Candela
Freak
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Se pone mi mujer de parto y llamamos a la ambulancia, les meto prisa diciendo que ya está asomando la cabeza por la puerta, aunque es mentira, pero si les digo que la cosa está empezando llegan al año que viene. El anterior parto duró dos horas y media desde el primer dolor y no quería verme en la situación de tener que actuar en una lid en la que no estoy versado. Pero tuve que actuar, aunque el cuerpo me pedía meterme debajo de la cama y gemir yo también.
Pero ah amigos, esto es Andalucía y las cosas van a otro ritmo. La cosa se iba poniendo fea, cada vez le dolía más y el otro niño de tres años estaba en casa, al igual que mis suegros desde hace una semana para cuando ocurra el feliz alumbramiento, así que a pesar de que son las tres de la mañana, les insto a llevarse al niño a dar una vuelta para que no vea los gritos y la carnicería que está a punto de tener lugar.
Yo no conduzco, no sé si lo he contado alguna vez, me da pánico y es cosa de otro hilo. Existe la opción de que nos lleve mi suegro al hospital, pero con el antecedente de parto express, mi mujer no quiere arriesgarse a parir en la furgoneta de su padre y prefiere esperar a la ambulancia con personal sanitario “cualificado”.
Diez minutos, y la ambulancia no llega. Tiene que venir de la capital hasta este pueblo, pero vamos, que son 12 km. Veo a mi mujer gritar y retorcerse agarrada a una mesa, de repente levanta la mesa del comedor en vilo y la deja caer de un golpe con un alarido y la cara descompuesta. Rompe aguas y hay un charco en el suelo de un líquido extraño, que la gata huele extrañada, lamiendo un poquito y poniendo cara de asco. Empieza a salir sangre también.
Es terrible ver sufrir a alguien a quien quieres y no poder hacer nada para remediarlo, mas que acariciarle la cabeza, agarrarla para que no se de cabezazos con la pared y no destroce el mobiliario de Ikea de esta mierda de piso de alquiler. Ver ese dolor descomunal y no saber que hacer, sentirse en ese barrera entre la vida y la muerte con una línea tan delgada separándolas.
Le dije que se tumbara en la cama para ver cómo iba aquello… Eso estaba dilatadísimo, y sin saber muy bien que hacer, me lavé bien las manos y procedí a realizar un fist fucking, porque en ese momento vi la barrera abierta. Es decir, mi intención era ver si la cabeza estaba asomando ya o cerca de asomar, pero para ello tuve que profundizar un poco. Algo duro toqué, así que sí, ahí estaba la cabeza y la ambulancia no llegaba.
Volví a llamar al 112, venían de camino. A caballo, por lo visto. Más gritos, más sangre, mucha más, y más dolor. Viendo que ya era inminente, me ponen al aparato con alguien que me va a ayudar a actuar, dicen. Me dice que no hay que empujar, pero mi mujer dice que es imposible no hacerlo y que el niño se está empujando solo. Yo vuelvo a meter los dedos y la cabeza está más baja. En mi ignorancia, pienso que lo que ella sienta que tiene que hacer, está bien, y se pone a empujar como una loca. La cabeza está asomando, una mata de pelo chorreando y ensangrentada está saliendo por su vagina, de un diámetro extraordinario. Los gritos son desgarradores, y estoy deseando que suene el timbre con la ambulancia, la policía o los geos, pero que venga alguien, porque tengo miedo de que ella muera, hay sangre por todas partes. Ya no oigo nada de lo que me están diciendo por teléfono, porque me concentro en sujetar esa cabecilla, que en un grito final, sale por completo, quedando todo el cuerpo dentro y la cabeza fuera.
Ras, de repente la piel del perineo se desgarra y sale disparado el resto del niño, tengo que cogerlo para que no salga proyectado contra la pared. Con el cordón colgando, lo pongo encima de la madre. El niño abre los ojos y respira, sin llorar, mirando atentamente todo, se lo pongo encima del pecho a mi mujer y se pone automáticamente a mamar, como si llevara 9 meses estudiando para hacer eso. Llora la madre, lloro yo y el niño no. Pero parece que está bien, está vivo, tiene todos los miembros y unos huevos gigantescos.
Suena el timbre, la ambulancia. Sube gente con un maletín. Han llegado a tiempo para ver como, con un sonoro CHOFF contra el plástico que he puesto encima de la cama, sale la placenta y otro chorro de sangre. 35 minutos han tardado desde la primera llamada, y han parecido horas.
La pinta del chocho en ese momento es terrible, hinchadísimo, con moratones, abierto y con un desgarro que casi llega al ano. Mi mujer dice que no mire, pero tengo que mirar.
Un miembro del personal sanitario atiende al bebé, que está bien, y se lo vuelve a poner encima a la madre, tapándolo con una toalla que si bien limpia, estéril no está. Otro se pone a suturar el desgarro, y dice que eso va a quedar como nuevo. El hilo es blanco, y lo cose sin anestesia, porque dice que cicatrizará mejor, y mi mujer aprieta los dientes y sigue llorando, pero no es por el dolor, porque sonríe a la vez mientras abraza a nuestro hijo que ahora sí, está llorando a moco tendido al oir hablar a gente con acento andaluz.
Estamos un rato así, haciendo cosas médicas, y después nos suben a los tres en la ambulancia para trasladarnos al hospital, donde la ingresan en una habitación donde el primer día estuvimos solos, pero la segunda noche nos tocó una familia gitana que no era capaz de parir, ahí toda la noche dando alaridos y con el clan entrando y saliendo. Pero total, nuestro hijo lloraba como un verraco, así que al final entablamos conversación con los calorros que dentro de su gitanería, nos ayudaron con algunos aspectos como el meconio de mi segundo hijo contra mi ropa, suelo y brazo y con los masajes anticólicos.
No soy fácilmente impresionable, al fin y al cabo soy forero y he visto de todo, pero cuando la sangre y las vísceras las tienes en 3D y no en .jpg, la cosa cambia.
Que lo había hecho muy bien, me dijeron los de la ambulancia. Si yo no había hecho nada! La que hizo el milagro fue mi mujer, que después de pasar por eso por segunda vez tiene todo el mérito del mundo.
Y esta ha sido la experiencia que más tocado me ha dejado en mi vida. Si hubiéramos estado en Madrid, o en nuestra ciudad natal, igualmente hubiera ocurrido así, las ambulancias siempre llegan tarde.
Han pasado dos meses, mi mujer está recuperada, realmente viéndola en bikini nadie diría que ha pasado por un parto, salvo por las tetas goteando leche y la cicatriz en los genitales, psicológicamente es otra cosa, son momentos duros porque sientes que alguien depende 24/7 de ti y tu vida ha dejado de pertenecerte al 100%.
La han cosido realmente bien, mejor que la primera vez que el bordado no fue todo lo fino que debiera haber sido. El problema para mantener las relaciones es que si no es el mayor haciendo alguna de las suyas, es el pequeño llorando y el resto del tiempo el cuerpo pide dormir.
Merece la pena el viaje, amigos míos. A pesar de los peajes.
Pero ah amigos, esto es Andalucía y las cosas van a otro ritmo. La cosa se iba poniendo fea, cada vez le dolía más y el otro niño de tres años estaba en casa, al igual que mis suegros desde hace una semana para cuando ocurra el feliz alumbramiento, así que a pesar de que son las tres de la mañana, les insto a llevarse al niño a dar una vuelta para que no vea los gritos y la carnicería que está a punto de tener lugar.
Yo no conduzco, no sé si lo he contado alguna vez, me da pánico y es cosa de otro hilo. Existe la opción de que nos lleve mi suegro al hospital, pero con el antecedente de parto express, mi mujer no quiere arriesgarse a parir en la furgoneta de su padre y prefiere esperar a la ambulancia con personal sanitario “cualificado”.
Diez minutos, y la ambulancia no llega. Tiene que venir de la capital hasta este pueblo, pero vamos, que son 12 km. Veo a mi mujer gritar y retorcerse agarrada a una mesa, de repente levanta la mesa del comedor en vilo y la deja caer de un golpe con un alarido y la cara descompuesta. Rompe aguas y hay un charco en el suelo de un líquido extraño, que la gata huele extrañada, lamiendo un poquito y poniendo cara de asco. Empieza a salir sangre también.
Es terrible ver sufrir a alguien a quien quieres y no poder hacer nada para remediarlo, mas que acariciarle la cabeza, agarrarla para que no se de cabezazos con la pared y no destroce el mobiliario de Ikea de esta mierda de piso de alquiler. Ver ese dolor descomunal y no saber que hacer, sentirse en ese barrera entre la vida y la muerte con una línea tan delgada separándolas.
Le dije que se tumbara en la cama para ver cómo iba aquello… Eso estaba dilatadísimo, y sin saber muy bien que hacer, me lavé bien las manos y procedí a realizar un fist fucking, porque en ese momento vi la barrera abierta. Es decir, mi intención era ver si la cabeza estaba asomando ya o cerca de asomar, pero para ello tuve que profundizar un poco. Algo duro toqué, así que sí, ahí estaba la cabeza y la ambulancia no llegaba.
Volví a llamar al 112, venían de camino. A caballo, por lo visto. Más gritos, más sangre, mucha más, y más dolor. Viendo que ya era inminente, me ponen al aparato con alguien que me va a ayudar a actuar, dicen. Me dice que no hay que empujar, pero mi mujer dice que es imposible no hacerlo y que el niño se está empujando solo. Yo vuelvo a meter los dedos y la cabeza está más baja. En mi ignorancia, pienso que lo que ella sienta que tiene que hacer, está bien, y se pone a empujar como una loca. La cabeza está asomando, una mata de pelo chorreando y ensangrentada está saliendo por su vagina, de un diámetro extraordinario. Los gritos son desgarradores, y estoy deseando que suene el timbre con la ambulancia, la policía o los geos, pero que venga alguien, porque tengo miedo de que ella muera, hay sangre por todas partes. Ya no oigo nada de lo que me están diciendo por teléfono, porque me concentro en sujetar esa cabecilla, que en un grito final, sale por completo, quedando todo el cuerpo dentro y la cabeza fuera.
Ras, de repente la piel del perineo se desgarra y sale disparado el resto del niño, tengo que cogerlo para que no salga proyectado contra la pared. Con el cordón colgando, lo pongo encima de la madre. El niño abre los ojos y respira, sin llorar, mirando atentamente todo, se lo pongo encima del pecho a mi mujer y se pone automáticamente a mamar, como si llevara 9 meses estudiando para hacer eso. Llora la madre, lloro yo y el niño no. Pero parece que está bien, está vivo, tiene todos los miembros y unos huevos gigantescos.
Suena el timbre, la ambulancia. Sube gente con un maletín. Han llegado a tiempo para ver como, con un sonoro CHOFF contra el plástico que he puesto encima de la cama, sale la placenta y otro chorro de sangre. 35 minutos han tardado desde la primera llamada, y han parecido horas.
La pinta del chocho en ese momento es terrible, hinchadísimo, con moratones, abierto y con un desgarro que casi llega al ano. Mi mujer dice que no mire, pero tengo que mirar.
Un miembro del personal sanitario atiende al bebé, que está bien, y se lo vuelve a poner encima a la madre, tapándolo con una toalla que si bien limpia, estéril no está. Otro se pone a suturar el desgarro, y dice que eso va a quedar como nuevo. El hilo es blanco, y lo cose sin anestesia, porque dice que cicatrizará mejor, y mi mujer aprieta los dientes y sigue llorando, pero no es por el dolor, porque sonríe a la vez mientras abraza a nuestro hijo que ahora sí, está llorando a moco tendido al oir hablar a gente con acento andaluz.
Estamos un rato así, haciendo cosas médicas, y después nos suben a los tres en la ambulancia para trasladarnos al hospital, donde la ingresan en una habitación donde el primer día estuvimos solos, pero la segunda noche nos tocó una familia gitana que no era capaz de parir, ahí toda la noche dando alaridos y con el clan entrando y saliendo. Pero total, nuestro hijo lloraba como un verraco, así que al final entablamos conversación con los calorros que dentro de su gitanería, nos ayudaron con algunos aspectos como el meconio de mi segundo hijo contra mi ropa, suelo y brazo y con los masajes anticólicos.
No soy fácilmente impresionable, al fin y al cabo soy forero y he visto de todo, pero cuando la sangre y las vísceras las tienes en 3D y no en .jpg, la cosa cambia.
Que lo había hecho muy bien, me dijeron los de la ambulancia. Si yo no había hecho nada! La que hizo el milagro fue mi mujer, que después de pasar por eso por segunda vez tiene todo el mérito del mundo.
Y esta ha sido la experiencia que más tocado me ha dejado en mi vida. Si hubiéramos estado en Madrid, o en nuestra ciudad natal, igualmente hubiera ocurrido así, las ambulancias siempre llegan tarde.
Han pasado dos meses, mi mujer está recuperada, realmente viéndola en bikini nadie diría que ha pasado por un parto, salvo por las tetas goteando leche y la cicatriz en los genitales, psicológicamente es otra cosa, son momentos duros porque sientes que alguien depende 24/7 de ti y tu vida ha dejado de pertenecerte al 100%.
La han cosido realmente bien, mejor que la primera vez que el bordado no fue todo lo fino que debiera haber sido. El problema para mantener las relaciones es que si no es el mayor haciendo alguna de las suyas, es el pequeño llorando y el resto del tiempo el cuerpo pide dormir.
Merece la pena el viaje, amigos míos. A pesar de los peajes.