Libros Poemas para un corazón en ruinas

Victor I

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24 Ene 2006
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La Navidad es época de penitencia para los tristes y los que albergan la negra pena de las ausencias, la melancolia o los desengaños amorosos. El corazón se resiente herido y el ánimo cabecea impotente ante la avalancha que le viene encima y bajo la cual acabará sepultado, vencido e inerte hasta las luces de colores se apaguen y el devenir de los días venga a poner un poco analgesia con su monótona rutina. El seguir un plan día a dia, lo previsible y cotidiano, es lo que salva a muchos.

Aunque afortunadamente yo vivo a salvo de estas hirientes punzadas con la que nos saluda la nostalgia, gracias a mi anestésica estupidez y a que, ya era hora, la vida me trata con cierto cariño, he querido compartir con vosotros unos cuantos poemas que me ayudaron a tener un pequeño asidero con la vida cuando habia menos luz y más tiniebla. Estas son mi propuestas, seguro que vosotros tambien teneis algunas que os gustaria compartir. Que os sea leve.


Hoy estoy sin saber yo no sé cómo
hoy estoy para penas solamente...


Hoy estoy sin saber yo no sé cómo
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.
Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella,
y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué? no se por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo ahí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
que inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra el corazón.

Hoy descorazonarme,
yo el más descorazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.​
Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores...


Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.
Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.
Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.
Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)...

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?


A las ocho del día en febrero
aún es de noche.
No hay aún luz en los vagones, sólo
oscuridad y aliento...



A las ocho del día en febrero
aún es de noche.
No hay aún luz en los vagones, sólo
oscuridad y aliento.
No nos vemos: sentimos
la compañía y el silencio.

En el andén estalla la campana.
Nos sobresalta la crueldad de un silbido.
Tiemblan las sombras. Todo vuelve
a un antiguo sentido.

Nos dan la luz amarillenta y floja.
Salimos
de la oscuridad como del sueño:
torpemente vivos.

Éste es un tren de campesinos viejos
y de mineros jóvenes. Aquí
hay algo desconocido.
Si supiésemos qué, algunos de nosotros
sentiríamos vergüenza, y otros esperanza.

Se está haciendo de día. Ya
veo los montes dentro de la sombra,
los robles, del mismo color del monte,
la yerba vieja, sepultada en escarcha,
y el río, azul y silencioso
como un brazo de acero entre la nieve.
Cruzan los pueblos de sonido humilde:
Pardavé, Pedrún, Matueca…

Cuando bajo del tren, siento frío.
He dejado mi casa. Ahora estoy
solo. ¿Qué hago aquí?, ¿quién me espera en
este lugar excavado en el silencio?

No lo sé; con el tren se aleja
algo que es cierto aunque no puede ser pensado;
es algo mío y no me pertenece.
Está dentro y fuera de mi corazón.
(version 2003)

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando...


Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh, Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuando
oirás mi voz. Oh, Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser - y no ser - eternos fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
 
Excelente el último soneto de Blas de Otero; lamentable, por supuesto, el de Lorca.

El resto, aburridos.

Dejaré yo una octava, muy famosa, que escribió Lope después de muerta Marta de Nevares. Fue su último gran amor; pecaminoso porque lo vivió en su senectud ya ordenado sacerdote. La muchacha, bellísima, enfermó no se sabe de qué mal y primero quedó ciega y luego se volvió loca. Lope la cuidó amorosamente durante toda la enfermedad. carcomido por la sospecha que todo aquello era castigo de Dios a él. Ya muerta le escribió una égloga, la égloga a Amarilis, y dejó escrito en ella:

No quedó sin llorar pájaro en nido,
pez en el agua ni en el monte fiera,
flor que a su pie debiese haber nacido
cuando fue de sus prados primavera;
lloró cuanto es amor; hasta el olvido
a amar volvió, porque llorar pudiera,
y es la locura de mi amor tan fuerte
que pienso que lloró también la muerte.

Va. Id cerrando el hilo, que no hay otro como Lope.
 
caco3 rebuznó:
Excelente el último soneto de Blas de Otero; lamentable, por supuesto, el de Lorca.

El resto, aburridos.

Dejaré yo una octava, muy famosa, que escribió Lope después de muerta Marta de Nevares. Fue su último gran amor; pecaminoso porque lo vivió en su senectud ya ordenado sacerdote. La muchacha, bellísima, enfermó no se sabe de qué mal y primero quedó ciega y luego se volvió loca. Lope la cuidó amorosamente durante toda la enfermedad. carcomido por la sospecha que todo aquello era castigo de Dios a él. Ya muerta le escribió una égloga, la égloga a Amarilis, y dejó escrito en ella:



Va. Id cerrando el hilo, que no hay otro como Lope.

Vayase usted a cagar que relaja más que las pajas..:lol:. Hacer menoscabo de la poesía de Lorca hace llorar a Neftali Reyes, al que imagino que usted tambien tendrá en poca consideracion y considerará cursi, amanerado y proclive a la filigrana sin substancia. Los poemas que he posteado reflejan magistralmente, todos, oiga usted, TODOS, la desolación, el vacío, la tristeza y la angustia existencial del ser humano. Menudo academicista no has salido el señor caco3

P.D. Si nadie se anima tengo preparada otra serie con Pessoa, Bukowski, Pavese y alguno más.
 
Inclito rebuznó:
Vayase usted a cagar que relaja más que las pajas..:lol:. Hacer menoscabo de la poesía de Lorca hace llorar a Neftali Reyes,

He leído suficientes sonetos de Lope, Quevedo y Garcilaso para saber de sobra que los sonetos de Lorca no pasan de mediocres, y que hasta el más grosero regüeldo del menos genial de nuestros clásicos tiene más de poesía.

Me traen sin cuidado sus impresiones sobre mis palabras. Yo leo, yo critico. Más le valdría haber puesto algún soneto angustioso de "El rayo que no cesa" de ese poeta al que tanto menospreciaba y aborrecía federico.
 
caco3 rebuznó:
He leído suficientes sonetos de Lope, Quevedo y Garcilaso para saber de sobra que los sonetos de Lorca no pasan de mediocres, y que hasta el más grosero regüeldo del menos genial de nuestros clásicos tiene más de poesía.

Me traen sin cuidado sus impresiones sobre mis palabras. Yo leo, yo critico. Más le valdría haber puesto algún soneto angustioso de "El rayo que no cesa" de ese poeta al que tanto menospreciaba y aborrecía federico.

El primer poema de todos, sin ser un soneto, es de Miguel Hernández, otro titán de la literatura. Y critique usted todo lo que quiera sin sulfurarse, coño, que estamos en Navidad y mis palabras fueron escritas sin ápice de acritud o resentimiento. Para que compruebe mi buena voluntad y mi poco afecto a la polémica aprovecho para felicitarle el año y desearle un 2009 lleno de buenos y literarios momentos.
 
Y critique usted todo lo que quiera sin sulfurarse, coño, que estamos en Navidad y mis palabras fueron escritas sin ápice de acritud o resentimiento. Para que compruebe mi buena voluntad y mi poco afecto a la polémica aprovecho para felicitarle el año y desearle un 2009 lleno de buenos y literarios momentos.

Yo no me sulfuro, señor: soy vehemente. Y, por supuesto, no soy arisco con usted, faltaría más.

Yo también le deseo un buen año.
 
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