STALIN ROMPE CON EL JUDAISMO
Y MUERE SÚBITAMENTE
En el primer semestre de 1952 el Mundo Occidental comenzó a ser esporádicamente informado acerca de actos "antisemitas" tras la Cortina de Hierro. Los mismos informes mostraban desconcierto y eran poco enfáticos. El régimen bolchevique había sido obra de israelitas en 1917; había contado con la ayuda internacional judía en su crisis económica de 1926; había recibido la ayuda armada más formidable de la historia durante su desesperada situación militar de 1941-1945 y muchos hebreos formaban parte de su estructura básica. Por tanto, parecía inconcebible que en el seno de la URSS el movimiento político judío estuviera sufriendo tropiezos. Increíble y todo, algo muy grave ocurría porque iban en aumento las quejas de que había brotado súbitamente un bárbaro "antisemitismo" ruso.
Ya es una costumbre que cuando el judaísmo político encuentra resistencia a sus planes clama mundialmente que es víctima de persecuciones "antisemitas". Del conflicto político no habla jamás y se concreta a presentarse como una víctima de fanatismos raciales o religiosos, con lo cual encubre su propia naturaleza y desprestigia la defensa de sus victimas.
Para los puestos clave dentro del engranaje oficial ya no se daba la misma preferencia a los israelitas, aunque todavía figuraban eminentemente Lazar Kaganovitch (magnate de toda la industria pesada y de las comunicaciones); Lev Makhlis, ex Ministro de Control del Estado Soviético; María Kaganovitcha, presidenta de la Unión Textil de los Sindicatos de la URSS; Moisés Bass, director de Explotación de los Tranvías de Moscú; losif Malitski, director de Construcciones y de la Industria Pesada de la URSS; losif Gobervman, jefe de la Dirección de los Transportes Automovilísticos de Moscú, y otros muchos que como "representantes" de grandes núcleos obreros tenían incalculable influencia política.
Los informes de actos "antisemitas" detrás de la Cortina de Hierro fueron haciéndose más frecuentes y su tono más alarmante. Poco después un hecho extraordinario sorprendió al mundo: el régimen stalinista de Klement Gottwald anunció en Checoslovaquia que acababa de ser descubierta una vasta conjura judía; 14 dirigentes comunistas fueron procesados en Praga y 11 de ellos condenados a muerte. De estos 11, ocho eran judíos y se les ejecutó, con la evidente aprobación de Stalin y de la prensa oficial soviética. A las ejecuciones siguió una insólita purga de israelitas. La posición política de Gottwald como leal colaborador de Stalin fue exaltada profusamente tras la Cortina» de Hierro.
En Rumania fue destituida y encarcelada la judía Ana Pauker, Primer Ministro del país y verdugo del pueblo rumano en su sometimiento al régimen marxista.
La remoción de hebreos se extendió a Hungría, bajo la influencia de Moscú, y en la redada no se escapó ni siquiera el influyente judío Gyla Becsi, Ministro de Justicia, que tan decisivo papel había jugado en el proceso contra el Cardenal Mindszenty.
Las extrañas remociones ocurrieron también en la zona austríaca ocupada por el ejército rojo. El doctor Heinrich Nagler fue removido del Partido Comunista junto con otros funcionarios de su propia raza. Igual fenómeno ocurrió en la Alemania Oriental, donde numerosos judíos ocupaban puestos públicos. En Rusia misma fueron encarcelados 26 escritores judíos de lengua yiddish y varios de ellos ejecutados, o sean David Bergelson, Peretz Markish, Itzik Fefer y David Fefer.
Estos cambios dejaron al descubierto la circunstancia significativa de que la mayoría de los dirigentes que bolchevizaron a los países ocupados por la URSS eran judíos.
¿Acaso Stalin estaba sintiéndose ya lo suficientemente fuerte para deshacerse del Poder Judío bajo cuyo patrocinio se estableció la URSS en 1917 y se salvó de la derrota en 1942? ¿Acaso la posesión del poderío atómico había embriagado a Stalin y se sentía capaz de sacudirse la influencia hebrea? ...
Más desconcertante resultaba la conducta de Stalin porque siempre había dado enfática protección a los judíos, de quienes a su vez recibía apoyo político. Sus tres mujeres fueron israelitas: Katy Schwanitz, Allelujah y Nadja Kaganovitch. Hasta se decía que Stalin había hecho valer ante sus protectores hebreos un remoto antepasado judío de su familia.
La alarma de las comunidades israelitas alcanzó su clímax cuando el 13 de enero de 1953 el Kremlin anunció oficialmente que había sido descubierta una conjura de judíos en el más alto instituto médico de la URSS, o sea en la Dirección Sanitaria del Kremlin. Según el anuncio, esos médicos formaban parte de la organización secreta "Joint Committee", la cual operaba bajo el disfraz de una "Agencia de Ayuda Humanitaria" fundada en 1914 por un grupo de hebreos.
El anuncio oficial agregaba que dichos médicos judíos venían trabajando desde muchos años antes en acortar la vida de altas personalidades rusas, mediante diagnósticos y tratamientos sutilmente planeados, de lo cual se hallaban convictos y confesos. En concreto, se les acusó de haber envenenado en 1948 a Andrei A. Zhadanov, miembro del Politburó y probable sucesor de Stalin; y al general Alexander Sergeivitch, jefe político del ejército rojo, internado en 1945 en dicho Instituto para curarse un mal relativamente leve, el cual fue complicándose hasta costarle la vida. También se afirmó oficialmente que en el momento de su captura los médicos israelitas estaban tratando de eliminar al Ministro de Guerra, mariscal A. Vassilevsky, al mariscal Ivan Koniev, comandante de las tropas de tierra, y a otros funcionarios que no eran propicios para sus planes.
El sensacional anuncio aplicaba a los médicos judíos los insólitos calificativos de "viles espías, asesinos y monstruos humanos". Jamás en la URSS se habían proferido calificativos semejantes contra los judíos: allí donde estaba prohibida la palabra "zhidi", por considerarla despectiva y debía utilizarse la de "ivrai" para referirse afectuosamente a ellos.
La sensacional denuncia del Kremlin acentuó la remoción de israelitas. A la vez se glorificó a la doctora Lydia Timashuk por haber dado la pista para descubrir las maniobras de los conjurados y en una solemne ceremonia nacional le fue otorgada la máxima condecoración de la Orden de Lenin. Conjuntamente se le rindieron honores a Ryumin, jefe del servicio de investigaciones.
Todos estos sucesos fueron objeto .de amplísimos y alarmados mensajes transmitidos por el monopolio informativo internacional. No dejaba de ser significativo que ese monopolio israelita —disfrazado de imparcial objetividad— diera mayor importancia a las penalidades padecidas por un puñado de hebreos que a las espantosas matanzas que sufrían los pueblos ruso, polaco, rumano, etc., etc.
En esos momentos era ya seguro que Stalin había roto su vieja alianza con los padres y protectores del marxismo. El Congreso de Palestina se reunió apresuradamente, lo mismo que todas las organizaciones judías del Mundo Occidental. Se dijo que la situación era sumamente grave y se acordó proceder con suma cautela. En Estados Unidos eminentes personalidades hebreas y la viuda de Roosevelt, poco antes tan entusiastas de la política prosoviética, pidieron públicamente que se adoptaran medidas drásticas "con el fin de impedir —dijeron— una verdadera catástrofe, que sería la consecuencia de la campaña antisemita rusa".
Los bolcheviques estaban comenzando a cometer "¡crímenes contra la humanidad!"
Pero mes y medio después de que Moscú había denunciado la conjura judía, el Kremlin dio la sensacional noticia de que José Stalin agonizaba. El 5 de marzo se anunció que había muerto. Según el dictamen facultativo, Stalin había sufrido repentinamente diversas afecciones mortales del corazón, del hígado y de los riñones, e incluso una hemorragia cerebral.
Un agente secreto ruso, Kapanadse, que logró escapar de la matanza de los leales a Stalin y huir al Occidente, refirió parte de lo acontecido. El 28 de febrero Stalin se veía saludable y optimista en su casa de campo de Moscú. En el Kremlin lo aguardaba Krushchev, para celebrar acuerdo. Cuando Stalin llegó a su oficina, se encontró a la Plana Mayor del Partido Comunista. Voroshilov lo increpó sobre el proceso a los médicos judíos y le dijo: "Has deshonrado al Partido de Lenin". Stalin pretendió llamar telefónicamente a su ayudante, general Alejandro Proslcrebiech, pero el teléfono estaba ya cortado. "¡El Kremlin está tomado!" le gritó Malenkov. Y así, inverosímilmente, con la rapidez con que se desploma la grandeza humana, Stalin vio que era ya un cautivo. Después fue encerrado y encamado y muy pocos conocieron su horrendo final.
El agente Kapanadse supo que a veces se levantaba de la cama y caminaba a tropezones, mientras lo insultaban y se burlaban de él y que tras penosa agonía murió el 2 de marzo, no el 5 como decía el boletín oficial.
Apenas inhumado Stalin, el 14 de ese mismo mes la radio de Praga (precisamente en la ciudad donde habían descubierto la conjura judía y donde se inició asimismo la purga antisemita) anunció la súbita muerte de Klement Gottwald, de 56 años de edad. Gottwald también había muerto a consecuencia de diversos males: bronconeumonía, pleuresía y hemorragia torácica. No hacía ni 72 horas que había regresado bueno y sano de Moscú...
Simultáneamente con la repentina desaparición de Stalin y de Gottwald —primer ejecutor de la naciente política rusa contra la conspiración judía— ocurrió en la URSS un violento cambio de política. Los médicos judíos fueron inmediatamente sacados de la cárcel y restituidos en sus puestos; dejó de llamárseles por sus nombres israelitas y se les aludió con sus postizos nombres típicamente rusos; profesores Vassilenko, Zelenyi, Preobrajenski, Zacussov, Cherechevski, etc. Sus verdaderos nombres son Feldman, Gristein, Egorov, Vorsi, Vinogradov, R. Kogan, B. Kogan, Zelin y Stinger. En los censos de la URSS aparecen oficialmente dos millones 250,000 judíos, pero el número real es muy superior, pues la mayoría ostenta la nacionalidad soviética.
Públicamente se les desagravió y se dijo que habían sido víctimas de una injusticia. A título postumo "Pravda" hizo a rehabilitación de Salomón Mikhoels, judío fallecido en 1947, a quien durante la investigación de los médicos se le encontró culpable de haber formado parte del complot.
El jefe del Departamento de Investigaciones para Casos Especiales, magistrado Ryumin —días antes glorificado como héroe por haber puesto al descubierto gran parte de la trama política israelita— fue destituido y posteriormente ejecutado. Se le acusó de haber hecho "arrestos injustificados de numerosos ciudadanos soviéticos, inclusive figuras sobresalientes en la medicina".
A la doctora Lydia Timashuk, en vida de Stalin homenajeada por haber aportado la pista de la conspiración de los médicos judíos, se la destituyó también de su cargo y no se volvió a decir nada de su suerte. Todos los funcionarios rusos que intervinieron en el proceso de los médicos israelitas fueron acusados de "ceguera política" y de infamar "injustamente a ciudadanos soviéticos".
En la gigantesca "purga" contra todo el que había osado poner la mano sobre el oculto Poder Judío no se escapó ni el temible ¡efe de la Policía Secreta, Lavrenty P. Beria, quien fue ejecutado junto con seis de sus colaboradores. Beria aparecía también como responsable ¿e las investigaciones practicadas contra la conjura de los médicos. Las destituciones y los fusilamientos cimbraban toda la MVD (Policía Secreta rusa) y evidenciaron que existía otra superpolicía capaz de ahogar en sangre cualquier intento de rectificación política.
El coronel general V. S. Abakumov, Ministro de Seguridad de la URSS; A. G. Leonov, ¡efe de los servicios de instrucción del Ministerio; V. I. Komarov y L. I. Tatchev, funcionarios de la misma dependencia, fueron igualmente destituidos y después ejecutados. También se les acusó de "inventar complots para acusar a elementos del Partido, del gobierno y de los intelectuales".
Tan sólo en la provincia natal de Stalin (Georgia) fueron "purgados" del Partido Comunista 3,011 stalinistas.
Ante el drástico cambio operado con la muerte repentina de Stalin y Gottwald, el periodista Jean Danés, de la "France Press", cablegrafió desde Viena el 4 de abril de 1953: "Lo que retiene la atención de los observadores vieneses es el carácter publicitario dado a la noticia, la insistencia con la que los servicios de información de la URSS y de los países satélites anuncian al mundo entero casi sin interrupción desde hoy por la mañana, que los médicos judíos habían sido injustamente denunciados, detenidos, convictos y condenados. Se tiene la impresión de que en Moscú se ha querido que esta noticia de la rehabilitación sea tan sensacional como la de la acusación. Pues bien, una se produjo antes de la muerte de Stalin. La otra después. Esto aumenta su carácter extraordinario"