P
pulga
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Es conjeturable que Jean Arthur Rimbaud, como insistente y tercamente afirmó y juró su hermana, muriera tras haber recibido el sacramento de la confesión.
Y si esto es así, qué cabe esperar sino que el poeta francés hubiese sido sincero, y de haber sido sincero, admitamos que alguien pudo acceder a sus pecados.
Son, pues, sus pecados pensables, imaginables.
Oigámoslos de nuevo, que lleva Europa presintiéndolos desde hace cien años: la traición, la infidelidad, la antigua sodomía, el asesinato de un negro que se escapaba de la fila, el muy "conard", la falta de fe y a la vez el gran temor de Dios, y el fracaso, una innoble y doble razón, a modo de whiskey doble, de todos los fracasos.
El sacerdote no entendió muy bien, a excepción de lo del negro, esos pecados tan anárquicos, tan bíblicos, tan poco burgueses, pero le dio la absolución Y Rimbaud murió libre de culpa y voló a los cielos, porque, además, había sufrido más que el justo y más que el santo.
Y sobre todo el sacerdote pensó cómo no perdonar a un joven capaz de confesarse en latín.
Y si esto es así, qué cabe esperar sino que el poeta francés hubiese sido sincero, y de haber sido sincero, admitamos que alguien pudo acceder a sus pecados.
Son, pues, sus pecados pensables, imaginables.
Oigámoslos de nuevo, que lleva Europa presintiéndolos desde hace cien años: la traición, la infidelidad, la antigua sodomía, el asesinato de un negro que se escapaba de la fila, el muy "conard", la falta de fe y a la vez el gran temor de Dios, y el fracaso, una innoble y doble razón, a modo de whiskey doble, de todos los fracasos.
El sacerdote no entendió muy bien, a excepción de lo del negro, esos pecados tan anárquicos, tan bíblicos, tan poco burgueses, pero le dio la absolución Y Rimbaud murió libre de culpa y voló a los cielos, porque, además, había sufrido más que el justo y más que el santo.
Y sobre todo el sacerdote pensó cómo no perdonar a un joven capaz de confesarse en latín.