En el desarrollo de un hijo, no tengo ni puta idea, pero si hablamos de una hija...
Hace tiempo que estoy convencido de que la petulancia, la soberbia, la estupidez, la desconfianza mezquina de la mayor parte de las mujeres es de transmision vertical materna.
Empece a pensarlo hace ya muchos años, cuando por motivos profesionales tuve que relacionarme con una madre y su hija adolescente. La mama, henchida de orgullo como una pavota de Accion de Gracias, me relataba la proxima prueba a la que iba a someterse su hija: una seleccion de modelos. Y un servidor, con la incredulidad desbordada como un curso fluvial tras el Diluvio, miraba las lorzas asomando debajo del top, la cara vulgar, el acne...
Muchas otras pruebas he tenido de lo que afirmo: el rictus de desprecio de las mamas cuando sugerias como novio de su hija 4 un agradable chico 7, cuando hacias cualquier levisima alusion a la (escasa) dificultad de las oposiciones que preparaba su vastago hembra, cuando simplemente te negabas a reconocer el caracter divino y especialisimo de una pedorra adocenada que en su puta vida ha tenido un pensamiento original o abierto un libro que merezca la pena.
Y si en vez de las mamas, escuchas a las hijitas, rascando un poco aparece la fuente de su desconfianza y desprecio hacia los hombres, ese panico injustificado a que las puedan violar en cualquier sitio, su cobardia, su autosatisfaccion injustificada, su carencia total de autocritica.
Si algun dia un estado totalitario determina que las hijas sean separadas de las madres y educadas en granjas colectivas (es el mejor nombre que se me ocurre) conforme a unos principios decentes, habremos superado un gran abismo: el de esas relaciones pastosas, enfermizas, asquerosas que atan madres con hijas. Los chistes de suegras solo son broma a medias.