zappiano
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Los protocolos de los sabios de sion estan a punto de cumplirse,nuestros amigos los judios entan atando los ultmos cabos para que nadie pueda escapar al nuevo orden mundial.leed esto.
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Un judío, Martin Feldstein, arquitecto de la política económica americana
El capital es lo único que importa en una economía de mercado, es la nueva tesis. La vuelta a la época 'victoriana' es una de las claves del programa de Bush. Se trata de crear una «sociedad de propietarios», en palabras del candidato. Lo que no deja claro es qué pueden llegar a poseer los que ahora no tienen ni para pagarse un seguro médico.
Hay que olvidarse de los Chicago Boys, el famoso grupo de 25 economistas chilenos que aprovechó la dictadura de Augusto Pinochet para poner en práctica su visión sobre cómo debe organizarse una economía. Bajo la inspiración de Milton Friedman (de la Universidad de Chicago, de ahí viene el nombre) y Arnold Harshberger, estos economistas lo privatizaron todo, incluyendo las pensiones.
Pero los Chicago Boys son ya una cosa del pasado. Tanto por sus concepciones como por sus escasas ambiciones. Ahora los que mandan son los Harvard Boys. Estos van mucho más lejos. Quieren crear un tipo único fiscal y, literalmente, desmontar, pieza por pieza, el Estado de bienestar de los países desarrollados. Su tesis es que el capital es lo único que importa en una economía de libre mercado y, por tanto, el trabajo -y los trabajadores- son algo muy secundario.
Los Harvard Boys, además, no van a ensayar sus teorías en ninguna dictadura tercermundista. Su laboratorio, desde hace cuatro años, es EE.UU. Su Pinochet es George W. Bush. Su maestro, Martin Feldstein. Las teorías de Feldstein han marcado el principal eje de la política económica de EE.UU.: la política fiscal.
Sirviéndose de una mezcla de oportunismo e ideología, el equipo económico de Bush ha modificado el sistema impositivo reduciendo la presión fiscal sobre el capital y manteniéndola sobre el trabajo. A cambio, no sólo no ha recortado el gasto, sino que lo ha disparado. Y ha eliminado un enorme número de regulaciones a la actividad de las empresas, sobre todo en los ámbitos laboral y medioambiental. Todo combinado con una relajación monetaria sin precedentes, dirigida por el también republicano y judio Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal.
Los últimos datos del Censo muestran que el país más poderoso de la Tierra tiene al Tercer Mundo dentro de casa. El número de personas sin asistencia sanitaria -en los EE.UU. apenas tenemos sanidad pública y los pocos y pésimos hospitales del Estado los están cerrando- ha alcanzado la marca de 43,6 millones de personas, el 15,2% de la población. La distribución de la renta en EE.UU. es similar a la de la República Dominicana o Sierra Leona, según el Banco Mundial.
«La política de Bush no es sostenible. Por un lado, se basa en el recorte de la recaudación. Por otro, en el aumento del gasto. Reagan acabó subiendo los impuestos, y en su primer mandato vetó 22 leyes del Congreso en las que se incrementaba el gasto público. Bush no ha vetado ni una», ha explicado a este periódico Ted Halstead, director del centro de estudios New America Foundation.
Es la neoeconomía, como la ha bautizado el ex corresponsal de The Economist Tom Gallagher en su próximo libro, Neoeconomía. La revolucionaria apuesta de George W. Bush con el futuro de América. Gallagher estudió en Harvard con Martín Feldstein, así que conoce bien de lo que habla. La teoría de los neoeconomistas es tan revolucionaria, arriesgada e ideológica como la de los neoconservadores, el grupo que decidió que la mejor manera de combatir el terrorismo era creando una democracia a cañonazo limpio en Irak. Su tesis es que el capital debe estar libre de impuestos. Sólo así se logrará ahorro suficiente para que haya una gran inversión privada que sostenga un crecimiento económico constante y sin inflación, un avance tecnológico imparable y un fuerte aumento de la productividad.
Un mundo feliz en versión económica. Y, además, pagado por los pobres. EE.UU. podría convertirse en el primer país del mundo donde los pobres paguen más impuestos que los ricos. Ésa es la tesis de los tres principales asesores económicos de Bush: Glenn Hubbard, Greg Mankiw y Larry Lindsey. A los tres les dirigió la tesis Feldstein en Harvard.
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Un judío, Martin Feldstein, arquitecto de la política económica americana
El capital es lo único que importa en una economía de mercado, es la nueva tesis. La vuelta a la época 'victoriana' es una de las claves del programa de Bush. Se trata de crear una «sociedad de propietarios», en palabras del candidato. Lo que no deja claro es qué pueden llegar a poseer los que ahora no tienen ni para pagarse un seguro médico.
Hay que olvidarse de los Chicago Boys, el famoso grupo de 25 economistas chilenos que aprovechó la dictadura de Augusto Pinochet para poner en práctica su visión sobre cómo debe organizarse una economía. Bajo la inspiración de Milton Friedman (de la Universidad de Chicago, de ahí viene el nombre) y Arnold Harshberger, estos economistas lo privatizaron todo, incluyendo las pensiones.
Pero los Chicago Boys son ya una cosa del pasado. Tanto por sus concepciones como por sus escasas ambiciones. Ahora los que mandan son los Harvard Boys. Estos van mucho más lejos. Quieren crear un tipo único fiscal y, literalmente, desmontar, pieza por pieza, el Estado de bienestar de los países desarrollados. Su tesis es que el capital es lo único que importa en una economía de libre mercado y, por tanto, el trabajo -y los trabajadores- son algo muy secundario.
Los Harvard Boys, además, no van a ensayar sus teorías en ninguna dictadura tercermundista. Su laboratorio, desde hace cuatro años, es EE.UU. Su Pinochet es George W. Bush. Su maestro, Martin Feldstein. Las teorías de Feldstein han marcado el principal eje de la política económica de EE.UU.: la política fiscal.
Sirviéndose de una mezcla de oportunismo e ideología, el equipo económico de Bush ha modificado el sistema impositivo reduciendo la presión fiscal sobre el capital y manteniéndola sobre el trabajo. A cambio, no sólo no ha recortado el gasto, sino que lo ha disparado. Y ha eliminado un enorme número de regulaciones a la actividad de las empresas, sobre todo en los ámbitos laboral y medioambiental. Todo combinado con una relajación monetaria sin precedentes, dirigida por el también republicano y judio Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal.
Los últimos datos del Censo muestran que el país más poderoso de la Tierra tiene al Tercer Mundo dentro de casa. El número de personas sin asistencia sanitaria -en los EE.UU. apenas tenemos sanidad pública y los pocos y pésimos hospitales del Estado los están cerrando- ha alcanzado la marca de 43,6 millones de personas, el 15,2% de la población. La distribución de la renta en EE.UU. es similar a la de la República Dominicana o Sierra Leona, según el Banco Mundial.
«La política de Bush no es sostenible. Por un lado, se basa en el recorte de la recaudación. Por otro, en el aumento del gasto. Reagan acabó subiendo los impuestos, y en su primer mandato vetó 22 leyes del Congreso en las que se incrementaba el gasto público. Bush no ha vetado ni una», ha explicado a este periódico Ted Halstead, director del centro de estudios New America Foundation.
Es la neoeconomía, como la ha bautizado el ex corresponsal de The Economist Tom Gallagher en su próximo libro, Neoeconomía. La revolucionaria apuesta de George W. Bush con el futuro de América. Gallagher estudió en Harvard con Martín Feldstein, así que conoce bien de lo que habla. La teoría de los neoeconomistas es tan revolucionaria, arriesgada e ideológica como la de los neoconservadores, el grupo que decidió que la mejor manera de combatir el terrorismo era creando una democracia a cañonazo limpio en Irak. Su tesis es que el capital debe estar libre de impuestos. Sólo así se logrará ahorro suficiente para que haya una gran inversión privada que sostenga un crecimiento económico constante y sin inflación, un avance tecnológico imparable y un fuerte aumento de la productividad.
Un mundo feliz en versión económica. Y, además, pagado por los pobres. EE.UU. podría convertirse en el primer país del mundo donde los pobres paguen más impuestos que los ricos. Ésa es la tesis de los tres principales asesores económicos de Bush: Glenn Hubbard, Greg Mankiw y Larry Lindsey. A los tres les dirigió la tesis Feldstein en Harvard.