Libros FILOSOFÍA: EPICURO DE SAMOS (341-271 aC)

Ramon Llull

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19 Sep 2005
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Pues sí. Tenía ganas de hablar de este elemento y, combinado con ciertas referencias de Molay y vuestra vagancia crónica, me animo a abrir yo el hilo sobre Epicuro y su doctrina. Empiezo con su conocida Carta a Meneceo, donde expone, grosso modo, los principales fundamentos de su pensamiento. Elocubremos todos, venga.

Piensa de ella aquello que pueda mantener la dicha con la incorruptibilidad. Porque los dioses, desde luego, existen: el conocimiento que tenemos de ellos es, en efecto, evidente. Pero no son como los considera la gente, pues ésta no los mantiene conforme a la noción que tienen de ellos. No es impío el que desecha los dioses de la gente, sino quien atribuye a los dioses las opiniones de la gente.
Pues no son premociones, sino vanas presunciones los juicios de la gente sobre los dioses, de donde hacen derivar de los dioses los mayores daños y beneficios. En efecto, familiarizados continuamente con sus propias virtudes, acogen a sus iguales, considerando extraño todo aquello que no les sea semejante.
Acostúmbrate a considerar que la muerte no es nada para nosotros, puesto que todo bien y todo mal están en la sensación, y la muerte es pérdida de sensación. Por ello, el recto conocimiento de que la muerte no es nada para nosotros hace amable la mortalidad de la vida, no porque le añada un tiempo indefinido, sino porque suprime el anhelo de inmortalidad.
Nada hay terrible en la vida para quien está realmente persuadido de que tampoco se encuentra nada terrible en el no vivir. De manera que es un necio el que dice que teme la muerte, no porque haga sufrir al presentarse, sino porque hace sufrir en su espera: en efecto, lo que no inquieta cuando se presenta es absurdo que nos haga sufrir en su espera. Así pues, el más estremecedor de los males, la muerte, no es nada para nosotros, ya que mientras nosotros somos, la muerte no está presente y cuando la muerte está presente, entonces nosotros no somos. No existe, pues, ni para los vivos ni para los muertos, pues para aquéllos todavía no es, y éstos ya no son. Pero la gente huye de la muerte como del mayor de los males, y la reclama otras veces como descanso de los males de su vida.
El sabio, en cambio, ni rechaza el vivir ni teme el no vivir; pues ni el vivir le parece un mal ni cree un mal el no vivir. Y así como de ninguna manera elige el alimento más abundante, sino el más agradable, así también goza del tiempo más agradable, y no del más duradero. El que exhorta al joven a vivir bien y al viejo a morir bien, es un necio, no sólo por lo grato de la vida, sino porque el arte de vivir bien y el de morir bien es el mismo. Y mucho peor el que dice que es mejor no haber nacido, pero una vez nacido, atravesar cuanto antes las puertas del Hades.
Pues si lo dice convencido, ¿por qué no abandona la vida? A su alcance está el hacerlo, si es que lo ha meditado con firmeza. Y si bromea, es un necio en asuntos que no lo admiten.
Hemos de recordar que el futuro no es nuestro pero tampoco es enteramente no nuestro, para que no esperemos absolutamente que sea, ni desesperemos absolutamente de que sea.
Y hay que calcular que, de los deseos, unos son naturales y otros vanos. Y de los naturales, unos necesarios, otros sólo naturales. Y de los necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma.
Una recta visión de estos deseos sabe, pues, referir a la salud del cuerpo y a la imperturbabilidad del alma toda elección o rechazo, pues ésta es la consumación de la vida feliz. En orden a esto lo hacemos todo; para no sufrir ni sentir temor. Apenas lo hemos conseguido, toda tempestad del alma amaina, no teniendo el ser vivo que encaminarse a nada como a algo que le falte, ni a buscar ninguna otra cosa con la que completar el bien del alma y del cuerpo. Porque del placer tenemos necesidad cuando sufrimos por su ausencia, pero cuando no sufrimos ya no tenemos necesidad del placer. Y por esto decimos que el placer es principio y consumación de la vida feliz, porque lo hemos reconocido como bien primero y congénito, a partir del cual comenzamos toda elección y rechazo y hacia el que llegamos juzgando todo bien con el sentimiento como regla. Y ya que éste es el bien primero e innato, por eso mismo no escogemos todos los placeres, sino que hay veces en que renunciamos a muchos placeres, cuando de ellos se sigue para nosotros una incomodidad mayor. Y a muchos dolores los consideramos preferibles a los placeres si, por soportar tales dolores durante mucho tiempo, nos sobreviene un placer mayor. En efecto, todo placer, por tener naturaleza innata, es bueno, pero sin duda, no todos son dignos de ser escogidos. De la misma forma, todo dolor es un mal, pero no todos deben evitarse siempre.
Conviene juzgar todas estas cosas con una justa medida a la vista de lo útil y lo inútil. Pues usamos algunas veces del bien como de un mal, y, al revés, del mal como de un bien.
También consideramos un gran bien a la autosuficiencia, no para que en toda ocasión usemos de pocas cosas, sino a fin de que, si no tenemos mucho, nos contentemos con poco, sinceramente convencidos de que disfrutan más agradablemente de la abundancia, quienes menos necesidad tienen de ella, y de que todo lo natural es muy fácil de conseguir, y lo vano muy difícil de alcanzar. Los alimentos frugales proporcionan el mismo placer que una comida abundante, cuando alejan todo el dolor de la indigencia. Pan y agua proporcionan el más elevado placer, cuando los lleva a la boca quien tiene necesidad. El acostumbrarse a las comidas sencillas y frugales es saludable, hace al hombre resuelto en las ocupaciones necesarias de la vida, nos dispone mejor cuando ocasionalmente acudimos a una comida lujosa y nos hace intrépidos ante el azar.
Así, cuando decimos que el placer es fin, no hablamos de los placeres del los corruptos y de los que se encuentran en el goce, como piensan algunos que no nos conocen y no piensan igual , o nos interpretan mal, sino de no sufrir en el cuerpo ni ser perturbados en el alma.
Pues ni fiestas ni banquetes continuos, ni el goce de muchachos y doncellas, ni de pescados y cuanto comporta una mesa lujosa engendran una vida placentera, sino un cálculo sobrio que averigüe las causas de toda elección y rechazo y que destierre las falsas creencias a partir de las cuales se apodera de las almas la mayor confusión. De todo esto, el principio y el mayor bien es la prudencia. Por ello, más preciosa incluso que la filosofía es la prudencia, de la que nacen todas las demás virtudes, enseñándonos que no es posible vivir placenteramente sin vivir prudente, honesta y justamente, ni vivir prudente, honesta y justamente, sin vivir placenteramente. Pues las virtudes son connaturales al vivir feliz, y el vivir feliz es inseparable de éstas.
Porque, ¿a quién consideras mejor que a aquél que tiene sobre los dioses creencias piadosas y en relación a la muerte carece por completo de temor, que tiene presente el fin propio de la naturaleza, que distingue que el límite de los bienes es fácil de alcanzar y que el de los males tiene o poca duración o pocas penas, que se ríe del destino tomado por algunos como señor de todas las cosas, afirmando que unas suceden por necesidad, otras por azar y otras por obra nuestra, porque ve que la necesidad es irresponsable, el azar inestable y lo que está en nuestras manos carece de dueño, y a quien, por tanto, corresponden naturalmente la censura y la alabanza.
Porque era mejor adherirse a los mitos sobre los dioses que ser esclavos del destino de los físicos. Aquéllos esbozan una esperanza de intercesión por medio del culto a los dioses, éste presenta una necesidad inexorable. Entendiendo el azar no como un dios, como lo considera la gente -porque nada carente de orden obra la divinidad- ni como una causa insegura -pues no cree que a partir del azar les sean dados a los hombres el bien y el mal en orden a la vida feliz, pero sí que de él se procuran los principios de los grandes bienes y males-, considerando que es mejor ser desdichado con sensatez que afortunado con insensatez; es, por otra parte, mejor que en nuestras acciones el buen juicio sea coronado por la fortuna.
En estos pensamientos y los análogos, a éstos ejercítate, pues, día y noche, sea para tí mismo, sea con alguno semejante a ti, y nunca -despierto ni dormido- serás turbado; vivirás como un dios entre los hombres. Pues en nada se parece a un ser mortal el hombre que vive entre bienes inmortales.

P.D: La Carta la he sacado del interné, espero que esté bien: mirada por encima, así lo parece.
 
Un breve contexto histórico y cultural, hijos de Séneca:

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El pensamiento helenístico surge, aproximadamente, con la muerte de Alejandro Magno, hecho significativo que singularizará las características de este período. Así, la inestabilidad social y económica que la muerte del emperador conlleva, trasladan un desinterés intelectual hacia temas metafísicos tratados por filósofos anteriores, por ejemplo, Platón o Aristóteles.
La filosofía pasa a ser, pues, un reducto de control emocional para reconducir la vida entre un ambiente tan caótico. Separación entre filosofía y ciencia y hegemonia de la ética de entre todas las doctrinas filosóficas. Estoicos, escépticos y epicúreos (y los cínicos, el máximo exponente de los cuales es el gran Diógenes, ya tratado en otro magnífico hilo) monopolizan el ámbito filosófico, trasladándose hacia Egipto y Alejandría los epicentros de ebullición científica.

La doctrina de Epicuro y su Escuela del Jardín se divide, esencialmente, en tres bloques:

1) Canónica: Teoría del criterio de verdad en el conocimiento para determinar cuando una opinión resulta verdadera o falsa. Epicuro señala tres criterios: la sensación, la razón y los sentimientos de placer o dolor.

2) Física: La física tiene como sino alejar al humano de los temores del alma sobre lo sobrenatural. Negando la providencia divina, Epicuro se basa en el atomismo de Demócrito de Abdera (otro filósofo -presocrático- interesante de comentar), estableciendo que la realidad se compone de átomos y vacío. A la vieja teoría de Demócrito, añade la posibilidad de la desviación ocasional de los mismos, que genera en la naturaleza el azar y la autonomía de la voluntad humana. Por esto, Epicuro se separa del estoicismo negando el fatalismo del cosmos.
El alma humana es una conglomeración de átomos que, para mantenirse unidos, precisan el soporte del cuerpo. Con la destrucción del cuerpo, los átomos se separan y el individuo muere. Separados los átomos, nos es imposible sentir nada, por lo que resulta estúpido temer el momento de la muerte.

3) Ética: Parte fundamental de la filosofía de Epicuro. El placer (hedoné) y la felicidad es el tema cenrtal de la filosofía de éste. La felicidad se compone de aponía (falta de dolor corporal) y de ataraxia (falta de dolor espiritual). Para vivir feliz, pues, es necesario buscar el placer (bien) y evitar el dolor (mal). Ya la propia naturaleza ha clasificado las necesidades vitales con el placer y lo perjudicial con el dolor; por lo tanto, el hombre debe seguir los principios naturales.
Dentro de las necesidades, es menester diferenciar entre las naturales (fáciles de satisfacer, tales como comida) y las no-naturales (dinero). El hombre con sapiencie debe rechazar todo placer innecesario, quedándose solamente con lo indispensable para subsistir.
La búsqueda del placer, pero, puede ir seguida de dolor. Es por esto que debemos calcular nuestras acciones para preveer los placeres y dolores que éstas pueden causarons y si, sopesándolos, es recomendable emprenderlas. Epicuro considera que es necesario renunciar al exceso, y que los placeres a buscar, lejos del materialismo, son los del espíritu. Las mejores vias para hallar la felicidad son una vida sencilla y una buena amistad. La pasión amorosa (éros) no es recomendable, ya que acaba siendo siempre una fuente de preocupaciones y dolores. La buena amistad (philia), en cambio, nos proporciona seguridad al saber que, pase lo que pase, tendremos ayuda y comprensión.


Cuatro referencias básicas que he citado de mi mala memoria.
 
Excelente hilo.

Personalmente siempre he dudado entre el Pórtico y el Jardín.

Me quedo con lo mejor de cada casa.
 
Unas de sus Máximas capitales.

1. El ser dichoso e incorruptible ni tiene él preocupaciones ni se las proporciona a otro, de suerte que no se ocupa de enojos ni agradecimientos. Pues todo ello se da en el débil.

ESCOLIO: En otros escritos dice que los dioses son visibles a la razón, apareciendo unos según su número, y otros en figura humana, por semejanza a partir del continuo flujo de imágenes semejantes convertidas en la misma.

2. La muerte no es nada para nosotros. Porque lo aniquilado es insensible y lo insensible no es nada para nosotros.

3. El límite de la grandeza de los placeres es la eliminación de todo sufrimiento. Donde haya placer, durante el tiempo que sea, no hay pesar ni sufrimiento ni la mezcla de ambos.

4. No se detiene el sufrimiento ininterrumpidamente en la carne, sino que el más agudo permanece el más breve tiempo, y el que sólo aleja el placer de la carne no perdura muchos días. Las enfermedades muy prolongadas ofrecen en la carne aún más placer que dolor.

5. No es posible vivir placenteramente sin vivir prudente, honesta y justamente, ni vivir prudente, honesta y justamente sin vivir placenteramente. A quien no alcanza esto, no le es posible vivir placenteramente

6. A fin de tener seguridad en relación a los hombres, sería un bien según naturaleza la existencia del poder y la realeza, a partir de los cuales sería tal vez posible obtenerla.

7. Algunos quisieron llegar a ser famosos y admirados, considerando que así conseguirían la seguridad en relación a los hombres. De suerte que, si la vida de aquellos es segura, han conseguido el bien de la naturaleza. Pero si no es segura, no tienen aquello por lo que se esforzaron desde el principio según lo propio de la naturaleza.

8. Ningún placer es por sí mismo malo. Pero lo producido por ciertos placeres comporta muchas más perturbaciones que placeres.

9. Si se condensase cada placer y lo hiciera tanto en el tiempo como en relación a la totalidad o a las partes más importantes de nuestra naturaleza, entonces los placeres no diferirían unos de otros.

10. Si aquello que produce los placeres de los corruptos les desligara de los miedos de su pensamiento respecto a los fenómenos celestes, la muerte y el dolor, e incluso les enseñara el límite de los deseos, nada tendríamos entonces que censurar a aquellos, colmados por todas partes de placeres y carentes absolutamente de sufrimiento y pesar, aquello que es precisamente el mal.

11. Si nada nos inquietaran las aprensiones ante los fenómenos celestes y ante la muerte -no fuera ella acaso algo para nosotros-, y también el no conocer los límites de los dolores y los deseos, no necesitaríamos de la investigación de la naturaleza.

12. No era posible disipar el temor acerca de las cosas supremas sin examinar cuál es la naturaleza del universo y sin abrigar alguna sospecha de las creencias sobre los mitos. De manera que sin la investigación de la naturaleza no era posible conseguir placeres puros.

13. Ninguno sería el provecho de procurarse la seguridad entre los hombres, permaneciendo los recelos por las cosas de arriba, por las de debajo de la tierra y, en una palabra, por las del infinito.

14. Obtenida hasta cierto punto la seguridad frente a los hombres por un poder fuerte y una buena posición, surge la seguridad más radiante, derivada de la tranquilidad y del abandono de la multitud.

15. La riqueza conforme a la naturaleza está limitada y es muy fácil de conseguir. Lo que es conforme a las vanas opiniones cae al infinito.

16. Breves ataques lanza contra el sabio la fortuna, pues los mayores y más importantes bienes se los ha suministrado su razón y durante todo el tiempo de su vida se los suministra y se los suministrará.

17. El justo es totalmente imperturbable; el injusto está lleno de la mayor perturbación.

18. No crece en la carne el placer una vez alejado el dolor causado por la necesidad, sino que sólo se colorea. El límite del placer dispuesto por la mente lo engendra la investigación sobre estas mismas cosas y sus afines, que han causado al pensamiento los mayores temores.

19. El tiempo infinito y el limitado dan lugar a un placer igual, si uno mide los límites de éste con la razón.

20. La carne tiene los límites del placer por infinitos y un tiempo infinito lo proporciona. Pero la mente, que ha efectuado el cálculo de la finalidad y el límite de la carne y que ha disipado los temores acerca de la eternidad, proporciona la vida perfecta y no tenemos ya ninguna necesidad del tiempo infinito. Y no rechaza el placer ni, cuando las circunstancias disponen nuestra salida de la vida, acaba como si pasara por alto algo de la vida mejor.

21. Quien conoce exactamente los límites de la vida sabe qué fácil de conseguir es aquello que expulsa el dolor causado por la necesidad y hace perfecta la vida entera. De manera que para nada necesita de cosas que acarrean pleitos.

22. Es preciso considerar el fin propuesto y toda la evidencia hacia la que elevamos nuestras opiniones. Si no, todo estaría lleno de desorden y turbación.

23. Si te opones a todas las sensaciones, no tendrás ni siquiera un principio al que referir aquellas que dices ser falsas.

24. Si rechazas completamente cualquier sensación y no distingues lo figurado en relación a lo que nos espera y lo ya presente en la sensación, los sentimientos y toda percepción representativa de la mente, confundirás también las restantes sensaciones con la vana opinión, de manera que rechazarás todo criterio de juicio. Pero si tienes por seguro todo lo esperado en tus pensamientos opinables y lo que no tiene confirmación, no evitarás el engaño. Así que en todo juicio de lo verdadero o no verdadero estarás conservando una total ambigüedad.

25. Si en toda ocasión no refieres cada uno de tus hechos al fin de la naturaleza, sino que te desvías adoptando sea el rechazo sea la elección hacia cualquier otro, tus acciones no serán conformes con tus palabras.

26. Todos aquellos de los deseos que no conducen al dolor si no son saciados, no son necesarios; pero son un apetito fácil de disolver cuando parecen ser difíciles de obtener o causantes de daño.

27. De cuantos bienes nos proporciona la sabiduría para la felicidad de toda la vida, el mayor con mucho es la adquisición de la amistad.

28. El mismo conocimiento nos hace confiar en que nada terrible es eterno ni duradero y nos hace ver en extremo completa la seguridad de la amistad dentro de los mismos límites.

29. De los deseos unos son naturales y necesarios. Otros, naturales y no necesarios. Otros, ni naturales ni necesarios, sino nacidos de la vana opinión.

ESCOLIO: Epicuro considera naturales y necesarios a los que eliminan el dolor, como la bebida para la sed. Naturales y no necesarios a los que sólo colorean el placer, pero no alejan el sufrimiento, como los alimentos refinados. Ni naturales ni necesarios, como las coronas o las ofrendas de estatuas.

30. En aquellos de los deseos naturales que no ocasionan dolor si no se sacian se da un intenso afán, nacen de una vana opinión y no se disuelven, no por su propia naturaleza, sino por la vanidad del hombre.

31. Lo justo según la naturaleza es una convención sobre lo que lleva a no hacerse daño unos a otros y a no ser dañado.

32. En relación a todos aquellos animales que no pudieron hacer pactos de no dañarse unos a otros ni ser dañados, nada fue justo ni injusto. Y de la misma manera también, de todos aquellos pueblos que no pudieron o no quisieron hacer los pactos de no dañar ni ser dañados.

33. No es nada en sí misma la justicia, sino cierto pacto de no dañar ni ser dañado en las relaciones de unos con otros en distintas ocasiones y en un cierto tiempo.

34. La injusticia no es en si misma un mal a no ser en el temor por la sospecha de que no pasará desapercibida a los que están puestos para castigar tales acciones.

35. No le es posible a quien obra a escondidas contra alguno de los pactos establecidos entre unos y otros de no dañar ni ser dañado confiar en que pasará desapercibido, aunque diez mil veces haya pasado desapercibido hasta el presente. Es incierto si pasará desapercibido hasta el fin.

36. Según el derecho común, lo justo es lo mismo para todos, pues es algo útil en la relación de unos con otros. Pero según el particular de un país y de cada una de las ocasiones, no para todos resulta ser justo lo mismo.

37. De las leyes que son consideradas justas, aquella que es útil en las exigencias de la relación de unos con otros tiene el carácter de lo justo, tanto si es la misma para todos como si no. Si alguno establece una ley, pero no resulta de utilidad para la relación de unos y otros, ya no tiene ésta la naturaleza de lo justo, y si cambia lo útil en relación a lo justo, pero durante algún tiempo se ajusta a nuestra prenoción, en nada es menos justo durante aquel tiempo para quienes no se dejan confundir con vanas palabras, sino que miran simplemente a la realidad.

38. Cuando, sin resultar nuevas las circunstancias, es evidente que las leyes consideradas justas no se adaptan en los mismos hechos a nuestra prenoción, éstas no son justas. Cuando, resultando nuevas las circunstancias, ya no convienen las leyes consideradas justas, eran justas entonces, cuando convenían a la relación mutua de los conciudadanos; después, cuando no convienen, ya no son justas.

39. El que se ha formado de la mejor manera para no poner su confianza en las cosas de fuera, éste hace que todas las cosas posibles le sean familiares y que las no posibles no le sean al menos extrañas. Y con cuantas cosas no le es posible ni siquiera esto, permanece al margen y se limita a aquello que le es útil hacer.

40. Aquellos que han tenido la capacidad de procurarse la mayor seguridad de sus vecinos, viven así entre ellos con la mayor felicidad, pues tienen la confianza más segura, y aun teniendo la más plena familiaridad no lloran como digno de compasión el fin prematuro del que muere.


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Epicuro visto por Rafael en el monumental fresco La escuela de Atenas
 
Más madera.

Como ya dije en el hilo sobre literatura griega y latina, otra obra importantísima de difusión de la doctrina de Epicura es De rerum natura, del poeta romano Lucrecio (siglo I aC). Una obra didáctica de la doctrina epicúrea en seis libros escrita en hexámetros: el primer libro trata de los átomos y del vacío, de que nada nace de la nada y de que todos los seres están formados de átomos. El libro segundo trata del movimiento de los átomos. El tercer libro habla acerca del alma. El cuarto sobre la teoría de la sensación. El quinto sobre el mundo. Y el sexto sobre diversos fenómenos atmosféricos y las enfermedades, terminando con un sombrío panorama sobre los estragos de la peste en Atenas.

Aquí les dejo un fragmento del Liber I, así que ya saben: a desempolvar el viejo diccionario, que bien vale la pena.

Aeneadum genetrix, hominum divomque voluptas,
alma Venus, caeli subter labentia signa
quae mare navigerum, quae terras frugiferentis
concelebras, per te quoniam genus omne animantum
concipitur visitque exortum lumina solis:
te, dea, te fugiunt venti, te nubila caeli
adventumque tuum, tibi suavis daedala tellus
summittit flores, tibi rident aequora ponti
placatumque nitet diffuso lumine caelum.
nam simul ac species patefactast verna diei
et reserata viget genitabilis aura favoni,
aëriae primum volucris te, diva, tuumque
significant initum perculsae corda tua vi.
inde ferae pecudes persultant pabula laeta
et rapidos tranant amnis: ita capta lepore
te sequitur cupide quo quamque inducere pergis.
denique per maria ac montis fluviosque rapacis
frondiferasque domos avium camposque virentis
omnibus incutiens blandum per pectora amorem
efficis ut cupide generatim saecla propagent.
quae quoniam rerum naturam sola gubernas
nec sine te quicquam dias in luminis oras
exoritur neque fit laetum neque amabile quicquam,
te sociam studeo scribendis versibus esse,
quos ego de rerum natura pangere conor
Memmiadae nostro, quem tu, dea, tempore in omni
omnibus ornatum voluisti excellere rebus.
quo magis aeternum da dictis, diva, leporem.
effice ut interea fera moenera militiai
per maria ac terras omnis sopita quiescant;
nam tu sola potes tranquilla pace iuvare
mortalis, quoniam belli fera moenera Mavors
armipotens regit, in gremium qui saepe tuum se
reiicit aeterno devictus vulnere amoris,
atque ita suspiciens tereti cervice reposta
pascit amore avidos inhians in te, dea, visus
eque tuo pendet resupini spiritus ore.
hunc tu, diva, tuo recubantem corpore sancto
circum fusa super, suavis ex ore loquellas
funde petens placidam Romanis, incluta, pacem;
nam neque nos agere hoc patriai tempore iniquo
possumus aequo animo nec Memmi clara propago
talibus in rebus communi desse saluti.
omnis enim per se divum natura necessest
immortali aevo summa cum pace fruatur
semota ab nostris rebus seiunctaque longe;
nam privata dolore omni, privata periclis,
ipsa suis pollens opibus, nihil indiga nostri,
nec bene promeritis capitur nec tangitur ira.
Humana ante oculos foede cum vita iaceret
in terris oppressa gravi sub religione,
quae caput a caeli regionibus ostendebat
horribili super aspectu mortalibus instans,
primum Graius homo mortalis tollere contra
est oculos ausus primusque obsistere contra;
quem neque fama deum nec fulmina nec minitanti
murmure compressit caelum, sed eo magis acrem
inritat animi virtutem, effringere ut arta
naturae primus portarum claustra cupiret.
ergo vivida vis animi pervicit et extra
processit longe flammantia moenia mundi
atque omne immensum peragravit mente animoque,
unde refert nobis victor quid possit oriri,
quid nequeat, finita potestas denique cuique
qua nam sit ratione atque alte terminus haerens.
quare religio pedibus subiecta vicissim
opteritur, nos exaequat victoria caelo.
Illud in his rebus vereor, ne forte rearis
impia te rationis inire elementa viamque
indugredi sceleris. quod contra saepius illa
religio peperit scelerosa atque impia facta.
Aulide quo pacto Triviai virginis aram
Iphianassai turparunt sanguine foede
ductores Danaum delecti, prima virorum.
cui simul infula virgineos circum data comptus
ex utraque pari malarum parte profusast,
et maestum simul ante aras adstare parentem
sensit et hunc propter ferrum celare ministros
aspectuque suo lacrimas effundere civis,
muta metu terram genibus summissa petebat.
nec miserae prodesse in tali tempore quibat,
quod patrio princeps donarat nomine regem;
nam sublata virum manibus tremibundaque ad aras
deductast, non ut sollemni more sacrorum
perfecto posset claro comitari Hymenaeo,
sed casta inceste nubendi tempore in ipso
hostia concideret mactatu maesta parentis,
exitus ut classi felix faustusque daretur.
tantum religio potuit suadere malorum.
Tutemet a nobis iam quovis tempore vatum
terriloquis victus dictis desciscere quaeres.
quippe etenim quam multa tibi iam fingere possunt
somnia, quae vitae rationes vertere possint
fortunasque tuas omnis turbare timore!
et merito; nam si certam finem esse viderent
aerumnarum homines, aliqua ratione valerent
religionibus atque minis obsistere vatum.
nunc ratio nulla est restandi, nulla facultas,
aeternas quoniam poenas in morte timendum.
ignoratur enim quae sit natura animai,
nata sit an contra nascentibus insinuetur
et simul intereat nobiscum morte dirempta
an tenebras Orci visat vastasque lacunas
an pecudes alias divinitus insinuet se,
Ennius ut noster cecinit, qui primus amoeno
detulit ex Helicone perenni fronde coronam,
per gentis Italas hominum quae clara clueret;
etsi praeterea tamen esse Acherusia templa
Ennius aeternis exponit versibus edens,
quo neque permaneant animae neque corpora nostra,
sed quaedam simulacra modis pallentia miris;
unde sibi exortam semper florentis Homeri
commemorat speciem lacrimas effundere salsas
coepisse et rerum naturam expandere dictis.
qua propter bene cum superis de rebus habenda
nobis est ratio, solis lunaeque meatus
qua fiant ratione, et qua vi quaeque gerantur
in terris, tunc cum primis ratione sagaci
unde anima atque animi constet natura videndum,
et quae res nobis vigilantibus obvia mentes
terrificet morbo adfectis somnoque sepultis,
cernere uti videamur eos audireque coram,
morte obita quorum tellus amplectitur ossa.
Quod super est, vacuas auris animumque sagacem
semotum a curis adhibe veram ad rationem,
ne mea dona tibi studio disposta fideli,
intellecta prius quam sint, contempta relinquas.
nam tibi de summa caeli ratione deumque
disserere incipiam et rerum primordia pandam,
unde omnis natura creet res, auctet alatque,
quove eadem rursum natura perempta resolvat,
quae nos materiem et genitalia corpora rebus
reddunda in ratione vocare et semina rerum
appellare suemus et haec eadem usurpare
corpora prima, quod ex illis sunt omnia primis.
Nec me animi fallit Graiorum obscura reperta
difficile inlustrare Latinis versibus esse,
multa novis verbis praesertim cum sit agendum
propter egestatem linguae et rerum novitatem;
sed tua me virtus tamen et sperata voluptas
suavis amicitiae quemvis efferre laborem
suadet et inducit noctes vigilare serenas
quaerentem dictis quibus et quo carmine demum
clara tuae possim praepandere lumina menti,
res quibus occultas penitus convisere possis.
hunc igitur terrorem animi tenebrasque necessest
non radii solis neque lucida tela diei
discutiant, sed naturae species ratioque.
Principium cuius hinc nobis exordia sumet,
nullam rem e nihilo gigni divinitus umquam.
quippe ita formido mortalis continet omnis,
quod multa in terris fieri caeloque tuentur,
quorum operum causas nulla ratione videre
possunt ac fieri divino numine rentur.
quas ob res ubi viderimus nil posse creari
de nihilo, tum quod sequimur iam rectius inde
perspiciemus, et unde queat res quaeque creari
et quo quaeque modo fiant opera sine divom.
Nam si de nihilo fierent, ex omnibus rebus
omne genus nasci posset, nil semine egeret.
e mare primum homines, e terra posset oriri
squamigerum genus et volucres erumpere caelo;
armenta atque aliae pecudes, genus omne ferarum,
incerto partu culta ac deserta tenerent.
nec fructus idem arboribus constare solerent,
sed mutarentur, ferre omnes omnia possent.
quippe ubi non essent genitalia corpora cuique,
qui posset mater rebus consistere certa?
at nunc seminibus quia certis quaeque creantur,
inde enascitur atque oras in luminis exit,
materies ubi inest cuiusque et corpora prima;
atque hac re nequeunt ex omnibus omnia gigni,
quod certis in rebus inest secreta facultas.
Praeterea cur vere rosam, frumenta calore,
vites autumno fundi suadente videmus,
si non, certa suo quia tempore semina rerum
cum confluxerunt, patefit quod cumque creatur,
dum tempestates adsunt et vivida tellus
tuto res teneras effert in luminis oras?
quod si de nihilo fierent, subito exorerentur
incerto spatio atque alienis partibus anni,
quippe ubi nulla forent primordia, quae genitali
concilio possent arceri tempore iniquo.
Nec porro augendis rebus spatio foret usus
seminis ad coitum, si e nilo crescere possent;
nam fierent iuvenes subito ex infantibus parvis
e terraque exorta repente arbusta salirent.
quorum nil fieri manifestum est, omnia quando
paulatim crescunt, ut par est semine certo,
crescentesque genus servant; ut noscere possis
quicque sua de materia grandescere alique.
Huc accedit uti sine certis imbribus anni
laetificos nequeat fetus submittere tellus
nec porro secreta cibo natura animantum
propagare genus possit vitamque tueri;
ut potius multis communia corpora rebus
multa putes esse, ut verbis elementa videmus,
quam sine principiis ullam rem existere posse.
Denique cur homines tantos natura parare
non potuit, pedibus qui pontum per vada possent
transire et magnos manibus divellere montis
multaque vivendo vitalia vincere saecla,
si non, materies quia rebus reddita certast
gignundis, e qua constat quid possit oriri?
nil igitur fieri de nilo posse fatendumst,
semine quando opus est rebus, quo quaeque creatae
aëris in teneras possint proferrier auras.
Postremo quoniam incultis praestare videmus
culta loca et manibus melioris reddere fetus,
esse videlicet in terris primordia rerum
quae nos fecundas vertentes vomere glebas
terraique solum subigentes cimus ad ortus;
quod si nulla forent, nostro sine quaeque labore
sponte sua multo fieri meliora videres.
Huc accedit uti quicque in sua corpora rursum
dissoluat natura neque ad nihilum interemat res.
nam siquid mortale e cunctis partibus esset,
ex oculis res quaeque repente erepta periret;
nulla vi foret usus enim, quae partibus eius
discidium parere et nexus exsolvere posset.
quod nunc, aeterno quia constant semine quaeque,
donec vis obiit, quae res diverberet ictu
aut intus penetret per inania dissoluatque,
nullius exitium patitur natura videri.
Praeterea quae cumque vetustate amovet aetas,
si penitus peremit consumens materiem omnem,
unde animale genus generatim in lumina vitae
redducit Venus, aut redductum daedala tellus
unde alit atque auget generatim pabula praebens?
unde mare ingenuei fontes externaque longe
flumina suppeditant? unde aether sidera pascit?
omnia enim debet, mortali corpore quae sunt,
infinita aetas consumpse ante acta diesque.
quod si in eo spatio atque ante acta aetate fuere
e quibus haec rerum consistit summa refecta,
inmortali sunt natura praedita certe.
haud igitur possunt ad nilum quaeque reverti.
Denique res omnis eadem vis causaque volgo
conficeret, nisi materies aeterna teneret,
inter se nexus minus aut magis indupedita;
tactus enim leti satis esset causa profecto,
quippe ubi nulla forent aeterno corpore, quorum
contextum vis deberet dissolvere quaeque.
at nunc, inter se quia nexus principiorum
dissimiles constant aeternaque materies est,
incolumi remanent res corpore, dum satis acris
vis obeat pro textura cuiusque reperta.
haud igitur redit ad nihilum res ulla, sed omnes
discidio redeunt in corpora materiai.
postremo pereunt imbres, ubi eos pater aether
in gremium matris terrai praecipitavit;
at nitidae surgunt fruges ramique virescunt
arboribus, crescunt ipsae fetuque gravantur.
hinc alitur porro nostrum genus atque ferarum,
hinc laetas urbes pueris florere videmus
frondiferasque novis avibus canere undique silvas,
hinc fessae pecudes pinguis per pabula laeta
corpora deponunt et candens lacteus umor
uberibus manat distentis, hinc nova proles
artubus infirmis teneras lasciva per herbas
ludit lacte mero mentes perculsa novellas.

[...]

Esta joya entera la econtrarán en https://www.intratext.com/IXT/LAT0019/_P1.HTM
 
Maldito Ramon Llul, cuanta cultura rezuma :121

Aprovecho para quedarme con esta parte, que dentro de poco tengo examén de filosofia en el insti, y Epicuro es materia del proximo examen :oops:

Ya no me tengo que hacer los apuntes :lol:

Ramon Llull rebuznó:
Un breve contexto histórico y cultural, hijos de Séneca:

EPICURO.gif


El pensamiento helenístico surge, aproximadamente, con la muerte de Alejandro Magno, hecho significativo que singularizará las características de este período. Así, la inestabilidad social y económica que la muerte del emperador conlleva, trasladan un desinterés intelectual hacia temas metafísicos tratados por filósofos anteriores, por ejemplo, Platón o Aristóteles.
La filosofía pasa a ser, pues, un reducto de control emocional para reconducir la vida entre un ambiente tan caótico. Separación entre filosofía y ciencia y hegemonia de la ética de entre todas las doctrinas filosóficas. Estoicos, escépticos y epicúreos (y los cínicos, el máximo exponente de los cuales es el gran Diógenes, ya tratado en otro magnífico hilo) monopolizan el ámbito filosófico, trasladándose hacia Egipto y Alejandría los epicentros de ebullición científica.

La doctrina de Epicuro y su Escuela del Jardín se divide, esencialmente, en tres bloques:

1) Canónica: Teoría del criterio de verdad en el conocimiento para determinar cuando una opinión resulta verdadera o falsa. Epicuro señala tres criterios: la sensación, la razón y los sentimientos de placer o dolor.

2) Física: La física tiene como sino alejar al humano de los temores del alma sobre lo sobrenatural. Negando la providencia divina, Epicuro se basa en el atomismo de Demócrito de Abdera (otro filósofo -presocrático- interesante de comentar), estableciendo que la realidad se compone de átomos y vacío. A la vieja teoría de Demócrito, añade la posibilidad de la desviación ocasional de los mismos, que genera en la naturaleza el azar y la autonomía de la voluntad humana. Por esto, Epicuro se separa del estoicismo negando el fatalismo del cosmos.
El alma humana es una conglomeración de átomos que, para mantenirse unidos, precisan el soporte del cuerpo. Con la destrucción del cuerpo, los átomos se separan y el individuo muere. Separados los átomos, nos es imposible sentir nada, por lo que resulta estúpido temer el momento de la muerte.

3) Ética: Parte fundamental de la filosofía de Epicuro. El placer (hedoné) y la felicidad es el tema cenrtal de la filosofía de éste. La felicidad se compone de aponía (falta de dolor corporal) y de ataraxia (falta de dolor espiritual). Para vivir feliz, pues, es necesario buscar el placer (bien) y evitar el dolor (mal). Ya la propia naturaleza ha clasificado las necesidades vitales con el placer y lo perjudicial con el dolor; por lo tanto, el hombre debe seguir los principios naturales.
Dentro de las necesidades, es menester diferenciar entre las naturales (fáciles de satisfacer, tales como comida) y las no-naturales (dinero). El hombre con sapiencie debe rechazar todo placer innecesario, quedándose solamente con lo indispensable para subsistir.
La búsqueda del placer, pero, puede ir seguida de dolor. Es por esto que debemos calcular nuestras acciones para preveer los placeres y dolores que éstas pueden causarons y si, sopesándolos, es recomendable emprenderlas. Epicuro considera que es necesario renunciar al exceso, y que los placeres a buscar, lejos del materialismo, son los del espíritu. Las mejores vias para hallar la felicidad son una vida sencilla y una buena amistad. La pasión amorosa (éros) no es recomendable, ya que acaba siendo siempre una fuente de preocupaciones y dolores. La buena amistad (philia), en cambio, nos proporciona seguridad al saber que, pase lo que pase, tendremos ayuda y comprensión.


Cuatro referencias básicas que he citado de mi mala memoria.
 
Creo que este hilo es adecuado para citar ciertos fragmentos de la tesis doctoral de Karl Marx, Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro (1841), que antes de centrarse en el materialismo histórico y materialismo dialéctico realizó interesantes y profundos estudios comparados sobre Epicuro.


LA DESVIACIÓN DE LOS ÁTOMOS DE LA LÍNEA RECTA

Epicuro admite un triple movimiento de los átomos en el vacío. El primero es la caída en línea recta; el segundo se produce porque el átomo se desvía de la línea recta, y el tercero se debe al rechazo de numerosos átomos. Al admitir el primero y tercer movimiento Epicuro está de acuerdo con Demócrito; los diferencia la desviación del átomo de su línea recta.
Se ha hablado mucho en broma sobre ese movimiento de desviación. En particular Cicerón es inagotable cuando trata el tema. Así dice, entre otras cosas: "Epicuro sostiene que los átomos son empujados por su peso hacia abajo, en línea recta; que ese movimiento es el natural de los cuerpos. Mas él reflexiona en seguida que si todos los átomos fueran impulsados de arriba hacia abajo jamás uno de ellos podría chocar con otro. Nuestro hombre acudió entonces al recurso de una mentira. Expresó que el átomo se desviaba apenas un poco, lo que, por otra parte, es absolutamente imposible. De este modo se originan las aproximaciones, las mezclas y uniones de los átomos entre sí, y de ahí también el mundo y todas las partes del mundo y lo que existe en él. Aparte de que esta invención es pueril, Epicuro no llega a lo que quiere". Hallamos otra fórmula en Cicerón, en el libro primero del tratado Sobre la naturaleza de los dioses: "Después de comprender que si los átomos eran conducidos hacia abajo por su propio peso, nada estaría en nuestro poder, ya que su movimiento es determinado y necesario, Epicuro descubrió el medio de evitar la necesidad, que había escapado a Demócrito. Él dice que el átomo, aunque empujado de arriba a abajo por su peso y gravedad, se desvía lentamente. Aceptar eso es más humillante que no poder defender lo que pretende".
Pierre Bayle juzga del mismo modo: "Antes de él [Epicuro] no se habían admitido en los átomos sino en los movimientos provocados por el peso y el choque... Epicuro creía que aún en medio del vacío los átomos se desviaban un tanto de la línea recta y así se originaba la libertad, según él… Observemos al pasar que ese no fue el único motivo que lo llevó a inventar tal movimiento de desviación; lo utilizó también para explicar el choque de los átomos, porque él vio bien que al suponer que éstos se movían todos con igual velocidad mediante líneas rectas que descendían de arriba a abajo, no lograría hacer comprender jamás que los átomos pudiesen mezclarse, y por ende la generación del mundo hubiera sido imposible. Fue necesario, entonces, que él aceptara que los átomos se desviaban de la línea recta”.
Por el momento no he de discutir la exactitud de estas reflexiones. Alguien podrá notar, al pasar, que Schaubach, el comentarista más reciente de Epicuro, ha entendido mal a Cicerón cuando dice: “los átomos serían todos empujados por su peso hacia abajo, y paralelamente también por razones físicas; mas debido a un impulso recíproco recibirían otra dirección, según Cicerón (De Natura deorum, I, 25), un movimiento oblicuo, merced a causas fortuitas, y ello para toda la eternidad. En primer lugar, en el pasaje citado, Cicerón no hace del choque el fundamento de la desviación oblicua sino al contrario, convierte a la desviación oblicua en el motivo del choque. En segundo término, él no habla de causas fortuitas; antes bien, censura que no se indique ninguna causa, pues sería contradictorio en sí y por sí aceptar, a la vez, el choque y no obstante las causas fortuitas como base de la dirección oblicua. A lo sumo, podría hablarse de causas fortuitas del choque mas no de la dirección oblicua.
En las reflexiones de Cicerón y Bayle hay, por lo demás, una singularidad demasiado evidente que, no obstante, debemos señalar. Ambos atribuyen, en efecto, a Epicuro motivos que se eliminan recíprocamente. Por un lado Epicuro admitiría la desviación de los átomos para explicar el choque; por otro, el choque para dar cuenta de la libertad. Mas si los átomos no chocan sin la desviación, ésta es superflua como causa de la libertad, porque lo contrario de la libertad comienza, como lo vemos en Lucrecio, con el choque determinista y violento de los átomos. Pero si los átomos chocan sin la desviación ésta es superflua como causa del choque. Yo digo que esta contradicción se produce si las causas de la desviación del átomo de la línea recta se consideran de modo tan simple e ilógico como en Cicerón y Bayle. En resumen, hallaremos en Lucrecio, el único de todos los antiguos que comprendió la física de Epicuro, una exposición más profunda.
Volvamos ahora al examen de la desviación misma.
Así como el punto es suprimido en la línea, todo cuerpo que cae queda suprimido en la línea recta que él describe. Su cualidad específica no importa mucho aquí. En su caída una manzana describe también una vertical, de igual modo que lo hace un trozo de hierro. Todo cuerpo, mientras se lo considera en el movimiento de la caída, no es pues, otra cosa que un punto que se mueve, un punto privado de su autonomía, que en un determinado ser –la línea recta que dibuja– pierde su individualidad. Por eso Aristóteles observa con juta razón contra los pitagóricos: “Vosotros decís que el movimiento de la línea es la superficie, y el del punto, la línea; así, entonces, los movimientos de las mónadas serán igualmente líneas”. La consecuencia, tanto para las mónadas como para los átomos, sería, pues, que aunque ellos se mantienen en continuo movimiento, no existen ni la mónada ni el átomo sino que más bien desaparecen en la línea recta; porque la solidez del átomo tampoco existe aun en cuanto sólo es concebido como cayendo en línea recta. Ante todo si el vacío es representado como vacío espacial, el átomo resulta la negación inmediata del espacio abstracto, es decir, un punto espacial. La solidez, la intensidad, que se afirma respecto de la exterioridad del espacio en sí, sólo puede sobreagregarse mediante un principio que niega el espacio en su esfera total, como acaece con el tiempo en la naturaleza real. Además, si no se quisiera conceder esto, el átomo en tanto que su movimiento es una línea recta, resulta simplemente determinado por el espacio; posee un ser relativo que le es prescrito y una existencia puramente material. Pero hemos visto que un momento del concepto del átomo es la forma pura, la negación de toda relatividad, de todo vínculo con otro ser. Hemos observado al mismo tiempo que Epicuro objetiva ambos momentos que se contradicen en efecto, pero que yacen en el concepto de átomo.
Sin embargo, ¿cómo puede Epicuro realizar la pura determinación de la forma del átomo, el concepto de pura individualidad, que niega todo ser determinado por otra cosa?
Puesto que él se mueve en el dominio del ser inmediato, todas las determinaciones son inmediatas. También las determinaciones contrarias se oponen como realidades inmediatas.
Pero la existencia relativa que se contrapone al átomo, el ser que él debe negar, es la línea recta. la negación inmediata de este movimiento es otro movimiento, que representa también especialmente la desviación de la línea recta.
Los átomos son cuerpos puros autónomos, o más bien, el cuerpo pensado en su autonomía absoluta, como los cuerpos celestes. Ellos se mueven, en efecto, como éstos, aunque no en línea recta sino oblicua. El movimiento de la caída es el movimiento de la dependencia.
Si entonces Epicuro representa en el movimiento del átomo, según la línea recta, su materialidad misma, él ha logrado mediante la desviación de la línea recta, la determinación formal, y estas determinaciones opuestas están representadas como movimientos directamente contradictorios.
Por eso afirma con razón Lucrecio que la desviación quiebra la fati foedra (los pactos del destino), y como él aplica en seguida esto a la conciencia, se puede decir del átomo que la desviación es ese algo en su interior que puede luchar y resistir.

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Ramon Llull rebuznó:
Creo que este hilo es adecuado para citar ciertos fragmentos de la tesis doctoral de Karl Marx, Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro (1841), que antes de centrarse en el materialismo histórico y materialismo dialéctico realizó interesantes y profundos estudios comparados sobre Epicuro.


LA DESVIACIÓN DE LOS ÁTOMOS DE LA LÍNEA RECTA

Epicuro admite un triple movimiento de los átomos en el vacío. El primero es la caída en línea recta; el segundo se produce porque el átomo se desvía de la línea recta, y el tercero se debe al rechazo de numerosos átomos. Al admitir el primero y tercer movimiento Epicuro está de acuerdo con Demócrito; los diferencia la desviación del átomo de su línea recta.
Se ha hablado mucho en broma sobre ese movimiento de desviación. En particular Cicerón es inagotable cuando trata el tema. Así dice, entre otras cosas: "Epicuro sostiene que los átomos son empujados por su peso hacia abajo, en línea recta; que ese movimiento es el natural de los cuerpos. Mas él reflexiona en seguida que si todos los átomos fueran impulsados de arriba hacia abajo jamás uno de ellos podría chocar con otro. Nuestro hombre acudió entonces al recurso de una mentira. Expresó que el átomo se desviaba apenas un poco, lo que, por otra parte, es absolutamente imposible. De este modo se originan las aproximaciones, las mezclas y uniones de los átomos entre sí, y de ahí también el mundo y todas las partes del mundo y lo que existe en él. Aparte de que esta invención es pueril, Epicuro no llega a lo que quiere". Hallamos otra fórmula en Cicerón, en el libro primero del tratado Sobre la naturaleza de los dioses: "Después de comprender que si los átomos eran conducidos hacia abajo por su propio peso, nada estaría en nuestro poder, ya que su movimiento es determinado y necesario, Epicuro descubrió el medio de evitar la necesidad, que había escapado a Demócrito. Él dice que el átomo, aunque empujado de arriba a abajo por su peso y gravedad, se desvía lentamente. Aceptar eso es más humillante que no poder defender lo que pretende".
Pierre Bayle juzga del mismo modo: "Antes de él [Epicuro] no se habían admitido en los átomos sino en los movimientos provocados por el peso y el choque... Epicuro creía que aún en medio del vacío los átomos se desviaban un tanto de la línea recta y así se originaba la libertad, según él… Observemos al pasar que ese no fue el único motivo que lo llevó a inventar tal movimiento de desviación; lo utilizó también para explicar el choque de los átomos, porque él vio bien que al suponer que éstos se movían todos con igual velocidad mediante líneas rectas que descendían de arriba a abajo, no lograría hacer comprender jamás que los átomos pudiesen mezclarse, y por ende la generación del mundo hubiera sido imposible. Fue necesario, entonces, que él aceptara que los átomos se desviaban de la línea recta”.
Por el momento no he de discutir la exactitud de estas reflexiones. Alguien podrá notar, al pasar, que Schaubach, el comentarista más reciente de Epicuro, ha entendido mal a Cicerón cuando dice: “los átomos serían todos empujados por su peso hacia abajo, y paralelamente también por razones físicas; mas debido a un impulso recíproco recibirían otra dirección, según Cicerón (De Natura deorum, I, 25), un movimiento oblicuo, merced a causas fortuitas, y ello para toda la eternidad. En primer lugar, en el pasaje citado, Cicerón no hace del choque el fundamento de la desviación oblicua sino al contrario, convierte a la desviación oblicua en el motivo del choque. En segundo término, él no habla de causas fortuitas; antes bien, censura que no se indique ninguna causa, pues sería contradictorio en sí y por sí aceptar, a la vez, el choque y no obstante las causas fortuitas como base de la dirección oblicua. A lo sumo, podría hablarse de causas fortuitas del choque mas no de la dirección oblicua.
En las reflexiones de Cicerón y Bayle hay, por lo demás, una singularidad demasiado evidente que, no obstante, debemos señalar. Ambos atribuyen, en efecto, a Epicuro motivos que se eliminan recíprocamente. Por un lado Epicuro admitiría la desviación de los átomos para explicar el choque; por otro, el choque para dar cuenta de la libertad. Mas si los átomos no chocan sin la desviación, ésta es superflua como causa de la libertad, porque lo contrario de la libertad comienza, como lo vemos en Lucrecio, con el choque determinista y violento de los átomos. Pero si los átomos chocan sin la desviación ésta es superflua como causa del choque. Yo digo que esta contradicción se produce si las causas de la desviación del átomo de la línea recta se consideran de modo tan simple e ilógico como en Cicerón y Bayle. En resumen, hallaremos en Lucrecio, el único de todos los antiguos que comprendió la física de Epicuro, una exposición más profunda.
Volvamos ahora al examen de la desviación misma.
Así como el punto es suprimido en la línea, todo cuerpo que cae queda suprimido en la línea recta que él describe. Su cualidad específica no importa mucho aquí. En su caída una manzana describe también una vertical, de igual modo que lo hace un trozo de hierro. Todo cuerpo, mientras se lo considera en el movimiento de la caída, no es pues, otra cosa que un punto que se mueve, un punto privado de su autonomía, que en un determinado ser –la línea recta que dibuja– pierde su individualidad. Por eso Aristóteles observa con juta razón contra los pitagóricos: “Vosotros decís que el movimiento de la línea es la superficie, y el del punto, la línea; así, entonces, los movimientos de las mónadas serán igualmente líneas”. La consecuencia, tanto para las mónadas como para los átomos, sería, pues, que aunque ellos se mantienen en continuo movimiento, no existen ni la mónada ni el átomo sino que más bien desaparecen en la línea recta; porque la solidez del átomo tampoco existe aun en cuanto sólo es concebido como cayendo en línea recta. Ante todo si el vacío es representado como vacío espacial, el átomo resulta la negación inmediata del espacio abstracto, es decir, un punto espacial. La solidez, la intensidad, que se afirma respecto de la exterioridad del espacio en sí, sólo puede sobreagregarse mediante un principio que niega el espacio en su esfera total, como acaece con el tiempo en la naturaleza real. Además, si no se quisiera conceder esto, el átomo en tanto que su movimiento es una línea recta, resulta simplemente determinado por el espacio; posee un ser relativo que le es prescrito y una existencia puramente material. Pero hemos visto que un momento del concepto del átomo es la forma pura, la negación de toda relatividad, de todo vínculo con otro ser. Hemos observado al mismo tiempo que Epicuro objetiva ambos momentos que se contradicen en efecto, pero que yacen en el concepto de átomo.
Sin embargo, ¿cómo puede Epicuro realizar la pura determinación de la forma del átomo, el concepto de pura individualidad, que niega todo ser determinado por otra cosa?
Puesto que él se mueve en el dominio del ser inmediato, todas las determinaciones son inmediatas. También las determinaciones contrarias se oponen como realidades inmediatas.
Pero la existencia relativa que se contrapone al átomo, el ser que él debe negar, es la línea recta. la negación inmediata de este movimiento es otro movimiento, que representa también especialmente la desviación de la línea recta.
Los átomos son cuerpos puros autónomos, o más bien, el cuerpo pensado en su autonomía absoluta, como los cuerpos celestes. Ellos se mueven, en efecto, como éstos, aunque no en línea recta sino oblicua. El movimiento de la caída es el movimiento de la dependencia.
Si entonces Epicuro representa en el movimiento del átomo, según la línea recta, su materialidad misma, él ha logrado mediante la desviación de la línea recta, la determinación formal, y estas determinaciones opuestas están representadas como movimientos directamente contradictorios.
Por eso afirma con razón Lucrecio que la desviación quiebra la fati foedra (los pactos del destino), y como él aplica en seguida esto a la conciencia, se puede decir del átomo que la desviación es ese algo en su interior que puede luchar y resistir.

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Deberías hacer uso del libro de García Rúa sobre la filosofía de Epicuro, que es de lo mejor que uno puede encontrar al respecto. Allí se encuentra una verdadera discusión de los problemas, y no esa mera exposición manualesca, pensada exclusivamente para cumplir programas de bachillerato, que tanto abunda en cualquier libro publicado en nuestra triste tierra. Y, por supuesto, el "Ataque IV" (¿o era el VI?) del libro de García Calvo "Contra el tiempo", en que se trata, en cerca de 60 páginas, de las dos grandes Físicas de la Antigüedad, la de Epicuro y la de Aristóteles.....todo ello acudiendo a los originales, discutiendo filológicamente, y poniendo todo en relación con la Física cuántica
 
Encantado de encontrar su colaboración. Pretendía mostrar llanamente alguna diferencia entre la física de Demócrito y Epicuro, con todos los problemas que ello supone.
Gracias por sus referencias. ¿Podría usted citar algún fragmento?
 
Ramon Llull rebuznó:
Encantado de encontrar su colaboración. Pretendía mostrar llanamente alguna diferencia entre la física de Demócrito y Epicuro, con todos los problemas que ello supone.
Gracias por sus referencias. ¿Podría usted citar algún fragmento?

No tengo ahora a mano los libros (los tengo en España). En todo caso, la discusión sobre el clinamen (la desviación mínima, cuyo correlato moral es nada más y nada menos que la libertad, palabra y concepto, por supuesto, totalmente ajenos al mundo antiguo, de lo que alguien haría mal en deducir que eran menos libres que nosotros, al menos si nos limitanos a hablar de los ciudadanos de pleno derecho, y omitimos a esclavos, mujeres e ilotas) ocupa una parte importante del libro de García Rúa. En "Contra el Tiempo", de García Calvo (a mi entender, de largo el mayor conocedor del griego en España, a distancia sideral de todos los demás), un libro densísimo, de más de 300 páginas, en folios enormes y letra pequeña, se encuentran muchas reflexiones físicas y matemáticas al hilo de muy diversos problemas. Uno de los capítulos o ataques se ocupa de física clásica (entendida ésta como física del período griego). Uno de los hallazgos más importantes se refiere al enorme embrollo en que nos mete Aristóteles a todos con la creación del "nyn" o "ahora" entendido como punto y / o límite entre pasado y futuro. Y se habla de los "cacumina" durante muchas páginas. Pero no son cosas que se puedan citar de memoria sin perder el rigor.
 
rusas-macizas rebuznó:
aunque, ahora me acuerdo, puedes encontrar en esta página de un amigo mío físico de profesión algunos artículos muy potentes sobre Demócrito y otros...que te aproveche

https://dftuz.unizar.es/~rivero/
Mil gracias, rusas. Me lo miraré gustoso.

Les dejo un fragmento de la Carta a Herodoto, obra mediante la cual nuestro hombre expone las principales características de su ya citada teoría física.

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Para aquéllos, oh Herodoto, que no pueden tener un conocimiento perfectamente exacto de cada uno de mis escritos sobre la Naturaleza, y estudiar a fondo los principales libros, más largos, que he escrito, he hecho un resumen de toda mi obra que permite retener más fácilmente las principales teorías. Podrán, así, evitarse el tener que hacerlo ellos mismos con mis ideas principales en la medida en que se interesen por la naturaleza.

Por otra parte, quienes conocen ya a fondo mis obras completas, necesitan tener presentes en la memoria las líneas generales de mi doctrina, pues a menudo tenemos más necesidad de un resumen que del conocimiento particular de los detalles. Hay que avanzar paso a paso reteniendo constantemente el conjunto de la doctrina para comprender bien sus detalles. Este doble efecto será posible si se comprenden bien y se retienen en su verdadera formulación las ideas esenciales, y si se las aplica seguidamente a los elementos, a las ideas particulares y a las palabras. Conoce a fondo la doctrina quien puede sacar partido rápidamente de las ideas generales. Pues es imposible poseer en su completo desarrollo la totalidad de mi obra si se es incapaz de resumir para uno mismo y en pocas palabras el conjunto de aquello en lo que se quiere profundizar particularmente, detalle a detalle.
Ya que este método resulta útil para todos los que estudian seriamente la física, aconsejo a todos los hombres decididos que se entregan asiduamente a tal estudio, y que buscan en ella el medio de obtener tranquilidad de vida, que hagan un resumen similar del conjunto de mis teorías.

Hay que empezar, Herodoto, por conocer lo que se oculta en las palabras esenciales, a fin de poder, relacionándolas con los cosas mismas, formular juicios sobre nuestras opiniones, nuestras ideas y nuestras dudas. De este modo no corremos el riesgo de discutir hasta el infinito sin resultados y de pronunciar palabras vacías. En efecto, es necesario estudiar primeramente el sentido de cada palabra, para no tener necesidad de un exceso de demostraciones, cuando discutamos nuestras preguntas, nuestras ideas y nuestras dudas. Después hay que observar todas las cosas confrontándolas con las sensaciones y, de modo general, con las intuiciones del espíritu o cualquier otro criterio. Igualmente por lo que respecta a nuestras afecciones presentes, para poder juzgar según los signos los objetos de nuestra atención y los objetos ocultos.

Cuando se haya visto todo eso se está preparado para estudiar las cosas invisibles y, en primer lugar, podemos decirnos que nada nace de nada, ya que si las cosas no tuvieran necesidad de semilla todo podría nacer de todo. Por otra parte, si lo que desaparece volviera a la nada, todas las cosas perecerían, ya que no podrían convertirse más que en nada. De lo que resulta que el universo ha sido siempre y será siempre lo que es actualmente, ya que no hay ninguna otra cosa en lo que se pueda convertir, y tampoco hay, fuera del universo, nada que pueda actuar sobre él para provocar un cambio.

El universo está formado por cuerpos. Su existencia queda más que suficientemente probada por la sensación, pues es ella, lo repito, la que sirve de base al razonamiento sobre las cosas invisibles. Si lo que llamamos el vacío, la extensión, la esencia intangible, no existiera, no habría lugar en el que los cuerpos pudiera moverse, como de hecho vemos que se mueven.

Al margen de estas dos cosas no se puede comprender nada, - ni por intuición, ni por analogía con los datos de la intuición-, de lo que existe en tanto que naturaleza completa, ya que no estoy hablando de acontecimientos fortuitos o de accidentes.

Entre los cuerpos, unos son compuestos, y otros son los elementos que sirven para hacer los compuestos. Estos últimos son los átomos indivisibles e inmutables, ya que nada puede convertirse en nada, y es necesario que subsistan realidades cuando los compuestos se desagregan. Estos cuerpos están llenos por naturaleza y no tienen en ellos lugar ni medio por el que pudieran destruirse. De lo que resulta que tales elementos deben ser, necesariamente, las partes indivisibles de los cuerpos. Por lo demás, el universo es infinito. En efecto, lo que es finito tiene un extremo, y el extremo se descubre por comparación respecto a otro. Así que, careciendo de extremo, no tiene, en absoluto, fin; y, no teniendo fin, es necesariamente infinito y no finito.

El universo es infinito desde dos puntos de vista: por el número de cuerpos que contiene y por la inmensidad del vacío que encierra. Si el vacío fuera infinito y el número de cuerpos limitado, éstos se dispersarían en desorden por el vacío infinito, ya que no habría nada para sostenerlos y nada para unirlos a las cosas. Y si el vacío fuera limitado y el número de cuerpos infinitos no habría lugar donde se pudieran instalar.

Por otra parte, los cuerpos llenos e indivisibles, de los que están formados y en los que se resuelven los compuestos, presentan formas tan diversas que no podemos conocer su número, ya que no es posible que tantas formas diferentes provengan de un número limitado y comprensible de figuras semejantes. Además, cada figura presenta un número infinito de ejemplares, pero, por lo que respecta a su diferencia, tales figuras no alcanzan un número absolutamente ilimitado. Su número es, simplemente, incalculable.
Además, los átomos están animados de movimiento perpetuo. Unos están separados por grandes intervalos; otros, por el contrario, conservan su impulso todas las veces que son desviados, uniéndose a otros y convirtiéndose en las partes de un compuesto. Es la consecuencia de la naturaleza del vacío, incapaz por sí mismo de inmovilizarlos. Por otra parte, su inherente solidez les hace rebotar, luego de cada choque, al menos en la medida en que su integración en un compuesto les permita rebotar luego de un choque.

El movimiento de los átomos no ha tenido comienzo, ya que los átomos son tan eternos como el vacío.

Por otra parte, hay una infinidad de mundos, sean parecidos al nuestro, sean diferentes. En efecto, siendo los átomos infinitos, como se acaba de demostrar, son llevados por su movimiento hasta los lugares más alejados. Y tales átomos, que por su naturaleza sirven, ya por sí mismos, ya por su acción, para crear un mundo, no pueden ser utilizados todos para formar un único mundo, o un número limitado de mundos, ni para los semejantes a éste, ni para los diferentes, de modo que nada impide que haya una infinidad de mundos.
 
Ramon Llull rebuznó:
rusas-macizas rebuznó:
aunque, ahora me acuerdo, puedes encontrar en esta página de un amigo mío físico de profesión algunos artículos muy potentes sobre Demócrito y otros...que te aproveche

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Mil gracias, rusas. Me lo miraré gustoso.

Les dejo un fragmento de la Carta a Herodoto, obra mediante la cual nuestro hombre expone las principales características de su ya citada teoría física.

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Para aquéllos, oh Herodoto, que no pueden tener un conocimiento perfectamente exacto de cada uno de mis escritos sobre la Naturaleza, y estudiar a fondo los principales libros, más largos, que he escrito, he hecho un resumen de toda mi obra que permite retener más fácilmente las principales teorías. Podrán, así, evitarse el tener que hacerlo ellos mismos con mis ideas principales en la medida en que se interesen por la naturaleza.

Por otra parte, quienes conocen ya a fondo mis obras completas, necesitan tener presentes en la memoria las líneas generales de mi doctrina, pues a menudo tenemos más necesidad de un resumen que del conocimiento particular de los detalles. Hay que avanzar paso a paso reteniendo constantemente el conjunto de la doctrina para comprender bien sus detalles. Este doble efecto será posible si se comprenden bien y se retienen en su verdadera formulación las ideas esenciales, y si se las aplica seguidamente a los elementos, a las ideas particulares y a las palabras. Conoce a fondo la doctrina quien puede sacar partido rápidamente de las ideas generales. Pues es imposible poseer en su completo desarrollo la totalidad de mi obra si se es incapaz de resumir para uno mismo y en pocas palabras el conjunto de aquello en lo que se quiere profundizar particularmente, detalle a detalle.
Ya que este método resulta útil para todos los que estudian seriamente la física, aconsejo a todos los hombres decididos que se entregan asiduamente a tal estudio, y que buscan en ella el medio de obtener tranquilidad de vida, que hagan un resumen similar del conjunto de mis teorías.

Hay que empezar, Herodoto, por conocer lo que se oculta en las palabras esenciales, a fin de poder, relacionándolas con los cosas mismas, formular juicios sobre nuestras opiniones, nuestras ideas y nuestras dudas. De este modo no corremos el riesgo de discutir hasta el infinito sin resultados y de pronunciar palabras vacías. En efecto, es necesario estudiar primeramente el sentido de cada palabra, para no tener necesidad de un exceso de demostraciones, cuando discutamos nuestras preguntas, nuestras ideas y nuestras dudas. Después hay que observar todas las cosas confrontándolas con las sensaciones y, de modo general, con las intuiciones del espíritu o cualquier otro criterio. Igualmente por lo que respecta a nuestras afecciones presentes, para poder juzgar según los signos los objetos de nuestra atención y los objetos ocultos.

Cuando se haya visto todo eso se está preparado para estudiar las cosas invisibles y, en primer lugar, podemos decirnos que nada nace de nada, ya que si las cosas no tuvieran necesidad de semilla todo podría nacer de todo. Por otra parte, si lo que desaparece volviera a la nada, todas las cosas perecerían, ya que no podrían convertirse más que en nada. De lo que resulta que el universo ha sido siempre y será siempre lo que es actualmente, ya que no hay ninguna otra cosa en lo que se pueda convertir, y tampoco hay, fuera del universo, nada que pueda actuar sobre él para provocar un cambio.

El universo está formado por cuerpos. Su existencia queda más que suficientemente probada por la sensación, pues es ella, lo repito, la que sirve de base al razonamiento sobre las cosas invisibles. Si lo que llamamos el vacío, la extensión, la esencia intangible, no existiera, no habría lugar en el que los cuerpos pudiera moverse, como de hecho vemos que se mueven.

Al margen de estas dos cosas no se puede comprender nada, - ni por intuición, ni por analogía con los datos de la intuición-, de lo que existe en tanto que naturaleza completa, ya que no estoy hablando de acontecimientos fortuitos o de accidentes.

Entre los cuerpos, unos son compuestos, y otros son los elementos que sirven para hacer los compuestos. Estos últimos son los átomos indivisibles e inmutables, ya que nada puede convertirse en nada, y es necesario que subsistan realidades cuando los compuestos se desagregan. Estos cuerpos están llenos por naturaleza y no tienen en ellos lugar ni medio por el que pudieran destruirse. De lo que resulta que tales elementos deben ser, necesariamente, las partes indivisibles de los cuerpos. Por lo demás, el universo es infinito. En efecto, lo que es finito tiene un extremo, y el extremo se descubre por comparación respecto a otro. Así que, careciendo de extremo, no tiene, en absoluto, fin; y, no teniendo fin, es necesariamente infinito y no finito.

El universo es infinito desde dos puntos de vista: por el número de cuerpos que contiene y por la inmensidad del vacío que encierra. Si el vacío fuera infinito y el número de cuerpos limitado, éstos se dispersarían en desorden por el vacío infinito, ya que no habría nada para sostenerlos y nada para unirlos a las cosas. Y si el vacío fuera limitado y el número de cuerpos infinitos no habría lugar donde se pudieran instalar.

Por otra parte, los cuerpos llenos e indivisibles, de los que están formados y en los que se resuelven los compuestos, presentan formas tan diversas que no podemos conocer su número, ya que no es posible que tantas formas diferentes provengan de un número limitado y comprensible de figuras semejantes. Además, cada figura presenta un número infinito de ejemplares, pero, por lo que respecta a su diferencia, tales figuras no alcanzan un número absolutamente ilimitado. Su número es, simplemente, incalculable.
Además, los átomos están animados de movimiento perpetuo. Unos están separados por grandes intervalos; otros, por el contrario, conservan su impulso todas las veces que son desviados, uniéndose a otros y convirtiéndose en las partes de un compuesto. Es la consecuencia de la naturaleza del vacío, incapaz por sí mismo de inmovilizarlos. Por otra parte, su inherente solidez les hace rebotar, luego de cada choque, al menos en la medida en que su integración en un compuesto les permita rebotar luego de un choque.

El movimiento de los átomos no ha tenido comienzo, ya que los átomos son tan eternos como el vacío.

Por otra parte, hay una infinidad de mundos, sean parecidos al nuestro, sean diferentes. En efecto, siendo los átomos infinitos, como se acaba de demostrar, son llevados por su movimiento hasta los lugares más alejados. Y tales átomos, que por su naturaleza sirven, ya por sí mismos, ya por su acción, para crear un mundo, no pueden ser utilizados todos para formar un único mundo, o un número limitado de mundos, ni para los semejantes a éste, ni para los diferentes, de modo que nada impide que haya una infinidad de mundos.


Si pinchas en "ARTÍCULOS" encontrarás un montón de textos de mi colega....algunos son muy técnicos, casi inteligibles para profanos....pero hay dos sobre Demócrito (aparece su nombre en el título), y el titulado "Rhythmos, Diatigue, Topos" o algo parecido es también muy interesante y asequible.....ya me contarás.....
 
Muy buena la página que me recomendó y el artículo Rhismos, Diathige, Trope.

Con esta unificación de átomos físicos y matemáticos, ambos cuerpos sin magnitud, con estructura pero carentes de tamaño, es más interesante la disputa geométrica que un tiempo después sostendrían los epicúreos contra la fundación continua de la geometría. En matemáticas [SEDLEY], el debate que nos ha llegado versa sobre la posibilidad de construir un triángulo equilátero y de si ésta depende de la validez de un axioma no incluido por Euclides: que dos rectas que se intersectan no tengan ningún segmento común. En física, la cuestión era dar significado a la desviación mínima que un átomo puede y debe ejecutar (“en tiempo incierto, en lugar incierto”) y que implicaba ello en términos de ángulos y desplazamientos. El acercamiento usual a estas cuestiones construye unos átomos con magnitud y figura, engarzados unos con otros para formar una línea. Tal solución tiene la grave dificultad de abjurar del vacío, y ni aún así puede explicar que pasa cuando dos líneas intersectan (sobre todo si no son perpendiculares entre sí), si lo hacen en un átomo común o si un átomo debe cortar a otros dos causando que estos tengan partes. Pero aplicar el punto de vista de átomos sin longitudes y vacío espacial para suponer una recta compuesta de átomos sin tamaño separados por vacíos de la unidad mínima de medida resulta una solución demasiado ingenua. Puede ocurrir que dos rectas no se “intersecten” sino en el vacío intermedio, o que lo hagan tan sólo en un punto. Nuevamente, ningún caso se ve ahí una duda razonable acerca de la existencia de segmentos comunes. Lo que parece conveniente es pensar de la recta como el camino más corto que un móvil realiza entre dos extremidades, e imponer condiciones para que este camino sea dependiente de una composición de mínimas unidades perceptibles a través de alguna técnica dependiente de la “estructura” del átomo, propiedad ésta que el modelo ingenuo no llega a usar. Las unidades mínimas tendrían que ver con cómo opera el átomo para atravesar el vacío entre los dos extremos.
 
Ramon Llull rebuznó:
Muy buena la página que me recomendó y el artículo Rhismos, Diathige, Trope.

Con esta unificación de átomos físicos y matemáticos, ambos cuerpos sin magnitud, con estructura pero carentes de tamaño, es más interesante la disputa geométrica que un tiempo después sostendrían los epicúreos contra la fundación continua de la geometría. En matemáticas [SEDLEY], el debate que nos ha llegado versa sobre la posibilidad de construir un triángulo equilátero y de si ésta depende de la validez de un axioma no incluido por Euclides: que dos rectas que se intersectan no tengan ningún segmento común. En física, la cuestión era dar significado a la desviación mínima que un átomo puede y debe ejecutar (“en tiempo incierto, en lugar incierto”) y que implicaba ello en términos de ángulos y desplazamientos. El acercamiento usual a estas cuestiones construye unos átomos con magnitud y figura, engarzados unos con otros para formar una línea. Tal solución tiene la grave dificultad de abjurar del vacío, y ni aún así puede explicar que pasa cuando dos líneas intersectan (sobre todo si no son perpendiculares entre sí), si lo hacen en un átomo común o si un átomo debe cortar a otros dos causando que estos tengan partes. Pero aplicar el punto de vista de átomos sin longitudes y vacío espacial para suponer una recta compuesta de átomos sin tamaño separados por vacíos de la unidad mínima de medida resulta una solución demasiado ingenua. Puede ocurrir que dos rectas no se “intersecten” sino en el vacío intermedio, o que lo hagan tan sólo en un punto. Nuevamente, ningún caso se ve ahí una duda razonable acerca de la existencia de segmentos comunes. Lo que parece conveniente es pensar de la recta como el camino más corto que un móvil realiza entre dos extremidades, e imponer condiciones para que este camino sea dependiente de una composición de mínimas unidades perceptibles a través de alguna técnica dependiente de la “estructura” del átomo, propiedad ésta que el modelo ingenuo no llega a usar. Las unidades mínimas tendrían que ver con cómo opera el átomo para atravesar el vacío entre los dos extremos.

lo celebro..es mi amigo Alejandro Rivero es un puto monstruo...es doctor en física, pero a la vez está muy formado en mundo antiguo...no0 es el típico charlatán técnico......lo grave de España siempre ha sido la falta de estructura política que cobije a las cabezas más notables, y el que la riqueza está en manos de sinvergüenzas, porque cabezas sublimes hemos tenido tantas o más que todas las potencias que presumen de cultura
 
vaya, pues me gusta el tema, ahora no tengo tiempo pero ya ire yo leyendo pococ a poco. .
Que contenta se va poner mi hija , con todo esto le encanta leer sobre filosofia etc
 
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