De la Sorna
Forero del todo a cien
- Registro
- 11 Nov 2009
- Mensajes
- 109
- Reacciones
- 0
No está tan mal, Madrid. Madrid también tiene lo suyo, Madrid se puede vivir. Ayer por Madrid: recién llegado de vacaciones con la sal todavía en la piel me dispongo a reconciliarme con la ciudad.
Ocurre, eso sí, que tengo resaca y mis AKG ya me atronan con John Maus a toda ostia así que perdonadme si soy impreciso, disculpad mis palabras que sólo conseguirán empequeñecer y manchar la pureza de la ciudad, las verdades mezquinas y los solemnes engaños de la capital, lo divertido que es moverse y respirar y haberse alejado del mar.
Empecé la mañana echando la matrícula en la universidad: cien mil estudiantes y ninguno hace nada. La universidad, máquina de estandarizar, de expender título, como dice Agustín García Calvo, miles de personas que no viven mientras piensan en el futuro. Pues bueno. Pero sales en Ciudad Universitaria y las mujeres, vaporosas, cada una con un mohín, cada una con una manera de apretar los pechos contra las carpetas que abrazan. La Complutense: señoritos andaluces recién llegados del cortijo, banderas de España en el polo y capeas universitarias, moral de provincias. Me encuentro con una amiga. Las piernas más largas que nunca, las carnes más doradas, el escote más grande. ¿Qué? Un abrazo, preguntas típicas de verano. Esta, sin estar borracha, es más difícil que encontrar a alguien sin iphone o blackberry por aquí.
Mi amiga, rubia, wayfarer, alta y vaqueros prietos me dice de ir a tomar algo, otros dos de clase están también por ahí. Vamos en su Golf rojo. Lo tiene desde primero, regalo de cumpleaños, ahora estaríamos en tercero si no pasáramos el tiempo fumando en la puerta en lugar de ir a clase o estudiar Mecánica de Fluidos. Nos vamos hacia arriba, pasamos Reina Victoria, y acabamos en la calle Orense. Corte Inglés, edificio Windsor quemado y mi amiga en su salsa. Gente con melenilla y camisas caras, ella es de ascendencia rica, influyentes con Franco, abuelo almirante, ahora empresa familiar. Nos juntamos con nuestros amigos en el Starbucks. Frapuccinos para todos y a hablar de chorradas.
Los otros dos son parecidos, una rubia también, pechos enormes y una sorprendente capacidad para ser razonable teniendo en cuenta que es pija. Él, desorientado, apareció en una moto BMW F800 y el pelo deliberadamente revuelto. Planes de futuro. Qué coñazo estudiar. Todos se quieren ir, tomar un año sabático, ideas a cuál más delirante. Que si Londres a aprender inglés (colegio privado toda la vida y no tienen ni puta idea), que si de au pair a USA, que no se aguanta más Madrid ni las barbacoas en Arturo Soria ni lo de ir al pantano a montar en los coches clásicos de familiares extravagantes. Se creen que, si van a cualquier sitio, encontrarán, sin saber hacer nada, algo que hacer. Incluso hablan de unas granjas, casi comunas hippies en Hawai. Para gente que pueda pagar los 1600 euros de vuelo y esté dispuesta a vivir de verdad. No jodas. De momento no se han matriculado y están entregados a esa idea de "irse".
Pasan pidiendo dinero para Médicos del Mundo, es una gilipollez dar dinero por ahí si ya hay gente aquí muriéndose de hambre. Pasamos al Corte Inglés y yo me compro una funda de esas imantadas para el ipad. Se hace mediodía y ellos tienen que irse. Un placer, que sigáis siendo tan rubias, ya me concretaréis lo de ese finde en Sancti Petri.
Son las 3 y hasta las 5 no tengo nada que hacer. Bajo andando hasta Moncloa, porque sí. Allí me como un kebab aprovechándome del wifi de la librería cercana. Mientras como, veo en el ipad lo que fue el periodismo, periodismo de verdad y un escritor de verdad: Soler Serrano preguntando a Josep Pla.
Josep Pla, tan cabal, tan de campo y tan lúcido, como un Delibes catalán con un toque algo más canalla. El Cuaderno Gris conviene mucho.
Prefiero decir algo muy largo en lugar de lo que podría haber sido originalmente mucho más corto y conciso, supone un derrame del significado.
John Ashbery
Se hacen las cinco y es la hora a la que he quedado con un amigo. Lavapiés metro arriba. Línea tres desde Moncloa y son 14 minutos, suficiente para escuchar un par de canciones de mierda de Metronomy.
Mi colega me espera entre la diversidad étnica de la plaza de Lavapiés. Es un puto erudito. Un joven marxista, ideólogo del 15 M, acaba de terminar filosofía, está estudiando economía y le queda poco para marchar a estudiar un máster en Barcelona. Comisario en exposiciones, experto en estética y en postmodernidad, 22 años, varios ensayos publicados y colaborador de la Revista de Occidente. Pinta de tío normal. Pinta incluso de bakala. Yo he estado con él de parquineo en Fabrik. Comentamos, primero, qué tal ha ido el verano en cuanto a mujeres. A él medianamente bien, un par, una de ellas, afín, le regaló el Fragmentos sobre el discurso amoroso de Barthes subrayado por él y eso le sirvió. Yo muy bien, allí, en la costa, barcos y un bar fetiche en el que pasaba todas las noches, de vez en cuando caía alguna.
Después entramos en harina: bajamos a Embajadores y cae la primera caña doble. Embajadores, esa zona con encanto porque marca la frontera entre el centro y los barrios más periféricos. Ejemplo de la transformación de Madrid, de la reconversión de espacios industriales en zonas de creación (El Matadero, La Tabacalera). Me comenta que gana pastaza (en el mundo del arte, a diferencia de en el de la literatura, se mueve dinero) escribiendo en catálogos de exposiciones, haciendo panegíricos de artistas mediocres y validando teóricamente lo que exponen: aquí hay truco, él solo, con 22 años, sería imposible que hubiera llegado hasta ahí. Su padre, crítico y teórico de la estética, el peso más pesado entre los que hay en España. Seguimos, como siempre, con los cotilleos, hablando de los guays del mundillo literario, de los que están entre Madrid y Barcelona.
A cierta famosísima joven poeta parece que no le va tan bien en la órbita de Patricio Pron. La novia de Vanity Dust empieza a enfadarse por las cosas que escribe en el blog: nosotros sabemos que la parte de ficción es menor de lo que ella cree. Las andanzas de Jordi Carrión y Vicente Luis Mora por USA (ostia, ojalá yo pudiera ser así y no tuviera que estudiar una ingeniería para ganar pasta de mayor). Discusiones entre poetillas, recuerdos de aquella época: Puerta de Toledo Crew. Torrente Malvido, sus robos reales, sus novelas policíacas y su presencia eterna en el Bukowski, la sesión de los Zombie Kids cuando estaba empezando y cómo pasábamos al backstage cuando se publicó aquello de cierta famosísima joven poeta. Bien. El pasado. Él confiesa que prefería lo de Kapital. Nos movemos a la cafetería de la Tabacalera, un poco más limpia, gente un poco más rara, música insoportable, como siempre. Caen muchas cañas hablando de proyectos de revistas, de que todo lo que ha fracasado ha sido por falta de línea editorial, de la envidia que da Jot Down y que no es oro todo lo que mola de Mondadori.
Mi amigo acababa de escribir una pequeña colaboración sobre "lo bizarro". John Cobra es LO BIZARRO. Terminamos hablando de forocoches, terminamos recordando cada detalle de Cobra. Son ya las 7 y tengo la cita más importante del día: nos movemos comentando lo de Falcao y acabamos en uno de los agujeros de Zurita, calle en cuyas terrazas se libra una curiosa lucha entre banderas republicanas y banderas españolas actuales. El primero que la retire, pierde.
Nos metemos en el antro y yo me dispongo a firmar mi primer contrato. Una editorial pequeñita y después de varias antologías por fin publico mi primer libro (poesía).
Me da el contrato uno de los agitadores poéticos más conocidos por aquí, pelo blanco y aspecto venerable, igual ya lo sabéis y lo firmo, ebrio, sin hacer mucho caso. Puntos importantes: primera tirada de 750 (no está mal), 10% de las liquidaciones para mi persona, el autor, y, lo mejor de todo: si muero la editorial se queda con los derechos durante 7 años. Pues vale. Mi colega me comenta que a él lo tratan un poco peor (se lleva el 8 aunque sus tiradas son algo mayores (si el ensayo vende poco, la poesía menos).
Nos vamos a pillar algo de merca literaria para celebrar el contrato: vamos a La Marabunta, estupenda para temas políticos. Él se pone a mirar reediciones del puto pesado de Chaves Nogales, ese periodista, cronista de la Guerra Civil, que Muñoz Molina se ha propuesto recuperar para que nosotros todos leamos a una voz ponderada. Yo tiro a por Perry Anderson. Pillo Tras las huellas del materialismo histórico. Perry Anderson es DIOS: el marxista contemporáneo más importante, escribe con una lucidez y un ritmo envidiable. Despacha los temas más complejos en párrafos brillantes por lo condensado y claro de sus exposiciones. Acaba de publicar una historia de lo que ha sido la segunda mitad del siglo XX en Europa y para empezar recomiendo Consideraciones sobre el marxismo occidental, clave para entender a Lukács, Gramsci, Althusser y todos los teóricos, que, al oeste, han sido más de pensar que de hacer. 9 euros, bien. Él se pilla no sé qué extraña cosa de Rancière y se ríe de los que toman en serio a Zizek. Mi colega, el cabrón, es postpostmoderno. No sé, yo tampoco estoy tan puesto, pero a mí me gusta cuando el esloveno defiende la verdad en contra de esa idea de que todo son narraciones.
Queremos seguir bebiendo y tiramos al Lukanikos, suena Gregory Isaacs, reggae del bueno. Mucha más cerveza en el bar que homenajea a ese perro al que la revista Time convirtió en persona. Lukanikos es un perro que se enfrentaba a la policía en cada manifestación griega. Un héroe de la resistencia. Person of the year.
Ya es tarde, hora de cenar. Mi colega se tiene que ir a una especie de botellón que ha organizado los de la universidad para despedirlo antes de que se vaya a Barcelona, a ravalear por el MACBA junto a cierta joven famosísima poeta. Yo paso de ir a eso, el botellón es un formato vintage.
Me voy a casa y ceno lo primero que pillo. Son las 10 y la noche hay que organizarla. Suena Richie Hawtin, tecno del que anima. Hasta las 12 no pienso salir. Echo un rato leyendo a Onetti, la descripción de los dolores viscosos de lo cotidiano. Luego metro y a Tribunal, he quedado con un par de amigos y unas chicas a las que conocieron haciendo no sé qué.
A las chicas me tengo que presentar como siempre: politoxicómano ocurrente. Luego es poco de lo primero y más de lo segundo, que al fin y al cabo hacer cosas es mejor que no hacerlas y menos aburrido. Escuchar Swans también es buena idea.
Y nada, que esta noche toca Malasaña, con su luz de pueblo y lo agradable que resulta saber que Antonio Vega se pinchó en cada esquina. Las chicas, en el Tupperware son una rubia y la otra teñida de rojo. Dos para tres, uno deberá retirarse y yo no pienso hacerlo. No hemos pillado nada ni tenemos a nuestro dealer favorito cerca: esta noche no toca, yo quiero ir de tranqui que empiezo a estar reventado. Suena, como casi siempre, Midnight City, M83. Hacemos el tonto. La teñida de rojo es baja pero atractiva. Rasgos muy dulces, cuerpo frágil, pálida. La rubia empieza a acaramelarse con uno de mis colegas: un DJ con más tatuajes que cabeza, con una barba a los Devendra Banhart y una conversación que no pasa del "sí, así sin motivo, un martes, es como mejor entran, ponte otra". Es el que más liga de los tres, lo que dice pocas cosas buenas de las muchachas en general. Pero mi bajita pálida, ah, los misterios de la luz, que diría Umbral, me está contando cosas. Finjo escucharla. No sé qué de estudiar cine. Escuela privada y creerse David Lynch. Estupendo: son las más fáciles de engañar. Tonterías sobre la Nouvelle Vague mientras nos movemos al Nasti.
Ostia, sorpresa, que suena Joe Crepúsculo. Bailamos cada vez más cerca, nos rozamos abiertamente. En una de esas le como la boca y se deja de buen grado. Estupendo. A estas alturas los otros dos también están liándose y el tercer colega, estudiante de ingeniería también, pero de los típicos, da vueltas desorientado por el local. Bueno. Yo sigo a lo mío, la tipa tiene ganas. Me voy hacia el cuello, que nunca falla. Yo voy por mi cuarto gin tonic y decido que será el último: después de la cerveza más alcohol sólo conseguiría que me viniera abajo.
Le digo a la muchacha que se venga a casa. Me acerco al DJ y le digo que pinche algo de Ellen Allien. Ellen Allien la que suele estar en el Watergate de Berlín. La que es 12 veces mejor que Deadmau5 y la peña apenas la conoce.
Lo disfrutarán los que se queden porque yo me voy. Salir del Nasti, andar un poco y pedir taxi: la chica que no se despega de mí. Llegamos a la casa de un amigo que me deja las llaves, zona de Argüelles, piso de estudiantes aún vacío, y vamos directamente a la cama. Resultó ser más sosa de lo que parecía. Ella acabó contenta, yo hice lo mío, pero apenas se movía (posiblemente iba muy borracha). Después de terminar dijo que no se podía quedar a dormir por no sé qué, teléfono y posiblemente la llame.
Me preparé un vaso de leche con galletas Príncipe y, prefieriendo dormir con mis padres que allí y, no queriendo gastar en metro, caminé durante un largo rato, Crosby Stills and Nash en los auriculares de fin de noche, pensando en lo mucho que quiero a mi colega filósofo, en que nunca despotricaremos lo suficiente sobre la prosa de Bauman y en que ojalá no se vaya mi amiga pija a una granja en Hawai, en que antes me la tengo que follar; hasta llegar a mi casa, zona de Atocha.
Eran las 6 cuando me acosté con una gran impresión: Madrid no es tan horrible como pensaba que lo era cuando estaba en la costa.
Ocurre, eso sí, que tengo resaca y mis AKG ya me atronan con John Maus a toda ostia así que perdonadme si soy impreciso, disculpad mis palabras que sólo conseguirán empequeñecer y manchar la pureza de la ciudad, las verdades mezquinas y los solemnes engaños de la capital, lo divertido que es moverse y respirar y haberse alejado del mar.
Empecé la mañana echando la matrícula en la universidad: cien mil estudiantes y ninguno hace nada. La universidad, máquina de estandarizar, de expender título, como dice Agustín García Calvo, miles de personas que no viven mientras piensan en el futuro. Pues bueno. Pero sales en Ciudad Universitaria y las mujeres, vaporosas, cada una con un mohín, cada una con una manera de apretar los pechos contra las carpetas que abrazan. La Complutense: señoritos andaluces recién llegados del cortijo, banderas de España en el polo y capeas universitarias, moral de provincias. Me encuentro con una amiga. Las piernas más largas que nunca, las carnes más doradas, el escote más grande. ¿Qué? Un abrazo, preguntas típicas de verano. Esta, sin estar borracha, es más difícil que encontrar a alguien sin iphone o blackberry por aquí.
Mi amiga, rubia, wayfarer, alta y vaqueros prietos me dice de ir a tomar algo, otros dos de clase están también por ahí. Vamos en su Golf rojo. Lo tiene desde primero, regalo de cumpleaños, ahora estaríamos en tercero si no pasáramos el tiempo fumando en la puerta en lugar de ir a clase o estudiar Mecánica de Fluidos. Nos vamos hacia arriba, pasamos Reina Victoria, y acabamos en la calle Orense. Corte Inglés, edificio Windsor quemado y mi amiga en su salsa. Gente con melenilla y camisas caras, ella es de ascendencia rica, influyentes con Franco, abuelo almirante, ahora empresa familiar. Nos juntamos con nuestros amigos en el Starbucks. Frapuccinos para todos y a hablar de chorradas.
Los otros dos son parecidos, una rubia también, pechos enormes y una sorprendente capacidad para ser razonable teniendo en cuenta que es pija. Él, desorientado, apareció en una moto BMW F800 y el pelo deliberadamente revuelto. Planes de futuro. Qué coñazo estudiar. Todos se quieren ir, tomar un año sabático, ideas a cuál más delirante. Que si Londres a aprender inglés (colegio privado toda la vida y no tienen ni puta idea), que si de au pair a USA, que no se aguanta más Madrid ni las barbacoas en Arturo Soria ni lo de ir al pantano a montar en los coches clásicos de familiares extravagantes. Se creen que, si van a cualquier sitio, encontrarán, sin saber hacer nada, algo que hacer. Incluso hablan de unas granjas, casi comunas hippies en Hawai. Para gente que pueda pagar los 1600 euros de vuelo y esté dispuesta a vivir de verdad. No jodas. De momento no se han matriculado y están entregados a esa idea de "irse".
Pasan pidiendo dinero para Médicos del Mundo, es una gilipollez dar dinero por ahí si ya hay gente aquí muriéndose de hambre. Pasamos al Corte Inglés y yo me compro una funda de esas imantadas para el ipad. Se hace mediodía y ellos tienen que irse. Un placer, que sigáis siendo tan rubias, ya me concretaréis lo de ese finde en Sancti Petri.
Son las 3 y hasta las 5 no tengo nada que hacer. Bajo andando hasta Moncloa, porque sí. Allí me como un kebab aprovechándome del wifi de la librería cercana. Mientras como, veo en el ipad lo que fue el periodismo, periodismo de verdad y un escritor de verdad: Soler Serrano preguntando a Josep Pla.
Josep Pla, tan cabal, tan de campo y tan lúcido, como un Delibes catalán con un toque algo más canalla. El Cuaderno Gris conviene mucho.
Prefiero decir algo muy largo en lugar de lo que podría haber sido originalmente mucho más corto y conciso, supone un derrame del significado.
John Ashbery
Se hacen las cinco y es la hora a la que he quedado con un amigo. Lavapiés metro arriba. Línea tres desde Moncloa y son 14 minutos, suficiente para escuchar un par de canciones de mierda de Metronomy.
Mi colega me espera entre la diversidad étnica de la plaza de Lavapiés. Es un puto erudito. Un joven marxista, ideólogo del 15 M, acaba de terminar filosofía, está estudiando economía y le queda poco para marchar a estudiar un máster en Barcelona. Comisario en exposiciones, experto en estética y en postmodernidad, 22 años, varios ensayos publicados y colaborador de la Revista de Occidente. Pinta de tío normal. Pinta incluso de bakala. Yo he estado con él de parquineo en Fabrik. Comentamos, primero, qué tal ha ido el verano en cuanto a mujeres. A él medianamente bien, un par, una de ellas, afín, le regaló el Fragmentos sobre el discurso amoroso de Barthes subrayado por él y eso le sirvió. Yo muy bien, allí, en la costa, barcos y un bar fetiche en el que pasaba todas las noches, de vez en cuando caía alguna.
Después entramos en harina: bajamos a Embajadores y cae la primera caña doble. Embajadores, esa zona con encanto porque marca la frontera entre el centro y los barrios más periféricos. Ejemplo de la transformación de Madrid, de la reconversión de espacios industriales en zonas de creación (El Matadero, La Tabacalera). Me comenta que gana pastaza (en el mundo del arte, a diferencia de en el de la literatura, se mueve dinero) escribiendo en catálogos de exposiciones, haciendo panegíricos de artistas mediocres y validando teóricamente lo que exponen: aquí hay truco, él solo, con 22 años, sería imposible que hubiera llegado hasta ahí. Su padre, crítico y teórico de la estética, el peso más pesado entre los que hay en España. Seguimos, como siempre, con los cotilleos, hablando de los guays del mundillo literario, de los que están entre Madrid y Barcelona.
A cierta famosísima joven poeta parece que no le va tan bien en la órbita de Patricio Pron. La novia de Vanity Dust empieza a enfadarse por las cosas que escribe en el blog: nosotros sabemos que la parte de ficción es menor de lo que ella cree. Las andanzas de Jordi Carrión y Vicente Luis Mora por USA (ostia, ojalá yo pudiera ser así y no tuviera que estudiar una ingeniería para ganar pasta de mayor). Discusiones entre poetillas, recuerdos de aquella época: Puerta de Toledo Crew. Torrente Malvido, sus robos reales, sus novelas policíacas y su presencia eterna en el Bukowski, la sesión de los Zombie Kids cuando estaba empezando y cómo pasábamos al backstage cuando se publicó aquello de cierta famosísima joven poeta. Bien. El pasado. Él confiesa que prefería lo de Kapital. Nos movemos a la cafetería de la Tabacalera, un poco más limpia, gente un poco más rara, música insoportable, como siempre. Caen muchas cañas hablando de proyectos de revistas, de que todo lo que ha fracasado ha sido por falta de línea editorial, de la envidia que da Jot Down y que no es oro todo lo que mola de Mondadori.
Mi amigo acababa de escribir una pequeña colaboración sobre "lo bizarro". John Cobra es LO BIZARRO. Terminamos hablando de forocoches, terminamos recordando cada detalle de Cobra. Son ya las 7 y tengo la cita más importante del día: nos movemos comentando lo de Falcao y acabamos en uno de los agujeros de Zurita, calle en cuyas terrazas se libra una curiosa lucha entre banderas republicanas y banderas españolas actuales. El primero que la retire, pierde.
Nos metemos en el antro y yo me dispongo a firmar mi primer contrato. Una editorial pequeñita y después de varias antologías por fin publico mi primer libro (poesía).
Me da el contrato uno de los agitadores poéticos más conocidos por aquí, pelo blanco y aspecto venerable, igual ya lo sabéis y lo firmo, ebrio, sin hacer mucho caso. Puntos importantes: primera tirada de 750 (no está mal), 10% de las liquidaciones para mi persona, el autor, y, lo mejor de todo: si muero la editorial se queda con los derechos durante 7 años. Pues vale. Mi colega me comenta que a él lo tratan un poco peor (se lleva el 8 aunque sus tiradas son algo mayores (si el ensayo vende poco, la poesía menos).
Nos vamos a pillar algo de merca literaria para celebrar el contrato: vamos a La Marabunta, estupenda para temas políticos. Él se pone a mirar reediciones del puto pesado de Chaves Nogales, ese periodista, cronista de la Guerra Civil, que Muñoz Molina se ha propuesto recuperar para que nosotros todos leamos a una voz ponderada. Yo tiro a por Perry Anderson. Pillo Tras las huellas del materialismo histórico. Perry Anderson es DIOS: el marxista contemporáneo más importante, escribe con una lucidez y un ritmo envidiable. Despacha los temas más complejos en párrafos brillantes por lo condensado y claro de sus exposiciones. Acaba de publicar una historia de lo que ha sido la segunda mitad del siglo XX en Europa y para empezar recomiendo Consideraciones sobre el marxismo occidental, clave para entender a Lukács, Gramsci, Althusser y todos los teóricos, que, al oeste, han sido más de pensar que de hacer. 9 euros, bien. Él se pilla no sé qué extraña cosa de Rancière y se ríe de los que toman en serio a Zizek. Mi colega, el cabrón, es postpostmoderno. No sé, yo tampoco estoy tan puesto, pero a mí me gusta cuando el esloveno defiende la verdad en contra de esa idea de que todo son narraciones.
Queremos seguir bebiendo y tiramos al Lukanikos, suena Gregory Isaacs, reggae del bueno. Mucha más cerveza en el bar que homenajea a ese perro al que la revista Time convirtió en persona. Lukanikos es un perro que se enfrentaba a la policía en cada manifestación griega. Un héroe de la resistencia. Person of the year.
Ya es tarde, hora de cenar. Mi colega se tiene que ir a una especie de botellón que ha organizado los de la universidad para despedirlo antes de que se vaya a Barcelona, a ravalear por el MACBA junto a cierta joven famosísima poeta. Yo paso de ir a eso, el botellón es un formato vintage.
Me voy a casa y ceno lo primero que pillo. Son las 10 y la noche hay que organizarla. Suena Richie Hawtin, tecno del que anima. Hasta las 12 no pienso salir. Echo un rato leyendo a Onetti, la descripción de los dolores viscosos de lo cotidiano. Luego metro y a Tribunal, he quedado con un par de amigos y unas chicas a las que conocieron haciendo no sé qué.
A las chicas me tengo que presentar como siempre: politoxicómano ocurrente. Luego es poco de lo primero y más de lo segundo, que al fin y al cabo hacer cosas es mejor que no hacerlas y menos aburrido. Escuchar Swans también es buena idea.
Y nada, que esta noche toca Malasaña, con su luz de pueblo y lo agradable que resulta saber que Antonio Vega se pinchó en cada esquina. Las chicas, en el Tupperware son una rubia y la otra teñida de rojo. Dos para tres, uno deberá retirarse y yo no pienso hacerlo. No hemos pillado nada ni tenemos a nuestro dealer favorito cerca: esta noche no toca, yo quiero ir de tranqui que empiezo a estar reventado. Suena, como casi siempre, Midnight City, M83. Hacemos el tonto. La teñida de rojo es baja pero atractiva. Rasgos muy dulces, cuerpo frágil, pálida. La rubia empieza a acaramelarse con uno de mis colegas: un DJ con más tatuajes que cabeza, con una barba a los Devendra Banhart y una conversación que no pasa del "sí, así sin motivo, un martes, es como mejor entran, ponte otra". Es el que más liga de los tres, lo que dice pocas cosas buenas de las muchachas en general. Pero mi bajita pálida, ah, los misterios de la luz, que diría Umbral, me está contando cosas. Finjo escucharla. No sé qué de estudiar cine. Escuela privada y creerse David Lynch. Estupendo: son las más fáciles de engañar. Tonterías sobre la Nouvelle Vague mientras nos movemos al Nasti.
Ostia, sorpresa, que suena Joe Crepúsculo. Bailamos cada vez más cerca, nos rozamos abiertamente. En una de esas le como la boca y se deja de buen grado. Estupendo. A estas alturas los otros dos también están liándose y el tercer colega, estudiante de ingeniería también, pero de los típicos, da vueltas desorientado por el local. Bueno. Yo sigo a lo mío, la tipa tiene ganas. Me voy hacia el cuello, que nunca falla. Yo voy por mi cuarto gin tonic y decido que será el último: después de la cerveza más alcohol sólo conseguiría que me viniera abajo.
Le digo a la muchacha que se venga a casa. Me acerco al DJ y le digo que pinche algo de Ellen Allien. Ellen Allien la que suele estar en el Watergate de Berlín. La que es 12 veces mejor que Deadmau5 y la peña apenas la conoce.
Lo disfrutarán los que se queden porque yo me voy. Salir del Nasti, andar un poco y pedir taxi: la chica que no se despega de mí. Llegamos a la casa de un amigo que me deja las llaves, zona de Argüelles, piso de estudiantes aún vacío, y vamos directamente a la cama. Resultó ser más sosa de lo que parecía. Ella acabó contenta, yo hice lo mío, pero apenas se movía (posiblemente iba muy borracha). Después de terminar dijo que no se podía quedar a dormir por no sé qué, teléfono y posiblemente la llame.
Me preparé un vaso de leche con galletas Príncipe y, prefieriendo dormir con mis padres que allí y, no queriendo gastar en metro, caminé durante un largo rato, Crosby Stills and Nash en los auriculares de fin de noche, pensando en lo mucho que quiero a mi colega filósofo, en que nunca despotricaremos lo suficiente sobre la prosa de Bauman y en que ojalá no se vaya mi amiga pija a una granja en Hawai, en que antes me la tengo que follar; hasta llegar a mi casa, zona de Atocha.
Eran las 6 cuando me acosté con una gran impresión: Madrid no es tan horrible como pensaba que lo era cuando estaba en la costa.