Zahorí
Novato de mierda
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¿Conocen la teoría del centésimo mono?
La siguiente teoría es muy controvertida. Hay documentos escritos que parecen corroborarla y también hay quienes argumentan su falta de veracidad.
Durante la década de los años 50’s se realizaron unos estudios en un archipiélago de islas pertenecientes al Japón habitadas por colonias de la especie Macaca fuscata (mono de nieve), un tipo de mono oriundo a esta región del mundo. Debido a su alto nivel social dentro de sus colonias este macaco ha sido objeto de todo tipo de investigaciones por parte de primatólogos, antropólogos y hasta estadísticos.
En el 1952 algo interesantísimo sucedió en la isla de Koshima, una de las tantas islas al oeste del Japón habitadas por este mono. En aquel entonces un grupo de científicos japoneses iban todos los días a un área de la playa en donde dejaban comida para una de las colonias de macacos. La razón por la cual hacían esto era para atraer a los monos al descubierto y así poder observarlos más de cerca. Uno de los macacos era una hembra de 18 meses de edad a la cual bautizaron con el nombre de Imo. Los científicos se dieron cuenta que a esta monita no le gustaba el sabor de la arena de la playa en su comida, y que un día comenzó a llevar las batatas que ellos le traían a una quebradita cercana para lavarlas. En un par de días su madre comenzó a hacer lo mismo, luego de que ella le enseñara ese truco de lavar las batatas, y más tarde, el resto de los compañeros de juego de la monita se unieron al nuevo hábito de limpiar la arena de la comida en la quebrada. Eventualmente los compañeros de juego de Imo también le enseñaron a sus madres este nuevo hábito, así que todos los macacos cercanos a Imo, de una manera u otra comenzaron a disfrutar del sabor de las batatas sin la arena.
En un par de meses Imo aprendió otro nuevo truco, el cual también fue aprendido por su madre, sus compañeros de juego, y sus madres. Imo comenzó a limpiar y a remojar las batatas en el agua de mar entre mordida y mordida, lo cual le daba un sabor salado a su manjar dulce.
Este comportamiento se limitó por unos años a las amistades de Imo y a sus madres, aunque poco a poco lo fueron aprendiendo otros miembros de la colonia. Entonces, un día en el otoño del 1958 lo inesperado tomó lugar. No se sabe si fue el mono número ochenta, o el número noventa, o si fue el mono número ciento cincuenta, el número exacto no se sabe, pero los investigadores decidieron llamarlo el mono número cien. Ese hipotético centésimo mono por fin un día aprendió el comportamiento de lavar las batatas en agua salada, y de repente, de la noche a la mañana, el resto de la colonia comenzó a lavar su comida en el agua de mar. Pero no sólo eso, en un par de días otros científicos comenzaron a reportar el mismo comportamiento en otras colonias de macacos en otras islas, en sitios en donde el comportamiento de lavar la comida en agua salada era totalmente desconocido.
A la luz de este descubrimiento se formuló la teoría del centésimo mono, aseverando que cuando un cierto número de individuos de una determinada especie (masa crítica) alcanzan un conocimiento, éste puede ser comunicado de mente a mente a sus similares. La adición de la energía del centésimo mono de algún modo creó un avance ideológico.
Esta historia vio la luz por primera vez en el libro Lifetide (La marea de la vida) del zoólogo Lyall Watson, que apareció en 1979. Pero su principal promotor fue Ken Keyes, Jr., un psicólogo humanista que la glosó en su libro El centésimo mono (1982), del cual logró vender más de un millón de ejemplares. Más que Copérnico y Darwin juntos.
Este comportamiento ha sido observado en otras especies del reino animal, incluyendo por ejemplo el particular comportamiento del Parus caeruleus en Gran Bretaña, una especie de pájaros silvestres los cuales en cuestión de semanas aprendieron a picotear las tapitas de papel de aluminio que cubrían las botellas de leche que los lecheros dejaban al intemperie en sus rutas a domicilios, también durante la década de los 50’s. Un comporatmiento que originalmente fue sólo observado en una sola vecindad, y que eventualmente se regó por todo el país.
Puesto a explicar, Watson sostuvo que la conciencia grupal se había formado espontáneamente entre los monos, de la misma manera que crecen los cristales en una solución saturada. El factor desencadenante había sido aquí un cortocircuito neurológico entre el cerebro reptílico y el sistema límbico de los simios (o quizás entre el fenotipo y el genotipo) que había provocado no sólo un súbito destello de inteligencia, sino también su propagación instantánea.
Rupert Sheldrake quiso ofrecer una explicación más rigurosa en su libro "Una nueva ciencia de la vida" (1982). Sheldrake, que no era etólogo ni psicólogo cognitivo (su mayor antecedente era haber enseñado fisiología vegetal en Cambridge), lanzó la hipótesis del “campo morfogenético”, como él llama a los campos no-locales, aquellos no relacionados causalmente. Estos campos, según el investigador, permiten la transmisión de información entre organismos de la misma especie sin mediar efectos espaciales. Es como si dentro de cada especie del universo, sea ésta una partícula o una galaxia, un protozoo o un ser humano, existiese un vínculo que actuara instantáneamente en un nivel sub-cuántico fuera del espacio y el tiempo. Este vínculo es lo que Sheldrake denomina campo mórfico o morfogenético. Al tratarse de una transmisión de información y no de energía, ello no contradice la Teoría de la Relatividad. Por ejemplo, un roedor australiano puede conocer sin que exista transmisión material, simplemente por resonancia mórfica, algo aprendido por un roedor de su misma especie en Leningrado. Siguiendo con el ejemplo, si llevásemos desde Leningrado a Australia un enemigo natural del citado roedor, el pariente australiano del roedor reconocería al momento a su enemigo al igual que lo hacía su pariente ruso.
Esta teoría le fue sugerida a Sheldrake en parte por ciertos experimentos de psicología animal donde dicho efecto parecía tener lugar. Estos experimentos, realizados en los años 1920 en la Universidad de Harvard por el Dr. William McDougall, trataban de descubrir en qué medida la inteligencia de las ratas era heredada. El Dr. McDougall medía la inteligencia, en este caso, por la habilidad de los roedores en recorrer un pequeño laberinto. Las ratas "inteligentes", aquellas que resolvían el laberinto rápidamente, eran pareadas con otras ratas "inteligentes" y lo mismo se hacía con las ratas "torpes". Veintidós generaciones más tarde, en vez de ser las ratas "inteligentes" las únicas más listas, todas las ratas resultaron poseer una mayor inteligencia a la hora de resolver los laberintos. Las ratas de la camada "menos inteligente" recorrían el laberinto diez veces más rápido que cualquier rata de la camada original.
Cuando el libro de Rupert Sheldrake "Una nueva ciencia de la vida" apareció en Inglaterra, un editorial de Nature, la prestigiosa revista científica, le consideró "el mejor candidato a la hoguera que ha habido en muchos años", y sostenía que sería una pérdida de tiempo y dinero el contrastar sus conjeturas.
Pero volviendo al experimento en sí, ¿sucedió realmente lo que cuentan?. Por lo que he podido indagar en Internet parece que no.
Al parecer esta historia no nació con Watson y Keyes. Ellos apenas fueron los que pusieron en movimiento la bola de nieve, manipulando cierta información científica válida. La fuente primaria de toda la leyenda se encuentra en el artículo que publicó en 1965 Masao Kawai, uno de los zoólogos japoneses que había dirigido el proyecto en Koshima.
Según el informe del Dr. Kawai, la experiencia había comenzado en 1952 con una población de 20 monos. Para 1962, cuando se la dio por terminada, la colonia contaba con 59 simios. Pero según consigna el informe original, solo dos de ellos habían aprendido a lavar batatas durante el año 1958.
En 1984 un filósofo de la Universidad de Hawaii llamado Ron Amundsen se propuso entrevistar al Dr. Kawai para averiguar qué había de cierto en la historia de los macacos. Aunque ya habían pasado veinte años, el japonés seguía sumamente molesto con las derivaciones que había tenido su experiencia. La entrevista no alcanzó a producirse porque Kawai estaba a punto de viajar al Africa, pero el japonés accedió a contestar un cuestionario escrito que le hizo llegar Amundsen, con la condición de que esa sería la manera de dar por terminada la cuestión.
Kawai admitía que lo que había observado no era nada nuevo en materia de propagación precultural y consideraba altamente probable que muchos otros simios hubieran hecho antes o después descubrimientos similares. Pero no dejaba de repetir que en Koshima el fenómeno se había registrado una sola vez. Lo que más indignaba al primatólogo japonés era la historia de la telepatía. Contra todo lo que podía esperarse de un exponente del Oriente misterioso, Kawai no dudaba en afirmar que la interpretación parapsicológica había sido una fantasía introducida por los autores occidentales. Su equipo sólo había hecho honesta investigación científica, con resultados que reconocía como poco vistosos.
Siguiendo un poco con R. Sheldrake, luego de la publicación de "Una nueva ciencia de la vida", realizó dos experimentos para refutar o verificar su teoría. El primer experimento fue patrocinado por la revista "New Scientist", de Londres, y el segundo por la "Brain/Mind Bulletin", de Los Angeles. Ambos experimentos parecieron confirmar su teoría aunque no he podido verificarlos en Internet.
En el experimento patrocinado por "New Scientist", a personas de distintas partes del mundo se les dio un minuto para encontrar rostros famosos escondidos en un dibujo abstracto. Se tomaron datos y se elaboraron medias. Posteriormente la solución fue emitida por la BBC en una franja horaria donde la audiencia estimada era de un millón de espectadores.
Inmediatamente de realizada la emisión, en lugares donde no se recibe la BBC, se realizó el mismo "test" sobre otra muestra de personas. Los sujetos que hallaron los rostros dentro del tiempo de un minuto fueron un 76 % mayor que la primera prueba. La probabilidad de que este resultado se debiera a una simple casualidad era de 100 contra uno. Según el Dr. Sheldrake, los campos no-locales, o campos morfogenéticos, habían transmitido la información a toda la "especie", sin detenerse en aquellas personas que presenciaron la mencionada emisión de televisión.
En el experimento patrocinado por el "Brain/Mind Bulletin" de Los Angeles, a varios grupos de personas se les pidió que memorizasen 3 poemas distintos. El primero era una canción infantil japonesa, el segundo un poema de un autor japonés moderno y el tercero un galimatías sin sentido. Tal como la teoría de los campos morfogenéticos predice, la canción infantil, habiendo sido aprendida por millones de niños durante muchas generaciones, aunque éstos fueran japoneses, fue memorizada notablemente más rápido que las otras dos alternativas.
Sheldrake no fue el único en realizar experimentos de este tipo. Gary Schwarz, psicólogo de la Universidad de Yale, patrocinó un experimento similar en el Tarrytown Executive Conference Center de Nueva York. A estudiantes de Yale que no sabían hebreo se les mostraron palabras hebreas de tres letras, la mitad de ellas sin sentido. Los estudiantes obtuvieron mejores resultados en el reconocimiento de palabras "reales" en una proporción superior a la que cabría esperar como mero fruto del azar.
Después de haber leído todo esto me cuestiono algunas cosas.
Lo primero que me llama la atención es la facilidad que existe hoy en día para manipular la información, transformando un simple bulo en una información susceptible de ser tomada como verídica. Esto en Internet es vital por la inmensa cantidad de bits que maneja, cómo saber qué es verdad, qué es mentira... Qué es más fiable, creer en los que defienden la teoría del centésimo mono, o bien, quedarse con las supuestas explicaciones del auténtico investigador japonés. Tal como está el patio no que quedaría con ninguna :)
Otra cosa que me planteo es si no habrá algo de cierto en las teorías de Sheldrake, quizás exista una mente grupal o "mente extendida", una especie de inconsciente o memoria colectiva... No se, ¿qué les sugiere todo esto?
Un saludo
Si les interesó el tema les recomiendo por ejemplo:
https://www.elpais.com/articulo/portada/Tiene/limites/mente/elpeputec/20050724elpepspor_2/Tes
La siguiente teoría es muy controvertida. Hay documentos escritos que parecen corroborarla y también hay quienes argumentan su falta de veracidad.
Durante la década de los años 50’s se realizaron unos estudios en un archipiélago de islas pertenecientes al Japón habitadas por colonias de la especie Macaca fuscata (mono de nieve), un tipo de mono oriundo a esta región del mundo. Debido a su alto nivel social dentro de sus colonias este macaco ha sido objeto de todo tipo de investigaciones por parte de primatólogos, antropólogos y hasta estadísticos.
En el 1952 algo interesantísimo sucedió en la isla de Koshima, una de las tantas islas al oeste del Japón habitadas por este mono. En aquel entonces un grupo de científicos japoneses iban todos los días a un área de la playa en donde dejaban comida para una de las colonias de macacos. La razón por la cual hacían esto era para atraer a los monos al descubierto y así poder observarlos más de cerca. Uno de los macacos era una hembra de 18 meses de edad a la cual bautizaron con el nombre de Imo. Los científicos se dieron cuenta que a esta monita no le gustaba el sabor de la arena de la playa en su comida, y que un día comenzó a llevar las batatas que ellos le traían a una quebradita cercana para lavarlas. En un par de días su madre comenzó a hacer lo mismo, luego de que ella le enseñara ese truco de lavar las batatas, y más tarde, el resto de los compañeros de juego de la monita se unieron al nuevo hábito de limpiar la arena de la comida en la quebrada. Eventualmente los compañeros de juego de Imo también le enseñaron a sus madres este nuevo hábito, así que todos los macacos cercanos a Imo, de una manera u otra comenzaron a disfrutar del sabor de las batatas sin la arena.
En un par de meses Imo aprendió otro nuevo truco, el cual también fue aprendido por su madre, sus compañeros de juego, y sus madres. Imo comenzó a limpiar y a remojar las batatas en el agua de mar entre mordida y mordida, lo cual le daba un sabor salado a su manjar dulce.
Este comportamiento se limitó por unos años a las amistades de Imo y a sus madres, aunque poco a poco lo fueron aprendiendo otros miembros de la colonia. Entonces, un día en el otoño del 1958 lo inesperado tomó lugar. No se sabe si fue el mono número ochenta, o el número noventa, o si fue el mono número ciento cincuenta, el número exacto no se sabe, pero los investigadores decidieron llamarlo el mono número cien. Ese hipotético centésimo mono por fin un día aprendió el comportamiento de lavar las batatas en agua salada, y de repente, de la noche a la mañana, el resto de la colonia comenzó a lavar su comida en el agua de mar. Pero no sólo eso, en un par de días otros científicos comenzaron a reportar el mismo comportamiento en otras colonias de macacos en otras islas, en sitios en donde el comportamiento de lavar la comida en agua salada era totalmente desconocido.
A la luz de este descubrimiento se formuló la teoría del centésimo mono, aseverando que cuando un cierto número de individuos de una determinada especie (masa crítica) alcanzan un conocimiento, éste puede ser comunicado de mente a mente a sus similares. La adición de la energía del centésimo mono de algún modo creó un avance ideológico.
Esta historia vio la luz por primera vez en el libro Lifetide (La marea de la vida) del zoólogo Lyall Watson, que apareció en 1979. Pero su principal promotor fue Ken Keyes, Jr., un psicólogo humanista que la glosó en su libro El centésimo mono (1982), del cual logró vender más de un millón de ejemplares. Más que Copérnico y Darwin juntos.
Este comportamiento ha sido observado en otras especies del reino animal, incluyendo por ejemplo el particular comportamiento del Parus caeruleus en Gran Bretaña, una especie de pájaros silvestres los cuales en cuestión de semanas aprendieron a picotear las tapitas de papel de aluminio que cubrían las botellas de leche que los lecheros dejaban al intemperie en sus rutas a domicilios, también durante la década de los 50’s. Un comporatmiento que originalmente fue sólo observado en una sola vecindad, y que eventualmente se regó por todo el país.
Puesto a explicar, Watson sostuvo que la conciencia grupal se había formado espontáneamente entre los monos, de la misma manera que crecen los cristales en una solución saturada. El factor desencadenante había sido aquí un cortocircuito neurológico entre el cerebro reptílico y el sistema límbico de los simios (o quizás entre el fenotipo y el genotipo) que había provocado no sólo un súbito destello de inteligencia, sino también su propagación instantánea.
Rupert Sheldrake quiso ofrecer una explicación más rigurosa en su libro "Una nueva ciencia de la vida" (1982). Sheldrake, que no era etólogo ni psicólogo cognitivo (su mayor antecedente era haber enseñado fisiología vegetal en Cambridge), lanzó la hipótesis del “campo morfogenético”, como él llama a los campos no-locales, aquellos no relacionados causalmente. Estos campos, según el investigador, permiten la transmisión de información entre organismos de la misma especie sin mediar efectos espaciales. Es como si dentro de cada especie del universo, sea ésta una partícula o una galaxia, un protozoo o un ser humano, existiese un vínculo que actuara instantáneamente en un nivel sub-cuántico fuera del espacio y el tiempo. Este vínculo es lo que Sheldrake denomina campo mórfico o morfogenético. Al tratarse de una transmisión de información y no de energía, ello no contradice la Teoría de la Relatividad. Por ejemplo, un roedor australiano puede conocer sin que exista transmisión material, simplemente por resonancia mórfica, algo aprendido por un roedor de su misma especie en Leningrado. Siguiendo con el ejemplo, si llevásemos desde Leningrado a Australia un enemigo natural del citado roedor, el pariente australiano del roedor reconocería al momento a su enemigo al igual que lo hacía su pariente ruso.
Esta teoría le fue sugerida a Sheldrake en parte por ciertos experimentos de psicología animal donde dicho efecto parecía tener lugar. Estos experimentos, realizados en los años 1920 en la Universidad de Harvard por el Dr. William McDougall, trataban de descubrir en qué medida la inteligencia de las ratas era heredada. El Dr. McDougall medía la inteligencia, en este caso, por la habilidad de los roedores en recorrer un pequeño laberinto. Las ratas "inteligentes", aquellas que resolvían el laberinto rápidamente, eran pareadas con otras ratas "inteligentes" y lo mismo se hacía con las ratas "torpes". Veintidós generaciones más tarde, en vez de ser las ratas "inteligentes" las únicas más listas, todas las ratas resultaron poseer una mayor inteligencia a la hora de resolver los laberintos. Las ratas de la camada "menos inteligente" recorrían el laberinto diez veces más rápido que cualquier rata de la camada original.
Cuando el libro de Rupert Sheldrake "Una nueva ciencia de la vida" apareció en Inglaterra, un editorial de Nature, la prestigiosa revista científica, le consideró "el mejor candidato a la hoguera que ha habido en muchos años", y sostenía que sería una pérdida de tiempo y dinero el contrastar sus conjeturas.
Pero volviendo al experimento en sí, ¿sucedió realmente lo que cuentan?. Por lo que he podido indagar en Internet parece que no.
Al parecer esta historia no nació con Watson y Keyes. Ellos apenas fueron los que pusieron en movimiento la bola de nieve, manipulando cierta información científica válida. La fuente primaria de toda la leyenda se encuentra en el artículo que publicó en 1965 Masao Kawai, uno de los zoólogos japoneses que había dirigido el proyecto en Koshima.
Según el informe del Dr. Kawai, la experiencia había comenzado en 1952 con una población de 20 monos. Para 1962, cuando se la dio por terminada, la colonia contaba con 59 simios. Pero según consigna el informe original, solo dos de ellos habían aprendido a lavar batatas durante el año 1958.
En 1984 un filósofo de la Universidad de Hawaii llamado Ron Amundsen se propuso entrevistar al Dr. Kawai para averiguar qué había de cierto en la historia de los macacos. Aunque ya habían pasado veinte años, el japonés seguía sumamente molesto con las derivaciones que había tenido su experiencia. La entrevista no alcanzó a producirse porque Kawai estaba a punto de viajar al Africa, pero el japonés accedió a contestar un cuestionario escrito que le hizo llegar Amundsen, con la condición de que esa sería la manera de dar por terminada la cuestión.
Kawai admitía que lo que había observado no era nada nuevo en materia de propagación precultural y consideraba altamente probable que muchos otros simios hubieran hecho antes o después descubrimientos similares. Pero no dejaba de repetir que en Koshima el fenómeno se había registrado una sola vez. Lo que más indignaba al primatólogo japonés era la historia de la telepatía. Contra todo lo que podía esperarse de un exponente del Oriente misterioso, Kawai no dudaba en afirmar que la interpretación parapsicológica había sido una fantasía introducida por los autores occidentales. Su equipo sólo había hecho honesta investigación científica, con resultados que reconocía como poco vistosos.
Siguiendo un poco con R. Sheldrake, luego de la publicación de "Una nueva ciencia de la vida", realizó dos experimentos para refutar o verificar su teoría. El primer experimento fue patrocinado por la revista "New Scientist", de Londres, y el segundo por la "Brain/Mind Bulletin", de Los Angeles. Ambos experimentos parecieron confirmar su teoría aunque no he podido verificarlos en Internet.
En el experimento patrocinado por "New Scientist", a personas de distintas partes del mundo se les dio un minuto para encontrar rostros famosos escondidos en un dibujo abstracto. Se tomaron datos y se elaboraron medias. Posteriormente la solución fue emitida por la BBC en una franja horaria donde la audiencia estimada era de un millón de espectadores.
Inmediatamente de realizada la emisión, en lugares donde no se recibe la BBC, se realizó el mismo "test" sobre otra muestra de personas. Los sujetos que hallaron los rostros dentro del tiempo de un minuto fueron un 76 % mayor que la primera prueba. La probabilidad de que este resultado se debiera a una simple casualidad era de 100 contra uno. Según el Dr. Sheldrake, los campos no-locales, o campos morfogenéticos, habían transmitido la información a toda la "especie", sin detenerse en aquellas personas que presenciaron la mencionada emisión de televisión.
En el experimento patrocinado por el "Brain/Mind Bulletin" de Los Angeles, a varios grupos de personas se les pidió que memorizasen 3 poemas distintos. El primero era una canción infantil japonesa, el segundo un poema de un autor japonés moderno y el tercero un galimatías sin sentido. Tal como la teoría de los campos morfogenéticos predice, la canción infantil, habiendo sido aprendida por millones de niños durante muchas generaciones, aunque éstos fueran japoneses, fue memorizada notablemente más rápido que las otras dos alternativas.
Sheldrake no fue el único en realizar experimentos de este tipo. Gary Schwarz, psicólogo de la Universidad de Yale, patrocinó un experimento similar en el Tarrytown Executive Conference Center de Nueva York. A estudiantes de Yale que no sabían hebreo se les mostraron palabras hebreas de tres letras, la mitad de ellas sin sentido. Los estudiantes obtuvieron mejores resultados en el reconocimiento de palabras "reales" en una proporción superior a la que cabría esperar como mero fruto del azar.
Después de haber leído todo esto me cuestiono algunas cosas.
Lo primero que me llama la atención es la facilidad que existe hoy en día para manipular la información, transformando un simple bulo en una información susceptible de ser tomada como verídica. Esto en Internet es vital por la inmensa cantidad de bits que maneja, cómo saber qué es verdad, qué es mentira... Qué es más fiable, creer en los que defienden la teoría del centésimo mono, o bien, quedarse con las supuestas explicaciones del auténtico investigador japonés. Tal como está el patio no que quedaría con ninguna :)
Otra cosa que me planteo es si no habrá algo de cierto en las teorías de Sheldrake, quizás exista una mente grupal o "mente extendida", una especie de inconsciente o memoria colectiva... No se, ¿qué les sugiere todo esto?
Un saludo
Si les interesó el tema les recomiendo por ejemplo:
https://www.elpais.com/articulo/portada/Tiene/limites/mente/elpeputec/20050724elpepspor_2/Tes