Desde mi punto de vista, después de muchos años de contacto con mujeres, de sufrirlas, de aguantarlas, estoy en disposición de asegurar que es algo implícito en ellas, es un modus vivendi genético: vienen preprogramadas para usar lo único que tienen: su cuerpo (dada su escasa o nula capacidad mental), para sacar partido, provecho y beneficios que, de otra manera, no podrían obtener o le estarían vedados. Una puta no se hace; nace ya con todos los atributos de la especie, en espera de poder desarrollar sus "capacidades" innatas en su propio y exclusivo beneficio personal. Cuando aquí expresamos el tan consabido "todas putas" se nos tacha automáticamente de misóginos, pero qué curioso que después de tantos años de existencia del foro, después de que hayan pasado por él centenares o miles de foreros, de todas las edades y condición, todos estamos de acuerdo básicamente en lo que son y en cómo son.
Pensemos en una mujer. Nace ya con el fin genético de traer al mundo nuevas crías de su misma especie. Para ello, tiene que desarrollar su cuerpo de manera que sea atractivo para el macho, incluso usando órganos como las mamas, cuya función primitiva era proporcionar leche a las crías, a cambio de una atracción que, permitiendo que se quede embarazada (única finalidad para la que viene preparada), tiene que tratar de buscar al mejor macho posible entre todos los que le salgan al paso. Aquella que no esté dotada de forma natural con un cuerpo atractivo y sensual, tiene que enmascarar sus taras mediante el uso de engaños bien urdidos tipo ropa, maquillaje, sujetadores con relleno, minifaldas, tacones, etc. Evidentemente, con su escasa o nula capacidad mental implícita, una mujer, ante el inmenso caudal de hombres babosos oliendo bragas que le salen a su paso por la vida con la intención de horadarlas y teniendo escrito a fuego que en un 95% de los casos sólo la quieren como objetos sexuales, sólo tiene una forma posible, consciente o no, de tratar de encontrar aquél que sea el futuro inseminador de sus desechos genéticos: abrirse de piernas y esperar que el folleteador de turno no se le escape en pos de una hembra próxima, sabiendo que un hombre busca ante todo cantidad, no calidad y que un chocho es idéntico a otro chocho y produce el mismo placer. Luego, la que más y más fácilmente se abra de piernas, por una "lógica" absurda que sólo ellas son capaces de creerse, será capaz de conseguir antes el objetivo propuesto.
Conscientes del valor de chocho como imán, o como mierda para las moscas o como miel para las abejas, y sin poder vislumbrar de ninguna forma científica quién será el futuro padre de las desechos genéticos, la mujer desarrolla de forma genética e inconsciente todo un arsenal de hábitos, formas y mala idea con el cual busca descartar, entre el amplio surtido de machos babosos, a:
a) Los que no son válidos (viejos, niños, castrati, mongolos, enfermos mentales muy graves...)
b) Los que no cumplen los mínimos requisitos para alimentar a ella y a su futura prole (pobres, parados, vagabundos, mendigos, mileuristas...)
c) Los que no compiten por ella, al igual que espera una hembra de ciervo, plácidamente, a que los machos rompan sus astas en una lucha endemoniada con la única finalidad de escoger el más apto para fornicarla, descartando así débiles, tarados, endebles, neuróticos, depresivos y foreros.
El problema estriba en que una mujer no tiene capacidad para dilucidad si un macho tiene o cumple todos esos requisitos y, al margen, en la sociedad actual, es mucho más fácil para el varón tapar, maquillar, engañar y aparentar lo que no es, por lo cual, como consecuencia, la mujer ya no espera que se le acerque el macho más apto, como hacía antes sin poner el más mínimo esfuerzo por su parte, sino que ha desarrollado una serie de estímulos internos que la llevan a buscar lo que ella cree mejor. Insisto, dotada únicamente con un cuerpo que sabe puede ser atractivo para un macho, tanto más cuanto más sensual sea, y sabiendo que que una hembra cualquiera puede arrebatarle a su presa, lucha contra otras hembras con lo único que tiene y puede: su cuerpo.
Abrirse de piernas sin ton ni son, sabiendo por un lado que eso va en perjuicio de ella y de la especie, pero consciente de que si no lo hace pierde cualquier oportunidad de obtener lo único que ansía: vivir a costa del macho sin dar un palo al agua. Así, incluso la más fea, inútil, inepta, incapaz o gorda, es capaz de dejarse penetrar por un sin número de machos creyendo, siempre, que el que en este mismo momento se la clava hasta los huevos, va a ser el que le provea de todo aquello que ella es incapaz de obtener. No es que ella disfrute del sexo como nosotros, sino que sabe que es la única opción que le queda para conseguir, como beneficio neto, que la mantengan para siempre: eso hicieron nuestras abuelas, lo hicieron nuestras madres y lo hacen nuestras amigas, conocidas, mujeres y amantes, lo mismo que empiezan a hacer sus hijas.
La única diferencia es que antes, por poner el ejemplo de nuestras abuelas o madres, sólo esperaban al más gilipollas de todos los que se le acercaban entre los babosos, para ponérselo fácil y, de esa manera, dar el giro en sus vidas hacia la estulticia de la inutilidad: ser madres y amas de casa. Hoy, desafortunadamente, no sólo se contentan de vivir como prostitutas del hombre al que consiguieron engañar primero, sino que ante tal cantidad de pollas hambrientas, buscan activamente entre todas ellas cuál creen que será la más idónea para sus propósitos. Nuestras abuelas eran folladas por dos, tres, un hombre quizá como mucho antes de iniciarse en la prostitución civil y hoy, cualquier veinteañera, antes de llegar al matrimonio o a una vida estable donde parir sus crías, tiene que dejarse penetrar por quince, veinte, treinta hombres distintos: la maldita competencia que las vuelve lokas.
Nosotros pensamos que nuestras madres eran unas santas porque tuvieron uno, dos novios o quizá tres como mucho, pero nos equivocamos de cabo a rabo. En las circunstancias actuales de competitividad, hubieran sido tan putas como las de hoy, sobre todo porque actualmente no se contentan exclusivamente con tener un padre para sus desechos genéticos, sino más dinero para todo: viajes, caprichos, tarjetas de crédito, ropa, joyas, pero pensemos algo indiscutible: ¿qué diferencia hay entre lo que hizo mi madre para vivir del cuento de que un hombre le trajera a casa el dinero necesario para vivir sin trabajar y criar las desechos genéticos que consiguiera procrear (¡un saludo a todos!) y la putilla de clase media que, en el fondo, pretende lo mismo, sin ambajes, sin cortapisas, ofreciéndose a cuerpo completo a todo aquel que le toque el culo? No os preocupéis, os respondo yo: no hay ninguna diferencia. En consecuencia, podemos discernir como resumen derivado de la biología que todas ellas, sin excepción, nacen y son putas desde el mismo momento que la carga genética XY le pone un coño entre las piernas. Nacen, no se hacen. Lo difícil sería hacerse en tal número y cantidad sin tener ya la predisposición genética para serlo. De hecho, observamos que este comportamiento es el mismo en cualquier lugar del mundo, en mujeres de cualquier condición, raza, religión o creencia y ha sido idéntico en cualquier momento y época y bajo cualesquiera circunstancias.
Finalmente, algo que debemos aclarar: antes, con la pobreza existente, una mujer en cuanto encontraba al hombre al que sacarle los ojos, ya dejaba habitualmente de buscar nuevas víctimas a quien sangrar, admitiendo que lo que tenía a su lado era quizá lo mejor que podría encontrar para aprovecharse de él. Hoy en día no es así: la mujer, después de atrapar al macho que le sirva de tontolaba, seguirá buscando otra u otras nuevas víctimas para poder sustituir, si lo cree conveniente y necesario, a un tonto por otro tonto más rico o con más poder. En consecuencia, no dudará en engañar a su pareja cuantas veces sea necesario, pensando que siempre puede encontrar alguno mejor que el anterior para su exclusivo beneficio y propósitos.