Protestalandia

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Leger

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31 May 2009
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Antecedentes: El misterio de la ociosidad.

Tres días. Esta gente no trabaja? Qué clase de subnormales pierden tres días en encubrir la corrupción de la Generalitat? -porque no hay que olvidarse que todo comenzó con las investigaciones a Arthur More y sus secuaces, quienes para contrarrestar y como cortina de humo lanzaron el órdago indepe.
Lo de la gente ociosa también me intriga a mí. No conozco a ninguna persona que pueda tomarse dos, tres días libres en el trabajo sin coger vacaciones o sin un buen justificante médico.

Esta gente se pasa dos semanas al año solo en manifestaciones.
Hay de todo, pero estas marchas suelen estar integradas por gente muy joven, así que les basta con no ir a clase (si no son directamente ninis) y au. Sin olvidar a jubiletas y parados de diferente pelaje.

También acuden bastantes que viven, o pretenden vivir de este cuento, pero eso ya es otra historia.

Pd: Por no mencionar lo salidillos que ven la oportunidad de meter el pizarrín con la barretina puesta y la estelada de manta.

Si hamijos, tanto burlarnos de que si en Paris hay dos estaciones (invierno y protestas), y ahora en nuestra tierra hay marchas, huelgas, movilizaciones y similares, día sí y día también. Aquí dos que acabo de ver en las noticias:

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Qué nos está pasando? Nos rodea una generación de llorones y quejicas? Queremos todos vivir del bote y por eso protestamos cada tres minutos?

Discuss. Y que sirva este hilo para cagarnos en los muertos de los que protestan todos los putos días. Vayan a trabajar, coño.
 
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Me cago en tu puta madre, payaso.

Hace años que llevamos quejandonos del inmovilismo ante el abuso de la situacion social y cuando ya todo el mundo esta hasta el nardo, es que son unos llorones y quejicas.

Que tu estas en Alemania precisamente por e inmovilismo que ha permitido la erosión de nuestros derechos laborales, condiciones y salario. Y yo tambien, al igual que cualquiera que ha tenido la oportunidad de irse.
 
Existe una nostalgia muy palpable de otra época en la que los obreros tenían más conciencia de clase y las protestas verdaderamente conseguían golpear al poder. Esto provoca cierto sentimiento de carencia "no protestamos lo suficiente", "no somos capaces de organizarnos lo suficiente". Por otra parte, es también perfectamente palpable el sentimiento de que somos unos quejicas, que estamos protestando constantemente sin orden ni tino y el grito de uno se diluye entre los gritos de los otros, cada uno empujando hacia una dirección.

Ambas cosas son ciertas y parecen paradójicas. Pero como todas las paradojas, sólo lo es en apariencia.

El origen de esta encrucijada lo podemos encontrar en mayo del 68. Allí se realiza un desplazamiento y el lugar que antes ocupaba el marxismo clásico pasa a ser ocupado por otra cosa (algunos lo llaman marxismo cultural, a mi no me gusta el concepto). Sería demasiado largo demostrar aquí todos los puntos desplazados en ese momento de la historia; voy a señalar someramente la idea de que la protesta pasa a ser, cada vez más, pura estética del protestar. Y he aquí el verdadero drama: aunque los motivos pueden seguir siendo perfectamente legítimos, y aunque las protestas revelen auténticos problemas subyacentes, protestar ya no es serio. No es serio porque la gente ya no es capaz de ponerse de acuerdo sobre qué es serio.

Podríamos hacer un experimento: coger a cualquier representante de nuestra generación y pedirle que enumere los problemas actuales del mundo, así en general. Seguramente se pondrá muy estupendo, elaborará una larga lista y sabrá explicar, uno por uno, por qué son muy importantes. Luego pedidle que los jerarquice, que los ordene de más a menos acuciante. Le romperéis los esquemas; o bien no se atreverá a hacerlo, o bien patinará con sus respuestas comparando derechos de los animales con derechos del ser humano, ética con estética, dignidad con supervivencia.

¿Os imaginais este mismo experimento, qué se yo, en una época culquiera de posguerra? Hasta el más ignorante sabría relativizar los problemas mejor que este individuo, tan ejemplar de nuestra generación, cualquiera sabría que existen prioridades, que no se puede tenerlo todo y que hay que luchar primero por lo más urgente, olvidándonos por un momento de lo accesorio. La verdadera fuerza de las épocas postraumáticas es esta. En momentos así siempre se consiguen cosas impresionantes. A mi -que en el fondo no soy más que otro niño de mi época- me fascina la determinación, el remar todos a una, el milagro de que hasta los políticos, por una vez, parecen trabajar en aras del bien común y no de sus intereses personales.
 
protestar ya no es serio.

Protestar ya no es serio porque ya no es violento, que es lo que hace que sea serio y efectivo.

El concepto de protesta pacífica o de protestar llamando al diálogo, tan estilado hoy en día, es una aberración y convierte la movilización en una payasada.

Los cambios que se requieran al poder deben tener la violencia como instrumento. La violencia es buena, matad o apalead para que os tomen en serio y os hagan caso. Mano de santo.
 
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Existe una nostalgia muy palpable de otra época en la que los obreros tenían más conciencia de clase y las protestas verdaderamente conseguían golpear al poder. Esto provoca cierto sentimiento de carencia "no protestamos lo suficiente", "no somos capaces de organizarnos lo suficiente". Por otra parte, es también perfectamente palpable el sentimiento de que somos unos quejicas, que estamos protestando constantemente sin orden ni tino y el grito de uno se diluye entre los gritos de los otros, cada uno empujando hacia una dirección.

Una cosa es hacer marchas o huelgas por algo justo, y otra que todos los putos dias las calles de Madrid esten llenas de payasos queriendo vivir del cuento.

Yo voy a lo segundo, que para lo primero ya tenemos a los @topbox repartiendo estopa.
 
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