Siempre he dicho que voté a Sánchez, pero ahora no me acuerdo de haberlo hecho. Lo mismo era mentira porque no suelo salir de casa si no es por algo de vital importancia. Y por correo tampoco me suena que haya votado. No sé, ahora mismo tengo una laguna. Solo voté la primera vez que pude votar con los 18 recién cumplidos, me hizo ilusión y por aquel entonces creía que mi opinión era importante para la sociedad que me rodeaba y en la cual estaba relativamente integrado a mi manera, claro. En aquella ocasión voté a IU-Los verdes, que iban juntos en Extremadura y era un partido de izquierdas y ecologista. Justo lo que yo era, amén de un ser de luz colmado de vanas ilusiones.
Luego ya sabéis que el tiempo y el destino me pusieron en el lugar que me corresponde en este teatrillo llamado vida, y el carácter se me agrió un poco y tal. La sociedad, las mujeres y su desprecio, la hipocresía de la amistad, los allegados, todo absolutamente todo me desencantó hasta el punto de convertirme en un renegado social y desde entonces dejé de votar y de pertenecer a la sociedad como miembro integrante activo. Convirtiéndome en una alimaña solitaria y huidiza de mirada esquiva.
También voté en la primera legislatura de ZP, pero no por lo del 11M, que eso a mí me la pelaba, lo hice por intereses particulares míos. A Aznar se le habían subido mucho los humos con la mayoría absoluta y se decía, se comentaba, se oía, que iba a rebajar las becas a los aprobados para incrementárselas a los alumnos con buenas notas, y yo que por aquél entonces era estudiante, y bastante mediocre aunque muchos no lo creáis, decidí que a era hora de bajarle los humos al enano antipático del bigote contratacando como mi utilísimo voto en contra.
Dos veces he votado, y de ambas me arrepiento. Ahora, lo que si puedo decir con la cabeza muy alta es que yo jamás voté a Podemos a pesar de ser de izquierdas de corazón.