El delirio, por un porro.
Sí, bueno, yo soy aquél... ¡Míralo, transcurre a cámara lenta! Son imágenes, sobre imágenes, en la pantalla de mi corazón. Pero no gritaré, ¡Jamás! Estoy despierto, pero la cucaracha... ¡Ya, no puede caminar! ¿Puede ser cierto ese rumor? Son como... Los Lagorieros de Stephen King, que imitaban al sonido de los cereales Krispies de Kellogg´s... Comiéndose la realidad. Pobres neuronas. Es un aspaviento, lo que quiero hacer, pero no: Debo dormir. Me acostumbraré a ese vacío, en mi neocórtex. Claro, me abrasa algunas zonas de mi memoria. ¿Tú? Creías que te ibas a salir con la mía: Pero la mía no es tuya, ¡Capullo! Jejeje, pero no moriré, no. Porque yo sólo quería probar una calada, o dos, o tres o el turbo, que es cinco. Porque cuatro son los dedos, en la mano de un enanito de jardín, que tiene los ojos que no son moros. No son moros, ¡Déjalo! Es harto complicado, ¡Estúpido! No has tenido que llegar tan alto, ni tan lejos. Es... Una planta sagrada. Te abrasa, por adentro, hijo mío: ¿Yo? Mi propio padre, ¿Y tú? Es como... No lo sé, es como... Si tú quieres azotarte a ti mismo, para regañarte a ti mismo. Tú, que estás en pelota picada. ¡Sí! Y no me mires así, al espejo. No quiero que te disfraces de enfermo mental. Ahora, duerme, cabrón. No, no eres un cabrón: ¡Escúchame! Él no es un cabrón, porque tú eres él. ¿Lo entiendes? Eres él.