Hai excomunion. Dios y el forero.

Almirante Farlopas

☭ La Coja Roja de Nestlé ☭
Registro
11 Ago 2015
Mensajes
2.912
Reacciones
2.132
En estas fechas tan señaladas me estaba acordando del niño Dios y mi relación de indiferencia con él. Mis abuelos, que para entonces no se habían ido de la olla (aunque no lo parezca), insistieron en que mis padres me bautizasen, a fin de prevenirme de males posibles que pudieran acecharme en mi aún imprevisible desarrollo como tierna ovejita del rebaño del Señor.

Mi padre, rojo con carné, no quiso saber nada del asunto; de hecho, no aparece siquiera en las fotos de tan jubiloso evento. Mi madre, sin embargo, amantísima y deudora de obediencia, organizó un paripé rápido e indoloro y en media mañana estaba bautizada y comida.

La verdad es que yo de cría creía en Dios porque me convenía: mientras que en clase de Religión no hacíamos ni el huevo, en Ética tenían que hacer ejercicios de matemáticas como si fuera una hora de refuerzo. Mi madre siempre me preguntaba que qué quería hacer, y yo iba de cabeza a la clase de los fieles. No es de extrañar que acabase haciendo la comunión con mis compañeros de horario. Todos nosotros, niños de colegio público con trajes prestados, banquetes de ternasco a veinte euros el cubierto y padres recelosos, estábamos contentos de ser especiales. Nuestra profesora nos dijo que íbamos a recibir a Dios como, valga la redundancia, Dios manda, y que ahora sí que éramos catolicos de pleno derecho. Yo no tenía ni puta idea de qué era eso, pero me daba igual. Era la primera vez que me aceptaban como igual en un club de miembros selectos.

No obstante, empecé a notar cosas que me diferenciaban del resto. Por ejemplo, cuando mis compañeros empezaron a descubrir que los Reyes eran sus padres. Joder, yo sabía que los Reyes no existían. En mi casa nunca hubo paripé, yo no sabía ni que la gente hacía eso. También empezaban a hablar de Dios en términos cada vez más precisos, y yo me daba cuenta de que no tenía ni puta idea de qué significaba eso. Así que decidí quedarme con la idea de que en realidad no sabía nada de nada y que en cuanto acabase el colegio no tendría que volver a tocar una Biblia nunca más.

No recuerdo en qué momento empecé a darme cuenta de lo que era la iglesia católica en España, ni cuándo aprendí lo que era la Conferencia Episcopal. Sólo sé que de repente tenía doce años y me daban asco. A partir de entonces, mi padre vio vía libre para instruirme en los misterios del agnosticismo y, sobre todo, para aclararme bien lo que significaban todos y cada uno de esos conceptos. Fui haciéndome a la idea, pues, de que no era una oveja, sino un borrego, y que borrar todo rastro de haber formado parte del rebaño no iba a ser sólo bueno para mí, sino también para el conjunto de la sociedad.

Así pues, a mis diecisiete años fui preparando todo para ir a excomulgarme el día de mi cumpleaños. No obstante, no me dejaron por ser menor de edad, así que me lo aprendí bien todo para hacer el trámite lo antes posible.

Lo primero era conseguir una partida bautismal. Tuve que ir al despacho parroquial, que sólo abría un día a la semana de 8 a 9, y enfrentarme a un pederasta de metro y medio para conseguir unos datos que al fin y al cabo eran míos. El curato me dijo que para qué la quería. Yo le dije que para qué iba a ser, si casarme no me iba a casar y moribunda no estaba. Se cachondeó de mí y me mandó al arzobispado a por una "carta de autorización" para retirar mis datos. Esto es extremadamente ilegal, pero yo con 18 años no podía tirarme el farol de denunciarlos, así que allí que fui.

Me encontré con un vecino de mis padres, que es cura. No me dijo nada, pero lo sabía. Él lo sabía todo.

Total, que al final no me dieron nada. Me dijeron que me lo mandarían por carta. Como dos semanas después me enviaron en una holandesa amarillenta un certificado de que en el efecto me autorizaban a recoger mi propia partida bautismal. La madre que los parió.

Fui otra vez con el mismo cura (tuve que esperar otra semana a que abrieran) y le di la carta sin decirle nada. Me hizo firmar una movida y me despachó sin mediar palabra. Gritó «siguiente» y me di por servida.

Ahora sí, ya casi estaba. Tuve que llamar a un número que me dieron en la holandesa amarilla para concertar una cita con el secretario de la Cancillería o no sé qué movidas. Como sólo tenía clase tres días a la semana, me fui allí un viernes por la mañana. Hacía sol. Me levanté pensando en lo bonito que iba a ser llevar a cabo mi primer acto de autoafirmación como persona legalmente adulta.

Entré a la oficina del secretario que ya conocía, que tenía que imprimirme en otra holandesa amarillenta una suerte de certificado provisional hasta que se deshicieran de todos mis datos personales para siempre. El caso es que el tío se equivocó como cinco veces poniendo mi DNI, mi fecha de nacimiento y hasta mi nombre; cada vez fallaba una cosa diferente. Empecé a mosquearme a la quinta y le pedí que por favor comprobase bien lo que estaba escribiendo antes de darme la hoja otra vez. Al final el tipo me hizo firmar con una pluma dorada que apenas era capaz de sujetar por lo que pesaba. Firmé como pude y el siervo de Dios me despidió deseándome buena suerte en mi nuevo camino y recordándome que siempre sería un miembro más de la Iglesia a ojos del Señor.
A mí me la sudaba todo. Por fin tenía en mi poder un diploma de apóstata. Llamé a mi madre pegando brincos y ella se puso a llorar porque dijo que jamás me contratarían en un colegio concertado si en algún momento de mi vida me daba por dar clase en uno. Mi padre, que se enteró al llegar a casa, vino a darme la enhorabuena en secreto y me regaló El astillero, de Onetti, por motivos que aún no alcanzo a comprender.

A los dos meses me llegó esto:

IMG_20181223_223626.jpg


Ahora sí, mi certificado provisional era permanente. Me fui a comprar una cerveza por el simbolismo de ser mayor de edad, aunque la tiré entera porque el alcohol me da asco. Me volví a casa y me olvidé del asunto.

¿Cuál es vuestra relación con Jesús, niños?
 
Última edición:
No estás ex comulgada. Solo has hecho apostasía.
Creo que no es lo mismo, ¿no?
 
No estoy bautizado y si lo estuviera me sudaría la polla. Tanto papeleo y tanta hostia.
 
A mi me bautizaron por que le hacia ilusión a mi tia y mis padres sudaban. Mi hermano mayor, que pasaba por ahi,no estaba bautizado y le toco pringar. Nos bautizaron el mismo dia, a mi y a mi hermano con 9 años:lol:
 
Última edición:
Yo hice la comunión con chaleco y pajarita y me colmaron de regalos y sus buenas pesetas,también pensé hace años en apostatar pero me dio una pereza solo de pensar en moverme a hacerlo que hasta hoy,al fin y al cabo no afecta lo mas mínimo a mi vida,que paradójicamente es bastante franciscana :lol:
 
Me ha gustado la historia, se han reido en tu cara, te han hecho gastar muleta, gastar teléfono y todo para darte un papel de mierda donde no pone nada porque les da exactamente igual.
 
Yo hice la comunión con chaleco y pajarita y me colmaron de regalos y sus buenas pesetas,también pensé hace años en apostatar pero me dio una pereza solo de pensar en moverme a hacerlo que hasta hoy,al fin y al cabo no afecta lo mas mínimo a mi vida,que paradójicamente es bastante franciscana :lol:

No es tan difícil. Si te toman en serio no es más que recoger la partida de bautismo y presentarse en el arzobispado con ella. A mí porque soy idiota y me torearon, pero si los horarios del despacho parroquial y de la secretaria del arzobispado son compatibles en una mañana o una tarde lo tienes hecho, y si no pues en dos.
 
No estoy bautizado, como no puede ser de otra forma, y puede que algún día me lea la biblia que encabeza el hilo.
 
Mi relación con Dios es justo la opuesta. De pequeño, pues como todos, según ves, así haces. Catequesis y comunión, porque era lo natural. Cuando empezé a tener uso de razón me volví ateo, pero nunca me importó tener que hacer un papel donde declarar mi apostasía ni nada por el estilo. Estuve muchos años así, pero luego todo cambió. Empecé a leer la Biblia, a reflexionar por mi mismo, sin pisar una iglesia más que para los eventos. Me convertí en un creyente a mi manera, cosa que todavía me sucede. No hago caso de ninguna doctrina más que de los propios textos y de mi propia reflexión.

A raíz de la muerte de mis padres, sí comencé a ir a la iglesia. Les hago cada año tres misas seguidas a cada uno por su cumpleaños, santo y día de defunción; con lo que voy bastante a misa, sin ser excesivamente beato. Pensé que si yo hubiese muerto, mi madre lo habría hecho por mí, y esa es la razón de tanta misa.
Me casé por la Iglesia, bauticé a mi hija, y tengo bastantes imágenes por la casa.

Creo que algo hay, aunque no somos capaces de comprenderlo. Por eso dijo Jesús que había que ser como un niño para entrar en el reino de los cielos; la fe es algo que se da incondicionalmente y no tiene razón de ser, más que creas o no.

Después de la muerte de mis padres me ocurrieron tantas cosas de golpe, que no pienso que puedan ser casualidades. Todo puede tener una explicación racional, pero dudo mucho que tras años sin que nada me hubiera ocurrido nunca, todo se acumulara. Y si solo hubiese sido estando yo solo, que también, podría ser un efecto de mi mente, pero cuando hay testigos, la imaginación pasa a un segundo plano. No afirmo nada categóricamente, pero estoy convencido y eso me basta.

Minutos musicales:

Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.
 
En estas fechas tan señaladas me estaba acordando del niño Dios y mi relación de indiferencia con él. Mis abuelos, que para entonces no se habían ido de la olla (aunque no lo parezca), insistieron en que mis padres me bautizasen, a fin de prevenirme de males posibles que pudieran acecharme en mi aún imprevisible desarrollo como tierna ovejita del rebaño del Señor.

Mi padre, rojo con carné, no quiso saber nada del asunto; de hecho, no aparece siquiera en las fotos de tan jubiloso evento. Mi madre, sin embargo, amantísima y deudora de obediencia, organizó un paripé rápido e indoloro y en media mañana estaba bautizada y comida.

La verdad es que yo de cría creía en Dios porque me convenía: mientras que en clase de Religión no hacíamos ni el huevo, en Ética tenían que hacer ejercicios de matemáticas como si fuera una hora de refuerzo. Mi madre siempre me preguntaba que qué quería hacer, y yo iba de cabeza a la clase de los fieles. No es de extrañar que acabase haciendo la comunión con mis compañeros de horario. Todos nosotros, niños de colegio público con trajes prestados, banquetes de ternasco a veinte euros el cubierto y padres recelosos, estábamos contentos de ser especiales. Nuestra profesora nos dijo que íbamos a recibir a Dios como, valga la redundancia, Dios manda, y que ahora sí que éramos catolicos de pleno derecho. Yo no tenía ni puta idea de qué era eso, pero me daba igual. Era la primera vez que me aceptaban como igual en un club de miembros selectos.

No obstante, empecé a notar cosas que me diferenciaban del resto. Por ejemplo, cuando mis compañeros empezaron a descubrir que los Reyes eran sus padres. Joder, yo sabía que los Reyes no existían. En mi casa nunca hubo paripé, yo no sabía ni que la gente hacía eso. También empezaban a hablar de Dios en términos cada vez más precisos, y yo me daba cuenta de que no tenía ni puta idea de qué significaba eso. Así que decidí quedarme con la idea de que en realidad no sabía nada de nada y que en cuanto acabase el colegio no tendría que volver a tocar una Biblia nunca más.

No recuerdo en qué momento empecé a darme cuenta de lo que era la iglesia católica en España, ni cuándo aprendí lo que era la Conferencia Episcopal. Sólo sé que de repente tenía doce años y me daban asco. A partir de entonces, mi padre vio vía libre para instruirme en los misterios del agnosticismo y, sobre todo, para aclararme bien lo que significaban todos y cada uno de esos conceptos. Fui haciéndome a la idea, pues, de que no era una oveja, sino un borrego, y que borrar todo rastro de haber formado parte del rebaño no iba a ser sólo bueno para mí, sino también para el conjunto de la sociedad.

Así pues, a mis diecisiete años fui preparando todo para ir a excomulgarme el día de mi cumpleaños. No obstante, no me dejaron por ser menor de edad, así que me lo aprendí bien todo para hacer el trámite lo antes posible.

Lo primero era conseguir una partida bautismal. Tuve que ir al despacho parroquial, que sólo abría un día a la semana de 8 a 9, y enfrentarme a un pederasta de metro y medio para conseguir unos datos que al fin y al cabo eran míos. El curato me dijo que para qué la quería. Yo le dije que para qué iba a ser, si casarme no me iba a casar y moribunda no estaba. Se cachondeó de mí y me mandó al arzobispado a por una "carta de autorización" para retirar mis datos. Esto es extremadamente ilegal, pero yo con 18 años no podía tirarme el farol de denunciarlos, así que allí que fui.

Me encontré con un vecino de mis padres, que es cura. No me dijo nada, pero lo sabía. Él lo sabía todo.

Total, que al final no me dieron nada. Me dijeron que me lo mandarían por carta. Como dos semanas después me enviaron en una holandesa amarillenta un certificado de que en el efecto me autorizaban a recoger mi propia partida bautismal. La madre que los parió.

Fui otra vez con el mismo cura (tuve que esperar otra semana a que abrieran) y le di la carta sin decirle nada. Me hizo firmar una movida y me despachó sin mediar palabra. Gritó «siguiente» y me di por servida.

Ahora sí, ya casi estaba. Tuve que llamar a un número que me dieron en la holandesa amarilla para concertar una cita con el secretario de la Cancillería o no sé qué movidas. Como sólo tenía clase tres días a la semana, me fui allí un viernes por la mañana. Hacía sol. Me levanté pensando en lo bonito que iba a ser llevar a cabo mi primer acto de autoafirmación como persona legalmente adulta.

Entré a la oficina del secretario que ya conocía, que tenía que imprimirme en otra holandesa amarillenta una suerte de certificado provisional hasta que se deshicieran de todos mis datos personales para siempre. El caso es que el tío se equivocó como cinco veces poniendo mi DNI, mi fecha de nacimiento y hasta mi nombre; cada vez fallaba una cosa diferente. Empecé a mosquearme a la quinta y le pedí que por favor comprobase bien lo que estaba escribiendo antes de darme la hoja otra vez. Al final el tipo me hizo firmar con una pluma dorada que apenas era capaz de sujetar por lo que pesaba. Firmé como pude y el siervo de Dios me despidió deseándome buena suerte en mi nuevo camino y recordándome que siempre sería un miembro más de la Iglesia a ojos del Señor.
A mí me la sudaba todo. Por fin tenía en mi poder un diploma de apóstata. Llamé a mi madre pegando brincos y ella se puso a llorar porque dijo que jamás me contratarían en un colegio concertado si en algún momento de mi vida me daba por dar clase en uno. Mi padre, que se enteró al llegar a casa, vino a darme la enhorabuena en secreto y me regaló El astillero, de Onetti, por motivos que aún no alcanzo a comprender.

A los dos meses me llegó esto:

Ver el archivos adjunto 20860

Ahora sí, mi certificado provisional era permanente. Me fui a comprar una cerveza por el simbolismo de ser mayor de edad, aunque la tiré entera porque el alcohol me da asco. Me volví a casa y me olvidé del asunto.

¿Cuál es vuestra relación con Jesús, niños?

A esto era a lo que te referias a que no pararon de darte hostias en tu infancia?

Es curioso el tratamiento que reciben por voluntad propia las mujeres por parte de la Iglesia, el rebaño de jesus, las esclavas, las siervas...

Por un lado responde a la naturaleza gregaria de la hembra humana ( no admito debate en esto, eso esta cientificamente probado), esa sumisión plena, lo que llaman estar casadas con Dios, y que hay mas poderoso que un Dios, aunque sea de cartón?
Pero por otro se entiende ese extremismo anticlerical e irreverente de otras, aunque eso no implique que pierdan esa naturaleza gregaria, ya sea siguiendo de forma radical una nueva "religión" o a un amado lider
 
No tengo relación alguna con la Santa Iglesia, cosa de la que me he arrepentido cuando, hace ya unos añitos, me di cuenta de que no prosperaba en una empresa del Opus precisamente por eso.

Luego fui a la boda de una prima, a la que la abuela se refería como "esa golfa, que ni se ha bautizado". El tema de por qué yo tenía bula y mi prima no, es otra historia.
El caso es que mi prima, roja de esas de la CGT de la fábrica, se ligó a un mastuerzo del Opus allá en la meseta.

No hace falta decir más, se bautizó, comulgó y confirmó en una misma tarde, el día antes del bodoguio, donación del futuro suegro mediante.

Y asín es la Madre Iglesia.
 
Última edición:
enfrentarme a un pederasta de metro y medio para conseguir unos datos que al fin y al cabo eran míos.


Lo de llamar a todos los curas pederastas es de niño de 13 años enfadado con el mundo o de subnormal que ve La Sexta. No encuentro forma de decir cuñadez más grande.


Y lo de apostatar, pues sinceramente no entiendo que alguien dedique el esfuerzo en realizar una gestión tan pesada para un fin tan pequeño. Qué más da que conste tu nombre en un archivo, no le importa a nadie.
 
Después de la muerte de mis padres me ocurrieron tantas cosas de golpe, que no pienso que puedan ser casualidades. Todo puede tener una explicación racional, pero dudo mucho que tras años sin que nada me hubiera ocurrido nunca, todo se acumulara. Y si solo hubiese sido estando yo solo, que también, podría ser un efecto de mi mente, pero cuando hay testigos, la imaginación pasa a un segundo plano. No afirmo nada categóricamente, pero estoy convencido y eso me basta.
¿Qué cosas raras te ocurrieron?
 
No es tan difícil. Si te toman en serio no es más que recoger la partida de bautismo y presentarse en el arzobispado con ella. A mí porque soy idiota y me torearon, pero si los horarios del despacho parroquial y de la secretaria del arzobispado son compatibles en una mañana o una tarde lo tienes hecho, y si no pues en dos.
Le alabo la determinación,pero yo que no voy ni a entierros ni a bodas prefiero evitarme la visita a unos curas aunque sea para mandarlos a cagar,me da toda la pereza del mundo,piense que a veces me la da el simple hecho de levantarme por la mañana so... :lol:
 
HAI que ver cómo sois los rojos de patéticos a veces.
 
Lo de llamar a todos los curas pederastas es de niño de 13 años enfadado con el mundo o de subnormal que ve La Sexta. No encuentro forma de decir cuñadez más grande.
Lo de no tener perfectamente claro que nadie que no sea un pervertido y un enfermo sexual se plantearía ser cura es de vivir en otro mundo.
Nasnoches.
 
Etiquetas Etiquetas
hediondo subnormal
Arriba Pie