No sé si recordáis esa sensación, durante la niñez, en la que la propia rutina de ser un crío ajeno a los problemas sociales —más que nada por la natural incomprensión de la edad– , era un rol emocionante. Cromos en los recreos, deberes por la tarde viendo Oliver y Benji, partido a las ocho los martes y jueves, llegar a casa oliendo a calle, a juegos, a revolcarse en la hierba, a mandarinas cogidas tras volver de bañarse en el río, o incluso a batallas de naranjazos, más intenso es el recuerdo si olfativamente acompaña.
Más allá de esas sensaciones y siempre desde la más elemental inocencia, ver las cosas en esa perspectiva; ver en la tele politicos que trabajan, en el colegio maestros que enseñan (y te tratan bien)... y en lo sucesivo, creer a simple vista que todo eso que ves es así porque cada uno, en base a su esfuerzo, ha llegado a donde quería, y que pudieron llegar a ser lo que en su día contemplé.
Creer que ese tinglado, desde la más pura inocencia funcionaba con honradez, donde todos encajábamos, desde el lotero, hasta el electricista.
Ese mundo empezó a decaer al ver aquella crisis del año 94 (Efecto tequila), ver gente en el interminable paro, gente en la miseria tras cerrar empresas, otros problemas sociales como el Sida, la heroína mas allá del típico yonki de barrio que amanece amoratado y con una jeringa aún en vena. Problemas que en mi zona se dejaron ver en la mitad de los noventa. Es ahí cuando llega el desengaño, se ve que aquellos ochenta no eran tan idílicos, repito, siempre a los ojos de un crío que aún no comprende este galimatías hecho sociedad. Los casos de corrupción galopante de González, un tal Lasa y Zabala hasta en la sopa, cuyas fotos inudaban los telediarios, la inflación de Solchaga y la gente sin parar de quejarse, ver la sociedad con los ojos de quien nota desde su entorno más cercano las desigualdades, la delincuencia, el nepotismo, el tráfico de influencias.
El punto álgido, podría decir que fue el Caso Alcasser, la telebasura inyectando miedo al pueblo, terrorismo televisivo.
Por tanto, creo que mi mundo se detrumbó cuando empecé a ver que esto no era sino, una puta porqueriza de hijos de puta, una patulea de cabrones. Y que todo está articulado de tal forma que, lo mejor sería prenderle fuego al garito y salir corriendo.
Clásico
Asiduo
Frikazo
Leyenda
Freak
