“Los árboles utilizan armas sofisticadas”

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14 May 2004
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GUIDO MINA DI SOSPIRO, ESCRITOR
“Los árboles utilizan armas sofisticadas”

Tengo 44 años. Nací en Buenos Aires, me crié en Milán, estudie en California y en Nueva York, y vivo en Miami. Estoy licenciado en Letras Clásicas y en Cinematografía. Estoy casado con una gallega y tengo tres hijos. Soy un ecologista esperanzado. Quizá sea animista, el más allá está aquí. Publico “Memorias de un árbol” (RBA)

IMA SANCHÍS - 18/06/2004

Estoy convencido de que los árboles son inteligentes.

–Hay quien se pone muy nervioso cuando oye eso.

–Sí, ya sé que lo que estoy diciendo es algo que no gusta a los botánicos. Parece más razonable pensar que sin cerebro no se puede ser inteligente, pero yo le aseguro que los árboles hacen cosas inteligentes.

–¿Como qué?

–Si una tormenta rompe una de sus ramas verticales, de esa herida nacen unos cuantos brotes para reemplazar el pedazo perdido. Transcurridas tres o cuatro semanas, todos los brotes dejan de crecer menos uno, que crecerá hasta reemplazar la rama perdida.

–¿De dónde procede la orden que dice éste es el brote que debe crecer?

–No se sabe. Mire, yo he pasado once años de mi vida sumergido en una búsqueda, he hablado con los mayores expertos del mundo en botánica y biología, y he viajado por Inglaterra, Gales, Escocia, Canadá...

–¿Qué buscaba?

–El santo grial vegetal, el rey de los árboles. Entre las especies existe una jerarquía basada en la longevidad y la grandiosidad.

–¿Y quién es el rey?

–El tejo vegetaba hace ya 250 millones de años, antes de la aparición de los dinosaurios, mucho antes de la aparición de los hombres. Es un fósil viviente, virtualmente inalterado desde siempre.

–Pero usted buscaba un árbol en concreto.

–Sí, yo quería escribir las memorias de un árbol. Descarté muchos tejos hasta llegar a una abadía franciscana en Killarney (Irlanda). Allí estaba la reina del bosque, un ejemplar único, viejísimo, a pocos centenares de metros del bosque de tejos más grande de Europa y con una historia muy particular.

–¿De qué se trata?

–El tejo hembra se hallaba a ocho metros de distancia de aquella iglesia cuyos cimientos eran sajones. La bóveda de piedra había sido construida por los sajones en torno a las raíces del árbol. Alan Mitchell, que ha catalogado 100.000 árboles monumentales, vino a comprobarlo.

–¿Y?

–Se rindió ante la evidencia y difundió la noticia a la comunicad científica mundial: “El tejo de Tandridge tenía entre 2.000 y 2.500 años”.

–¿No hay manera científica de datarlos?

–No. El tejo presenta anomalías de crecimiento que no permiten establecer su edad con la prueba del carbono o a través de sus anillos. Mientras el núcleo central del tronco se marchita, estratos de nuevo tejido cubren la madera muerta. Se renueva desde el exterior hacia el interior; por tanto, ninguna de las partes es tan vieja como el árbol entero.

–Un árbol sabio.

–Los tejos son prácticamente inmortales y tienen características biológicas que los convierten en árboles únicos. A veces el tejo detiene su crecimiento durante diez, veinte o treinta años. La gente se pregunta, ¿estará muerto...? La respuesta es no: pasado ese tiempo vuelve a brotar, es un árbol enigmático. Yo creo que los tejos tienen voluntad.

–¿Pueden ser malvados?

–Sí, los árboles utilizan armas sofisticadas contra sus enemigos. No sólo declaran la guerra a sus vecinos estrangulando sus raíces o haciéndoles sombra para impedir que hagan la fotosíntesis, sino que además recurren a la guerra química.

–¿Ellos también?

–Consiguen inhibir el crecimiento de las plantas enemigas emitiendo toxinas hasta destruirlas del todo. Pero al mismo tiempo son capaces de cuidar a sus amigos emitiendo a través de sus raíces fito-hormonas que alimentan y empujan el crecimiento de árboles vecinos..., si quieren.

–¿Cree que tienen sentimientos?

–Yo creo que se enamoran.

–¡...!

–Hay tejos macho y tejos hembra. El polen llega de los machos con el viento e impregna a las hembras, que unos meses después darán sus frutos: unas bayas rojas que son sus hijos. La historia de mi tejo explica cómo éste se cierra a todos los pólenes que no sean los de un árbol determinado.

–¿Esto es real?

–Sí. Yo creo que también hay una función hedonista en la naturaleza. Hay pájaros que conocen trescientas canciones, de las cuales sólo diez son útiles, el resto las cantan simplemente porque les gusta cantar. Tengo un amigo filósofo y clarinetista que se fue con otro amigo flautista a un parque que tiene una enorme jaula llena de pájaros.

–¿Y montaron una orquesta de viento?

–Grabaron un disco en el que los pájaros responden a las notas de la flauta y el clarinete. Durante dos horas tocaron y cantaron juntos hombres y pájaros. No había en ese canto nada útil, era pura estética, a esos animalitos les gusta disfrutar. ¿Por qué no va a ocurrir lo mismo en el mundo vegetal...?

–No seré yo quien se lo niegue.

–Me alegro, porque un tejo puede salvarle la vida. De sus hojas se extrae el taxol, la sustancia más eficaz para combatir el cáncer.

–Pero el tejo también mata.

–Sí, la taxina, abundante en todas las partes del árbol menos en las bayas, es un alcaloide que provoca convulsiones, parálisis y paro cardiaco. Por eso es un ser poderoso: puede dar la vida o quitarla.

–Quizá deberían volver a ser nuestras iglesias...

–Para mí, los antiguos tenían una visión del mundo más acertada. En Irlanda la iglesia era el propio tejo, luego llegó san Patricio y edificó un templo en su lugar, y el árbol dejó de ser la conexión entre el cielo y tierra.
 
Clase --> Bukowski

No estoy muy seguro del lugar. Algún sitio al Noroeste de California.

Hemingway acababa de terminar una novela, había llegado de Europa o de no sé

donde, y ahora estaba en el ring pegándose con un tío. Había periodistas,

críticos, escritores -bueno, toda esa tribu- y también algunas jóvenes damas

sentadas entre las filas de butacas. Me senté en la última fila. La mayor

parte de la gente no estaba mirando a Hem. Sólo hablaban entre sí y se reían.

El sol estaba alto. Era a primera hora de la tarde. Yo observaba a Ernie.

Tenía atrapado a su hombre, y estaba jugando con él. Se le cruzaba, bailaba,

le daba vueltas, lo mareaba. Entonces lo tumbó. La gente miró. Su oponente

logró levantarse al contar ocho. Hem se le acercó, se paró delante de él,

escupió su protector bucal, soltó una carcajada, y volteó a su oponente de

un puñetazo. Era como un asesinato. Ernie se fue hacia su rincón, se sentó.

Inclinó la cabeza hacia atrás y alguien vertió agua sobre su boca.

Yo me levanté de mi asiento y bajé caminando despacio por el pasillo central.

Llegué al ring, extendí la mano y le di unos golpecitos a Hemingway en el

hombro.

-¿Señor Hemingway?

-¿Sí, qué pasa?

-Me gustaría cruzar los guantes con usted.

-¿Tienes alguna experiencia en boxeo?

-No.

-Vete y vuelve cuando hayas aprendido algo.

-Mire, estoy aquí para romperle el culo.

Ernie se rió estrepitosamente. Le dijo al tío que estaba en el rincón.

-Ponle al chico unos calzones y unos guantes.

El tío saltó fuera del ring y yo le seguí hasta los vestuarios.

-¿Estás loco, chico? -me preguntó.

-No sé. Creo que no.

-Toma. Pruébate estos calzones.

-Bueno.

-Oh, oh... Son demasiado grandes

-A la mierda. Están bien.

-Bueno, deja que te vende las manos.

-Nada de vendas.

-¿Nada de vendas?

-Nada de vendas.

-¿Y qué tal un protector para la boca?

-Nada de protectores.

-¿Y vas a pelear en zapatos?

-Voy a pelear en zapatos.

Encendí un puro y salimos afuera. Bajé tranquilamente hacia el ring fumando

mi puro. Hemingway volvió a subir al ring y ellos le colocaron los guantes.

No había nadie en mi rincón. Finalmente alguien vino y me puso unos guantes.

Nos llamaron al centro del ring para darnos las instrucciones.

-Ahora, cuando caigas a la lona -me dijo el árbitro- yo...

-No me voy a caer -le dije al árbitro.

Siguieron otras instrucciones.

-Muy bien, volved a vuestros rincones; y cuando suene la campana,

salid a pelear. Que gane el mejor. Y -se dirigió hacia mí- será mejor que te

quites ese puro de la boca.

Cuando sonó la campana salí al centro del ring con el puro todavía en la

boca. Me chupé toda una bocanada de humo, y se la eché en la cara a

Hemingway. La gente rió.

Hem se vino hacia mí, me lanzó dos ganchos cortos, y falló ambos golpes. Mis

pies eran rápidos. Bailaba en un continuo vaivén, me movía, entraba, salía,

a pequeños saltos, tap tap tap tap tap, cinco veloces golpes de izquierda en

la nariz de Papá.. Divisé a una chica en la fila frontal de butacas, una cosa

muy bonita, me quedé mirándola y entonces Hem me lanzó un directo de derecha

que me aplastó el cigarro en la boca. Sentí cómo me quemaba los labios y la

mejilla, me sacudí la ceniza, escupí los restos del puro y le pegué un gancho

en el estómago a Ernie. El respondió con un derechazo corto, y me pegó con la

izquierda en la oreja. Esquivó mi derecha y con una fuerte volea me lanzó

contra las cuerdas. Justo al tiempo de sonar la campana me tumbó son un

sólido derechazo a la barbilla. Me levanté y me fui hasta mi rincón.

Un tío vino con una toalla.

-El señor Hemingway quiere saber si todavía deseas seguir otro

asalto.

-Dile al señor Hemingway que tuvo suerte. El humo se me metió en los

ojos. Un asalto más es todo lo que necesito para finalizar el asunto.

El tío con la toalla volvió al otro extremo y pude ver a Hemingway riéndose.

Sonó la campana y salí derecho. Empecé a atacar, no muy fuerte, pero con

buenas combinaciones. Ernie retrocedía, fallando sus golpes. Por primera vez

pude ver la duda en sus ojos.

¿Quién es este chico?, estaría pensando. Mis golpes eran más rápidos, le

pegué más duro. Atacaba con todo mi aliento. Cabeza y cuerpo. Una variedad

mixta. Boxeaba como Sugar Ray y pegaba como Dempsey.

Llevé a Hemingway contra las cuerdas. No podía caerse. Cada vez que empezaba

a caerse, yo lo enderezaba con un nuevo golpe. Era un asesinato. Muerte en la

tarde.

Me eché hacia atrás y el señor Hemingway cayó hacia adelante, sin sentido y

ya frío.

Desaté mis guantes con los dientes, me los saqué, y salté fuera del ring.

Caminé hacia mi vestuario; es decir, el vestuario del señor Hemingway, y me

di una ducha. Bebí una botella de cerveza, encendí un puro y me senté en el

borde de la mesa de masajes. Entraron a Ernie y lo tendieron en otra mesa.

Seguía sin sentido. Yo estaba allí, sentado, desnudo, observando cómo se

preocupaban por Ernie. Había algunas mujeres en la habitación, pero no les

presté la menor atención. Entonces se me acercó un tío.

-¿Quién eres? - me preguntó-. ¿Cómo te llamas?

-Henry Chinaski.

-Nunca he oído hablar de ti -dijo.

-Ya oirás.

Toda la gente se acercó. A Ernie lo abandonaron. Pobre Ernie. Todo el mundo

se puso a mi alrededor. También las mujeres. Estaba rodeado de ladrillos por

todas partes menos por una. Sí, una verdadera hoguera de clase me estaba

mirando de arriba a abajo. Parecía una dama de la alta sociedad, rica,

educada, de todo -bonito cuerpo, bonita cara, bonitas ropas, todas esas

cosas-. Y clase, verdaderos rayos de clase.

-¿Qué sueles hacer? -preguntó alguien.

-Follar y beber.

-No, no- Quiero decir en qué trabajas.

-Soy friegaplatos.

-¿Friegaplatos?

-Sí.

-¿Tienes alguna afición?

-Bueno, no sé si puede llamarse una afición. Escribo.

-¿Escribes?

-Sí.

-¿El qué?

-Relatos cortos. Son bastante buenos.

-¿Has publicado algo?

-No.

-¿Por qué?

-No lo he intentado.

-¿Dónde están tus historias?

-Allá arriba -señalé una vieja maleta de cartón.

-Escucha, soy un crítico del New York Times. ¿Te importa si me llevo

tus relatos a casa y los leo? Te los devolveré.

-Por mi de acuerdo, culo sucio, sólo que no sé dónde voy a estar.

La estrella de clase y alta sociedad se acercó:

-El estará conmigo. -Luego me dijo-. Vamos, Henry, vístete. Es un

viaje largo y tenemos cosas que... hablar.

Empecé a vestirme y entonces Ernie recobró el sentido.

-¿Qué coño pasó?

-Se encontró con un buen tipo, señor Hemingway -le dijo alguien.

Acabé de vestirme y me acerqué a su mesa.

-Eres un buen tipo, Papá. Pero nadie puede vencer a todo el mundo.

-Estreché su mano-. No te vueles los sesos.

Me fui con mi estrella de alta sociedad y subimos a un coche amarillo

descapotado, de media manzana de largo. Condujo con el acelerador pisado a

fondo, tomando las curvas derrapando y chirriando, con el rostro bello e

impasible. Eso era clase. Si amaba de igual modo que conducía, iba a ser un

infierno de noche.



El sitio estaba en lo alto de las colinas, apartado. Un mayordomo abrió la

puerta.

-George -le dijo-. Tómate la noche libre. O, mejor pensado, tómate la

semana libre.

Entramos y había un tío enorme sentado en una silla, con un vaso de alcohol

en la mano.

-Tommy -dijo ella- desaparece.

Fuimos introduciéndonos por los distintos sectores de la casa.

-¿Quién era ese grandulón?

-Thomas Wolfe -dijo ella-. Un coñazo.

Hizo una parada en la cocina para coger una botella de bourbon y dos vasos.

Entonces dijo:

-Vamos.

La seguí hasta el dormitorio.

A la mañana siguiente nos despertó el teléfono. Era para mí. Ella me alcanzó

el auricular y yo me incorporé en la cama.

-¿Señor Chinaski?

-¿Sí?

-Leí sus historias. Estaba tan exitado que no he podido dormir en

toda la noche. ¡Es usted seguramente el mayor genio de la década!

-¿Sólo de la década?

-Bueno, tal vez del siglo.

-Eso está mejor.

-Los editores de Harperïs y Atlantic están ahora aquí conmigo. Puede

que no se lo crea, pero cada uno ha aceptado cinco historias para su futura

publicación.

-Me lo creo -dije.

El crítico colgó. Me tumbé. La estrella y yo hicimos otra vez el amor.
 
El viejo de Ernie me dió trabajo pero nada puede parar a un hijo de puta sin nada que perder.
¿Que me dice, cogemos unas cervezas en el chino y nos vamos a celebrarlo?
 
“Los árboles utilizan armas sofisticadas”

Pues sí. . Al lado del monitor tengo un cactus con unos artilugios puntiagudos bastantes sofisticados. No sé cómo lo hace , pero cada vez que voy a encender el flexo , me ataca con uno de esos artilugios.
Pero tranquilo , ya no le quedan muchas armas, y el día menos pensado , cuando quede indefenso , será castigado hasta el fin de sus miserables días.

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