Nunca he sido de hacer regalos por San Valentín, pero el otro día encontré el presente ideal.
Esto es lo que vale San Valentín. Porque resulta que la gente se va a vivir a Estocolmo para enriquecerse a nivel personal, se matriencula en la uni para aprender, se registra en el foro para sentir que todavía hay gente más miserable que ellos, pero todo es en vano. La gente malgasta esfuerzos en estas y otras actividades como tener amigos envalentonados por la ilusión de que las cosas algún día mejorarán y dejarán de preocuparse, y eso es lo que hace que se muevan, se impliquen, que vivan. Pero no saben que esa ilusión es su vida, y que nunca conseguirán vivir dentro de ella. Como mucho, su vida podrá definirse como todas esas tareas que usan para abastarla.
De todas estas ilusiones la más putapénica es la de
el amor verdadero
Nadie lo ha encontrado ni lo encontrará, y los que dicen que sí mienten como unos hijos de puta. El amor verdadero sólo existe en los libros de autoayuda y en las comedias románticas, pero en la vida real Jorge Bucay es un gordo del putas y Julia Roberts una petarda que te la come por una receta de analgésicos.
Pero la mentira del amor verdadero mobiliza a la plebe. Eso lo saben muy bien los ejecutivos publicitarios y Torbe, auténticos terroristas emocionales, y por eso han orquestado toda una industria del amor, muy sutil pero potente: la literatura para mujeres, el cine francés, los bodorrios, los viajes de luna de miel, el día de San Valentín y el sistema que calibra del 0 al 100 la compatibilidad de una pareja enviando sus nombres vía SMS. Es todo una estafa, un puto complot mercantil.
Tarde o temprano siempre se acaba desmontando el tinglado, por lo tanto lo aconsejable es
no regalar nada, nunca, sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) si al asunto le quedan dos telediarios. Hay un sistema mucho más efectivo que los SMS para calibrar esto, el secreto radica en conocer dónde y como se conoció la pareja, porque hay una serie de lugares y eventos que nublan nuestro cerebro de retrasados, situaciones en las que pensamos que somos los putos amos del lugar o por el contrario que somos chusma esperando la aplicación de un programa de higiene racial en condiciones. Es en esas situaciones cuando nace el hamor, para salvarnos de la miseria o catapultar nuestro ego, pero es cuestión de tiempo que se descubra la magnitud de la estafa: puede ser en el plazo de un mes, de un par de años, o con vuestro segundo hijo entre las manos. Por lo tanto, es mejor que vayáis preparando una buena excusa si reconocéis que vuestro amor surgió
Apostando en un canódromo
Chateando en el badoo
En la proa del Titanic
El día que vuestra madre os dijo "te presento a tu hermanita"
En el ejército
Compartiendo jeringuilla
En la primera fila de un concierto de Coldplay
En el foro