Road Trip: viaje de foreros (aka LOOKING FOR LOVE)

Black Adder

Plagiador de mierda
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22 Feb 2009
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Hola hijos de puta decadentes.

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Atendedme. Hoy me he quedado sin arroz integral y me he visto obligado a salir de la jaula de mamadas a mi vecino en el punto álgido del finde

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así que de paso me he decidido a bombardear este lodazal con uno de esos interminables, controvertidos, apasionantes y vulgares tochazos cargados de sabiduría y conmovedora verdad humana. Uno de esos ladrillos a tope de fotos donde pagafantas, putas sidosas, negros de las esquinas y culturistas en definición compiten entre ellos para obtener el favor del forero. Os estoy hablando de una historia 100% real que es todo un fenómenLOL en mi reducido círculo de amistades machacahierros, hasta el punto que cada uno narra una visión personal totalmente distinta que tiñe los borrosos y lejanos sucesos reales de épica legendaria.

Vamos a presentar el protagonista de hoy. Hasta hace unos meses, un hamigo compartió piso con un francés al que me referiré con el nombre de Frou-Frou, no para conservar su anonimato sino porque me parece un sobrenombre muy humillante que sale en un capítulo de Black Adder, y por lo tanto muy adecuado a sus orígenes francos.

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No sabría cómo definir a Frou-Frou. Tocaba la guitarra y cantaba como un mariquita, además una vez intentó ser ensinistrado en el arte de levantar cargas pesadas y un poco más y se decapita con la barra de mamadas a mi vecino. Penoso. En una ocasión mi hamigo me contó que estaba cenando en un tugurio bavarés y su comensal le dijo literalmente:

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"Tu compañero de piso es un inútil. Lo mandaré al infierno"

Frou-Frou no era un Adonis, pero hay que reconocer que no pocas mujeres y perroflautas lo encontraban atractivo. Su técnica rapiñas favorita consistía en presumir de ser un chaval de pueblo, alejado del refinamiento afeminado de los franceses, aunque si mis cálculos no fallan antes de superar la infancia al lado de su pueblo ya habían construído Eurodisney, emporio en el que curraban él y toda su familia rodeados de gastones y renés embutidos en felpa y amarados en farlopa para resistir jornadas maratonianas haciendo el subnormal para los niños.

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Su éxito amatorio era más aleatorio que una uzi encasquillada en manos de un forero. Llegó a Barcelona la noche en que el Barça ganó la Champions de París y se folló a una puta. Luego se tiró a 15 amateurs en dos meses. Después del exitazo inicial la cosa se desinchó con 8 meses de tristeza y pajas en seco, y terminó su travesía del desierto tirándose regularmente a una colombiana. Luego se percutió a una gorda, pero antes se emborrachó.

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Pero la historia de hoy es anterior a su odisea catalana, ya que data de la época en que Frou-Frou, asfixiado por la escasa perspectiva laboral que le ofrecía su traje apolillado de mickey mouse, decidió ir a hacer de camarero a la capital francesa. Para los foreros que vayan perdidos en geografía estoy hablando de

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BUDAPEST.

Allí Frou-Frou conoció a una estudiante de intercambio canadiense. Encendidos por los efluvios de la ciudad del hamor iniciaron una tórrida relación, pero conscientes de la fecha de caducidad de su estancia en el país decidieron no enamorarse. Y como diría el pederasta de ILG parece mentira cómo la vida se parece tanto a la mala literatura, porque previsiblemente ella se marchó, él se quedó, y entonces llegó el momento de Amour le Fou.

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Pasaron los días y Frou-Frou no ganaba por llamadas telefónicas (entonces no existía el Skype y Wetamir no nos había hablado de la dignidac). Ella solloza por teléfono y le dice que su vida en Canadá no tiene sentido, que se siente minusvalorada y que está al borde de la depresión por culpa de su ausencia. Frou-Frou dice que ídem y que sí a todo, aunque conociéndolo seguro que le faltó tiempo para buscarse a otra follamiga. Pero según su versión, él estaba completamente enamorado (puede ser, recordemos que es francés). La cuestión es que ante las abrandadas confesiones de su amante, Frou-Frou decidió dejar el trabajo, comprar en secreto un billete de ida y vuelta a Canadá y quedarse allí dos semanas. Con tal de dilatar su secreto en la medida de lo posible, no es hasta el último día que Frou-Frou llama emocionado a su amada para comunicarle que en breve subirá a un vuelo hasta Toronto.

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Nuestro protagonista ya se halla en el avión. No tiene trabajo y se ha gastado hasta el último franco en su puto billete. Su cuenta bancaria marca poco más que cero. Pero no le importa, durante unos días él y su amada comerán de su amor. Inflamado de sentimiento, pasa como puede las horas y controles frontereros hasta el momento del reencuentro, cuando él recorre salvaje y efusivo el aeropuerto y la divisa a ella entre la gente, y deja la maleta en el suelo y corre hacia la chica y nota como cada segundo y cada centímetro que los separan se le hacen insuportables y por fin se le lanza esperitado encima

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y ella le da la mano.

Tres besos sucesivos y alternando las mejillas y le pregunta cómo ha ido el viaje. Luego cogen el coche y se dirigen hacia el pueblo de ella.

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Llegados a este punto, podéis imaginar que el reencuentro se acerca más a un post del hilo de las citas locas que a la desesparada pasión que Frou-Frou había imaginado febrilmente. El evento se encuentra a las antípodas de lo que él había planeado, de hecho el viaje en coche es gélido y distante. Preguntas de compromiso y poco más. Después de hora y media de viaje llegan a su pueblo y Frou-Frou ató cabos: era una villa decadentemente pequeña y endogámica con poco más de un millar de almas donde se podía encontrar lo que se puede esperar en el Canadá rural: casas rústicas y enormes, cantidades ingentes de nieve, flora y fauna salvaje que campan a sus anchas, hombres rudos y barbudos que pasean con licor escondido en los bolsillos de las chaquetas de cuadros tapadas por el abrigo de piel de oso. Piensa Frou-Frou que se debe tratar de una comunidad cerrada de firmes tradiciones y reservada para con los foráneos. Quizás ella no quiere ser el blanco de los rumores del pueblo por el hecho de comerle la polla a un francés en cualquier calle de la villa.

Frou-Frou se consuela con esta idea, pero pronto sus ilusiones son dinamitadas de forma inclemente. Ya instalado en la casa, su amiga le revela que ella, en el pueblo, tiene novio. Un novio de metro noventa que trabaja en el bosque cortando leña. Con sus propias manos. Y que sí, que es cierto que lo habían medio dejado estando ella en la metrópolis, pero que se había dado cuenta de cuánto le quería y que ahora habían vuelto. Y claro, ahora este Morzhilla canadiense ha descubierto que ha venido el hamiguete gabacho a visitar a su chati, y ha decidido matarlo. Al pobre Frou-Frou. Así que ella, que como podéis haber deducido es la dakilla de esta historia, deja a nuestro protagonista en casa y sale a ver a su maromo, no sin recomendarle al francés que no abandone el domicilio familiar. Al fin y al cabo a Frou-Frou no lo quiere, pero tampoco quiere que le rebienten la cabeza.

Analicemos la situación del colega:

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"A la calle no puede salir, porque hay un leñador furioso que lo quiere matar. Este mastuerzo sabe cómo es la cara de Frou-Frou, pero él no sospecha, ni remotamente, cómo diferenciarlo del resto de leñadores alcohólicos. Su antigua amada le hace el vacío. Por otro lado, los padres de ella lo tratan con asepsia. Lo llaman para comer y le preguntan cosas de su vida, pero sin demasiada insistencia. Frou-Frou piensa que el trato que le dispensan es producto de la amenaza que supone para la relación de su hija con el joven fornido del pueblo, pero cualsevol forero con dos dedos de frente sabe que el matrimonio canadiense lo odiaba porque les recordaba que, a pesar de los esfuerzos nacionales para lograr ser una réplica barata de los Estados Unidos, su genoma y su cultura se hallaban podridos de raíz por culpa de la ascendencia francesa".

Delante de este panorama, lo más inteligente hubiera sido huir discretamente. Pero Frou-Frou se gastó todo su dinero en comprar el billete (recordad: comer de su amor). No quedan más cojones que encarar dos semanas de infierno blanco antes de la fecha de vuelta.

Quedan 13 días.

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Pasa media semana y cada día es igual de incómodo que el anterior. Frou-Frou cuenta los nanosegundos que lo separan del regreso a La France cuando un día el padre de la chica entra en su cuarto y le suelta, así de pasada, que coja su chaqueta que salen a dar una vuelta en coche. Frou-Frou, perspicaz como él solo, deduce que lo quieren asesinar y declina amablemente la propuesta. El hombre lo mira fijamente a los ojos y le repite que coja la chaqueta y le acompañe a dar una vuelta en coche. Ahora ya no suena como una propuesta, sino como una amenaza de muerte. Subnormalizado por el miedo, nuestro héroe es conducido por el canadiense hacia una furgoneta, le deja ocupar el asiento del copiloto, lo aprisiona con el cinturón de seguridad y se ponen en marcha. Fuera empieza a nevar y oscurece.

Muerto de miedo en la furgoneta, el valiente Frou-Frou siente el aliento de la Muerte en la nuca. Pronto el conductor toma una carretera secundaria, y lo que Frou-Frou siente ahora son los cojones huesudos y bamboleantes de la Parca. Vive con el tiempo prestado. En breve lo harán salir, le meterán un tiro en la boca y lo colgarán de nieve canadiense. Cuando acontezca un deshielo (el día del Juicio Final), hallarán su cadáver gabacho pero nadie lo recordará. Fin.

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Entonces, el padre aparca y hace apearse a Frou-Frou con un gesto rápido y seco. El francés, como un corderillo sumiso a las puertas del matadero, sale a la nieve y lo sigue con la mirada vacía y el espíritu preparado para el traspaso. En cierto modo, Frou-Frou ya está muerto. Pero entonces reacciona. Ante él, enmedio de la carretera, de la nieve y del bosque, aparece de la nada una construcción vieja y destartalada, posiblemente abandonada, aunque cierto murmullo procede del interior del local. Frou-Frou había asumido la muerte de forma muy digna a pesar de ser francés, pero no estaba preparado para una violación en masa de leñadores canadienses. Esta es una opción muy remota, pero es la que le pasó por la cabeza a nuestro hamigo. Que Dios y los floreros juzguen.

Antes de poder reaccionar, el hombre agarra a Frou-Frou por el brazo y lo empuja hacia el interior del local. Pero esperando una enculada en toda regla, lo que encuentra es una música funky que embriaga el ambiente, luces ténues, hombres sudados y mujeres tetudas que les sirven copas y se enrollan alrededor de barras americanas. Frou-Frou no da crédito a sus ojos. El aborto de suegro le pone la mano al hombro y le disipa las dudas:

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"Sé lo que te ha hecho mi hija, y es una putada. Así que disfruta tanto como puedas esta noche, que invito yo".

Frou-Frou se lo tomó al pie de la letra. De hecho, la noche fue tan memorable que al día siguiente repitieron experiencia. Y después de aquella noche aún volvieron a días alternos hasta completar la estancia de Frou-Frou en tierras canadienses, siempre invitado por el buen hombre, porsupu.

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Finalmente, Frou-Frou debe hacer el equipaje. Ha exorcizado todo su amor por la polla, y se atreve a calificar la experiencia como "enriquecedora". La chica, por su parte, no sospecha nada. Y su padre llora a escondidas todas las noches después de la pérdida de un insustituible compañero de parranda como Frou-Frou. De todas formas, la dakilla canadiense tiene la decencia de llevar nuestro hamigo hasta el aeropuerto. Para hablar de cuatro cosas privadas, dice. Se ve que no ha encontrado ningún momento a lo largo de dos semanas. Pero sus intenciones son mucho más perversas. Se abraza a nuestro Frou-Frou y le dice que se ha comporado de una forma muy zorril. Y que ha dejado a su novio, que es una mala bestia. Y que también quiere abandonar su pueblo de mierda y reunirse con él en Francia y convertirse en una persona nueva.

Entonces Frou-Frou parece que flaquea. El corazón le tiembla, los ojos de le nieblan. Seca las lágrimas de la chica y le pide, muy tiernamente, en franchute, que se calme. Luego le pone la mano en la mejilla, la mira directamente a los ojos y le dice muy suavemente

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"Escucha hija de puta, has destrozado mi vida. Me has mentido como una gitana. Me has hecho gastar mis ahorros. Me has hecho quedar como un imbécil y me has puesto en peligro. Y me habrías hecho perder dos semanas de mi vida si tu padre no me hubiera invitado a ir de putas día sí día también. Aquí te quedas zorra de mierda, y ojalá te pudras juntamente con tu puta mierda de país helado".

Y Frou-Frou volvió a Francia con un triunfo en el bolsillo. Perdió la liga, sí, pero ganó la copa de Europa. Y después de esto, Frou-Frou vino a Barcelona y cruzó la delicada barrera del sexo con familiares de sus compañeros de piso. Pero eso daría para otro ladrillo muy alejado del adoctrinamiento moral que encierra esta historia:

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TODAS PUTAS
 
Ya estás tardando en contar el resto, hijo de fruta.
 
Solo por lo currado del hilo merece la pena ser leido... si es una historia real me quito el sombrero... y no lo es tambien... muy bien desarrollada.

El padre me recuerda al de american pie pero version suegro canadiense.
 
No nos mientas, solo necesitabas una excusa para ponernos el enésimo video de tíos mancuerneros.:lol:
 
Una historia estupenda, sea cierta o no. Quién tuviera un suegro así...
 
Soy el único al que le descuadra el hilo y no puede leer el final de las frases, arreglalo por favor (hijo de puta), porque el texto parece que promete.
 
Magnífica historia, poco hay que comentar que no sea para lamerle el glande al autor por el relato.

Soy el único al que le descuadra el hilo y no puede leer el final de las frases, arreglalo por favor (hijo de puta), porque el texto parece que promete.

Quotea el mensaje y despues dale a vista previa. Mano de santo, hoyja.
 
Kei Kurono rebuznó:
Quotea el mensaje y despues dale a vista previa. Mano de santo, hoyja.

Gracias primoh! funciona de PM.



Que añadir a semejante historia y la amérrima forma de contarla, jodido vigoréxico has estado colosal.
 
La historia está muy bien y el formato foto-texto-foto-texto siempre es un buen recurso, pero veo demasiados tópicos típicos en la historia y es por ello que me parece fake.
 
He comenzado a leer su relato con la idea de que iba a ser un ladrillo infame, pero mira tu por donde que me ha enganchado y debo de confsarle que la frase de despedida en el aeropuerto Canadiense me ha provocado carcajadas.

Debe de continuar usted con esta historia en el nombre de LOL.
 
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