Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
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Ya que esto no podría estar en el general de hoy día, veamos cómo se desarrolla aquí.
Nuestro actual sistema lingüístico es la razón de nuestra iluminación intelectual y a la vez nuestro freno. Los más sabios se dieron cuenta de ello y no se fiaron de las palabras. El hecho de pensar en palabras hace que se adopten una serie de lugares comunes que nos inducen una especie de predisposición a no pensar en el significado profundo de las cosas.
Estas barreras se pueden sobrepasar, paradójicamente con la misma ayuda del lenguaje, pero hace falta para ello darse cuenta del asunto. Por ejemplo, si uno quiere expresar una gran emoción, recurre a la frase hecha que acostumbra a decir en estos casos: se me estremeció el corazón; pero ese individúo realmente no pensó ni sintió cómo debe ser que el corazón se estremezca, simplemente recurre a una frase que otras veces ha tenido éxito causando impresión en los demás. Por lo tanto para no caer en este tipo de vicios, es probable que uno deba dominar las herramientas que las palabras le dan y utilizarlas a su gusto, que no pueden ser las mismas que las de Tolstoi o Maria Teresa Campos.
Hace poco leí un post que hablaba sobre ello y corroboró mis ideas y no es plan de enrollarme más ni ponerme méritos que no son míos.
Pensar como un científico (II): La concepción mágica del lenguaje | Pseudópodo
Nuestro actual sistema lingüístico es la razón de nuestra iluminación intelectual y a la vez nuestro freno. Los más sabios se dieron cuenta de ello y no se fiaron de las palabras. El hecho de pensar en palabras hace que se adopten una serie de lugares comunes que nos inducen una especie de predisposición a no pensar en el significado profundo de las cosas.
Estas barreras se pueden sobrepasar, paradójicamente con la misma ayuda del lenguaje, pero hace falta para ello darse cuenta del asunto. Por ejemplo, si uno quiere expresar una gran emoción, recurre a la frase hecha que acostumbra a decir en estos casos: se me estremeció el corazón; pero ese individúo realmente no pensó ni sintió cómo debe ser que el corazón se estremezca, simplemente recurre a una frase que otras veces ha tenido éxito causando impresión en los demás. Por lo tanto para no caer en este tipo de vicios, es probable que uno deba dominar las herramientas que las palabras le dan y utilizarlas a su gusto, que no pueden ser las mismas que las de Tolstoi o Maria Teresa Campos.
Hace poco leí un post que hablaba sobre ello y corroboró mis ideas y no es plan de enrollarme más ni ponerme méritos que no son míos.
Pensar como un científico (II): La concepción mágica del lenguaje | Pseudópodo