Me ha venido de repente a la mente que entre mi anecdotario personal tengo dos encuentros con Saramago, ambos breves, fugaces e inesperados, pero así fueron. No me gustó su persona, destilaba una altanería auto impuesta, de autor que se las daba de más escritor de lo que en realidad era. Pero el tratamiento de gran hijo de puta se lo doy, como tantos portugueses, por ser un sucio traidor a Portugal. Siempre se cuenta que su exilio en Lanzarote vino por desavenencias políticas tras sus críticas y sátiras a la Iglesia y al Estado portugués desde su óptica comunista acérrima, pero eso precisamente no encaja mucho en el ideario republicano portugués actual, con la Revolución del 74 aún viva en la retina. Las razones eran únicamente económicas; su nombre ya se barajaba entre los pujantes en Europa años antes de recibir el Nobel, ganaba pasta y no quería soltar un duro. Saramago lo único bueno que hizo por su país fue marcharse de él, y así opinan muchos portugueses (date un paseo por Google y lo flipas), porque era evidente que no pensaba hacer nada por la nación a la que tanto criticaba. Aunque oh, paradojas de la vida, años después de su muerte, y con su viuda granadina (comunistoide como él) al frente de la Fundación Saramago, recibe como sede nada más y nada menos que la Casa dos Bicos de Lisboa. Mucha tela para quien se fue de Portugal escupiendo en el suelo y jurando nunca más volver. Aunque claro, ¿dónde iban a montar el chiringuito si no?
Creo que a España nunca llegó la teoría de que el Nobel de Saramago le fue arrebatado al coetáneo Antonio Lobo Antunes, un señor escritor (y médico) de muchísima más categoría estilística, pero yo sí que la oí. Y me la creo. Si te coges las primeras novelas de Saramago, como
Alzado del suelo (Levantado do chão) verás que no tenía ni puta idea de escribir. Hojas y más hojas seguidas sin puntos, ni comas, ni puñetas. Infumable. Hay un sensible cambio (y mejora) en su literatura después del casamiento con la española Pilar del Río, que le hacía las veces de traductora al español (Cágame en el pecho, por favor.). Pero aún así literariamente Saramago está muy por detrás de Lobo, y el Nobel no se justifica.
Así que no soporto a un escritor malo, ensalzado en abanderado del comunismo mediante un Nobel impuesto por su ideología, que monta una pataleta de niño chico porque no le dejan pensar como escribe en el país que le publica sus novelas, y se auto exilia nada más y nada menos que en España. Tal vez pretendía dar una lección de iberismo o algo así, pero en mi opinión fue una cagada. Se marchó al país enemigo por antonomasia, y eso acabó por disgustar al resto de portugueses a los que sus premios literarios se la traían al pairo. Doble traición.
Y con esto entro en tu segunda pregunta. Ya he visto que
@cuellopavo ha colgado la noticia de una encuesta en la que el 40% de los portugueses estarían a favor de una hipotética unión, pero me suena a lo mismo que he leído por aquí sobre Portugal, pero a la inversa. Del mismo modo que aquí Portugal nos suena a atraso, a cutre, a mujeres con bigote y toallas baratas, hay muchos tugas que creen que en España el sueldo mínimo son 1200 euros, que nos sobra la pasta para contratar a Messis y a Cristianos, que tenemos hospitales por doquier con los mejores cirujanos, que la vivienda es más barata y que tenemos una industria que te cagas. En el portugués de a pie impera el mismo desconocimiento, y al igual que aquí sobrevive la idea de que Portugal está muy por debajo de España, allí subiste la idea de que estamos muy por encima.
Fuera del ámbito "doméstico", tuve ocasión de hablar al respecto con cargos importantes de empresas como Teka, EDP o el Puerto de Aveiro, donde todos hablaban más de necesidad de unión que de otra cosa. Algo así como ese Iberolux del que ya se habla. Y era más que lógico, porque hablamos de empresas a las que el territorio portugués se les quedaba muy pequeño.
Hasta ahí normal. Ahora bien, en el fondo no nos quieren ni en pintura, y menos ahora en la que el tema catalán nos deja en evidencia. La razón de ser portuguesa se basa en la negación de lo español, porque ese es su origen como nación. Así que cuando leo noticias sobre el iberismo, y que no sé cuántos portugueses lo abrazarían con fervor, siempre dejo de lado a los empresarios que saben lo que les conviene y pienso en millones de portugueses manejando una ilusión en la que España llegaría con maletines cargados de dinero a arreglarles todos los desastres que tienen, para vivir mejor en Portugal (no en Iberia). Es decir, de puertas para adentro defienden un iberismo que potencie lo económico, las infraesrtucturas y les traiga porvenir, pero detestan cualquier unión con España que les haga perder un ápice de su cultura.
Vamos, lo mismito que aquí. ¿O quieres hartarte a bacalao y tomarte los gin tonics en vasos de plástico?