Libros JUAN EDUARDO CIRLOT

Ramon Llull

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19 Sep 2005
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Lo prometido es deduda y aunque mal de tiempo, pienso hacer todos los hilos que he ido anunciando.
Para empezar, y a tenor de mis ya superados 700 posteos en esta santa casa, abro la veda con el hilo de uno de mis poetas predilectos:

JUAN EDUARDO CIRLOT

abanco_026.jpg


Más que un poeta, Cirlot (1916-1973) era un Vanguardista con todas las de la ley. Experimentador del castellano y su fonología, exquisito dominador de la retórica y lírico ecléctico. Genio.

A modo de incio, compilo aquí todas las poesías que se hallan en varios hilos de este foro.


67 versos en recuerdo de Dadá

El uno se arrodilla dulcemente[,]
el dos tiene las trenzas de papel,
el tres llena de plata los triángulos,
el cuatro no solloza,
el cinco no devora el firmamento,
el seis no dice nada a las serpientes,
el siete se recoge en las miradas,
el ocho tiene casas y ciudades,
el nueve canta a veces con voz triste,
el diez abre sus ojos en el mar,
el once sabe música,
el doce alienta lámparas,
el trece vive sólo en los desvanes,
el catorce suplica,
el quince llama y grita,
el dieciséis escucha,
el diecisiete busca,
el dieciocho quema,
el diecinueve sube,
el veinte vuela ardiendo por el aire,
el veintiuno cae,
el veintidós espera,
el veintitrés adora los vestidos,
el veinticuatro sabe matemáticas,
el veinticinco magia,
el veintiséis amor,
el veintisiete guerra,
el veintiocho estrellas,
el veintinueve luna,
el treinta tiene garras de cerezo,
el treinta y uno flota,
el treinta y dos destruye los anillos,
el treinta y tres anula los espacios,
el treinta y cuatro ruge,
el treinta y cinco vive lejos,
el treinta y seis conoce la amargura,
el treinta y siete fulge,
el treinta y ocho baja,
el treinta y nueve quiebra torres,
el cuarenta se expresa,
pero el cuarenta y uno tiene páginas,
donde el cuarenta y dos halla su espejo,
donde el cuarenta y tres se desmenuza,
en el cuarenta y cuatro anidan tigres,
en el cuarenta y cinco monumentos,
en el cuarenta y seis hay una espiga,
en el cuarenta y siete distracciones,
detrás vienen cuarenta y ocho pensamientos,
cuarenta y nueve signos,
cincuenta cruces,
ciencuenta y una lágrimas,
cincuenta y dos mujeres,
cincuenta y tres desiertos,
cincuenta y cuatro pianos,
para cincuenta y cinco partituras,
para cincuenta y seis sonidos,
cincuenta y siete soles,
cincuenta y ocho perlas,
cincuenta y nueve bocas,
sesenta muertes,
sesenta y una llagas,
sesenta y dos pirámides,
sesenta y tres adioses,
sesenta y cuatro diccionarios,
sesenta y cinco sentimientos,
sesenta y seis recuerdos,
sesenta y siete flores.


Aquí una muestra del Cirlot más experimental:

Cristo, cristal

Cristo, cristal
to, al
alto.

Cristo, cristal
to, tal
total.

*

Cristal
tal
tel
Él
Eli, Eli.

*

Cris
criz
cruz

*

Cristo, cristal.
Cristalizado,
cristal izado.
Izado en cruz
crucificado
cristificado
cristal de luz
lucificado.

*

Cristo, crisol,
Sol.

*

Claridad
Caridad
dad.

Doy
voy
hoy
soy.

*

Soy en lo mismo que doy,
en la paz de la palma,
en la calma del alma,
en la cruz de la luz.

*

Clavo
lavo, esclavo.

Ni cristal ni crisol.

*

Cruz, cruce.
Luce, luz.

Cristo, tal
cristal.

*

Cruz, descruza.
Caja, baja.
Tumba, retumba.
Mina, ilumina.

*

Cristaliza, cristal.
Cristo, cristifica.

*

Jesús, Je suis.
Cristo, cristal, cris...
ist stahI.
Stahl, stella.

*

cr, cr, cr, cr,
ss, ss, ss, ss,
t, t, t, t.

*

O
AL
EL


Un Cirlot más formal:

A Osiris

Repartido en pedazos y en lamentos,
repartido en países y en canciones,
repartido en lejanos corazones,
repartido en profundos monumentos.

Repartido en obscuros sentimientos,
repartido en distintas emociones,
repartido en palabras y oraciones,
repartido y perdido en los momentos.

Heredero del tiempo y del espacio,
víctima de transcursos y distancias,
ser en seres deshecho y repartido.

Yo busco tu hermosura y tu palacio,
tu boca de rubíes y fragancias
para reunirte solo en un gemido.

A Salvador Dalí

En las puras montañas entreabiertas,
en los grandes paisajes calcinados,
en los topacios dulces y enterrados,
en los muros eternos y en sus puertas,

en las planicies secas y desiertas,
en los osarios desencadenados,
en los cielos agudos y parados
sobre las planetarias cosas muertas,

todo alcanza la forma de una boca,
la forma de unos labios palpitantes
que sufren con un beso en una caja.

En el fondo bestial de cada roca
existen tus dos alas fulgurantes
fundiendo el infinito en una alhaja.
 
Jacques de Molay rebuznó:
Del heterodoxo Cirlot tengo un recomendabilísimo "Diccionario de símbolos".
En efecto, tengo en mente postear algo de éste. Colaboración, pero, siempre se agradece.


A propósito de la obra Pájaros tristes (dedicada a Pilar Bayona), el mismo Cirlot dijo:

INSPIRADOS en los de Ravel, estos Pájaros son en cierto modo hijos suyos, algo, como las golondrinas becquerianas que vuelven siempre a los lugares visitados por sus padres, y así mis Pájaros, en cuanto creados, han volado hacia el regazo de Pilar, a quien van fervorosamente dedicados.
Son impresiones fugaces, tan fugaces como vuelo entrevisto entre las nubes, allá, en ese cielo donde toda la mitología humana ha situado sus anhelos. "Impresiones" todas ellas agrupadas y unidas por el nexo común de un recuerdo obsesionante: el de los maravillosos compases de la música raveliana, en la que todo lo inexpresable late dulcemente, y hace sufrir mientras da goce, porque en la contemplación de la belleza hay sufrimiento y una angustia vagamente indescifrable.
Recuerdo que en uno de los libros de cuentos de mi infancia, había un viejo grabado que representaba el vuelo de una bandada de pájaros a contraluz, mirado por una niña: era uno de esos dibujos nacidos para la cirugía de Max Ernst, prometedor de mundos ocultos detrás de la limitación de lo dibujado. Yo entonces, claro está no sabía nada de esto, pero me daba tristeza porque era de una dulce poesía aquella escena. No volví a recordar en muchos años nada de esto hasta que oí el llanto de los pájaros ravelianos. Entonves repentinamente volví a verlo, clara y suavemente fue entrando la música en mi alma y era como una lenta inundación de todo lo tibio, y recuerdos muertos se erguían en mi interior decorado por los sueños.
Estas poesías que van a continuación no pretenden contener sino algo, muy poco e cuanto he sentido, no pretender reflejar, sino las espumas de ese mar hondo y dilatado de las complejas reacciones de la sensibilidad y el senimiento.

Juan Eduardo Cirlot
1942



Luego empieza:


Pájaros en concierto

Campanas entre los pájaros
bronce entre las plumas, cerezos
dulces, allá en los cielos.

Las carreteras desnudas
se marchan hacia la Luna.

PÁJAROS EN CONCIERTO

Cantan ruiseñores negros
rosas de voz y de ensueño.


Pájaros ciegos

GRANDES cuchillos de hierro
-¡Niña! ¿Qué miras con ese miedo?

-Los pájaros ensus jaulas
los pobres pájaros ciegos.

(Hay contexturas de recoa
hay mares de rudo invierno-
grandes cuchillos de hierro)

y sangre sobre las plumas, llanto
de flauta loca en destierro.

-Niña ¿qué es lo que miras?
¡Miro el pajarito ciego!


Pájaros amarillos

Los pájaros amarillos
lloran entre las grandes nubes.

INVIERNO

porque las olas los cubren
porque las olas los cubren...

y sueñan con flores-cielos,
con flautas-vientos.

Los pájaros amarillos.
La Luna sobre los hielos.


Pájaros de Skrjabin

ROSALES negros
y Skrjabin delirante, entre los dedos
llamas, pájaros, fuego.

Y a lo lejos

el mar en sombra y lamento.

Entre el teclado y mis sueños,

llamas, pájaros, dedos.
 
Pájaros nocturnos

La sombra de lo azul
en las encrucijadas de allá:
donde están los pájaros muertos,
y donde está la sombra:
la sombra de lo azul.

Porque cada flor es un silencio
y amor no viene de las nubes
mientras el páramo sueña noches
con pájaros, y pájaros, y estrellas,
y estrellas, y estrellas, y misterio.


Los pájaros de los ríos

Hay cañaverales en los ríos
y hay aguas, y hay música, y recuerdos.

...pero nada es tan triste
tan triste como el vuelo de los
pájaros...
que se van lejos.

...pero nada es tan triste
tan triste como el llanto de mis
sueños...
que se van lejos.

y hay cañas verdes en los ríos
y hay aguas lentas como música
y hay pájaros temblando, y amarillas
lejanías...
y recuerdos.


Dos poemas

A Pilar Bayona
Con mi admiración y afecto.
Firmado Juan Eduardo Cirlot


Zaragoza, 11 diciembre 1941


I

CELESTE hilandera de los sueños
que nacen bajo tus mágicas manos
desnudos, limpios sobre el teclado
mar de marfil, añoranza de cielo,

mármol palpitante, vago recuerdo
y dulces, de un temblor süave alado
y poseídos tus dedos van creando
albores, anunciaciones de fuego.

¡Qué vaga sombra rosa y de dulzura
cuando en las calles tristes de mi alma
las largas atardecidas futuras,

recuerden tus manos, iluminadas
y sobre calendarios muertos, puras,
me evuelven sin palabras ¡soñadas!


II

A A. Skrjabin

Rodeado de rosas negras, de misterios
de llamas en sombra, dulcemente
vertido en éxtass nocturnos
-flor de almendros-
y estrellas, y pájaros,
llanuras en silencio.
¡Nieve o fuego!
Delirio de ramas y de dedos
¡Dulce Skrjabin, desangra tus anhelos!
despierta cabelleras en las arpas, bajo lunas, o nubes
Movimientos
de ti, de tu alma tan concreta en el ensueño.

skrjabin.jpg

Alexander Skrjabin
 
ravel01.jpg

Maurice Ravel, cuya composición Pájaros tristes da nombre a la obra aquí citada

Pájaros mendigos

Lentas las dulzuras, lentamente
se van hacia los ojos que jamás veremos,
y los caminos son distancias
como yo, y luz, y sueños.

Tenue, suavemente
las aguas han inundado mi cerebro
ahora estoy triste;
los mendigos vuelan por los cielos,
y pájaros, y yo,
y yo, que estoy muriendo.


Pájaros en las costas

Pájaros de sol en el incendio

(y las largas olas, y las largas olas)

mueren contra la sombra de las costas,

de las costas
abrumadas por la antigüedad de las ciudades
marinas

y en el espacio

pájaros...

bajo la arena

fenicios enterrados

y en el espacio

pájaros

pájaros blancos entre la espuma y los cielos


Pájaros en las islas

Doncella de las islas
tú estás lejos, amarilla,
rodeada de rocas, de silencio

y las grandes olas, y las grandes olas...

Tú estás sola
en tu mirador de invierno

y nubes, y pájaros y lento

pasa el tiempo.

Tú nunca volverás, allá en las islas
estás, mientras se alarga el mar

y estrellas, soledad, misterio.

Y así, tú para siempre:
rodeada de rocas, de silencio.


Pájaros muertos

Llorad conmigo o soñad.

Lloremos.
¿No oís ese gran grito de pájaro en tormento?

Le han perforado los ojos

los dulces ojos de ensueño.

y pájaro, pájaro, pájaro
¡pájaros ciegos!

y pájaro, pájaro, y pájaro
¡pájaros muertos!


Pájaros invernales

Si una nebulosa o gruta blanca
fuese de lágrimas o ecos
sin violines, solos yo, o mi concierto
(para piano de espumas y besos)
cantaríamos la dulzura de los pájaros
-mientras lloran las campanas,
y se desnudan los sueños-

Lentamente, como todo
lo que se acerca a lo eterno
vienen las grandes olas blancas
bajo la sombra fría de las nubes
y los pájaros vuelan...

MAR EN INVIERNO
 
Ciclo Bronwyn

Hablar de Bronwyn en Juan Eduardo Cirlot es hablar del núcleo vital de su obra. El presente ciclo encuentra su génesis en el año 1966, cuando Cirlot visionó la película El señor de la guerra (1965) de Franklin J. Schaffner, dentro de la cual goza de especial incidencia la figura de Rosemary Forsyth protagonizando el papel de la dama celta Bronwyn.

gallery12726.jpg

Rosemary Forsyth

La figura de Bronwyn consolidada como recurso simbólico en el cosmos de Cirlot seguro que no sería tal si éste no hubiese visionado, el año siguiente, otro filme: la versión rusa de Hamlet. Concretamente Cirlot se mostró extasiado tras la comparación de dos fotogramas de éstas: al ver a Ofelia muerta en las marismas, Juan Eduardo recordó que Bronwyn, en un escenario idéntico, resurge de las aguas para que el señor normando se enamore de ella.

2.jpg

Ofelia del romántico John Everett

Así, en contraposición a Ofelia -que muere en el lago- será Bronwyn la que renace de las aguas, y esta frase, precisamente, es la que Cirlot utiliza como dedicatoria en los cinco primeros libros de los dieciseis que conforman el ciclo. Éste se abre con Bronwyn, al que prosiguen Bronwyn, II, Bronwyn, III, Bronwyn, IV, Bronwyn, V, Bronwyn, VI, Bronwyn, VI, Bronwyn, VII, Bronwyn, n, Bronwyn, z, Bronwyn, x, Bronwyn, y, Con Bronwyn, Bronwyn, permutaciones, Bronwyn, w y La quête de Bronwyn. Todos estos poemarios, claro está, si bien del todo heterogéneos guardan algo en comúm -además de la pieza esencial-: la constante experimentación lingüística y la vanguardia poética: desde el collage puro hasta las variaciones fonovisuales de clara tendencia musical. [Mi idea es irlos comentando todos, a ver qué tal se desarrolla]

Además, el ciclo no se centra únicamente en los dieciseis poemarios, sino que recoge todas las indagaciones y elocubraciones que el poeta manifestó mediante otros poemas sueltos, dibujos, artículos o ensayos.

cirlot.jpg


En breve, los poemas.
 
Juan Eduardo Cirlot rebuznó:
Bronwyn[/i],]Las ruinas de las runas en la roca
hablan de que yo estuve en este mundo,
donde el mar y la tierra de las nieblas
se funden y confunden.

La vida era una ausencia inagotable,
un laberinto de serpientes grises,
un pantano de rosas tenebrosas.

Juan Eduardo Cirlot rebuznó:
Bronwyn[/i],]Toma mi oscuro anillo inmemorial.

Mi armadura deshecha se deshace
y de sus mallas muertas salen fuegos
azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.

Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.
El mar que me acompaña por un mar
de sombra se deshace en el vacío.

Estoy cansado de estar muerto y ser.

Estoy cansado de estar muerto y ser
y
A la que renace de las aguas, el "ciclo vital". Recuerden.

Brutal.


Encantado de estar por aquí de nuevo, joder.
 
Encantado de verle, caballero.


Acojonantes los fragmentos de Cirlot.

Me dejan anonadado.

Será cuestión de buscar y encontrar.
 
REGINA TENEBRARUM

Ira, suma, lira, ¿será rimar?

Como si los leones devorasen tu cuerpo, y tu sangre
corriera sobre el mármol escaso.
Así te miro, pensando
en el sagrado día de tu muerte,
cuando un sepulcro inmenso beberá tu hermosura
quemada por el tiempo.
Habrás sido una música ciega en lo alto de un muro.
Mi larga maldición te pertenece como tus propios huesos,
llévatela contigo a la tierra.
Tenebrosa, ¿de qué te sirve tanto oro
confundido con plata?
No podré ver tu muerte, comprobar tu agonía;
sólo tendré una escueta noticia inacabada.
la certidumbre del lugar ocupado por tus «restos»
y la seguridad mayor de que no he de nombrarte
cuando me refiera a mis ángeles clarividentes, erguidos.

Los trozos de tu cuerpo estarán en mi recuerdo,
no entre las garras de las fieras.
Tu fragancia infernal aún será mía.
Las letras de tu nombre descompuesto formarán otros nombres
y en la pradera violeta crecerán otras torres
en los atardeceres prolongados por la sed hacia el pozo
donde tú, entonces, vivías
cuando el cielo era rojo y los árboles escarlatas crecían.
Así acontece ya con cada instante.
El sonido es la muerte que todavía resiste
y levanta, sin manos, un gesto hacia lo vivo.
Oye mi corazón; se está moviendo.
Y esta música horrenda que no le conmueve
soy yo.

Ven a verme llorar,
no lloro con los ojos ni con el pensamiento;
lloro con las entrañas, con los dedos quemados,
con la frente rajada por cuchillos
y con la llaga en llamas que yo todo soy.
Desciende del palacio, ven
a verme llorar.

Verás un monasterio cuando se despedaza
y verás dos mil años en sólo unos momentos,
o en un tiempo tan largo que la historia del mundo
no llena su interior.
(Allí dejamos sólo
un corazón abierto.
El árbol aún hablaba
cuando ya no era nada
en el campo monótono.)
Schoenberg está loco en el jardín de mi casa interior
Los jacintos aún florecen en la noche del África.
Dejadme, suplicó aquel mendigo.
Lo dejaron sin brazos, sin labios y sin ojos.
Yo tengo que recoger su espíritu,
bajarlo de la cruz,
y llevarlo a la cumbre de esta Tierra maldita.
Necesito las hachas brillantes, el punzón
que se clave en el centro de lo Negro.
Yo fui dorado como la nube al sol
o como la corona del monarca apresurado
a sentarse en su trono.
¿Dónde está mi draconario?
Las galeras han muerto, las torres
gimen en aglomeraciones de cenizas
y sus manos se agiten en un aire abrasado.
¿En qué guerra me podría salvar
entre esta turbamulta horrible de cristianos siniestros?

¡Violentos, venid!
Dentro de le dulzura se vierte lo corrupto
y los tejidos cantan un halo segregado.
Heridas sobrenadan,
hierbas, cruces.
Y el cabo de la rosa se repite el sudario.
Todos los cauces hablan con sus más grises bocas,
las rondas de las rocas viven bajo la tierra.
Oh, jardín
oye tu propia voz clavada en un pedazo
de inoíble papel.
Óyela y llora.

(Al amanecer, me aproximo al gran Valle perdido como si
fuese un gigante de piedra.)

Dime, belleza,
¿dónde te ocultarás cuando no exista este sonido
al que, feroz, te aferras?
¿Sabes lo que es el mar? Piensa.
Un día
vi una llaga horrorosa.
Parecía una flor, una torre, un extenso
pisaisaje bajo un sol de plomo.
Le pregunté: ¿Quién eres?
Me contestó un sonido sin habla,
un lamento que aún oigo sin oírlo,
un gemido sin letras. Pero creo
que mi nombre decía.
Es como si, de pronto,
mis heridas hablaran
y los ramos violetas que envuelven mi corazón
temblasen en la cabeza blanca del cementerio, así
una música absorta se eleva de las casas
e intenta retornar hacia el ave secreta
que te deshace lejos.
En la montaña abierta de par en par.
en aquella celeste puerta por la que ya no pasamos,
nuestras imágenes lanzan gritos agudos
y semejan relieves de cristal y de acero,
un Géminis de sangre.
Como si los paisajes fueran cerrojos
y tus manos la rosa inmensa que tapia los cielos;
así me acerco en silencio a tu gigantesco recuerdo,
mientras los lobos gimen en torno mío
y una esvástica negra
persigna mi frente donde siempre persistes
y donde te transformas en una fuente alada.
Pero la Oscuridad es tu dominio y por eso
me voy oscureciendo, Regina
Tenebrarum.
¿Dónde estará nuestro reino?
 
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