https://www.alfaguara.santillana.es/upload/primeraspaginas/978-84-204-7358-1.pdf
1.
¿Cómo pude ser yo quien desarrollara la Teoría de la
Relatividad? Creo que fue por mi desarrollo intelectual
retardado.
Albert Einstein
2.
Entonces encontraron un cuerpo flotando en el lago, boca
arriba, con el ojo derecho, el único que le quedaba, abierto
y sin signos de aparente agresión humana. El volumen
corporal, debido al agua ingerida, a los agentes químicos
en suspensión que abarrotaban el lago y a la diferente fauna
y flora que había tomado forma en los intestinos y
otros conductos internos del fallecido, se había multiplicado
casi por 2. Cuerpo-esponja. Saco de infusión. Cuando
estamos vivos absorbemos pasado y aire; cuando
morimos, química y organismos, procreación, tiempo futuro,
aunque ese futuro ya de nada valga. Y no hay más.
Desde la azotea se ven las partes traseras de los coches que
bajan la avenida de única dirección que enfila al astillero
en el borde del mar. Ninguno puede ni podrá remontarla.
3.
Sandra hace el vuelo Londres-Palma de Mallorca. Apenas
1 hora en la que el giro de la Tierra se congela. Hojea la
revista British Airways News. Reportajes de vinos Ribeiro,
Rioja, las últimas arquitecturas high-tech en Berlín, ventas
por correo de perlas Majorica. Sobre una foto de una playa
del Caribe le cae una lágrima, pero no por culpa de la
playa, ni del Caribe, ni de la gravitación que les es propia
a las lágrimas. Mira por la ventanilla, lleva los ojos al frente.
Ni nubes ni tierra. Constata lo que ya sabía: en los
aviones no existe horizonte.
4.
Marc estudia con detenimiento el libro que tiene delante,
Guía agrícola Philips 1968; la encontró entre los
trastos viejos de su padre y se la quedó. Observa de reojo
la azotea a través de la puerta de su caseta. Vive ahí. Un
tinglado, situado en lo alto de un edificio de 8 plantas, que
ha ido construyendo con diferentes hojas de latas, bidones,
trozos de cartones petroleados y fragmentos de uralitas.
Todo ensamblado de tal modo que las 4 paredes configuran
un mosaico de palabras e iconos cuarteados de aceite
La Giralda, lubricantes Repsol, Beba Pepsi o sanitarios
Roca. A veces los mira, y entre todo ese hermanamiento
de marcas comerciales intenta descubrir mapas, recorridos,
señales latentes de otros territorios artificiales.
En la azotea, que ningún vecino ya frecuenta, hay una
serie de alambres que van de lado a lado en los que en
vez de ropa colgada hay hojas escritas, a mano y por una
sola cara, con fórmulas matemáticas; cada una sujeta de
una pinza. Cuando sopla el viento [siempre sopla] y se
mira de frente el conjunto de hojas, éstas forman una
especie de mar de tinta teórico y convulso. Si se ven desde
atrás, las caras en blanco de las DIN-A4 parecen la
más exacta simbología de un desierto. Las ve aletear y
piensa, Es fascinante mi teoría. Cierra la Guía agrícola
Philips 1968, la deja sobre la mesa, sale y descuelga unas
cuantas hojas de los cables número 1, 4 y 7. Antes de
volver a entrar se acoda en la barandilla y piensa en el
Mundial que nunca hemos ganado, en que lo más plano
que existe sobre la Tierra son las vías de los trenes,
en que la música de El acorazado Potemkin, si te fijas, es
el «Purple Haze» de Jimi Hendrix versioneado. Después
entra en la caseta, que tiembla cuando cierra la puerta
de un golpe.
5.
Por fin han encontrado las armas de destrucción masiva.
Las tenía el dictador ocultas en su propio cuerpo. Y sólo
era una, cuidadosamente cosida a su estómago. Una cápsula
de 1 cm3 unida a un micromecanismo adjunto que
podría ser activado por él mismo mediante un control remoto
mental. En efecto, con tal de concentrarse precisamente
en ese punto de su estómago, y dirigir ahí toda la
fuerza de los pulmones e intestinos en virtud de una técnica
adquirida por viejos métodos de respiración yoga, el
citado micromecanismo se activaría soltando así un veneno
que lo haría morir al instante. La destrucción masiva
vendría dada por un efecto cascada: la oleada de inmolaciones
en cadena que prevé el Corán Tipo-B para estos
casos, a imagen y semejanza de esa otra reacción en cadena
que damos en llamar «nuclear». Cristianismo, budismo,
islamismo y tecno-laicismo en un solo relámpago.
6.
En la árida estepa marrón situada al suroeste de Rusia, se
alza una gigantesca construcción de cristal culminada en
una cúpula, destinada a albergar todo cuanto uno pueda
llegar a imaginar con tal de que eso que imagina tenga que
ver con el juego del parchís. Brilla con fulgor suprafotográfico
ese bloque de cristal sólidamente clavado a una tierra
de nieve inmaculada y piedras sueltas. En apariencia,
un espejismo. Espacios para entrenamiento, alojamiento
para cursillistas y maestros, salas de videoproyecciones, laboratorios
de programación computacional destinados a
pergeñar partidas, gimnasios de relajación y/o concentración
orientados a los momentos previos al juego, 1 biblioteca
cuya única temática son las fichas rojas, otra sólo para
las amarillas, otra sólo para las azules, otra para las verdes,
restaurante y dietas especiales para alumnos, 1 cantina
para visitantes y 2 bibliotecas dedicadas a la Historia
del parchís. Se halla en las cercanías de la ciudad de Ulan
Erge, en la región rusa de Kalmykia, una zona al norte del
mar Caspio que tiene forma de lengua estrangulada entre
las recientes repúblicas de Ucrania y Kazajstán, donde
300.000 rusos y rusas viven en la pobreza que rodea a ese
gran complejo parchístico. En los mismos lindes del palacio
da arranque una extensión segmentada por caminos
semiasfaltados que unirá un horizonte atiborrado de postes
de teléfono sin línea. Suele verse por allí alguna mula
que se ha perdido; posiblemente duerma en una caseta de
antiguos trasformadores eléctricos y paste entre las antenas
de radio y televisión que fueron plantadas en su día. Esa
piel de antenas se dibuja dentro de un círculo de borde
irregular de 2 kilómetros de radio en torno al palacio del
parchís, pero no tiene nada que ver con el parchís: el gobierno
ruso ubicó allí todo ese antenaje debido a las excelentes
condiciones que ofrece la región en cuanto a altura, ausencia
de interferencias y privilegiada situación fronteriza
euroasiática. La idea del palacio había partido del presidente
de la región, Iluminizhov, que como fanático jugador
de ese deporte invirtió decenas de millones de euros
en materializar su fantasía, obtenidos tanto de las arcas del
estado como de insólitas alianzas con Gaddafi o Sadam
Husein. La zona está tan arruinada que los refugiados de la
guerra de Chechenia que pasan por allí se van porque no
encuentran agua potable; no pocos hallan ahí la muerte
que no encontraron en el campo de batalla. Los pueblos
nativos de esa estepa fueron nómadas que aún conservan
parte de esa forma de vida. Cuando les echan de algún lugar,
o se ven sin recursos, desmontan sus casas, de las que
dejan sólo los cimientos, y se van con los ladrillos, ventanas,
cocinas y lavabos apilados en furgonetas y carros a
otra parte. Pero el palacio del parchís está inmaculado y
vacío desde que se construyó, hace ahora 10 años. Ni siquiera
nadie lo ha inaugurado, y mucho menos usado o
habitado. Dentro sólo se oye el viento que fuera golpea.
Los libros están en sus estantes, los ordenadores cargados
de programas, los platos de las cocinas limpios y perfectamente
superpuestos, la carne intacta en las salas frigoríficas,
los tableros de colores en las vitrinas y las fichas y cubiletes
encubando teóricas partidas. También hay una radio
que un obrero se dejó encendida.
7.
Saigón, mierda, aún sigo solo en Saigón. A todas horas
creo que me voy a despertar de nuevo en la jungla.
Apocalypse Now, Francis Ford Coppola