Alano
Asiduo
- Registro
- 18 Nov 2018
- Mensajes
- 982
- Reacciones
- 858
Nunca había visto nada paranormal, ni me había sucedido nada, y eso que he vivido en muchos lugares distintos y vivido situaciones que a mucha gente le daría miedo. Pero nunca me ocurrió nada.
Todo comenzó el día en el que murió mi padre. No había estado nunca enfermo de nada, ni había tenido ningún problema. Pero aquel día, lo estuvimos velando dos noches y dos días, por asuntos que no vienen al caso. Pensé que había sido estrés y la falta de comida y sueño. En el ataud, además de una estampa de Fray Leopoldo, del que mi padre era devoto, porque lo conoció en persona, le metí en el bolsillo el reloj con el que me casé. Cuando avisaron de que iban a llevar el ataud a la iglesia, serían las 11 de la mañana, me dio una convulsión tónico-clónica. Me llevaron a urgencias y no me diagnosticaron nada.
Me llevé a casa a los días tres relojes de mi padre, entre otros objetos personales. Todos, incluso los que yo tenía, acabaron en un par de días con el cristal roto. Desde entonces nunca llevo reloj. Eso es un hecho objetivo, porque un reloj se puede romper, pero el cristal de seis o siete relojes, es imposible. Noté olores peculiares, que me recordaban a él. Si solo hubiese sido eso, no le hubiese dado más importancia. Mi madre estaba enferma y estuvo conmigo y con mis hermanos hasta que murió nueve meses después.
Pocos días antes de que muriera, soñé con un edificio de color amarillo, con escaleras de mármol blanco y que allí me cruzaba con mi hermana. No teníamos pensado meterla en ninguna residencia, pero, no quedó de otra, porque ya estaba muy mal y no podíamos ni darle de comer. La residencia la buscó mi hermano y luego nos lo comunicó. Yo no había estado allí en mi vida, ni en aquel pueblo, ni había pasado por allí, pero cuando vi el edificio, lo reconocí inmediatamente. Estaba mi mujer conmigo, a la que ya le había contado aquel sueño. Cuando nos marchábamos, llegó mi hermana.
Mi madre estuvo allí unas dos semanas. Yo intuía que iba a morir, pero no quería aceptarlo. Al final hablé con mi mujer y dispusimos de traerla a casa, para que no estuviera sola sus últimos días. Fuimos un domingo, pero la encargada nos dijo que no podíamos llevárnosla hasta pasada una semana. Mi hermano fue el mismo lunes a visitarla y cuando volvió a casa, se quedó sentado en el sofá, a pesar de que ella estaba aparentemente bien; intuyó que esa noche era la última. Me llamó sobre las una de la mañana y fuimos. Esta vez no convlsioné.
Otra vez los olores aparecieron. Pero eso no tiene mayor importancia. Un día, volviendo del trabajo, la puerta trasera del copiloto se abrió de repente en mitad de la carretera. Mi coche pita si hay una puerta abierta al cerrarlo y se cierra automáticamente al alcanzar 30Km por hora. Otra casualidad.
Pasaron un par de meses y estábamos cambiando la puerta de entrada de mi casa. El carpintero vendría sobre las nueve. Lo estábamos esperando y convulsioné. En esos días, mi casa tiene un aseo y dos baños, en el aseo de arriba, que es el que usaba mi madre cuando se quedaba en casa, se oía caer la tapadera, pero cuando mirabas estaba en su sitio. Llegó un momento en que la quité, porque a mi mujer no le gustaba.
Cuando quedó embarazada, nos subimos a la planta de arriba, porque el calor allí es menor y el aire acondicionado está en el comedor de en medio. Una noche, me despertó asustada. El marco del aseo empezó a sonar, como si lo golpearan. Los golpes se oían de tres en tres. Me levanté, porque ella estaba asustada y pensé que era la madera que había dilatado o algo así. Pero, conforme me iba acercando, volvían a sonar los golpes, de tres en tres. Me situé junto al marco y volvieron a sonar. Recé un padre nuestro y ya no pegamos ojo en toda la noche.
En otra ocasión, mi hermano estaba hablando con su mujer por teléfono. En mitad de la conversación, se escuchó a mi madre llamándole por su nombre. Mi mujer también dijo que la vio en el sofá de arriba, como una visión. Pero eso ya no lo puedo asegurar. Otra vez que estuvimos en el piso de mis padres, la oímos perfectamente llamarme "niño".
Lo último de relevancia ha sido hace poco. Mi niña tenía dos años recién cumplidos. No ha conocido a sus abuelos, nunca nos hemos referido a ellos por su nombre. Pues un día, estábamos en el salón y se me acerca. Me besó y dijo de parte de la abuela "mote muy antiguo y difícil de pronunciar". Es imposible que ella supiera eso, porque no lo sabía ni mi mujer.
Eso es lo más relevante que recuerdo ahora mismo. Pero hay muchas más anécdotas que no se pueden deber a la simple casualidad, porque hay testigos.
Todo comenzó el día en el que murió mi padre. No había estado nunca enfermo de nada, ni había tenido ningún problema. Pero aquel día, lo estuvimos velando dos noches y dos días, por asuntos que no vienen al caso. Pensé que había sido estrés y la falta de comida y sueño. En el ataud, además de una estampa de Fray Leopoldo, del que mi padre era devoto, porque lo conoció en persona, le metí en el bolsillo el reloj con el que me casé. Cuando avisaron de que iban a llevar el ataud a la iglesia, serían las 11 de la mañana, me dio una convulsión tónico-clónica. Me llevaron a urgencias y no me diagnosticaron nada.
Me llevé a casa a los días tres relojes de mi padre, entre otros objetos personales. Todos, incluso los que yo tenía, acabaron en un par de días con el cristal roto. Desde entonces nunca llevo reloj. Eso es un hecho objetivo, porque un reloj se puede romper, pero el cristal de seis o siete relojes, es imposible. Noté olores peculiares, que me recordaban a él. Si solo hubiese sido eso, no le hubiese dado más importancia. Mi madre estaba enferma y estuvo conmigo y con mis hermanos hasta que murió nueve meses después.
Pocos días antes de que muriera, soñé con un edificio de color amarillo, con escaleras de mármol blanco y que allí me cruzaba con mi hermana. No teníamos pensado meterla en ninguna residencia, pero, no quedó de otra, porque ya estaba muy mal y no podíamos ni darle de comer. La residencia la buscó mi hermano y luego nos lo comunicó. Yo no había estado allí en mi vida, ni en aquel pueblo, ni había pasado por allí, pero cuando vi el edificio, lo reconocí inmediatamente. Estaba mi mujer conmigo, a la que ya le había contado aquel sueño. Cuando nos marchábamos, llegó mi hermana.
Mi madre estuvo allí unas dos semanas. Yo intuía que iba a morir, pero no quería aceptarlo. Al final hablé con mi mujer y dispusimos de traerla a casa, para que no estuviera sola sus últimos días. Fuimos un domingo, pero la encargada nos dijo que no podíamos llevárnosla hasta pasada una semana. Mi hermano fue el mismo lunes a visitarla y cuando volvió a casa, se quedó sentado en el sofá, a pesar de que ella estaba aparentemente bien; intuyó que esa noche era la última. Me llamó sobre las una de la mañana y fuimos. Esta vez no convlsioné.
Otra vez los olores aparecieron. Pero eso no tiene mayor importancia. Un día, volviendo del trabajo, la puerta trasera del copiloto se abrió de repente en mitad de la carretera. Mi coche pita si hay una puerta abierta al cerrarlo y se cierra automáticamente al alcanzar 30Km por hora. Otra casualidad.
Pasaron un par de meses y estábamos cambiando la puerta de entrada de mi casa. El carpintero vendría sobre las nueve. Lo estábamos esperando y convulsioné. En esos días, mi casa tiene un aseo y dos baños, en el aseo de arriba, que es el que usaba mi madre cuando se quedaba en casa, se oía caer la tapadera, pero cuando mirabas estaba en su sitio. Llegó un momento en que la quité, porque a mi mujer no le gustaba.
Cuando quedó embarazada, nos subimos a la planta de arriba, porque el calor allí es menor y el aire acondicionado está en el comedor de en medio. Una noche, me despertó asustada. El marco del aseo empezó a sonar, como si lo golpearan. Los golpes se oían de tres en tres. Me levanté, porque ella estaba asustada y pensé que era la madera que había dilatado o algo así. Pero, conforme me iba acercando, volvían a sonar los golpes, de tres en tres. Me situé junto al marco y volvieron a sonar. Recé un padre nuestro y ya no pegamos ojo en toda la noche.
En otra ocasión, mi hermano estaba hablando con su mujer por teléfono. En mitad de la conversación, se escuchó a mi madre llamándole por su nombre. Mi mujer también dijo que la vio en el sofá de arriba, como una visión. Pero eso ya no lo puedo asegurar. Otra vez que estuvimos en el piso de mis padres, la oímos perfectamente llamarme "niño".
Lo último de relevancia ha sido hace poco. Mi niña tenía dos años recién cumplidos. No ha conocido a sus abuelos, nunca nos hemos referido a ellos por su nombre. Pues un día, estábamos en el salón y se me acerca. Me besó y dijo de parte de la abuela "mote muy antiguo y difícil de pronunciar". Es imposible que ella supiera eso, porque no lo sabía ni mi mujer.
Eso es lo más relevante que recuerdo ahora mismo. Pero hay muchas más anécdotas que no se pueden deber a la simple casualidad, porque hay testigos.
Última edición: