Persona humana
Novato de mierda
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- 21 Sep 2017
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Como ya mencioné en algún post, mis padres siempre han sido unos miserables del más alto nivel, así que en toda nuestra infancia al único sitio al que íbamos de vacaciones es al pueblo de mi madre, a quince minutos en coche. Allí tenían una casa que estaba vacía el resto del año porque era de mis abuelos y ya habían palmado hacía tiempo.
El caso es que en ese mismo barrio vivía una familia bastante peculiar, y por peculiar quiero decir que había mucho retraso concentrado. El padre era el más medio normal, pero tan pueblerino que a parte de "¡Wop!" al saludar con el cigarro en la boca poco más le oías decir. La madre era de esas que cuando íbamos al cementerio en todos los santos se te quedaba mirando con la cabeza gacha, muy fijamente, hasta que veía algún movimiento con el rabillo del ojo y centraba su vacía mirada en otra persona. Y menudo bigotillo gastaba, que siempre pensé yo que qué perra es esta vida que pobreza, mongolismo y fealdad siempre van de la mano.
Tenían dos hijos, macho y hembra, y como yo iba de pascuas a ramos al pueblo no encajaba con la gente normal, ni ahí ni en mi semi-ciudad, qué cojones. Me hice amigo del chaval, fácilmente manipulable, porque, ¡oh, sorpresa!¡oh, aciago destino! los hijos también tenían un retraso importante. Pero cosas de la modernidad, por lo menos tenían paguita. Ésto me lo dijo el propio chaval, que era consciente de su mongolismo y la verdad es que era un chaval bastante noble.
Bueno, para orientarnos, yo tendría 14 años, el 13 y la hermana 12. El caso es que un día le enseñé al chaval una revista porno que me había dado un primo mayor, y no sé cómo llegamos al tema que empezó a hablarme de que su hermana y él aún se bañaban juntos y que le estaban creciendo las tetas, y que tenía pelillos en el chocho y que a veces se sobaban pero sin llegar a retozar. Yo obviamente en el mundo real era un paria y un fracasado sin perspectivas de catar nada, pero para ellos era "el chico de ciudad que no tiene monguer", y además el chaval este me contó que su hermana estaba enamorada de mí y tal.
Hago un aparte para señalar que, aunque en las distancias cortas el retraso era un poco evidente, sobre todo al hablar, así con los ojos entrecerrados la chavala pues parecía un poco la chilindrina pero sin cantar tanto. Vamos, que no eran downies, sólo cortitos.
Total, que un día el hermano se va con el padre en tractor a ayudarle con la hierba y yo aburrido en casa, sólo, y viene la monguer que si quiero jugar al parchís, QUE ESTÁ SOLA EN CASA. Digo "ostia, esta es la mía" y voy para allá. Empezamos a jugar al parchís así en plan inocente, en el patio de su casa, a plena vista y nada sospechosamente, aunque ella iba con un vestido de esos de ama de casa y yo no paraba de imaginar sus nacientes tetas debajo. Y en un momento va y me suelta "voy a hacer pis, ¿quieres mirar?". Obviamente dije que sí, y se metió detrás de la casa al lado de un lavadero y ahí se levanta el vestido, se baja las bragas y se agacha a mear. Yo no me andé con ostias y cuando se levantó me saqué la chorra y le digo "tócala", y esa se ríe y la toca y me dice que es mucho más grande que la de su hermano (y sí lo era porque no sé qué cojones tenía ese chaval que tenía el pito como atrofiado. Sí, nos la habíamos enseñado el uno al otro, qué pasa). Como yo siempre he sido muy subnormal no se me ocurrió pedirla que me la chupase o algo. Sólo le dije que me enseñase las tetas, que, triste que parezca, sin ser gran cosa, eran más grandes que las de mi primera novia en el mundo real, muchos años después. Recuerdo que su piel era muy pálida y se veían mucho las venas.
A partir de ahí siempre que podíamos librarnos de su hermano íbamos a algún rincón oculto a enseñarnos más cosas, y un día sí que llegó a chupármela, aunque como ninguno de los dos teníamos mucha idea lo hizo en plan chupachups y no llegué a correrme. Ella me enseñó el parrús, que ya tenía algún pelillo, y un día intenté metérsela por el culo, aunque sólo conseguí restregarla por un ojete MUY SUCIO.
Al cabo de unos días el chaval debió de olerse algo, o igual se sinceraban cada vez que se bañaban juntos, no muy a menudo por lo visto, pero el caso es que un día íbamos a escabullirnos a un caseto de leña que tenían, así con disimulo, y aparece la madre y la llama y se la lleva con ella de visita a algún pariente. Y aquella tarde me dice desde la ventana que su hermano se lo ha contado a su madre y que ya no la dejan venir conmigo. Y ahí se acabó todo. Con el hermano me hice el tonto (ja, ja), nunca comentamos nada, pero desde entonces la madre me miraba aún más fijamente, aunque por alguna razón nunca dijo ni mú a mis padres. Y fin.
Ay, monguer mía, cómo me rompiste el corazón.
Epílogo: tras muchos años sin volver por el pueblo, volví a encontrármela un día que fui de visita. Estaba muy fea, la cara llega de granos y cosas desagradables, y aún así me la habría empotrado, por los viejos tiempos. Ahora creo que ha tenido dos hijos con otro pueblata y no sé dónde viven ni ella ni el hermano. Y fin otra vez.
El caso es que en ese mismo barrio vivía una familia bastante peculiar, y por peculiar quiero decir que había mucho retraso concentrado. El padre era el más medio normal, pero tan pueblerino que a parte de "¡Wop!" al saludar con el cigarro en la boca poco más le oías decir. La madre era de esas que cuando íbamos al cementerio en todos los santos se te quedaba mirando con la cabeza gacha, muy fijamente, hasta que veía algún movimiento con el rabillo del ojo y centraba su vacía mirada en otra persona. Y menudo bigotillo gastaba, que siempre pensé yo que qué perra es esta vida que pobreza, mongolismo y fealdad siempre van de la mano.
Tenían dos hijos, macho y hembra, y como yo iba de pascuas a ramos al pueblo no encajaba con la gente normal, ni ahí ni en mi semi-ciudad, qué cojones. Me hice amigo del chaval, fácilmente manipulable, porque, ¡oh, sorpresa!¡oh, aciago destino! los hijos también tenían un retraso importante. Pero cosas de la modernidad, por lo menos tenían paguita. Ésto me lo dijo el propio chaval, que era consciente de su mongolismo y la verdad es que era un chaval bastante noble.
Bueno, para orientarnos, yo tendría 14 años, el 13 y la hermana 12. El caso es que un día le enseñé al chaval una revista porno que me había dado un primo mayor, y no sé cómo llegamos al tema que empezó a hablarme de que su hermana y él aún se bañaban juntos y que le estaban creciendo las tetas, y que tenía pelillos en el chocho y que a veces se sobaban pero sin llegar a retozar. Yo obviamente en el mundo real era un paria y un fracasado sin perspectivas de catar nada, pero para ellos era "el chico de ciudad que no tiene monguer", y además el chaval este me contó que su hermana estaba enamorada de mí y tal.
Hago un aparte para señalar que, aunque en las distancias cortas el retraso era un poco evidente, sobre todo al hablar, así con los ojos entrecerrados la chavala pues parecía un poco la chilindrina pero sin cantar tanto. Vamos, que no eran downies, sólo cortitos.
Total, que un día el hermano se va con el padre en tractor a ayudarle con la hierba y yo aburrido en casa, sólo, y viene la monguer que si quiero jugar al parchís, QUE ESTÁ SOLA EN CASA. Digo "ostia, esta es la mía" y voy para allá. Empezamos a jugar al parchís así en plan inocente, en el patio de su casa, a plena vista y nada sospechosamente, aunque ella iba con un vestido de esos de ama de casa y yo no paraba de imaginar sus nacientes tetas debajo. Y en un momento va y me suelta "voy a hacer pis, ¿quieres mirar?". Obviamente dije que sí, y se metió detrás de la casa al lado de un lavadero y ahí se levanta el vestido, se baja las bragas y se agacha a mear. Yo no me andé con ostias y cuando se levantó me saqué la chorra y le digo "tócala", y esa se ríe y la toca y me dice que es mucho más grande que la de su hermano (y sí lo era porque no sé qué cojones tenía ese chaval que tenía el pito como atrofiado. Sí, nos la habíamos enseñado el uno al otro, qué pasa). Como yo siempre he sido muy subnormal no se me ocurrió pedirla que me la chupase o algo. Sólo le dije que me enseñase las tetas, que, triste que parezca, sin ser gran cosa, eran más grandes que las de mi primera novia en el mundo real, muchos años después. Recuerdo que su piel era muy pálida y se veían mucho las venas.
A partir de ahí siempre que podíamos librarnos de su hermano íbamos a algún rincón oculto a enseñarnos más cosas, y un día sí que llegó a chupármela, aunque como ninguno de los dos teníamos mucha idea lo hizo en plan chupachups y no llegué a correrme. Ella me enseñó el parrús, que ya tenía algún pelillo, y un día intenté metérsela por el culo, aunque sólo conseguí restregarla por un ojete MUY SUCIO.
Al cabo de unos días el chaval debió de olerse algo, o igual se sinceraban cada vez que se bañaban juntos, no muy a menudo por lo visto, pero el caso es que un día íbamos a escabullirnos a un caseto de leña que tenían, así con disimulo, y aparece la madre y la llama y se la lleva con ella de visita a algún pariente. Y aquella tarde me dice desde la ventana que su hermano se lo ha contado a su madre y que ya no la dejan venir conmigo. Y ahí se acabó todo. Con el hermano me hice el tonto (ja, ja), nunca comentamos nada, pero desde entonces la madre me miraba aún más fijamente, aunque por alguna razón nunca dijo ni mú a mis padres. Y fin.
Ay, monguer mía, cómo me rompiste el corazón.
Epílogo: tras muchos años sin volver por el pueblo, volví a encontrármela un día que fui de visita. Estaba muy fea, la cara llega de granos y cosas desagradables, y aún así me la habría empotrado, por los viejos tiempos. Ahora creo que ha tenido dos hijos con otro pueblata y no sé dónde viven ni ella ni el hermano. Y fin otra vez.