ilovegintonic
Muerto por dentro+
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- 10 Nov 2006
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Sí, sin tilde, porque así aparece en todos los sitios.
Rodriguez circa 1971
No sé si lo conoceréis, yo desde luego no había oído de él hasta el martes pasado. En la puta vida había oído que existiera un cantante de los setenta llamado Rodriguez, sin más. Desde luego, entiendo que la mayoría de vosotros tampoco, y los que sí sin duda habrá sido por el mismo motivo que yo.
A veces uno tiene talento. Talento del de verdad, del bueno, del que sale una vez cada muchos años. Del que te pone en el estrellato y te deja ahí para siempre. Uno recuerda a Dylan, o a Simon y Garfunkel, a, qué sé yo, Bowie. Tienes ese talento y como con buena picha bien se jode, pues arrasas porque sí, porque tú lo vales. Cuando tienes ese talento bestial, haces un disco y lo petas, haces un segundo disco y confirmas lo del primero y la historia te recuerda.
O no.
A veces haces un disco y todos los que lo hacen, los productores, los músicos, la crítica incluso, dicen que es lo mejorcito que han oído. ¿Dylan? Déjate de Dylan, mira esto, dicen. Lo pones a la venta y no te lo compra ni tu puta madre. Nadie. Haces unos conciertos, no va mucha más gente que la que iba cuando tocabas en unos bares del mierda antes de ser descubierto y de grabar una sola nota y ese discazo fracasa. Da igual, tienes un contrato, haces un segundo disco, a ver si ahora... te sale igual de bien, es igual de bueno, vas más allá que con el primero y tu puta madre sigue sin comprártelo, nadie va a verte y pasa desapercibido, aún siendo tan bueno o mejor como los que más. Entonces tu discográfica te despide y tú vuelves a tu vida tras haber intentado triunfar en la música y, simplemente, te desvaneces.
Al cabo de unos años esos discos se vuelven a oír, alguien los pone en la radio en otro país y tienes cierto y marginal éxito en... Australia. Incluso te llaman y te vas y haces una mini gira minoritaria, pero una vez terminada esa gira, desaparece todo y tienes, una vez más, que volver a tu casa. Como si te enseñaran una fotocopia de lo que significa el éxito y te dijeran "Mira, esto, pero a lo grande, era lo que te merecías, lo que podías haber tenido, pero... ¿sabes qué? Al final el destino dijo que tú no. Y no me preguntes por qué, porque no hay razón. Ahora vete."
Alguien, a finales de los noventa, va a EE.UU. Quiere comprar un disco de Rodriguez, porque en su país Rodríguez era conocido y se había, incluso, convertido en un cantante de culto. Entra en una tienda. Rodriguez? WTF, man? Así se llama el que me vende los porros, yo no he oído hablar de Rodriguez en my fucking life, man. Ni yo ni nadie, le dice el de la tienda de discos. Pero cómo cojones va a ser esto verdad si en mi país este tío lo petó en su día. ¿De dónde eres tú? De Sudáfrica, tío. En Sudáfrica en los setenta Rodriguez era el tío que todos los blancos que estábamos contra el gobierno escuchábamos, si hasta el gobierno tomó cartas en el asunto para que no lo radiaran más. Pues ni puta idea, socio.
Y de repente ese tío de Sudáfrica se da cuenta de que no sabe quién cojones es Rodríguez. Sabe que hay dos discos de Rodriguez, unas fotos de un fulano en la portada y cero información sobre él en internet. Y vete a buscar en los libros o algo así, que no aparece. El sudafricano sólo sabe que hizo esos dos discos que tuvieron éxito en su país y que parecía mexicano. También sabe que se dice que se suicidó, que lo hizo en directo, en vivo, en un concierto al que fueron cuatro gatos. Y se da cuenta de que eso es lo que saben los que saben de Rodriguez, que sólo saben de él en Sudáfrica y de que, en realidad, de Rodriguez no se sabe nada. Pero los discos están ahí. ¿Quién era Rodriguez?
El sudafricano, por cierto, no sabe nada del éxito relativo que tuvo veinte años atrás en Australia. Así que se pone a investigar la figura de un tío que para él y su generación es como Bob Dylan para los americanos de su edad pero a quien nadie parece conocer. Y no obtiene una puta mierda de respuesta, salvo la de otro chalao que también quiere investigarlo. A ver si averiguan cuál era su nombre de pila siquiera, porque incluso en el disco aparecen dos nombres de pila distintos en los créditos, Jesús Rodríguez y Sixto Rodríguez. Hacen una página web en el incipiente internet de finales de los noventa y a ver qué tal, a ver si hay suerte y alguien viene con información. Entretanto, el mundo sigue ignorando la vida y la obra de Rodriguez. Ignorando, también, cómo murió.
Y un día reciben un correo. Yo conozco a Rodriguez. Sé quién es. Es mi padre. Y no murió, sigue vivo. Y a los pocos días el fulano sudafricano recibe una llamada. Es él, es Rodriguez en persona. No había muerto. Simplemente abandonó su carrera porque tenía que comer, y de ella no podía. La gira australiana de unos años después simplemente le sacó momentáneamente de su vida cotidiana, de su trabajo cotidiano. Luego tuvo que volver a él, otra vez, a ganarse la vida como albañil, descargando camiones, trabajaba en la fábrica de Chrysler... lo que hubiera. El dinero de sus discos de Sudáfrica nunca le llegó. No sabía que había tenido éxito allí veinte años antes. Nadie se lo había dicho nunca.
En Sudáfrica se reeditan los discos, y ya que ya lo tienen fichado, se lo llevan de gira. Antes del primer concierto la gente no creía que fueran a estar frente al icono contracultural de los setenta, creían que había muerto, los había que creían que era un impostor el que iba a estar en el escenario. Aún así, vende todas las entradas del primer concierto. La gente espera como se esperaría hoy un concierto de Elvis. Eh, que no había muerto, que estaba de parranda. Helo aquí. Llena también el segundo concierto, el tercero... todos. En Sudáfrica. Luego vuelve a casa. A seguir en lo suyo. El dinero se lo da a sus hijas, a sus amigos, a obras de caridad. Él sigue buscándose la vida, viviendo en la misma casa, sobreviviendo. Vuelve a ir después. Mismo éxito, misma historia. El tiempo va pasando.
Alguien oye esta historia, o una historia similar a esta, y decide hacer un documental contando la vida del hijo de unos mexicanos que un día tuvo un sueño que fue ser músico y que grabó dos discos que eran oro puro y que nadie compró y que sin saber cómo tuvieron éxito en un país cuyas fronteras estaban cerradas y del que no entraba ni salía nadie ni ninguna información en una época donde esta no era tan accesible como hoy y del que nadie conocía nada ni sabían dónde estaba ni si vivía o había muerto o estaba vivo y le encuentran y se lo llevan de gira y vuelve a casa a seguir como si tal cosa. El documental se titula Searching for sugar man y le dan un Oscar, y pone a Rodriguez en el mapa. Por fin a Rodriguez le conoce el mundo. Pero claro, ya es 2012, quizá es tarde para que obtenga el reconocimiento que se merece, la historia de la música de los setenta ya está escrita y en ella no sale él. Pero bueno, al menos no morirá siendo ignorado al cien por cien, algo es algo. Supongo que quienes lo conozcan será a raíz de ese documental, como yo.
Hoy Rodriguez sigue en Detroit, donde le encontraron, en la casa donde le encontraron, sigue siendo un hombre humilde que vive humildemente con su fracaso en su país en su época y su éxito en el culo del mundo años más tarde, mucho más tarde, tarde, en definitiva. El documental está bien pero a mi modo de ver no es ninguna cosa extraordinaria. Lo que cuenta sí que lo es. La música de Rodriguez, también. Lo pusieron el otro día en la tele, que estaba puesta mientras yo andaba haciendo cosas por casa y al escuchar los primeros acordes de Sugar man me volví a ver qué era esa música y de dónde salía, y me quedé de pie, mirando la tele, con un destornillador en la mano, hechizado. Y ya puestos, me vi el documental entero y el resto de canciones también me hechizaron, como lo hizo la historia de ese hijo de mejicanos que, como en el poema pessoano, fue
el que cantó la canción del infinito en un gallinero.
El documental lo podéis ver online aquí:
Pues eso, contadme si lo conocíais, si alguna vez lo habíais oído, cómo, por qué, qué os parece y los que lo conozcáis gracias a esto decidme también si os gusta o qué.
Rodriguez circa 1971
No sé si lo conoceréis, yo desde luego no había oído de él hasta el martes pasado. En la puta vida había oído que existiera un cantante de los setenta llamado Rodriguez, sin más. Desde luego, entiendo que la mayoría de vosotros tampoco, y los que sí sin duda habrá sido por el mismo motivo que yo.
A veces uno tiene talento. Talento del de verdad, del bueno, del que sale una vez cada muchos años. Del que te pone en el estrellato y te deja ahí para siempre. Uno recuerda a Dylan, o a Simon y Garfunkel, a, qué sé yo, Bowie. Tienes ese talento y como con buena picha bien se jode, pues arrasas porque sí, porque tú lo vales. Cuando tienes ese talento bestial, haces un disco y lo petas, haces un segundo disco y confirmas lo del primero y la historia te recuerda.
O no.
A veces haces un disco y todos los que lo hacen, los productores, los músicos, la crítica incluso, dicen que es lo mejorcito que han oído. ¿Dylan? Déjate de Dylan, mira esto, dicen. Lo pones a la venta y no te lo compra ni tu puta madre. Nadie. Haces unos conciertos, no va mucha más gente que la que iba cuando tocabas en unos bares del mierda antes de ser descubierto y de grabar una sola nota y ese discazo fracasa. Da igual, tienes un contrato, haces un segundo disco, a ver si ahora... te sale igual de bien, es igual de bueno, vas más allá que con el primero y tu puta madre sigue sin comprártelo, nadie va a verte y pasa desapercibido, aún siendo tan bueno o mejor como los que más. Entonces tu discográfica te despide y tú vuelves a tu vida tras haber intentado triunfar en la música y, simplemente, te desvaneces.
Al cabo de unos años esos discos se vuelven a oír, alguien los pone en la radio en otro país y tienes cierto y marginal éxito en... Australia. Incluso te llaman y te vas y haces una mini gira minoritaria, pero una vez terminada esa gira, desaparece todo y tienes, una vez más, que volver a tu casa. Como si te enseñaran una fotocopia de lo que significa el éxito y te dijeran "Mira, esto, pero a lo grande, era lo que te merecías, lo que podías haber tenido, pero... ¿sabes qué? Al final el destino dijo que tú no. Y no me preguntes por qué, porque no hay razón. Ahora vete."
Alguien, a finales de los noventa, va a EE.UU. Quiere comprar un disco de Rodriguez, porque en su país Rodríguez era conocido y se había, incluso, convertido en un cantante de culto. Entra en una tienda. Rodriguez? WTF, man? Así se llama el que me vende los porros, yo no he oído hablar de Rodriguez en my fucking life, man. Ni yo ni nadie, le dice el de la tienda de discos. Pero cómo cojones va a ser esto verdad si en mi país este tío lo petó en su día. ¿De dónde eres tú? De Sudáfrica, tío. En Sudáfrica en los setenta Rodriguez era el tío que todos los blancos que estábamos contra el gobierno escuchábamos, si hasta el gobierno tomó cartas en el asunto para que no lo radiaran más. Pues ni puta idea, socio.
Y de repente ese tío de Sudáfrica se da cuenta de que no sabe quién cojones es Rodríguez. Sabe que hay dos discos de Rodriguez, unas fotos de un fulano en la portada y cero información sobre él en internet. Y vete a buscar en los libros o algo así, que no aparece. El sudafricano sólo sabe que hizo esos dos discos que tuvieron éxito en su país y que parecía mexicano. También sabe que se dice que se suicidó, que lo hizo en directo, en vivo, en un concierto al que fueron cuatro gatos. Y se da cuenta de que eso es lo que saben los que saben de Rodriguez, que sólo saben de él en Sudáfrica y de que, en realidad, de Rodriguez no se sabe nada. Pero los discos están ahí. ¿Quién era Rodriguez?
El sudafricano, por cierto, no sabe nada del éxito relativo que tuvo veinte años atrás en Australia. Así que se pone a investigar la figura de un tío que para él y su generación es como Bob Dylan para los americanos de su edad pero a quien nadie parece conocer. Y no obtiene una puta mierda de respuesta, salvo la de otro chalao que también quiere investigarlo. A ver si averiguan cuál era su nombre de pila siquiera, porque incluso en el disco aparecen dos nombres de pila distintos en los créditos, Jesús Rodríguez y Sixto Rodríguez. Hacen una página web en el incipiente internet de finales de los noventa y a ver qué tal, a ver si hay suerte y alguien viene con información. Entretanto, el mundo sigue ignorando la vida y la obra de Rodriguez. Ignorando, también, cómo murió.
Y un día reciben un correo. Yo conozco a Rodriguez. Sé quién es. Es mi padre. Y no murió, sigue vivo. Y a los pocos días el fulano sudafricano recibe una llamada. Es él, es Rodriguez en persona. No había muerto. Simplemente abandonó su carrera porque tenía que comer, y de ella no podía. La gira australiana de unos años después simplemente le sacó momentáneamente de su vida cotidiana, de su trabajo cotidiano. Luego tuvo que volver a él, otra vez, a ganarse la vida como albañil, descargando camiones, trabajaba en la fábrica de Chrysler... lo que hubiera. El dinero de sus discos de Sudáfrica nunca le llegó. No sabía que había tenido éxito allí veinte años antes. Nadie se lo había dicho nunca.
En Sudáfrica se reeditan los discos, y ya que ya lo tienen fichado, se lo llevan de gira. Antes del primer concierto la gente no creía que fueran a estar frente al icono contracultural de los setenta, creían que había muerto, los había que creían que era un impostor el que iba a estar en el escenario. Aún así, vende todas las entradas del primer concierto. La gente espera como se esperaría hoy un concierto de Elvis. Eh, que no había muerto, que estaba de parranda. Helo aquí. Llena también el segundo concierto, el tercero... todos. En Sudáfrica. Luego vuelve a casa. A seguir en lo suyo. El dinero se lo da a sus hijas, a sus amigos, a obras de caridad. Él sigue buscándose la vida, viviendo en la misma casa, sobreviviendo. Vuelve a ir después. Mismo éxito, misma historia. El tiempo va pasando.
Alguien oye esta historia, o una historia similar a esta, y decide hacer un documental contando la vida del hijo de unos mexicanos que un día tuvo un sueño que fue ser músico y que grabó dos discos que eran oro puro y que nadie compró y que sin saber cómo tuvieron éxito en un país cuyas fronteras estaban cerradas y del que no entraba ni salía nadie ni ninguna información en una época donde esta no era tan accesible como hoy y del que nadie conocía nada ni sabían dónde estaba ni si vivía o había muerto o estaba vivo y le encuentran y se lo llevan de gira y vuelve a casa a seguir como si tal cosa. El documental se titula Searching for sugar man y le dan un Oscar, y pone a Rodriguez en el mapa. Por fin a Rodriguez le conoce el mundo. Pero claro, ya es 2012, quizá es tarde para que obtenga el reconocimiento que se merece, la historia de la música de los setenta ya está escrita y en ella no sale él. Pero bueno, al menos no morirá siendo ignorado al cien por cien, algo es algo. Supongo que quienes lo conozcan será a raíz de ese documental, como yo.
Hoy Rodriguez sigue en Detroit, donde le encontraron, en la casa donde le encontraron, sigue siendo un hombre humilde que vive humildemente con su fracaso en su país en su época y su éxito en el culo del mundo años más tarde, mucho más tarde, tarde, en definitiva. El documental está bien pero a mi modo de ver no es ninguna cosa extraordinaria. Lo que cuenta sí que lo es. La música de Rodriguez, también. Lo pusieron el otro día en la tele, que estaba puesta mientras yo andaba haciendo cosas por casa y al escuchar los primeros acordes de Sugar man me volví a ver qué era esa música y de dónde salía, y me quedé de pie, mirando la tele, con un destornillador en la mano, hechizado. Y ya puestos, me vi el documental entero y el resto de canciones también me hechizaron, como lo hizo la historia de ese hijo de mejicanos que, como en el poema pessoano, fue
el que cantó la canción del infinito en un gallinero.
Sugar man, won't you hurry
Cause I'm tired of these scenes
For a blue coin won't you bring back
All those colors to my dreams
Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man met a false friend
On a lonely dusty road
Lost my heart when i found it
It had turned to dead black coal
Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man you're the answer
That makes my questions disappear
Sugar man cause I'm weary
Of those double games l hear
Sugar man
Sugar man, won't you hurry
Cause I'm tired of these scenes
For a blue coin won't you bring back
All those colors to my dreams
Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man met a false friend
On a lonely dusty road
Lost my heart when i found it
It had turned to dead black coal
Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man you're the answer
That makes my questions disappear
Cause I'm tired of these scenes
For a blue coin won't you bring back
All those colors to my dreams
Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man met a false friend
On a lonely dusty road
Lost my heart when i found it
It had turned to dead black coal
Silver magic ships you carry
Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man you're the answer
That makes my questions disappear
Sugar man cause I'm weary
Of those double games l hear
Sugar man
Sugar man, won't you hurry
Cause I'm tired of these scenes
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All those colors to my dreams
Silver magic ships you carry
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Sugar man met a false friend
On a lonely dusty road
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It had turned to dead black coal
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Jumpers, coke, sweet Mary Jane
Sugar man you're the answer
That makes my questions disappear
El documental lo podéis ver online aquí:
Pues eso, contadme si lo conocíais, si alguna vez lo habíais oído, cómo, por qué, qué os parece y los que lo conozcáis gracias a esto decidme también si os gusta o qué.