Nacer, vivir y morir. Crónica de muchas vidas felices

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3 Feb 2005
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Eugenesia rebuznó:
Aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana.

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Pedro conoció a Carmen en el salón de la casa de sus suegros. Él era el hijo del panadero y ella, que estaba sirviendo en una casa, estaba pensando en meterse a un convento. Sin embargo, Jacobo, padre de Carmen y sacristán, buscó un joven casadero en el pueblo para pactar un matrimonio con su hija.

A la boda fue hasta el farmacéutico, y de luna de miel fueron a Valencia. En esa semana engendraron a su primer hijo, Pedrito. Hoy es el día de su primera comunión. El acontecimiento se ha dilatado unos años por la enfermedad que sufre Pedrito, la cual le ha impedido acudir durante año y medio a sus clases de catequesis. A pesar de ello, Pedro y Carmen están orgullosos de su hijo y se toman con filosofía sus ataques de epilepsia.

Las primeras crisis sucedieron cuando el nene estaba aprendiendo a leer. El fallo ponía nervioso a Pedrito y en menos que canta un gallo ponía la cartilla perdida de esas odiosas babas blancas. Carmen se asustaba mucho en ese momento y llamaba a las vecinas, amables mujeres que no tardaban en colocar un trapo en la boca del niño para que no se ahogara. Menos mal que las pastillas de litio que le recetó don Cosme tranquilizaron al pobre Pedrito. Hoy todos ríen cuando riñe con Rita o Carmencita, sus dos hermanas, y le da un ataque. Su vida será una mierda. Pero sus padres tienen todas las esperanzas puestas en él, aunque no saben qué hacer: ¿le enseñamos un oficio o le mandamos a la ciudad a que estudie?

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Laura era la abuela perfecta. Todos los domingos invitaba a sus tres nietos a merendar a su casa y les atiborraba de sardinillas en aceite y pan con chocolate. Los tres zagales, hastiados de su aburrida vida y de las constantes consignas de su padre para que no hablaran de política, esperaban ese momento como agua de mayo, y hacían apuestas entre ellos para ver quién recibiría primero un ósculo de su amada abuela. El ganador sería el más querido de la semana.

Lamentablemente, la pobre Laura comenzó a olvidarse de las cosas aquel verano de 1930. Empezó por no saber si había echado azúcar al café y terminó por dejarse la estufa de aire encendida, causando la muerte de dos de sus tres queridos nietos. Casualmente, sólo se salvó Juanito.

Unas horas antes del fatal suceso, Laura, consciente de su demencia senil, había extendido sobre la mesa un gran mantel donde había tres objetos, tres valiosas joyas que serían el legado para sus nietos.

A Marcos le regaló un reloj de cuerda que el antiguo párroco y amante le había dado antes de ser destinado a Filipinas para rezar por los infieles.

A José le correspondió un tenedor bañado en plata que Alfonso XII había utilizado cuando visitó el pueblo en una cacería. Una pieza de leyenda.

A Juanito, Laura le regaló un abresellos con un gallo dibujado en su punta. Sin embargo, el niño, celoso de su turno, se tomó a mal el detalle y salió corriendo descorazonado de la casa de su abuela.

Cuando volvió, encontró los tres cadáveres en el sillón. Marcos y José abrazaban a su abuela. Juanito se quedó petrificado durante un minuto, pero, al fin, decidió coger del suelo los dos regalos que su abuela había hecho a sus hermanos. "Con los tres objetos en mi poder, seré el favorito de mi abuela para siempre", exclamó.

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La familia Padilla no podía estar orgullosa de muchas cosas. Las penurias de la posguerra habían puesto en jaque el bienestar de sus miembros durante no pocas ocasiones, y los más pequeños, aún en el colegio, ya vislumbraban que su destino iba a terminar siendo el trabajar para aportar. Algo evidente.

Sin embargo, la casa que tenían en Cartagena era un buen argumento para alardear ante sus amigos, pocos y de conveniencia. Todos los veranos, acudían allí desde Madrid y se tostaban en la playa, asaban sardinas y bailaban coplas a la luz de la luna. A la abuela le encantaba observar cómo bailaban esas jóvenes y versátiles parejas al son de los acordes de las canciones de toda la vida.

Una noche, Pepi y Juanjo fueron solos a una de esas verbenas y estuvieron danzando y bebiendo limonada durante tres largas horas. A la vuelta a casa, mientras paseaban por una de las bocacalles que bordeaba el paseo marítimo, Juanjo no se resistió, cogió a Pepi de la cintura, le cantó el estribillo de su canción favorita y le dio un beso en la mejilla. La mujer, avergonzada, rió con fuerza.

"Alto, ¡qué están haciendo!" escuchó la pareja. Era una pareja de guardias civiles. "Esto es un escándalo público en toda regla, vengan conmigo". Asustada, la mujer intentó excusar su comportamiento, mientras Juanjo andaba recto intentando cumplir con los mandamientos de los dos agentes de la ley.

"Usted señor, póngase de rodillas y usted, señora, no se mueva de ahí", ordenó uno de los agentes, quien a posteriori dejó seco a Juanjo de un porrazo en la nuca. Pepi lloraba desconsolada. No podía entender nada de lo que estaba pasando.

"Ahora, por favor, toca el turno del cacheo, así que señora, no se resista", espetó a Pepi uno de los agentes. Como dos camilleros, tumbaron en el suelo a la mujer y, como dos buitres, comenzaron a tocarla con rapidez cada una de las partes de su cuerpo.

"A mí me gusta meter la nariz en sus cavidades", aseguró Sebastián, uno de sus agentes, mientras pasaba su nariz por el vientre de Pepi y tocaba con la punta de la lengua su vello púbico para familiarizarse con el sabor de la mujer.

Durante dos horas, los hombres embistieron con mayor o menor fuerza a Pepi, forzándola en repetidas ocasiones y obligándole a decir sin parar mientras sollozaba la frase: "todo por la Patria". Cuando terminaron, metieron al matrimonio en el coche y los llevaron a casa.

A la mañana siguiente, Pepi madrugó para hacer el desayuno para toda la familia. Cuando se levantaron, les recibió con una sonrisa de gala. "Vaya ojeras que tienes hoy Pepi hija", observó la abuela. "Es que ayer Juanjo y yo paseamos durante largo rato y llegamos tarde", respondió. Nunca contaron a nadie el "pequeño incidente" con las fuerzas del orden. Eso sí, ese mismo día Pepi tiró su calendario de ciclos lunares. Nunca volvieron a copular.

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Un relato de postguerra completísimo. Eso sí, he echado en falta al sustanciero, ese señor que iba de pueblo en pueblo portando un hueso de jamón al que las marujas recurrían para darle sustancia al caldo de garbanzos, previo pago de una perrilla por el alquiler.
 
que clase de animal es ese, de camisa a rayas que sujeta a torbe?

 
Yo he entendido el hilo.

Dicen que los buenos textos se sostienen sin imágenes, pero el efecto de bajar el scroll a buena velocidad me ha recordado al que viví cuando llegó el final de "Asesinos Natos".

Mal sabor de boca tengo ahora mismo, aunque nos sorprenderíamos de saber el número de personas que han pasado por situaciones similares o peores. El mundo es muy bárbaro, y la gente muy paciente.
 
El Loco de las Coles rebuznó:
Mal sabor de boca tengo ahora mismo, aunque nos sorprenderíamos de saber el número de personas que han pasado por situaciones similares o peores. El mundo es muy bárbaro, y la gente muy paciente.

Lo que más me hace dudar es cuando oigo a unos padres decir la frase: "que no se enteren los niños". Quizá detrás de nuestra felicidad infantil se ocultaban tremendas desgracias y enfermedades de transmisión sexual. Y si ya de por sí mi familia era disfuncional, sería curioso saber qué patochadas pasaron de las que no me enteré.

Será por eso que siempre le he visto un lado dulce, entrañable y atractivo a la desgracia.
 
Tal vez, y sólo tal vez, proteger a los nuestros de la sórdida realidad atenúa la magnitud de las desgracias. Si tienes que disfrazar los hechos, acallarlos y disimularlos, puede que al final tú tampoco les des tanta importancia.

Debe ser horrible tener todo el tiempo del mundo para pensar en la gran mierda que es la vida. A mí me da miedo acabar así, sin nadie a quien regalarle mi mundo, limpio de miseria.
 
El Loco de las Coles rebuznó:
A mí me da miedo acabar así, sin nadie a quien regalarle mi mundo, limpio de miseria.

Hombre, hasta el momento en el que enchironen a torbe, este deje de pagar el servidor del foro y esto haga puf, yo tengo tiempo libre :lol:
 
Benito rebuznó:
Hombre, hasta el momento en el que enchironen a torbe, este deje de pagar el servidor del foro y esto haga puf, yo tengo tiempo libre :lol:


A ver si te crees que cuando yo tenga chiquillos, les voy a legar otra cosa que un PC y una conexión gitana wireless robada a no se qué vecino.
 
El Loco de las Coles rebuznó:
A ver si te crees que cuando yo tenga chiquillos, les voy a legar otra cosa que un PC y una conexión gitana wireless robada a no se qué vecino.
y una botella de arena con una pelota de golf, por aquello de que no olviden sus raices y... :lol:
 
La segunda parte me ha recordado un relato que leí hace tiempo. No recuerdo el nombre del autor,
pero es español, tal vez fuera Javier Marías. Contaba la historia de un exrepublicano que tras
la Guerra Civil contaba con la protección y visitas al hogar de uno de los vencedores del conflicto
que amablemente se follaba a su mujer y se comía el cocido a cambio de mantener la boca cerrada.
 
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