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- 8 Mar 2004
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Se dice que nuestro querido planeta azul, el universo incluso, están sujetos a la acción de innumerables ciclos vitales, elementos que se conjugan cíclicamente en cierta sinergia para producir unos cambios de proporciones astronómicas, o extrapolando a otros colectivos o tendencias, de proporciones bíblicas.
De nada sirve pues, echar las culpas al calentamiento global, a nuestra podrida conciencia y nuestra autodestructiva naturaleza humana, eso da igual. Al final el resultado será el mismo: somos moscas en el culo de una vaca que tarde o temprano acabará sacudiendo el rabo para quitarnos de enmedio.
Ni la vaca ni a la Tierra necesitan de filósofos, sabios, estadistas, ecologistas, humanistas, expertos energéticos, para saber cuándo deben sacudir el rabo, los ciclos tienen per se su apogeo y su perigeo. En ciertas religiones confían en la llegada de Hercolubus que colisionará con nuestro planeta y removerá la superficie terrestre, eliminando todo rastro de vida animal existente, pero conservando los elementos necesarios para volver a crearla desde cero. En otras confían en un ser divino y etéreo que envolviendo el planeta con sus manos, descargará toda su furia contra las criaturas que él mismo ha creado y que ahora se están autodestruyendo las unas a las otras.
Estamos en uno de esos puntos de saturación que piden a gritos un Hercolubus o el Dedo Divino que ha de darnos esa tan necesaria sacudida.
Se respira en el ambiente el final de un nuevo ciclo.
¿No notan esa brisa radiactiva en el ambiente? ya no se oyen los pájaros en el amanecer, el río se tornó en color ocre y los árboles, desnudos de hojas, tiemblan de pavor al ver el cielo gris ceniciento, casi azabache con destellos eléctricos que se acerca inexorable por el horizonte, de Este a Oeste y de Norte a Sur.
Son los vientos del cambio, y sólo aquellos que han sabido valorarse y cuidar su valía conseguirán la salvación; otros, los que se han relajado y creído que la arruga les hacía inmunes, acabarán soterrados en el lodo del lecho marino. Es hora de repasar nuestro pasado porque vamos a ser juzgados por ello.
Y presiento que no va a haber sitio para todos...
De nada sirve pues, echar las culpas al calentamiento global, a nuestra podrida conciencia y nuestra autodestructiva naturaleza humana, eso da igual. Al final el resultado será el mismo: somos moscas en el culo de una vaca que tarde o temprano acabará sacudiendo el rabo para quitarnos de enmedio.
Ni la vaca ni a la Tierra necesitan de filósofos, sabios, estadistas, ecologistas, humanistas, expertos energéticos, para saber cuándo deben sacudir el rabo, los ciclos tienen per se su apogeo y su perigeo. En ciertas religiones confían en la llegada de Hercolubus que colisionará con nuestro planeta y removerá la superficie terrestre, eliminando todo rastro de vida animal existente, pero conservando los elementos necesarios para volver a crearla desde cero. En otras confían en un ser divino y etéreo que envolviendo el planeta con sus manos, descargará toda su furia contra las criaturas que él mismo ha creado y que ahora se están autodestruyendo las unas a las otras.
Estamos en uno de esos puntos de saturación que piden a gritos un Hercolubus o el Dedo Divino que ha de darnos esa tan necesaria sacudida.
Se respira en el ambiente el final de un nuevo ciclo.
¿No notan esa brisa radiactiva en el ambiente? ya no se oyen los pájaros en el amanecer, el río se tornó en color ocre y los árboles, desnudos de hojas, tiemblan de pavor al ver el cielo gris ceniciento, casi azabache con destellos eléctricos que se acerca inexorable por el horizonte, de Este a Oeste y de Norte a Sur.
Son los vientos del cambio, y sólo aquellos que han sabido valorarse y cuidar su valía conseguirán la salvación; otros, los que se han relajado y creído que la arruga les hacía inmunes, acabarán soterrados en el lodo del lecho marino. Es hora de repasar nuestro pasado porque vamos a ser juzgados por ello.
Y presiento que no va a haber sitio para todos...
