinoamericanas: "Aquí no entra nadie con algo en la cabeza: ni gorras de los Latin Kings o Ñetas ni tampoco pañuelos musulmanes para no crear agravios comparativos", manifestó entonces.

Da la impresión de que la norma que quiere aprobar el PP ya se lleva a cabo, que los directores de los colegios públicos e institutos la aplican. En una palabra: parece que la polémica sobre el pañuelo no pasa de palabrería sin sustancia real.

No tan rápido.

En octubre del año pasado, Shaima, una niña de ocho años de origen marroquí y residente en Girona, quiso acudir a su clase con el pañuelo. El director del colegio, Llorenç Serra, se lo impidió. Alegó que la prenda iba contra el reglamento del centro, que prohíbe prendas que acarreen discriminación. Este director no hizo sino aplicar el mismo criterio que los dos directores de institutos madrileños citados antes.

La diferencia es que en este caso Shaima y sus padres insistieron. La familia en bloque se negó a que la niña fuera a clase sin el hiyab. El pulso saltó a la prensa y se convirtió en un símbolo vivo de la controversia.

¿Qué hacer? ¿Mantener el reglamento del centro aun a costa de que una niña se quede en casa y no vaya al colegio?

La Generalitat se erigió en árbitro y decidió que Shaima podía volver a clase con el hiyab. Es decir: en caso de conflicto, prevalece el derecho fundamental a la educación, recogido en la Constitución, sobre cualquier otro, incluido, evidentemente, el reglamento del centro en cuestión.

Así se hizo. Desde entonces, Shaima va con el pañuelo al colegio. Su padre, Belkacem Saidani, de 30 años, empleado en una fábrica de bicicletas, lo corrobora: "No ha habido ningún problema desde entonces".

Cuando oye la propuesta del PP, su respuesta es tan simple como definitiva: "Si se le prohíbe llevar el pañuelo a mi hija de nuevo, nos volveremos a Marruecos como nos vinimos de Francia".

El viernes por la mañana, poco antes de que comenzara la oración del imán, había corrillos de musulmanes en torno a la mezquita de la M-30 que al sol del mediodía comentaban contrariados la propuesta del PP. Mohamed al Afifi, portavoz del centro cultural islámico contiguo al templo, lo hacía en su despacho, con un plato de pastas y un té, aunque no menos disgustado: "España es un país aconfesional; no es laico, como Francia. Esto es crucial. Y los símbolos religiosos están permitidos. Me gustaría que me dijera Mariano Rajoy en qué se apoya para prohibir el pañuelo y no otros símbolos. Argumentan que el hiyab representa la sumisión de la mujer. Yo pregunto, Benazir Bhutto, que fue primera ministra de Pakistán y llevaba el hiyab, ¿era por sumisión? No creo: era la persona más poderosa del país".

Mientras Al Afifi razonaba, la señora de la limpieza trabajaba en el pasillo cercano. El uniforme, común a todas las empleadas, era el mismo: traje verde y hiyab rosa clarito.

Entre los corrillos de hombres pasan las mujeres en dirección a la mezquita. Muchas prefieren no comentar nada. Dicen que tienen prisa, que no hablan bien el español. A veces ponen una sonrisa como única disculpa y se marchan.

Pero hay una que se para. Lleva un hiyab negro y dos auriculares conectados a un iPod. Llega casi tarde pero se detiene. Se entera de la propuesta del PP y para dar su opinión busca en un bolsito plateado. Extrae un DNI: "Si prohíben el pañuelo: ¿qué voy a hacer con mi identidad? Me llamo Silvia Cerrada, soy española de nacimiento, tengo 40 años y me convertí al islam hace nueve. Y si esto se lleva a cabo, será, sencillamente, un paso atrás en la multiculturalidad, un retroceso en el camino hacia una sociedad más democrática y abierta". La polémica no sólo se discutía en los alrededores de esta mezquita. Los principales partidos políticos salieron al paso de la propuesta del PP.

La vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, acusaba a Rajoy de "crear un problema donde no lo hay". Gaspar Llamazares, coordinador general de IU, se preguntaba si el PP prohibirá "el velo de las monjas o sólo a las musulmanas".

El presidente de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes (Atime) coincide con Llamazares: "Si se regula el pañuelo, debería regularse también todos los símbolos religiosos, incluidos los cristianos, claro, porque de lo contrario estaremos ante una discriminación flagrante. Y contra eso nos vamos a oponer con todas nuestras fuerzas".

Sin embargo, el asunto admite muchos matices: no todas las voces progresistas están a favor de permitir el pañuelo en la escuela pública.

Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política en la UNED y miembro del Consejo de Estado, es una de ellas: "Las soluciones para la integración no son infinitas. Y el modelo republicano francés, que prohíbe el pañuelo, es en Europa el más acertado para mí". Fadela Amara, secretaria de Estado de Francia, que conoce bien el problema de los barrios musulmanes porque proviene de ellos, está a favor.

Para empezar, digamos que el pañuelo sólo se lo tienen que poner las mujeres. Y si es por religión, sobra en un espacio público de un país aconfesional. Si se objeta que es algo cultural, entonces denota directamente una sumisión inaceptable. Los signos dicen cosas, no son gratuitos. Y este pañuelo es un signo de sumisión. Aquí puede que haya mujeres que lo lleven porque les da la gana. Bien. Pero eso no convierte ese pañuelo en símbolo de libertad: ha sido y es al contrario".

También Altamira Gonzalo, de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, está a favor de prohibirlo: "Es un signo ostentoso de una posición de sumisión. Permitirlo es fomentar una relación de desigualdad respecto del hombre. Y la ideología que subyace en el pañuelo penetra en la mujer que lo lleva y la interioriza".

Termina la oración. Son las tres y media. Los musulmanes salen de la mezquita de la M-30. Hay diplomáticos que se van en sus cochazos negros y gentes del barrio que se marchan a pie. Una madre camina de la mano de su hija adolescente. Las dos llevan pañuelo. La madre no quiere pararse a hablar. La chica, sí: "Voy al instituto, a la ESO. ¿Por qué tienen que prohibir algo que no molesta a nadie y a lo que tengo derecho? Y si decido ponerme un piercing, ¿qué? ¿Alguien lo va a prohibir? Y una minifalda, ¿qué? ¿Eso está bien? ¿Quién dice lo que está bien y lo que no?".

La chica quiere seguir hablando en su perfecto, sonriente y decidido español.

Pero la madre no la deja. Le tira varias veces del brazo y se la lleva, calle abajo.

El velo no es el velo

La Generalitat, o Gobierno autónomo de Cataluña, ha obligado a un colegio público de Gerona a admitir a Shaima, una niña marroquí de ocho años, que desde hacía una semana faltaba a clases porque las autoridades del plantel le habían prohibido el ingreso mientras llevara el hiyab o velo islámico. El director fundó la prohibición en el reglamento del colegio, que rechaza en el atuendo de los alumnos "cualquier elemento que pueda causar discriminación". Por su parte, la Generalitat considera que "el derecho a la escolarización" debe prevalecer sobre las normas internas de los centros educativos.

A diferencia de lo que ocurre en países como Francia o el Reino Unido, donde hay leyes sobre el uso del velo islámico en las escuelas públicas, en España no existe legislación al respecto y hasta ahora el permiso o la prohibición de llevarlo estaba librado al criterio de los propios centros de enseñanza. Lo ocurrido con la niña marroquí establece un precedente que, de prevalecer y extenderse, abriría las puertas de la instrucción pública al llamado multiculturalismo o comunitarismo. A mi juicio, semejante perspectiva es sumamente riesgosa para el futuro de la cultura de la libertad en España.

A primera vista, semejante afirmación parecerá a algunos exagerada o apocalíptica. ¿Qué puede tener de malo que una pobre criatura, acostumbrada por la religión y las costumbres de su familia a tocarse con el hiyab lo siga haciendo en las aulas escolares? ¿No sería una crueldad obligarla a destocarse y lucir los cabellos a sabiendas de que, para sus creencias y usos comunitarios, tal cosa sería tan traumático como para las niñas cristianas exigirles mostrar el busto o las nalgas? De allí a considerar que prohibir el velo islámico a las niñas en los colegios públicos es prejuicio antimusulmán o etnocentrismo colonialista y racista hay sólo un paso cortito.

Sin embargo, no es tan sencillo. El velo islámico no es un simple velo que una niña de ocho años decide libremente ponerse en la cabeza porque le gusta o le es más cómodo tener los cabellos ocultos que expuestos. Es el símbolo de una religión donde la discriminación de la mujer es todavía, por desgracia, más fuerte que en ninguna otra -en todas ellas, aun las más avanzadas, se discrimina aún a las mujeres-, una tara tradicional de la humanidad de la que la cultura democrática ha conseguido librarnos en gran parte, aunque no del todo, gracias a un largo proceso de luchas políticas, ideológicas e institucionales que fueron cambiando la mentalidad, las costumbres y dictando leyes destinadas a frenarla. Una de esas grandes conquistas es el laicismo, uno de los pilares sobre los que se asienta la democracia. El Estado laico no está contra la religión. Por el contrario, garantiza el derecho de todos los ciudadanos de creer y practicar su religión sin interferencias, siempre y cuando esas prácticas no infrinjan las leyes que garantizan la libertad, la igualdad y demás derechos humanos que son la razón de ser del Estado de Derecho.

Los colegios públicos de un Estado laico no pueden ser confesionales, porque si lo fueran y privilegiaran a una religión sobre otras, o sobre los no creyentes, ejercerían una discriminación inaceptable en una sociedad de veras libre. En ésta la religión no desaparece, se confina en el ámbito privado, fuera de las escuelas y las instituciones públicas. Los creyentes pueden constituir escuelas privadas de carácter confesional, desde luego, o impartir en las iglesias o en el seno de las familias todas las doctrinas y creencias en las que quieren educar a sus hijos. Pero la religión no puede invadir el dominio público sin que principios básicos de la cultura democrática, sobre todo la igualdad y la libertad de los ciudadanos, se resquebrajen y se establezcan privilegios y jerarquías abusivas.

El velo islámico en las escuelas públicas es una cabecera de playa con la que los enemigos del laicismo, de la igualdad entre el hombre y la mujer, de la libertad religiosa y de los derechos humanos, pretenden alcanzar unos espacios de verdadera extraterritorialidad legal y moral en el seno de las democracias, algo que, si éstas lo admiten, podría conducirlas al suicidio. Porque con el mismo argumento con que se pretende que el hiyab sea admitido en las escuelas se puede exigir, también, como han hecho y conseguido los islamistas en algunas ciudades de Europa, que haya piscinas municipales separadas para hombres y para mujeres pues para las hembras musulmanas resulta impúdico compartirlas con los varones. Y, si se trata de respetar todas las culturas y las costumbres ¿por qué la democracia no admitiría también los matrimonios negociados por los padres y, en última instancia, hasta la ablación del clítoris de las niñas que practican tantos millones de creyentes en el África y otros lugares del mundo?

El multiculturalismo parte de un supuesto falso, que hay que rechazar sin equívocos: que todas las culturas, por el simple hecho de existir, son equivalentes y respetables. No es verdad. Hay algunas culturas más evolucionadas y modernas que otras, y aunque es verdad que aun en las culturas más primitivas existen prácticas, usos y creencias que han enriquecido la experiencia humana y enseñanzas que las otras pueden aprovechar, también lo es que en muchas culturas sobreviven prejuicios y conductas bárbaras, discriminatorias y hasta criminales que ninguna democracia puede admitir en su seno sin negarse a sí misma y retroceder en el largo camino de la civilización que lleva andado.

Francia, donde el tema del velo islámico es objeto de viejos e intensos debates, lo ha entendido así y ha dado un buen ejemplo al resto de los países democráticos prohibiendo por ley, desde 2004, "el uso de elementos ostentatorios de carácter religioso en las escuelas e institutos públicos del país". Al principio, esta medida fue considerada por algunos supuestos "progresistas" como reaccionaria y sustentada en un prejuicio contra los inmigrantes de origen musulmán. No lo era. Por el contrario, su razón profunda es dar la oportunidad a todos, extranjeros y nacionales, de cualquier raza, cultura o religión, de trabajar y vivir en Francia en un ambiente de legalidad y libertad que les permita seguir practicando todas sus creencias y costumbres que sean compatibles con las leyes vigentes. Y, desde luego, renunciando a las que no lo sean, como hicieron las iglesias cristianas en el pasado, cuando tuvieron que acomodarse a las sociedades abiertas. Si se considera que la democracia ha significado un extraordinario avance sobre los regímenes despóticos y absolutistas de antaño, es difícil entender que ella pueda ser sólo válida para los demócratas y que los países democráticos, en nombre de la falacia de la equivalencia absoluta de las culturas, admitan en su seno enclaves antidemocráticos o prácticas reñidas con los principios básicos de la igualdad y la libertad.

Quienes defienden el multiculturalismo y el comunitarismo tienen una idea estática y esencialista de las culturas que la historia desmiente. Ellas también evolucionan, de acuerdo al avance de la ciencia y los intercambios que son cada vez más frecuentes en el mundo moderno de ideas y conocimientos que, poco a poco, van transformando convicciones, prácticas, creencias, supersticiones, valores y prejuicios. Un musulmán moderno de, digamos, el Líbano o El Cairo tiene muy poco que ver con los musulmanes fundamentalistas de Darfur que arrasan aldeas y queman a familias enteras por ser paganas y ponerlos dentro de la misma etiqueta cultural es tan absurdo como considerar idénticos, por ser cristianos, a los católicos generalmente tolerantes y democráticos de las sociedades abiertas de nuestros días con los inquisidores o los cruzados medievales que torturaban y asesinaban en nombre de la cruz. Si los países democráticos quieren ayudar de algún modo a que la religión musulmana experimente el mismo proceso de secularización que ha permitido a la Iglesia Católica adaptarse a la cultura democrática, lo peor que podrían hacer es renunciar a logros tan importantes como el laicismo y la igualdad para no parecer etnocentristas y prejuiciosos. No hay etnocentrismo alguno, sino universalismo y pluralismo estrictos, en no hacer concesiones en la defensa de los derechos humanos y de la libertad.

El sistema francés me parece más claro y más eficaz que el adoptado por el Reino Unido, donde el Estado ha transferido a los colegios e institutos de enseñanza la decisión de autorizar o prohibir el uso del velo islámico en las aulas. Pero esta potestad sólo vale en lo que concierne a los estudiantes. En cambio, las maestras están prohibidas de dar clases veladas, según una decisión del Poder Judicial del año pasado, luego de que una profesora se presentara en el aula británica embutida en un niqab, especie de carpa vestuario que cubre el cuerpo femenino de pies a cabeza. ¿No es absurdo que se prohíba a las maestras lo que se permite a las alumnas o viceversa?

En las fotos de la prensa de esta mañana, Shaima, la niña marroquí de ocho años, sonríe feliz con sus grandes ojos porque podrá ir al colegio portando el velo que, según le enseñó su abuelita, deben llevar siempre las buenas creyentes. ¿Seguirá siendo tan feliz ahora convertida en la excepción a la regla en su colegio? Yo creo que las buenas almas de la Generalitat catalana la han condenado a la infelicidad.

El velo, ¿un desafío islámico?

En España hay ya más de un millón y medio de residentes extranjeros. De ellos se puede calcular que casi la tercera parte son de origen musulmán. Una cifra que parece insignificante si se compara con los cuatro millones de musulmanes que residen en Francia o los tres millones de Alemania pero que hace que la población musulmana no pase desapercibida ni en nuestras calles ni en nuestras escuelas.

La presencia de hijos de inmigrantes en los colegios españoles ha aumentado considerablemente en los cinco últimos años. De 80.687 que había matriculados en el curso 1998-99 se ha pasado a 303.827 en el 2002-2003. Esto hace que el interés por los problemas y dificultades de la escolarización de los inmigrantes sea muy reciente.

En enero del año 2002 saltó a los medios de comunicación el primer conflicto importante entre la dirección de un centro escolar y la comunidad musulmana en España. La directora de un instituto de El Escorial no estaba dispuesta a aceptar que la niña Fátima Elidrisi asistiera a clase con el típico velo musulmán cubriendo su cabeza.

En un principio, la Consejería de Educación había asignado a Fátima un colegio concertado, pero su padre, Alí Elidrisi, se negó a que asistiera a un centro católico y dijo que la niña se quedaría en casa hasta que le dieran plaza en un instituto público. En el mes de enero fue admitida en el Instituto Juan de Herrera de la localidad madrileña.

La directora del centro al ver que Fátima acudía al instituto con la cabeza cubierta le pidió que dejara el velo en la entrada como hacían las otras niñas marroquíes. El señor Elidrisi se negó rotundamente a aceptar esta sugerencia y así empezó un tira y afloja entre la directora y el padre de Fátima que llamó la atención de casi todos los medios de comunicación. El asunto se resolvió cuando la Consejería de Educación “convenció” a la directora de que era mejor escolarizar a la niña con velo que no escolarizarla.

Aquellos días se habló mucho del velo y de la vida que llevaban los niños musulmanes en los colegios españoles. Se supo que ciertas niñas se habían negado a hacer gimnasia en un colegio de Málaga; que algunos niños exigían comidas especiales; y que incluso algún adolescente marroquí había protestado porque no estaba dispuesto a recibir lecciones ni órdenes de ninguna mujer por muy profesora que fuera.

Han pasado ya dos años desde entonces y sólo de vez en cuando se vuelve a hablar de este espinoso asunto del velo. Parece como si existiera un temeroso respeto a discutir sobre cualquier problema que tenga algo que ver con la complicada integración de los niños musulmanes en los nuestros centros educativos.

Del instituto del El Escorial, se ha sabido que las niñas marroquíes que antes de la llegada de Fátima dejaban su velo a la entrada del colegio, porque preferían estar en clase sin él, ahora ya no lo dejan. Al parecer se sienten más a gusto si permanecen todo el día púdicamente cubiertas. Se dice también que imanes integristas van, poco a poco, sustituyendo a otros, más veteranos y moderados, en muchas de las mezquitas que hay en España.

La mayor parte de los españoles cree que la cuestión del velo es un problema menor. Algunos piensan que simplemente es una moda propia de países de cultura distinta y que como tal no hay razón alguna para oponerse. Otros saben muy bien que se trata de una imposición religiosa y argumentan que vivimos en una sociedad plural que debe ser tolerante y que no puede impedir a nadie que obedezca los dictados de su conciencia. En el mejor de los casos se escucha la crítica de alguna despistada feminista que lo considera signo de sumisión de la mujer. Pero si a alguien se le ocurriera decir que los mulás fundamentalistas han lanzado a la civilización occidental un desafío que está utilizando el chador como símbolo, la gente sonreiría con conmiseración o desprecio como si ese que habla fuera un paranoico aterrorizado por el 11 de septiembre o un reaccionario intolerante.

Sin embargo no hay más que seguir los acontecimientos vividos en Francia en estos últimos años para darse cuenta de que el velo es algo más que un trozo de tela que las mujeres de origen musulmán gustan de llevar anudado a en torno a sus cabezas; y de que no son fantasías paranoicas las de quien piensa que es el emblema de un desafío lanzado por los inmigrantes musulmanes que viven en Europa.
El pasado 24 de septiembre dos adolescentes, Lila y Alma Lévy, de 18 y 16 años de edad, hijas de dos ex comunistas, una mujer musulmana no practicante de origen argelino y un abogado judío, que se dice ateo y es miembro del movimiento izquierdista MRAP (Movimiento contra el racismo y por la amistad de los pueblos), se presentaron en un colegio francés, el Liceo Henri-Wallon de Aubervilliers, con la cabeza envuelta en negros velos que tapaban totalmente su pelo, orejas y cuello. Las niñas fueron enviadas de vuelta a casa. Se les abrió un expediente y el 10 de octubre el consejo de disciplina confirmaba su expulsión del centro escolar.

Esta historia llovía ya sobre mojado. Y es que en la última primavera el ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, al término de su discurso ante la asamblea de la UOIF (Unión de Organizaciones Islamistas de Francia) fue abucheado porque cometió “la osadía” de decir que todas las mujeres estaban obligadas a mostrar su cabeza descubierta en las fotografías del documento de identidad. “Es una orden que viene del cielo!”, “Jamás mostraré una oreja a Sarkozy!”, “Nosotras obedecemos a Alá, por tradición y adoración!”, “El fular es una protección que mata las tentaciones y ante los extraños hay que cubrirse”, fueron algunos de los gritos que se dejaron oír en aquella alborotada reunión.

Estos conflictos entre el gobierno francés y la inmigración musulmana con el chador como principal protagonista empezaron ya en 1989. Fue entonces, siendo Lionel Jospin Ministro de Educación, cuando, ante los primeros conflictos provocados por niñas musulmanas que exigían asistir a clase con la cabeza cubierta, se decidió que el velo sería permitido siempre que no se utilizara como signo de ostentación y que no sirviera para hacer proselitismo.

En Francia existía una ley de 1937 que prohibía cualquier forma de proselitismo en los centros escolares así como toda proclamación de pertenencia a partido político o grupo religioso alguno. Si además se tiene en cuenta que las múltiples encuestas que se hicieron en aquellos días decían que más del 80% de la población era contraria a admitir velos en los centros estatales no se entiende muy bien por qué el gobierno francés cedió ante lo que ya entonces se intuía como una provocación de la comunidad musulmana.

El Ministerio de Educación hubiera tenido la solución bastante fácil, apoyándose en el principio del laicismo y en sus propias leyes podía haber obligado a todos los niños a dejar en los percheros antes de entrar en clase boinas, gorros, velos o cualquier otra cosa que cubriera su cabeza. Pero Jospin no se atrevió entonces a tomar una decisión que, evidentemente, iba a provocar molestar en una buena parte de los inmigrantes musulmanes y pasó la patata caliente al Consejo de Estado que resolvió el problema dando una interpretación “moderna” del laicismo francés: “Nuestra enseñanza es laica no porque prohíba la expresión de creencias diversas sino porque las tolera todas”.

En el año 2002 se publicó en Francia un libro, La République et l’Islam. Entre crainte et aveuglement, editado por Gallimard y escrito por dos miembros del Haut Conseil à l’Integration, Jeanne Hélène Kaltenbach y Michèle Tribalat.
En él las autoras llaman la atención sobre toda una serie de acontecimientos “musulmanes” que tuvieron lugar curiosamente el mismo año en el que cayó el muro de Berlín.

El 14 de febrero de 1989 el Ayatolá Jomeini proclamó la fatua que condenaba a muerte al autor de Los versos satánicos así como a todo aquel que tuviera algo que ver con su publicación. En junio muere Jomeini y un mes después, Ettore Capriolo y Hitoshi Igarashi, traductores al italiano y al japonés respectivamente de la obra de Rushdie, sufrieron sendos atentados en los que Capriolo resultó gravemente herido e Igarashi muerto.

Estos sucesos provocaron multitud de manifestaciones integristas en los países islámicos y sirvieron de excusa para que se constituyeran muchas asociaciones de carácter religioso. Fue también un año en el que la violencia fundamentalista tuvo aterrorizados, más que nunca, a los argelinos. Las dos escritoras francesas llaman la atención sobre el hecho, un tanto curioso, de que fuera ese mismo año cuando, en diversos rincones de Francia y de buena parte de Europa, empezaran a surgir conflictos escolares a propósito del velo, y que estos pusieran al descubierto un extraño flirteo entre cierta izquierda y el islamismo.

Pues bien, cuando todo esto ocurría, Jospin y el Consejo de Estado, con su cobarde decisión, lo que hicieron fue facilitar las cosas a los fundamentalistas para que, utilizando siempre como coartada esa nueva interpretación del laicismo francés decretada por el Consejo de Estado, avanzaran en sus reivindicaciones.

Los inmigrantes musulmanes comenzaron por reclamar en los colegios comidas especiales, comedores separados, horas de oración, el derecho a que las niñas se ausentaran de las clases de gimnasia y la institucionalización del ayuno musulmán. Como en cierta ocasión se oyó decir en una asamblea de islamistas franceses, para los musulmanes el laicismo era una suerte pues permitía poner límites a la autoridad del Estado.

Así siguieron las cosas hasta que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y el susto que el ultraderechista Le Pen dio poco después a los votantes franceses hizo que de nuevo la comunidad inmigrante de origen musulmán, que supone ya casi el 8% de la población, se colocara en el centro de las preocupaciones socio políticas del gobierno de la República.

Con idea de sacar a la luz todas las organizaciones musulmanas y que el gobierno tuvieran unos representantes con los que “dialogar”, el Ministro del Interior de Chirac, Nicolas Sarkozy, en diciembre de 2002 impulsó la creación del CFCM (Conseil français du culte musulman) que debía reunir a todos los representantes de los Consejos Regionales (CRCM). El objetivo del Ministro del Interior era “integrar el islam en la República Francesa”. Una idea que demostraba su buena intención pero que fue recibida con escepticismo por la gran mayoría de los franceses.

En abril de 2003 se celebraron las primeras elecciones en el CFCM. El presidente electo, Dalil Boubakeur, es actualmente el rector de la mezquita de París que, sostenida en su mayor parte con dinero argelino, se considera uno de los centros de culto musulmán de carácter más moderado. El vicepresidente del Consejo es un fundamentalista bastante violento, Fouad Alaoui, representante de UOIF (Union des organisations islamiques de France). El tercer grupo islámico fuertemente representado en el CFCM es el los marroquíes, la FNMF (Fédératione nationale des musulmans de France). Dalil Boubakeur cuenta con el apoyo del gobierno francés pero su situación como presidente del Consejo es cada día más inestable. Recibe tantas presiones de los fundamentalistas que, ante el terror de Sarkozy, amenaza constantemente con presentar su dimisión.

Hasta ahora el CFCM no se había pronunciado en el asunto del velo de las escolares musulmanas. El 11 de octubre varios de sus representantes recibieron la visita del Ministro Sarkozy que, tras manifestar su apoyo al consejo de disciplina del Liceo de Aubervilliers, les recordó que las reglas del laicismo deben ser respetadas por todos y que entre esas reglas se encuentra la prohibición de los signos de ostentación y de hacer proselitismo. La respuesta por parte del CFCM no se hizo esperar. Al día siguiente dio un comunicado en el que lamentaba la expulsión de las niñas, se quejaba de que no se les hubiera consultado antes de tomar la decisión y volvía a insistir en el carácter religioso del velo islámico.

En respuesta a esta actitud, el 17 de octubre, el Primer Ministro Raffarin se dirigió a los musulmanes en la Gran Mezquita de París. “El laicismo respeta las religiones pero también las religiones deben respetar el laicismo” fue el principal argumento de su discurso. Ofreció su total disposición al diálogo pero no descartó recurrir a una nueva legislación para regular el uso del velo en escuelas y centros oficiales si no se conseguía alcanzar un acuerdo sobre este asunto.

El propio Presidente Chirac ha tenido que intervenir en el conflicto. A principios del verano había formado una comisión para estudiar “el laicismo de la República” conocida como la comisión Stasi, constituida por 20 “expertos” y presidida por Bernard Stasi. La comisión, que deberá redactar sus conclusiones antes de fin de año, no descarta la posibilidad de que una ley regule definitivamente el uso del velo en centros escolares.

La propuesta de una ley de prohibición del velo ha dividido a la sociedad francesa. Los grupos más izquierdistas están totalmente en contra, el partido socialista dividido, el CFCM dice que sería un grave error y en cuanto a la derecha, tampoco parece estar totalmente de acuerdo. Mientras que para Alain Juppé, presidente de la UMP, la ley se ha hecho totalmente necesaria, otros compañeros de su partido no lo tienen tan claro, saben que la cuestión del velo no es un asunto religioso sino político y temen caer en una trampa tendida al gobierno por los propios fundamentalistas.
El caso es que todo el mundo ha tenido algo que decir a propósito de la expulsión de estas dos niñas que se han visto convertidas, de la noche a la mañana, en el centro de atención de toda la prensa y en principales estrellas de la televisión.

Su padre y principal defensor, Laurent Lévy, aparte de desautorizar a los profesores del liceo, ha aprovechado la situación para divulgar su doctrina pro musulmana y anticapitalista. Escribe artículos y hace declaraciones sin parar para mostrar el disgusto que le produce que unos cuantos “ayatolás del laicismo, presos de una locura histérica”, hayan organizado todo este lío sólo por “unos pocos centímetros de tela”.

Hasta el viejo líder sesentayochista y actual diputado europeo por el partido Verde alemán, Daniel Cohn – Bendit, ha dado su opinión en esta historia. Después de recordar que todas las religiones monoteístas, y no sólo la musulmana, hacen de menos a la mujer y de expresar que “como liberales libertarios convencidos, no podemos aceptar que el autoritarismo sectario luche contra el autoritarismo integrista”, ha dirigido a las adolescentes “rebeldes” estas palabras de aliento:
“Queridas Alma y Lila, esperamos que guardéis siempre vuestro carácter combativo, orgulloso e independiente. Pero nos tememos que no será en medios musulmanes, aunque sean liberales, donde encontraréis maridos que acepten a mujeres como vosotras. Es en el mundo de los ateos, si es que son liberales como vuestro padre, lo que no siempre ocurre, donde encontraréis un compañero o compañera de vida que os acepte tal como sois”. (Le Monde, 16-10-2003)

Un poco raras suenan estas palabras, si resultara que, como escribió Carlos Semprún en Libertad Digital, todo este lío político hubiera sido preparado por el ateo militante de extrema izquierda Laurent Lévy que, “como simbólico insulto a la podrida sociedad occidental, capitalista e imperialista”, hubiera obligado a sus hijas a montar el numerito en su liceo de Aubervilliers.

Por otra parte, cada vez son más los que, como Michèle Tribalat, piensan que desde que las portadoras del velo lanzaron su desafío a la República francesa, hace 15 años, el tiempo sólo ha servido para empeorar las cosas. Como ya algunos se temían, los fundamentalistas van ganando posiciones en el CFCM y las buenas intenciones de Sarkozy, no sólo no van a servir para resolver el problema, sino que lo más probable es que no hagan más que agravarlo.

Según una encuesta que publicó Le Monde, en septiembre de 2001, a pesar de que el 78% de los musulmanes se confesaba creyente solamente un 20% decía frecuentar la mezquita. Algunos de los musulmanes franceses se consideran ateos pero “sin derecho a decirlo”. Para ellos, el velo es un estandarte del fundamentalismo islámico y no dudan de que la reivindicación del chádor está siendo utilizada políticamente. Para la mayoría de las mujeres de origen musulmán que han abandonado el velo la cuestión no admite dudas, es signo de sometimiento de la mujer y por tanto inaceptable. Uno de los grupos más beligerantes contra el velo es un sector feminista juvenil de SOS racismo, llamado “Ni putas ni sumisas”, cuya fundadora, Loubna Meliane, es una joven, hija de inmigrantes musulmanes.

No hay más que pasearse por la página web de la LNMF (Liga Nacional de Musulmanes de Francia), Ligue Nationale des Musulmans de France, para entender el significado del velo musulmán. La mujer pertenece a su marido, debe tapar su cuerpo para no provocar el deseo de los extraños así como evitar cualquier trato con varones que no pertenezcan a su familia. La ley coránica exige obediencia a Alá, y esa ley fue directamente entregada por Dios a su profeta Mahoma. Una buena musulmana nunca podrá aceptar una ley que entre en contradicción con el Corán.

Pero quizás, para entender mejor por qué ese “inocente velo” es hoy símbolo del fundamentalismo islámico convendría remontarse a la revolución jomeinista que derrocó, en enero de 1979, al sha de Persia, Reza Pahlevi. Pocos días después de hacerse con el poder, Jomeini decretó obligatorio el uso del velo para las mujeres pues no debían mostrar a los hombres ni su cuerpo ni sus cabellos.

Es preciso recordar que la mujer había tenido un papel importante en la lucha contra el régimen del sha. Se dice que en las cárceles iraníes el 20% de los prisioneros políticos eran mujeres. Cuando participaban en las manifestaciones, muchas de ellas, se cubrían totalmente con velos negros como señal de rechazo a lo que consideraban la imposición de un régimen pro occidental.

Sin embargo, el nuevo líder religioso lo primero que hizo cuando sus soldados tomaron Teherán, fue suprimir a las mujeres todas las libertades de las disfrutaban con el régimen anterior. Primero se les prohibió que siguieran siendo jueces, a continuación se suprimieron todas las leyes que equiparaban sus derechos a los del hombre y, finalmente, se les obligó a ocultar su cuerpo entero debajo del chádor.

Muchas de esas mujeres, que se habían cubierto la cabeza en señal de protesta contra el sha, se lanzaron entonces a la calle para evitar la imposición del velo. Las manifestantes fueron insultadas y amedrentadas por los hombres de la calle ante las miradas impávidas y divertidas de los soldados de Jomeini. El nuevo gobierno iraní no tuvo reparo alguno en perseguir a aquellas señoras que habían luchado en primera fila por la Revolución.

Algunas de ellas, aterrorizadas ante el cariz que iba tomando el asunto, lanzaron un SOS a las asociaciones feministas de la izquierda europea que, en la mayoría de los casos, habían mostrado su simpatía por la Revolución islámica. Deprisa y corriendo se constituyó un “Comité para la defensa de los derechos de la mujer” formado por 18 mujeres que acudieron a Teherán para ver sobre el terreno lo que estaba ocurriendo.

Una de esas 18 fue la escritora alemana, Alice Schwarzer, editora de la revista EMMA que había sido fundada en 1977 como la primera revista política escrita “por mujeres y para las mujeres”. Alice Schwarzer, que hasta entonces había admirado a aquellas revolucionarias cubiertas de negro que, desafiando a los soldados del sha, tantas veces se habían manifestado contra “la occidentalización forzada”, después de ver lo que estaba sucediendo en Teherán volvió a Alemania convertida en una luchadora infatigable contra el fundamentalismo islámico. Nada más regresar, escribió un relato de la expedición que fue publicado por su revista en mayo de aquel mismo año.

En el año 2002 esta misma mujer, que tiene ahora sesenta años y que sigue dirigiendo la revista EMMA, recopiló una serie de artículos escritos por diferentes periodistas, más o menos de izquierdas, que a lo largo de los últimos 20 años han ido cayendo en la cuenta del peligro que, para occidente, supone el integrismo musulmán. Todos ellos suscribirían ahora las palabras con las que la feminista alemana comienza este libro que, con el título Los soldados de Alá. Sobre la falsa tolerancia, se publicó el pasado junio en España:

“Ya desde 1979, cuando los ‘guardias revolucionarios’ de Jomeini ataron los largos pañuelos a la cabeza de las mujeres, debería haber quedado claro que el pañuelo no es precisamente ‘una costumbre religiosa’ sino un emblema político, esto es, el estandarte de la cruzada islámica”.

Poco a poco va siendo mayor el número de personas para las que está claro que el velo no es, como dice Laurent Levy, un simple trozo de tela que pone histéricos a los “ayatolás del laicismo”, sino el símbolo del fundamentalismo integrista. Lo fue para las mujeres que se oponían a la occidentalización del sha, lo fue para Jomeini cuando decretó que debía ser una prenda obligatoria, y lo es para todos los radicales religiosos que, en Europa, tratan de evitar que sus mujeres adopten las costumbres occidentales.

Por otra parte, cada día se hace más patente ese “flirteo” entre cierta izquierda y el islam que denunciaba Michèle Tribalat. Un flirteo que no es sólo de la izquierda más radical. A nadie se le puede escapar que los medios de comunicación muestran mucho más interés y conmoción por el llanto de la madre de un kamikaze musulmán terrorista que por el de los familiares de las víctimas de su crimen, sobre todo cuando las víctimas son judíos o soldados norteamericanos. Casi toda la progresía europea es inexplicablemente pro musulmana y antisemita y su obsesión antiamericana va siempre acompañada de una incomprensible debilidad por el islam

Ahora bien, si es verdad que esos centímetros de tela simbolizan el poder del totalitarismo fundamentalista y si, como dice Alice Schwarzer, más que un símbolo religioso el velo es un estandarte de la cruzada islámica, la proliferación de cabezas cubiertas por púdico velos debería producirnos el mismo sentimiento de preocupación que ver surgir, de pronto, brazaletes con cruces gamadas anudados a las mangas de las camisas de unos bellos adolescentes rubicundos.
 
Cuando la amenaza es un pañuelo


El caso de la pequeña Shaima pone de relieve lo irracional en que a menudo se convierten algunos debates públicos. En nuestra sociedad parece que hay quienes esperan casos como los de Shaima para discursearnos. No nos debería dejar indiferentes que personas influyentes y que saben que su opinión es escuhada en sectores de la opinión pública, conviertan el caso de una niña de ocho años que lleva un hiyab (pañuelo que cubre la cabeza) en una oportunidad para confrontar civilizaciones, siguiendo las doctrinas del conservador Hungtinton. No sólo no es evidente como algunos pretenden, sino que es exagerado pensar que un trozo de tela cubriendo la cabeza y las espaldas de una niña es desestabilizador para nuestros valores liberales.

La respuesta dada desde algunas tribunas mediáticas al caso Shaima no responde a la necesaria ponderación y moderación que los que construimos opinión pública deberíamos tener. Mucha pasión, mucho verbo fácil, muchos apriorismos y, sobre todo, muchas ganas de confrontación contra el "nuevo enemigo que nos amenaza".

Vayamos a analizar esta supuesta amenaza. Que en el mundo islámico existe una corriente totalitaria, absorbente y con derivas al terrorismo es evidente. Eso, sin embargo, no convierte a todos los islámicos ni a sus señas de identidad en portadores de esos males. Eso sería tanto como creer que cualquier vasco con txapela es terrorista. Tomar una parte de cualquier comunidad por el todo de la misma es una extrapolación injusta para las personas de esa comunidad y sus símbolos, e impropia de personas que se reivindican liberales. Es, a su vez, la mejor manera de sobredimensionar y fortalecer la parte que se dice combatir, en este caso el fundamentalismo, al atribuirle un peso socials que en verdad no tiene.

Que en una mayoría del mundo musulmán la mujer vive con su libertad recortada y sin el reconocimiento de muchos de los derechos que en nuestro entorno son indiscutibles, nadie lo puede negar. Ahora bien, que a partir de esta constatación se asuma que todas las mujeres y niñas que usan un pañuelo tipo hiyab para cubrirse la cabeza, lo hagan por una exigencia (explícita o implícita) es toda una barbaridad. Seguro que hay casos que es así, pero hay otros muchos donde el uso del pañuelo no sólo no es una imposició, sino que es un acto de autoafirmación, de identidad, ejercido desde la más absoluta libertad. El pañuelo o hiyab no es necesariamente discriminatorio contra la mujer (hablamos de un pañuelo que cubre el pelo, no de un velo que cubre el rostro ni de una burka que secuestra a la mujer). ¿En algunos casos el hiyab puede ser un acto de dominio sobre la mujer? Seguro que sí, como lo son también algunas relaciones de pareja en nuestra sociedad con resultados de violencia. No por ello prohibiremos el matrimonio ni las relaciones entre sexos. Hay que encontrar una proporcionalidad entre las propuestas políticas y el problema que existe. Antes de legislar contra el hiyab habría que saber cuál es el problema real -no el teórico-, qué es lo que nos proponemos, cómo haremos cumplir la ley y qué consecuencias intuimos que va a generar la misma. Sólo después de todo ello y de valorar costes y beneficios sociales estaremos en condiciones de saber si una ley del hiyab a la catalana tiene sentido.

Volviendo al caso de Shaima no me creo, como sus padres han dicho, que la decisión de llevar el hiyab sea de la niña. A esa edad los padres imponemos aún los criterios a los hijos. El debate en una niña de ocho años no es el de su libertad de elección. De acuerdo con nuestra tradición, hasta la mayoría de edad los padres asumen la tutela de sus hijos. Eso comporta que los padres, siempre que cumplan la ley y no inflijan daño al menor son los únicos que pueden decidir qué hace, cómo viste y en qué creencias o descreencias lo socializan.

El reto que tenemos es que la capacidad de discrepar que los hijos tienen a partir de cierta edad de los criterios que los padres imponemos también pueda ser utilizado por todas las Shaimas de nuestro país. Pero eso comporta una socialización de Shaima y de sus padres de acuerdo con nuestra tradición liberal. El reto es que todas las Shaimas puedan ejercer su adolescencia con la misma conflictividad familiar con que la viven las Annas, las Claras y las Laias de su generación.

Pero para que eso ocurra nunca deberíamos buscar soluciones excluyentes. Para construir una sociedad liberal e inclusiva, sólo en contadas ocasiones está justificado y es eficaz excluir y negar la libertad a otros. Pero es evidente que en el caso de un pañuelo esta posibilidad no tiene sentido. Impedir que una niña asista a la escuela con un hiyab es negarle a esa niña la posibilidad de una aproximación a nuestra cultura, a nuestros valores y a sus conciudadanos -hoy compañeros de clase- de manera no traumática con lo que ella y su familia son, con aquello con lo que se identifica y que le da seguridad a fecha de hoy.

Desconocemos cómo ha digerido el incidente Shaima. Ante la evidencia del conflicto y las consecuencias que su amplia difusión en los medios de comunicación tendrá en las relaciones con sus compañeros de escuela, las posibilidades de que Shaima se aferre a su identidad y tradición familiar y las contraponga a las pautas y los valores mayoritarios en nuestra sociedad son elevadas.

Con determinadas actuaciones convertimos en irreconciliables tradiciones y prácticas de culturas distintas que hoy viven en Cataluña. Si no hay más opción que elegir entre lo que uno considera propio, normal, lo que ha vivido en casa desde siempre, y lo que ve en su entorno social, no siempre la elección favorece a la hegemonía de los valores liberales. Si la alternativa es hiyab o escuela, vamos directos al precipicio.


Situación legal en Europa.

El velo islámico en Europa


Los gobiernos en Europa, donde vive una importante minoría musulmana, han debatido con intensidad sobre el uso del velo islámico, un tema que implica los derechos religiosos y de la mujer, la tradición de secularidad e incluso la seguridad.
El tema vuelve a cobrar actualidad con la aprobación de una propuesta de la ministra de Inmigración de Holanda, Rita Verdonk, para prohibir el uso del burka en los lugares públicos.

¿Qué establece la ley en varios países europeos sobre el uso en público del velo islámico?

FRANCIA

En 2004, Francia introdujo la prohibición de usar velos musulmanes y otros símbolos religiosos "visibles" en las escuelas estatales.
Esta medida contó con el apoyo mayoritario de los políticos y el público, en un país en el que la separación del Estado y la religión está consagrada en la ley.
Sin embargo, el velo islámico está aceptado en las escuelas musulmanas y en las universidades, donde la ley sobre símbolos religiosos no tiene vigencia.

TURQUÍA

Durante los últimos 80 años los turcos han vivido en un Estado laico fundado por Mustafa Kemal Ataturk, quien rechazó el uso del velo como parte de su campaña para secularizar la sociedad turca.
En Alemania, los tribunales fallaron a favor de una maestra que quería llevar el velo.
A pesar de su influencia, se estima que al menos un 65% de las mujeres turcas se cubre la cabeza con un velo.
Sin embargo, los velos están prohibidos en escuelas, universidades -estatales o privadas- y edificios gubernamentales.
En noviembre de 2005 la Corte Europea de Derechos Humanos determinó que la prohibición era legítima.

REINO UNIDO

En el Reino Unido no hay una prohibición sobre el atuendo islámico. Pero las escuelas pueden decidir sobre su código de vestimenta.
Los tribunales fueron forzados a tomar una decisión cuando una estudiante se quejó porque su escuela la envió a su casa por usar una túnica que cubría todo su cuerpo excepto sus manos, sus pies y su rostro.
Los tribunales dijeron que las escuelas ya habían hecho suficientes concesiones al permitir el uso de pantalones y túnicas islámicas.

ALEMANIA

En septiembre de 2003, la Corte Constitucional Federal falló en favor de una maestra que quería usar el velo islámico en la escuela.
Sin embargo, el fallo establece que los estados federados pueden cambiar las leyes locales si así lo quieren.
Al menos cuatro estados alemanes prohibieron el uso del velo a los maestros y en el estado de Hesse, la prohibición se extiende a los funcionaros públicos.

RUSIA

La Corte Suprema de Rusia revirtió una norma del ministerio del Interior de 1997 que prohibía a las mujeres usar velos en la fotografía del pasaporte.

ITALIA

En septiembre de 2004 políticos locales en el norte de Italia revivieron antiguas leyes contra el uso de máscaras para prohibir que las mujeres usen el burka.
En julio de 2005 el parlamento italiano aprobó leyes anti-terroristas que convirtieron en una infracción esconder el rostro del público, incluyendo el uso del burka.
El gobierno dijo que propondrá un borrador para una nueva ley que prohíba el velo islámico que cubre la cara.

BÉLGICA

La ciudad de Maaseik, en la frontera con Holanda, prohibió el uso del velo que cubre todo el cuerpo excepto los ojos.

HOLANDA

El gabinete holandés respaldó una propuesta de la ministra de Inmigración para prohibir a las mujeres musulmanas el uso del burka en lugares públicos.
El gabinete se basó en preocupaciones de orden público y seguridad.
Quienes critican esta propuesta dicen que ésta viola los derechos civiles.
Se estima que un 5% de los habitantes del país son musulmanes. Pero son muy pocas las mujeres que viven en Holanda que elijen el burka.


Vistos esos ladrillos de interese máximo, quisiera plantear unas cuestiones para entablar un coloquio;

  • ¿Creeis que todas las mujeres que llevan la pañoleta en Europa lo hacen por imposición de una tradición cultural, pergeñada por presión familiar o comunal?
  • ¿Podría aislarse de otras tradiciones morunas?. Lo digo porque la aceptación de esta muestra cultural podría dar pie a mayores exigencias (poligamia, segregación etc.).
  • ¿Debería prohibirse su empleo en espacios públicos?, ¿se habría de tolerar?.


Salu2 cordiales.

Fuente#1
Fuente#2
Fuente#3
Fuente#4
Fuente#5
 
Me da igual. Es decir, soy partidario de la libertad de la mujer. Claro que ahí entramos en el otro tema, si lo llevan por imposición o no. Para empezar imposición es la traducción del nombre de su religión.

Así que a efectos prácticos, mientras no interfiera con su actividad, como si se la machacan con dos piedras.

Dicho lo dicho, yo como empresario no contrataría jamás a una.
 
Dicho lo dicho, yo como empresario no contrataría jamás a una.

Es lamentable pero licito, aunque espero que tu empresa quiebre.

Y el problema del velo es si es impuesto mas alla de lo normal y logicamente entendible entre la relacion padre e hija.

Si se ponen el velo porque quieren entonces no deberia haber problema ninguno, por muchas asociaciones feminazis o fachendas que quieran buscar polemica.
 
No, pero de toda la vida los padres influyen y ordenan a sus hijos cosas que a ellos les parecen bien o les gustan.

Mientras no sea algo muy radical no tiene porque haber problemas.
 
Antes de empezar quiero dejar claro mi apoyo a una Europa laica, que no sólo aconfesional. Nada de subvenciones a ninguna religión ni enseñanza religiosa en los colegios. Si acaso una fría indiferencia.

No es lo frecuente que uno decida su religión si no es para abandonarla. Lo frecuente es que te encuentres con que tus padres (normalmente sin mala intención) se han encargado de matricularte como católico o como testigo de Jehová. De todas formas no comparto lo de hacer un mundo de que cuatro tías lleven tapado el morro sin hacerse eco de que un montón de gente luce medallas religiosas católicas y el porcentaje de los niños que se bautizan es superior al de los que no. Y todavía el porcentaje de gente que se casa en primeras nupcias por la iglesia es superior al de la gente que lo hace por lo civil. Así que negar la importancia social del hecho religioso en España sería negar la evidencia.

Lo único que se les puede exigir son condiciones recíprocas. O sea, que si una mujer musulmana puede pasearse por aquí libremente con su trapo a la cabeza, yo debería poder pasearme vestido de infantico del Pilar por Ryad sin problemas. Del mismo modo que junto a la oficina del INEM de mi barrio hay una mezquita, podrían poner una ermita a la Virgen del Águila, que es la patrona de mi pueblo, en Teherán.

Como ésto no es así, ni de lejos, creo que lo más coherente es darles una lección no ya de respeto, sino de madurez: "te disfrazas, pues me da lo mismo, no es asunto mío".

Creo que llevar un velo no transgrede ninguna ley importante, al menos no tan importante como menospreciar a las mujeres, lapidar, mutilar a las niñas, matar por adulterio y otras lindezas, así que lo del trapo me parece sinceramente un tema menor.

Lo que no es tan menor son las implicaciones. Si les dices que se lo pongan si quieren, se piensan que te acojonan, si les dices que se lo quiten, que eres un cabrón y los oprimes y además te amenazan. El caso será quejarse. Entiendo que la única postura realmente coherente es la que mantenía el anterior primer ministro australiano: "Nosotros no te dijimos que vinieras, viniste tú porque te interesaba. Si no te gusta como se vive aquí, siempre te queda la opción de irte a tomar por el culo y volver por donde viniste".

Pero esta postura no es políticamente correcta ni chupiguay, por tanto no la puede asumir ningún partido que pretenda comerse una rosca en un país tan falso como España, pero, a mí al menos, no me cabe duda de que varios millones de españoles firmarían (firmaríamos) debajo de esa frase en negrita.
 
El Islam debería estar directamente prohibido en Europa.Con velo o sin velo.

Para rezarle a Alá que se queden en el desierto.
 
No es lo frecuente que uno decida su religión si no es para abandonarla. Lo frecuente es que te encuentres con que tus padres (normalmente sin mala intención) se han encargado de matricularte como católico o como testigo de Jehová.,

En EEUU hay una cifra escandalosa de gente que ha cambiado de religión, no recuerdo el % pero es inverosimil.




Lo único que se les puede exigir son condiciones recíprocas. ,

La reciprocidad sería anticonstitucional, no se puede acosar a un colectivo, e incluso exterminarlo como han hecho y hacen los musulmanes con sus minorias.




Creo que llevar un velo no transgrede ninguna ley importante,

yo creo que sí.

Si existen delitos como la apología del nazismo o del terrorismo, ¿porqué no va a ser delito hacer apología de una doctrina que tiene como uno de sus dogmas exterminarnos?.

Ya se que el cristianismo fue similar en otros tiempos, pero conmigo no se meten hoy día, y si ellos me toleran, yo no tengo por qué no tolerarlos, máxime cuando que ambos, cualquier hipotético cristiano y yo, estamos en nuestro país. Pero, ¿porqué tengo que tolerar a quien no me tolera en su país?, (y de momento me tolera en el mio porque no le queda de otra).

Que alguien ponga la foto de ese carné de conducir con una mora en burka.:lol:
 
Estar a favor de la libertad es estar a favor de que la gente adore al dios que más le guste, y estar a favor de que quien quiera se ponga lo que quiera en la cabeza, si lo hace libremente.

No me gustan los moros, pero es lo que hay.
Por cierto, ¿cuándo debatimos si es denigrante para el hombre que los judíos tengan que llevar la kippá?
Veo algo de hipocresía en esto.
Y no me gustan los moros, insisto.


Por otra parte, aunque respeto la voluntad de quien quiera llevar el velo, yo nunca contrataría para mi empresa a alguien que antepone la religión a todo lo demás.
 
caco3 rebuznó:
"Nosotros no te dijimos que vinieras, viniste tú porque te interesaba. Si no te gusta como se vive aquí, siempre te queda la opción de irte a tomar por el culo y volver por donde viniste".

Pero esta postura no es políticamente correcta ni chupiguay, por tanto no la puede asumir ningún partido que pretenda comerse una rosca en un país tan falso como España, pero, a mí al menos, no me cabe duda de que varios millones de españoles firmarían (firmaríamos) debajo de esa frase en negrita.

La Islamización de Europa es un hecho, sobre todo gracias a los politicuchos de turno que se bajan los pantalones. El otro día leí que ya son 54 millones de musulmanes en europa. A este paso, nuestras nietas problemente tengan que ponerse el puto pañuelo de los cojones para no morir lapidadas. Ni hablar de que no podremos disfrutar de jamón iberico.
 
Pero es que no se puede prohibir un trapo, coño. Si para nosotros es una puta mierda, no le demos tanta importancia. Es el mismo caso que los quemabanderas, que dan más importancia a un trapo que a un sentimiento.

Yo también prohibiría el Islam... y el PCE, y la Falange... pero estadísticamente estoy en franca minoría. Por eso utilizo mis armas, que de momento son el absoluto desprecio y el voto.
 
Yo creo que si ellos creen que tienen derecho a colgar a un chaval del cuello por el simple hecho de ser marica, yo deberia tener tambien derecho a poder partirle la cara al iman de una mezquita.
 
Yo lo tengo clarisimo. Contra el islám, y muy especialmente contra el islamismo, palos. Es que vamos, es de cajón.

Ya lo he dicho aquí, estos paisuchos de pacotillas que se componen de moros necesitan a alguien que saque a los imanes de las mezquitas tirándoles libros de ciencias a la cabeza. Necesitan una identidad nacional y desterrar la religión de sus vidas.

Y claro que debería estar prohibido el velo. Pero no por combatirlos con catolicismo. Sencillamente porque si en Turquía, un país con una inmensa mayoría musulmana, el velo bajo el Gobierno de ese gran hombre llamado Mustafá Kemal fue prohibido hasta para ir por la calle, ¿por qué aquí tienen que pedir respeto?. Que les den, que lleguen al país, y nada más entrar, aunque sea por turismo, que besen la bandera de España por obligación. ¡Que España sea una gran nación laica, y los moros y rosarios a sus putas casas!. Necesitamos que el patriotismo laicista llegue a España, necesitamos un Atatürk para que toda esta gentuza se entere que antes está la patria y después sus gilipolleces.
 
PedoSinfonico rebuznó:
Estar a favor de la libertad es estar a favor de que la gente adore al dios que más le guste, y estar a favor de que quien quiera se ponga lo que quiera en la cabeza, si lo hace libremente.

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Como va a llevarlo libremente una mujer de Arabia Saudita, por ejemplo, que no tiene personalidad jurídica, que depende de su hombre como lo haría una niña de seis años de su padre, que no puede salir a la calle o conducir o trabajar o viajar sin el permiso expreso de su marido.

Por esa regla de tres, no debería estar prohibido que un funcionario de prisiones se la chupe a un preso, pero lo está.
 
BAILARÉ SOBRE TU TUMBA rebuznó:
En EEUU hay una cifra escandalosa de gente que ha cambiado de religión, no recuerdo el % pero es inverosimil.

La reciprocidad sería anticonstitucional, no se puede acosar a un colectivo, e incluso exterminarlo como han hecho y hacen los musulmanes con sus minorias.

Lo que hagan los gringos para darnos cada día una prueba más fehaciente de que son un país en vías de subdesarrollo no es directamente extrapolable. Aquí la gente es católica de críos, después de la 1ª comunión, pasan, se vuelven a acordar del tema cuando se van a casar y a bautizar a los críos, y luego pasando de la movida en un porcentaje altísimo. Hay cuatro idiotas que se hacen jerovas o adventistas o de la secta esa que se hacen los gitanos, pero son cuatro.

Con lo de la reciprocidad me refiero a obligarla con los países oficialmente islámicos. Las mezquitas que montan en España no las hacen con la pasta que ponen los moros que ponen los ladrillos de las obras, qué va. La de la M-30 la financia el gobierno saudí.

El imam de la M-30 apoya el control sobre imames y mezquitas

Lo que digo es que si yo no puedo hacer si quiero lo mismo allí, no debemos dejarles a ellos que lo hagan. Ellos son los que ponen las reglas allí ¿no?
 
Como va a llevarlo libremente una mujer de Arabia Saudita, por ejemplo, que no tiene personalidad jurídica, que depende de su hombre como lo haría una niña de seis años de su padre, que no puede salir a la calle o conducir o trabajar o viajar sin el permiso expreso de su marido.

Por esa regla de tres, no debería estar prohibido que un funcionario de prisiones se la chupe a un preso, pero lo está.

En Arabia que se apañen como puedan. En España tenemos libertad para decidir lo que nos ponemos en la cabeza.
Mientras no transgredan la ley, que hagan lo que les dé la gana.
 
Pero es que tambien hay Saudíes en España, pon tu que no muchos, pero los hay, andarán por Marbella gastando petrodolares, pero esas mujeres NO tienen capacidad de decidir. Y esas normas no solo son de ellos, muchos otros paises musulmanes tambien las tienen.

Con lo de la reciprocidad de construir iglesias en paises musulmanes a cambio de dejar construir mezquitas aquí, estoy de acuerdo.

Pero no lo hacen, con el argumento más peregrino que pueda haber: es que por que ellos no sean demócratas y bla bla bla nosotros no vamos a hacer lo mismo. Manda cojones, entonces aunque no nos dejen poner inocentes iglesias nosotros les dejamos poner sus templos de destruccion y muerte, que es entre otras cosas para lo que las usan, para destruirnos.

Y si vamos a un club swinger: yo con tu mujer no me meto que yo soy cristiano temeroso de Dios y muy civilizado, pero tu a la mia dale por el culo si quieres. Es lo que tiene ser chupiprogreguay, y es lo que somos. Tal vez no tu, tal vez no yo, pero es lo que somos en conjunto.
 
¿y el burka? hoy podremos tolerar un mísero pañuelo pero con qué argumentación se les prohibirá en un futuro el uso del burka?. Nada garantiza que no quieran ir un paso más allá. Y eso hacen , pasito a pasito como el burkini, prenda que estaría prohibida en un país islámico -demasiado entallado- pero aquí nos la meten como antesala de lo que vendrá

Incluso las feminazis se muestran timoratas en este tema o llegan a justificarlo por el hecho cultural o alguna de esas chorradas argumentarias ideadas por los progres para justificar cualquier cosa.


Mientras haya millones de petrodólares comprando las -ya de por sí- corruptas voluntades de nuestros políticos, europa está vendida al islam.
 
Pues con el burka pasa lo mismo. No se puede tolerar en una clase, un deporte o un puesto de trabajo, porque molesta. Pero en la calle, como si vas vestido de lagarterana. Si somos mejores que ellos hay que demostrarlo. Otra cosa es que se permita la exhibición pública de su religión pagada por todos, como lo de ceder terreno público para la construcción de mezquitas.
 
Debates sobre el velo islámico me parecen innecesarios. Cada uno debe ir vestido en la calle como le plazca, al menos así lo veo yo. El velo no es discriminación es simple "distinción".
 
Yo no tengo ningún problema con que las musulmanas se vistan como se les de la gana, o como su religión les indique.

Lo que no acepto es que los musulmanes se atrevan a llamar putas a las mujeres que, no siendo musulmanas, visten como quieren.

Si ellos quieren que yo respete lo suyo, lo menos que pueden hacer es respetar lo nuestro.
 
Interesantes puntos de vista.
Yo también comparto la idea de permitir la pañoleta, aunque quizá fuese conveniente restringir su uso exclusivamente a la calle y otros espacios públicos semejantes. En edificios gubernamentales no, pero ni ése símbolo religioso ni ningú otro. Podría introducirse un modelo similar al gabacho.

Bien es cierto que la aceptación de esta costumbre podría incitar a la comunidad muslime a demandar mayores derechos. Ya ha habido peticiones al gobierno por parte de organizaciones moras para que se legalizase la poligamia, por ejemplo.
Aquí ya habría que ofrecer una contundente respuesta. Toleramos que recen a su dios, que se vistan Doña Rogelia-style y que sacrifiquen animales según sus ritos (entre otras cosas), pero hay manifestaciones religiosas y culturales que no encajarían con los valores europeos más elementales y por tanto no podrían permitirse.

MarXito rebuznó:
Lo que no acepto es que los musulmanes se atrevan a llamar putas a las mujeres que, no siendo musulmanas, visten como quieren.
Si ellos quieren que yo respete lo suyo, lo menos que pueden hacer es respetar lo nuestro.

Condición básica. Es necesario que haya respeto mutuo para una adecuada convivencia.

BAILARÉ SOBRE TU TUMBA rebuznó:
Pero no lo hacen, con el argumento más peregrino que pueda haber: es que por que ellos no sean demócratas y bla bla bla nosotros no vamos a hacer lo mismo. Manda cojones, entonces aunque no nos dejen poner inocentes iglesias nosotros les dejamos poner sus templos de destruccion y muerte, que es entre otras cosas para lo que las usan, para destruirnos.

Pero tampoco podemos legislar en función de lo que hagan en Irán o en Libia con sus minorías religiosas. Tenemos un sistema de gestión diferente; somos una democracia, no un régimen totalitario.
En todo caso, podría ser el gobierno el encargado de financiar la construcción de las mezquitas, formar a los imanes y realizar un exhaustivo control de lo que se predique para evitar la formación de extremistas y demás chusma destructora.

BAILARÉ SOBRE TU TUMBA rebuznó:
Que alguien ponga la foto de ese carné de conducir con una mora en burka.

fschein.jpg


Trolada o no, es muy loleante :lol:


Salu2 cordiales.
 
El problema ya apesta cuando te das cuenta que esa impunidad no es un una tolerancia mal entendida, sino por miedo a reacciones futuras. A modo de ejemplo, el polémico video de la extrema derecha de los Paises bajos, que ha sido objeto de muchas críticas no por sus contenidos xenófobos (que haberlos, haylos, aunque también diga verdades) sino por poner al pais en peligro.

Lo más doloroso es que este proceso se da a base de pequeñas concesiones con las que se anestesia a la población.

Yo soy de izquierdas, y por eso me repugna la connivencia de ciertos sectores de la ideología a al que soy afín acon asociaciones religiosas de corte nacioal o ténico. Cuando vi a Zerolo presentando una corriente árabe en el seno del partido a punto estuve de vomitar, tanto por atentar tanto al internacionalismo de la izquierda como por la hopocrésia del manflower, riéndoles las garcias a los que le apedrearian en su pais.
 
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