Retratos amarillos (III). Tono

Frente Negro

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16 Mar 2004
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Retratos amarillos (III)

Tono


Tono, Antonio de Lara Gavilán, mediocricida donde los haya, nació en la sierra de Cazorla en 1896. Poco después su familia se trasladó a Valencia, donde empezó su carrera de periodista en la prensa regional y como dibujante en la revista "Guante Blanco", firmando como "Lara", trasladándose a Madrid en 1913.

Poco o nada se sabe de esos primeros años, de sus estudios y primeros avatares, aunque tan temprano inicio en el mundo laboral y algún despiste ortográfico detectado (Tono, vaso se escribe con uve y lo has puesto con be alta - Es que este vaso está lleno) es posible que su gran humor se alimentara tan solo de su gran inteligencia natural y de sus lecturas autodidactas... hasta que descubrió los libros escolares de su hija, que hojeaba con afán.

Una vez en Madrid empezó a colaborar con Buen Humor, germen de la mencionada en artículos pasados "la otra generación del 27", que en su momento eran definidos como "la gracia nueva". No estuvo mucho tiempo asentado en la capital, pues poco después de la gran guerra se fue a Francia, viviendo en París y en San Juan de luz. Allí hizo amigos y carteles de publicidad ("un grito en la pared", según él), sin dejar de colaborar en Gutiérrez, Blanco y Negro, Le Rire, Vogue...


Al regresar de Francia se lo disputaban los semanarios: mantuvo sus colaboraciones con Buen Humor, Gutiérrez, y añadió las de Nuevo mundo, La Esfera y Elegancias. Años de muchos ingresos que él invertía en elementos absurdos (polvos de talco, porque el frasco le gustaba...) o en sus inventos, que generalmente eran cosas ya inventadas o que no servían para nada, pero que desde luego debían entretener mucho.

Contratado por la Paramount, fue a Hollywood para realizar versiones en español, mandando colaboraciones también a El Sol. Desarrolla allí dos estilos: uno decorativo, muy influido por Vogue, y otro ingenuista, que llegan a anular a su anteriores monos, hechos de figuras geométricas, con escuadra y compás. En Hollywood hizo, como en Francia, grandes amigos: Chaplin le encarga un cartel para "Luces de la ciudad" (que nunca entregó). Chaplin mismo le presentó a Einstein, dando paso a una de las anécdotas más famosas de aquellos años: cuando los amigos españoles, sorprendidos por verlo charlando sin parar con el sabio le inquirieron "¿Y qué le has dicho?", dando él por respuesta "Que todo es relativo".

A pesar de ser el último de los españoles contratados por Hollywood en volver a España, todo llega a su fin, así que después de haberse gastado su dinero en cuatro automóviles y tres perros, volvió a una España donde no todo era de color de rosa; eran los años que sirvieron de preámbulo a la guerra civil. El reencuentro con sus amigos y su buen humor paliaron en la medida de lo posible las penurias de aquellos años: un día paseando con José López Rubio entró en una ferretería y pidió: "Déme una lima muy grande. Es para meterla dentro de un pan que le voy a llevar a un amigo que está en la cárcel Modelo". Imposible amargarse con esa forma de ver la vida. Durante la guerra, afincado en San Sebastián, dirigió artísticamente la revista Vértice y, siempre de la mano de su inseparable Mihura (con quien llegó a confundirse, firmando incluso colaboraciones conjuntas como Tomi-Mito), colaboró en La Ametralladora, semanario de humor gratuito para los combatientes de la zona nacional. En Vértice afina su gusto por la fotografía, publicando alguna foto de Man Ray. Poco después de la guerra dirigió las revistas Cámara (1941-1943) y Foco (1952-1953) recuperando su actividad teatral, iniciada en su juventud con un vodevil, dirigiendo dos películas. Estrenó "Ni pobre ni rico sino todo lo contrario", a raíz de lo cual el empresario Arturo Serrano le incitó a seguir escribiendo, lo que produjo algunas joyas teatrales como Rebeco, Guillermo Hotel, Julieta y Romeo Martínez, Tita Rufa, La vida es sueño, Francisca Alegre y Olé... Más aficiones que afloraban: la arquitectura, con trabajos publicados en Crónica y Viviendas, llegando a hacer una exposición en Madrid.

Multifacético, pero con tiempo libre para mantener una tertulia con sus amigos, tal y como cuenta Vizcaíno Casas que asistía en su juventud a las cenas en la tasca La Zamorana, donde Edgar Neville asistía para volver a cenar después del régimen que en su casa estaba obligado a seguir, con Díaz-Plaja, Cottet, Mingote, S. Covisa... y alguna vez Mihura.

Poco después de la muerte de éste, su inseparable en vida, en 1978 marchó tras él. Sus últimos días los pasó en el hospital de la Cruz Roja, con algún amigo ocasional y sobre todo su fidelísima mujer Cloti siempre a sus pies. Un día fue a verle una de las llamadas visitas de cortesía, que tras breve conversación se despidió de Tono, quien desde la cama, contestó con las siguientes palabras: "Perdone si no le acompaño hasta la puerta, pero es que me estoy muriendo". Se murió al día siguiente.


Textos recomendables para saber más de Tono y su obra



· Antología 1927-1977 (Tono) Prensa Española, Madrid, 1978
· Diario de un niño tonto (Tono). Mascarón, Barcelona, 1981
· Las anécdotas del humor (Fernando Vizcaíno Casas) Planeta, Barcelona, 1999
· Los humoristas del 27 (ed. Patricia Molins) Sins entido, Madrid, 2002



Obras de teatro escogidas



· Eva, Adán y Pepe o las dos manzanas de Eva
· Francisca Alegre y Olé
· Guillermo Hotel
· Julieta y Romeo Martínez
· La vida es sueño
· Rebeco
· Tita Rufa


Otros textos

· La Codorniz (8 vols.) Aguaclara, Madrid, 2001
· Romeo y Julita. G.P. 1958



Su obra

CUENTOS PARA VACAS.
PACO, EL HUEVO FRITO


Paco era un huevo frito muy desgraciado. Desde pequeñito la desgracia le había acompañado. Toda su ilusión fue la de llegar algún día a ser huevo "a la emperatriz", pero las necesidades de la vida le habían obligado a ser huevo frito para poder vivir.

Paco estaba locamente enamorado de un filete con patatas muy guapo que vivía en su misma casa.

—Tú me quieres por las patatas —decía el filete, que era un tío egoísta.

—Aunque no tuvieras ni una sola patata, te querría —decía Paco, el huevo frito, poniéndose triste.

Paco iba todas las tardes al Retiro y se sentaba en un banco a pensar en su filete de su vida. Tenía un retrato del filete dedicado, pero con una dedicatoria muy fría.

En el mismo banco se sentaba muchas tardes un filete con tomate que le hacía muchas cucamonas, pero él le miraba con la misma indiferencia con que se mira a una morcilla.

Un día se enteró de que su filete de su vida se habla casado con un lenguado al horno y que los dos juntos se habían ido a vivir a un pisito muy mono de la calle de Pardiñas.

Pasó el tiempo.

Más tarde supo que el lenguado al horno se habla gastado todas las patatas con otros filetes de la calle y que después había abandonado a su filete de su vida, dejándole en la miseria y con dos huesecitos, fruto del matrimonio.

El pobre filete tuvo que dedicarse a coser para fuera, para malvivir.


—iAh, tío cochino! —dijo el pobre Paco arrancándose mechones de yema en su desesperación. Y el pobre huevo frito, que habla ganado mucho dinero en un negocio de compra y venta de camas usadas, se lo gastó todo en comprar patatas para su querido filete de su vida y el resto lo dedicó a meter a los dos huesecitos en un colegio para que aprendieran el francés.

Moraleja:

El que a buen árbol se arrima, pierde el pan y pierde el perro.


El próximo «Retrato amarillo» será el de K-Hito.

Juan V. Oltra
21.VI.2004
 
Leeré su hilo mañana, ahora corro serio peligro de dormirme.
 
Pues nada, que tenga usted dulces sueños...

Y hasta mañana (lo prometido es deuda) :-)))
 
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