Himpático
Novato de mierda
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- 5 Sep 2008
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Tiempo ha que les quiero referir una historia que me aconteció hace unas temporadas...
Resulta que un servidor está unido por ese vínculo indisoluble que es el matrimoño, para más señas con una mujer. La cosa no va mal, pero resulta que un servidor tiene necesidades extramatrimoñales, y como tantos de ustedes, a veces frecuenta bujíos de carretera y sitios asín, para meterla en adobo por un módico precio o casi. Hete aquí que, dado el desafuero follístico al que me daba semana sí y semana también, acompañado de uno o dos hamijos separaos, mi economía personal se empezaba a resentir y empezaba a vermelas putas (nunca mejon dicho) para distraer esos puñaos de euros necesarios para meterla.
Todo este preámbulo es totalmente secundario en mi relatación, pero lo incluyo para que se hagan ustedes cargo. Iré al grano. Nesecitaba follar y no tenía un pavo. Así que me apunté en una página de esas de ligar, y tras entrar a todo bicho (nunca mejor dicho otra vez) viviente de mi zona, empecé a verme de ve en cuando con una moza (eufemismo) de los aledaños. Yo vivo en un pueblo de la zona sur de la capital, digamos por ejemplo San Martín, y la otra vive en un poblado cercano.
Los encuentros se estandarizaron en mi ajado monovolumen, ya que esa también estaba casada y no teníamos sitio (obviamente no iba a pagar un hostal porque para eso me iba de putas directamente).
Un día, después de practicar el folleteo vespertino, como de costumbre la acerco discretamente a su poblado, digamos por ejemplo Ciempozuelos, ya que ella no disponía de coche ni nada, y cuando estamos llegando a un parquecito alejado de donde vivia mi barragana que era el lugar habitual en donde se apeaba, se percata de que el coche de delante es el de su respectivo. Se acojona grandemente, me obliga a parar y poco menos que se tira del coche en marcha echando a correr hacia su guarida...
A mi todo esto en principio me la suda bastante, así que siento alivio de que se vaya, doy media vuelta y me voy para mi queli, ya que al rato había quedado con mi mujé y mi cuñá para ir al Carreful de Parla. Las recojo, y nos vamos a hacer la compra, yo más feliz que un ajo, recién descargao y tal.
Aquí viene el meollo: Al poco rato de ir por la carretera, me muda la color y casi me dan las cagaleras de la muelte. Al frenar, o yo que se como coño, ha aparecido en mis pedales del vehículo una sandalia de tía.
Imaginense vuesas mercedes el acojone. El enmarronamiento puede ser inminente e inapelable. Consigo atraparlo con el pie del embrague y acercarlo disimuladamente a la mano izquierda lo más posible. El corazón me late a 548 rpm, y al entrar en una bendita rotonda, fuerzo una maniobra arriesgada pegando un frenazo y un pequeño volantazo (la maniobra sesperada que se me ocurrió), y haciéndo que mis pasajeras miraran para el otro lao, agarro la sandalia y la lanzo a toda ostia por la ventana hacia el centro de la rotonda, con gran riesgo de calcarnos una ostia de verdad.
Increiblemente, la maniobra sale de perlas, enderezo el rumbo, y esbozo una gran sonrisa interior mientras mis nenas me dicen unas lindezas, tipo 'gilipollas, en qué vas pensando'. Ahora sí, soy el hombre más feliz del mundo cuando entro en el aparcamiento del Carrefur y detengo el antrobús familiar.
En el momento de apearnos, mi cuñada tarda unos segundos y dice: "ME HE DESCALZADO MIENTRAS VENÍAMOS Y NO ENCUENTRO LA SANDALIA".
(pausa valorativa)
Pueden imaginar la escena. Todo el mundo buscando la imposible sandalia y yo haciéndo inhumanos esfuerzos por no delatarme muriéndome de risa.
No hubo más remedio que tacharla de loca y de despistada ( mi cuñá algo pirada si está de serie ), mientras se echaba a llorar ante la indignación de mi mujé y mis severas acusaciones de delirio paranoide.
Nunca se esclareció el misterio, aunque volvimos los bajos de la furboneta del derecho y del revés (lol). Mi cuñada nunca me ha vuelto a tratar igual y tengo dudas de si conjeturará con la verdad... Mi mujer no ha dado señales de conjeturar nada.
Gracias por su atención.
Resulta que un servidor está unido por ese vínculo indisoluble que es el matrimoño, para más señas con una mujer. La cosa no va mal, pero resulta que un servidor tiene necesidades extramatrimoñales, y como tantos de ustedes, a veces frecuenta bujíos de carretera y sitios asín, para meterla en adobo por un módico precio o casi. Hete aquí que, dado el desafuero follístico al que me daba semana sí y semana también, acompañado de uno o dos hamijos separaos, mi economía personal se empezaba a resentir y empezaba a vermelas putas (nunca mejon dicho) para distraer esos puñaos de euros necesarios para meterla.
Todo este preámbulo es totalmente secundario en mi relatación, pero lo incluyo para que se hagan ustedes cargo. Iré al grano. Nesecitaba follar y no tenía un pavo. Así que me apunté en una página de esas de ligar, y tras entrar a todo bicho (nunca mejor dicho otra vez) viviente de mi zona, empecé a verme de ve en cuando con una moza (eufemismo) de los aledaños. Yo vivo en un pueblo de la zona sur de la capital, digamos por ejemplo San Martín, y la otra vive en un poblado cercano.
Los encuentros se estandarizaron en mi ajado monovolumen, ya que esa también estaba casada y no teníamos sitio (obviamente no iba a pagar un hostal porque para eso me iba de putas directamente).
Un día, después de practicar el folleteo vespertino, como de costumbre la acerco discretamente a su poblado, digamos por ejemplo Ciempozuelos, ya que ella no disponía de coche ni nada, y cuando estamos llegando a un parquecito alejado de donde vivia mi barragana que era el lugar habitual en donde se apeaba, se percata de que el coche de delante es el de su respectivo. Se acojona grandemente, me obliga a parar y poco menos que se tira del coche en marcha echando a correr hacia su guarida...
A mi todo esto en principio me la suda bastante, así que siento alivio de que se vaya, doy media vuelta y me voy para mi queli, ya que al rato había quedado con mi mujé y mi cuñá para ir al Carreful de Parla. Las recojo, y nos vamos a hacer la compra, yo más feliz que un ajo, recién descargao y tal.
Aquí viene el meollo: Al poco rato de ir por la carretera, me muda la color y casi me dan las cagaleras de la muelte. Al frenar, o yo que se como coño, ha aparecido en mis pedales del vehículo una sandalia de tía.
Imaginense vuesas mercedes el acojone. El enmarronamiento puede ser inminente e inapelable. Consigo atraparlo con el pie del embrague y acercarlo disimuladamente a la mano izquierda lo más posible. El corazón me late a 548 rpm, y al entrar en una bendita rotonda, fuerzo una maniobra arriesgada pegando un frenazo y un pequeño volantazo (la maniobra sesperada que se me ocurrió), y haciéndo que mis pasajeras miraran para el otro lao, agarro la sandalia y la lanzo a toda ostia por la ventana hacia el centro de la rotonda, con gran riesgo de calcarnos una ostia de verdad.
Increiblemente, la maniobra sale de perlas, enderezo el rumbo, y esbozo una gran sonrisa interior mientras mis nenas me dicen unas lindezas, tipo 'gilipollas, en qué vas pensando'. Ahora sí, soy el hombre más feliz del mundo cuando entro en el aparcamiento del Carrefur y detengo el antrobús familiar.
En el momento de apearnos, mi cuñada tarda unos segundos y dice: "ME HE DESCALZADO MIENTRAS VENÍAMOS Y NO ENCUENTRO LA SANDALIA".
(pausa valorativa)
Pueden imaginar la escena. Todo el mundo buscando la imposible sandalia y yo haciéndo inhumanos esfuerzos por no delatarme muriéndome de risa.
No hubo más remedio que tacharla de loca y de despistada ( mi cuñá algo pirada si está de serie ), mientras se echaba a llorar ante la indignación de mi mujé y mis severas acusaciones de delirio paranoide.
Nunca se esclareció el misterio, aunque volvimos los bajos de la furboneta del derecho y del revés (lol). Mi cuñada nunca me ha vuelto a tratar igual y tengo dudas de si conjeturará con la verdad... Mi mujer no ha dado señales de conjeturar nada.
Gracias por su atención.