Malacantoche
Veterano
- Registro
- 18 Sep 2005
- Mensajes
- 1.756
- Reacciones
- 2
La brisa mantuvo nostálgica atmósfera, el aire olía a sal, aún recuerdo lo tersa de su mano como si fuera ayer, el rocío del agua, naranja en el cielo y nubes ocres, sus traviesos y fríos dedos buscaron los míos que descansaban sobre la piedra en la que nos sentamos a la orilla del mar.
El ruido de las olas, el cantar de alguna gaviota que planeaba contra viento en búsqueda de un pez para comer, el movimiento de su cabello que ondeaba con las repentinas ráfagas, la lánguida mirada de aquellos ojos negros que se cristalizaban al observar al horizonte solo hablaban de tristeza, ¿hasta aquí llegamos?
No poníamos en duda de que ya no nos volveríamos a ver, el dolor es fuerte, la despedida inevitable, es un adiós y después de ésto nada volverá a ser igual.
Cierra tus ojos y descansa el corazón.
Abre tus labios, respiro tu aliento.
El roce de sus rosados y delgados labios con los míos, la comunicación de nuestras lenguas estrechando el pacto de amor y sensaciones transmitidas en algo más que un simple beso. Siempre su marca sobre mi, siempre buscando ansiosa su lengua en mi boca, siempre explorando, no únicamente escavando dentro de mis labios, sino también bebimos del corazón que al unísino latió esa tarde, un pequeño beso después para sellar el pacto.
Alma morena, de ti no me despedí esa tarde de noviembre. La brisa del mar y la danza de la garza ya no son lo mismo desde aquella vez. Cuanto ansío beber de tus labios y besar tus lágrimas, sin permitir gota alguna que brote de tus ojos se desperdicie sobre la arena.
Me creo muerto, no me he hallado desde que nos despedimos. Me siento vivo al recordar el olor de tu piel. Esa tarde de noviembre, no me despedí de ti, te llevaste mi corazón contigo, y yo te llevo en el recuerdo. No se decir adiós.
¿Cómo enfrentas la despedida?

El ruido de las olas, el cantar de alguna gaviota que planeaba contra viento en búsqueda de un pez para comer, el movimiento de su cabello que ondeaba con las repentinas ráfagas, la lánguida mirada de aquellos ojos negros que se cristalizaban al observar al horizonte solo hablaban de tristeza, ¿hasta aquí llegamos?

No poníamos en duda de que ya no nos volveríamos a ver, el dolor es fuerte, la despedida inevitable, es un adiós y después de ésto nada volverá a ser igual.
Cierra tus ojos y descansa el corazón.
Abre tus labios, respiro tu aliento.
El roce de sus rosados y delgados labios con los míos, la comunicación de nuestras lenguas estrechando el pacto de amor y sensaciones transmitidas en algo más que un simple beso. Siempre su marca sobre mi, siempre buscando ansiosa su lengua en mi boca, siempre explorando, no únicamente escavando dentro de mis labios, sino también bebimos del corazón que al unísino latió esa tarde, un pequeño beso después para sellar el pacto.

Alma morena, de ti no me despedí esa tarde de noviembre. La brisa del mar y la danza de la garza ya no son lo mismo desde aquella vez. Cuanto ansío beber de tus labios y besar tus lágrimas, sin permitir gota alguna que brote de tus ojos se desperdicie sobre la arena.

Me creo muerto, no me he hallado desde que nos despedimos. Me siento vivo al recordar el olor de tu piel. Esa tarde de noviembre, no me despedí de ti, te llevaste mi corazón contigo, y yo te llevo en el recuerdo. No se decir adiós.
¿Cómo enfrentas la despedida?