LeChuck
Freak total
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Pues que fui a unirme a ISIS y como no encontré el autobús al Estado Islámico me di la vuelta y tiré hacia Budapest con los refugiados sirios. Como lo veis.
Así que estoy en el aeropuerto secundario de Estambul, Sabiha Gokcen (en la zona asiática), construido para aliviar el tráfico del aeropuerto principal, Ataturk (en la zona europea, el más próximo al núcleo turístico de Estambul).
Este aeropuerto es utilizado principalmente por compañías de bajo coste y conviene tenerlo en cuenta ya que los billetes desde España salen por norma general más baratos y podemos cazar algún buen chollo sobre todo si elegimos el día adecuado (comprar mi billete para un martes me supuso un ahorro de unos 20 euros respecto a cualquier otro día, y otros tantos euros respecto a un billete a Ataturk). El mío salió por 92 euros, solo ida.
Del mismo modo también debemos tener en cuenta que en Estambul las distancias son bíblicas y no hay que caer en errores como…
1) Pagar un taxi: los taxistas turcos son de los más chanchulleros del mundo y su mala fama es bien conocida. Si el viaje es al lado europeo no solo va a costar caro en condiciones justas, sino que las posibilidades de que nos toque un tasista guarro que se las apañe para exprimirnos la cartera son bastante altas. A pesar de esto los taxistas turcos honestos existen y de nosotros depende el confiar en ellos o no, en de todas formas más adelante veremos que no es necesario el uso de tacsis en esta ciudad, gracias al sencillo tranvía.
2) Creer que podemos llegar a nuestro destino vía transporte público. No, mira, cansado del vuelo, cargando con el equipaje, no te metas en marrones que te vienen grandes.
Los métodos más prácticos para viajar del aeropuerto a nuestro destino son dos, un shuttle de la empresa Havatas que te deja en los puntos más céntricos de las tres zonas de Estambul*(plaza Taksim, por ejemplo), para que luego realices el trayecto final como mejor te parezca, por un módico precio, siendo localizables sus vehículos muy fácilmente frente a la salida de la terminal, o bien contratando por adelantado un servicio de shuttle (15 euros) para que nos deje en la puerta, que es lo que yo hice, y menos mal:
Istanbul Airport Shuttle, istanbul airport pick up service, Shuttle istanbul sabiha gokcen airport transfer
Que amarga sorpresa el día antes de viajar que descubro que la empresa privada de shuttle de dicho aeropuerto ya no opera por alguna razón. Que gran alivio descubrir que es debido a que el aeropuerto ha desarrollado su propio servicio.
*A partir de ahora:
1 (la parte vieja, núcleo turístico, al sur del Cuerno de oro, un estuario del Bósforo que divide el lado europeo de Estambul)
2 (la zona nueva, al norte del Cuerno de oro y en el lado izquierdo del Bósforo)
3 (el lado asiático de la ciudad, en el margen derecho del Bósforo)
Comentar una cosa respecto a la moneda. Servidor cometió el gravísimo error de cambiar ecus por liras en su oficina Bankia habitual. Estos hijos de puta, que son la basura más rastrera que uno pueda imaginar, se las apañaron para darme el peor cambio que se pueda encontrar, 2,5 liras por euro, cuando ahora mismo el cambio oficial anda por encima de las 3 liras por euro. Ni en la oficina de cambio de moneda más mafiosa de Estambul se ríen de ti de esa manera. Si cambié 300 euros, echad cuentas. Con una comisión de 10 euros. Bien puede que yo sea bastante subnormal pero no me la meten doblada twice, así que no vuelvo a hacer movidas de estas con esos sinvergüenzas, y ya de paso os aconsejo que no lo hagáis vosotros tampoco, con ninguna moneda de ningún país.
CAPITULO 1: SIGA LA LINEA DE PUNTOS Y VAYA DEJANDO SU DINERO, GRACIAS
Para alguien que no ha sobrepasado las fronteras de occidente Estambul supone un choque cultural de impacto leve. Las mezquitas salpicando la caótica orografía de la ciudad, iluminados sus minaretes con coloridos neones al anochecer, tal vez la llamada a la oración repitiéndose como el eco desde esas mismas mezquitas. O puede que sea el esquizofrénico tráfico, sus calles, los olores nuevos, un filtro diferente desde el que ver el mundo.
Salgo de la terminal cargando con la mochila, un tipo tiene mi nombre escrito en un papel. Respiro aliviado porque ello me asegura llegar al hostal y poder descansar después de un largo día. El agotamiento llevado con positiva resignación será mi estado natural durante los 21 días planeados de viaje (eso y sudar sin parar). El clásico eurotrip asociado al billete de Interrail que deseaba realizar antes de hacerme demasiado mayor.
Se pueden aprender varias cosas cuando viajas de paquete desde el aeropuerto a tu destino. Los turcos no hacen puto caso de las normas de tráfico. El cinturón lo lleva quien quiere, no es raro ver a algún conductor o copiloto con un niño en las rodillas, el casco de la moto es un complemento incomodo, y tienen un sistema consistente en pitar continuamente cuando no se tienen totalmente claras las intenciones de otros vehículos o peatones, a modo de aviso. Se puede comprobar como de gigantesca es la urbe, según atravesamos la zona asiática hacia el puente del Bósforo. Podemos intentar, sin éxito, visualizar una imagen espacial de la ciudad, intentar hacernos una idea de donde estamos y cuan pequeños somos en un océano de cemento y ladrillo.
Cruzar de noche el puente del Bósforo es todo un espectáculo visual, llegar a los laberinticos barrios residenciales de Sultanahmet (1) subiendo y bajando cuestas, esquivando taxis, pegando frenazos y pitando, en un escenario más apropiado para cabras que para un minibús, mientras observas fascinado el panorama, eso es otro espectáculo en sí mismo.
Llego al hostal, estoy machacado, es de noche, hace mucho calor y hay dos pavos semidesnudos por ahí tirados. Bien. El ambiente no me gusta, están a lo suyo, no hablan, incomunicación, 0 mujeres, yo siempre busco hacer amistades, tejer relaciones, los sitios así me lo impiden y me desaniman (más tarde descubriré que uno de ellos es valenciano, bastante amigable, de visita en la ciudad tras hacer un voluntariado, aunque se va por la mañana). Es demasiado pronto para dormir y demasiado tarde para hacer turismo, no obstante es ramadán y me quema el culo por salir a ver un poco este nuevo mundo en el que he aterrizado, al fin y al cabo aquí al lado, a 4 minutos de paseo se encuentran dos de los edificios más espectaculares del mundo.
Antes de nada salgo a las calles para encontrar un sitio donde cenar. Desorientado y cansado, con pocas ganas de perderme, acabo por entrar a un sitio de esos que eliges de una serie de bandejas con comida, seleccionas lo que quieres y pagas al final de la línea. Un plato de carne estofada con verduras, un refresco, un bollo de pan y un postre ciertamente elaborado, 45 liras. La primera en toda la cara. Me he marcado un presupuesto de 30 euros diarios sin contar billetes de autobús o cosas por el estilo, pero si contando el alojamiento, y 45 liras es un poco demasiado caro por una cena que no es nada del otro mundo. Fue la primera y última vez que caí en una trampa de estas, aprendí a no meterme en donde no tengan a la vista los precios, y a partir de entonces en ninguna comida llegué a 30 liras, comiendo igual y mejor.
Cuan sorprendente es descubrir para el culturalmente ignorante que los muslims no se aburren, saben cómo divertirse, a su manera. A las doce de la noche el hipódromo (se le llama así porque en épocas pretéritas fue un hipódromo, vamos estoy casi seguro, luego os lo miro), con sus dos obeliscos, y el parque de Sultanahmet bullen de familias sentadas en los jardines tomando pastas y té, se me hace difícil avanzar entre la gente mientras me adentro en un bullicioso mercadillo nocturno levantado especialmente para las celebraciones del ramadán. Artesanías, baklava, los gomosos dulces turcos y el popular yogur artesanal (ayran), un pequeño festín para los sentidos, quiero probarlo todo pero el cuerpo dice que al sobre, salgo por el extremo opuesto del mercado y a mi derecha tengo la entrada a la mezquita azul, posiblemente la más bonita de Turquía, decido dejarla para el día siguiente y pasear un poco entre el gentío. De la mezquita azul a Santa Sofía, el espectacular edificio anteriormente basílica ortodoxa y catedral católica, por obra y gracia de los tira y afloja que rigieron la ciudad en el pasado, y que ahora no tengo muy claro que es, por lo visto solo un museo. Se levanta Santa Sofía iluminada frente a mí, digo, y debo reconocer que ver estos dos impresionantes edificios iluminados en este escenario festivo, así de repente, tras el largo viaje, hizo que se me cayesen los huevos al suelo, uno no puede sino contemplar boquiabierto tamañas obras con asombro reverencial, tal es la envergadura y belleza de ambas construcciones, una al ladito de la otra.
Mi paseo no dio para mucho más, satisfecha mi curiosidad, desorientado y cansado como un andaluz después de levantar la persiana, tras ver el panorama, me fui al sobre.
…
Amanece un nuevo día para este entrañable idiota. Una noche de mucha calor y los moros voceándome en la oreja en la llamada al rezo me han hecho dormir poco y levantarme demasiado pronto, cosa habitual cuando viajo. Sobre las 7,00 de la mañana volver al hipódromo es una delicia. Es aire es fresco y apenas hay gente.
Observo algo que es moneda común por ahí por donde he pasado en este país. Los perros y los gatos callejeros están por todas partes y en gran cantidad. En el caso de los gatos los hay por decenas ahí donde pongas la vista, en contenedores, sobre los coches, se cuelan en las casas, por todas partes. Luego observas que la gente los alimenta, les dejan comida en la calle, en las puertas de las casas o dentro de los patios. Claro, como cojones no va a haber.
Los perros lo mismo, se mueven en manadas y llevan una señal en la oreja, lo que indica que el ayuntamiento los tiene controlados, la de algunos es verde y la de otros es roja, supongo que para señalar a los que puedan resultar peligrosos, o no. El caso es que ese fue el único día que vi perros aparentemente peligrosos, ya que un grupo se puso a ladrar a un tipo que llegó a soltar el maletín que llevaba y salir por patas porque los chuchos parecían no tragarlo, sin embargo yo pasé entre los perros y el hombre y como si no estuviese. En otras ocasiones he visto a gente acariciando y jugando con estos perros que, no olvidemos, son callejeros. En Goreme de hecho la manada de perros callejeros locales eran reconocidos como si fuesen vecinos del pueblo, ahora aquí, ahora por allá, paseándose entre los turistas y recibiendo caricias en la cabeza. Es curioso que no haya visto ni un solo mal gesto hacia estos animales, en otros países serian evitados por la gente y tratados con desprecio, y seguramente pasaría poco tiempo hasta que la perrera apareciese para llevárselos. Aquí se los deja al libre albedrío y se los trata bien.
Los perros lo mismo, se mueven en manadas y llevan una señal en la oreja, lo que indica que el ayuntamiento los tiene controlados, la de algunos es verde y la de otros es roja, supongo que para señalar a los que puedan resultar peligrosos, o no. El caso es que ese fue el único día que vi perros aparentemente peligrosos, ya que un grupo se puso a ladrar a un tipo que llegó a soltar el maletín que llevaba y salir por patas porque los chuchos parecían no tragarlo, sin embargo yo pasé entre los perros y el hombre y como si no estuviese. En otras ocasiones he visto a gente acariciando y jugando con estos perros que, no olvidemos, son callejeros. En Goreme de hecho la manada de perros callejeros locales eran reconocidos como si fuesen vecinos del pueblo, ahora aquí, ahora por allá, paseándose entre los turistas y recibiendo caricias en la cabeza. Es curioso que no haya visto ni un solo mal gesto hacia estos animales, en otros países serian evitados por la gente y tratados con desprecio, y seguramente pasaría poco tiempo hasta que la perrera apareciese para llevárselos. Aquí se los deja al libre albedrío y se los trata bien.
Luego descubrí que los bultos que se ven en la foto son homeless. ¿refugiados tal vez? me los encontré continuamente a lo largo de todo mi viaje.
Pero es demasiado pronto como para encontrar la mezquita abierta. El patio tiene tres entradas, la frontal y dos laterales, por la izquierda se sale al jardín y desde la puerta del jardín ya se ve la espléndida Santa Sofía.
Pero espera, ¡también es demasiado pronto para que abra Santa Sofía!. Tras callejear un poco por la zona me dirijo al palacio Topkapi.
FOTO DE LA INTERNEZ
El palacio Topkapi, construido por allá por el 1400 y pico es un conglomerado de edificios y jardines rodeados de murallas que asemeja más a un pequeño pueblo. SE VA A PETAR DE TURISTAS. Esto es así. Estambul es una de las ciudades más asaltadas por el turismo del mundo mundial. De nada te va a servir estar el primero en las taquillas porque eso ya lo tienen pensado los operadores y para cuando vas entrando ya están los autobuses descargando detrás tuyo. Y esto en Sultanahment es así te metas donde te metas.
Bien merece el palacio las 30 liras (unos 10 euretes) que cuesta. Claro a mí como me tangaron los de Bankia hacia unos cálculos mentales menos ventajosos (1€=2,5 Liras). Luego ya si quieres visitar el Harem tienes que apoquinar no sé si otras 20 liras. Yo pues como que pasé.
Escuché a unos tolais decir que se habían ventilado todo Sultanahmet en menos de un día completo. Por mis cojones, chavalito. Visitar el palacio sin tampoco pararte a leer cada placa te va a llevar una mañana. La puerta imperial, los jardines interiores, las cocinas, a la derecha de los jardines, poca gente se metía por allí y me sorprendieron gratamente las cocinas. En su momento daban de comer a las miles de personas que habitaban el recinto o acudían a las fiestas del sultán de turno. Especialmente bonitas son las vajillas de cerámica francesa y china, por no mencionar copas, botellas o cubiertos de oro y piedras preciosas, las enormes ollas y cachivaches varios para los fogones. Una de las colecciones más importantes del mundo.
En el lado contrario hay otras salas con colecciones acojonantes que son en gran parte regalos de dignatarios y altas esferas varias a los sultanes, por ejemplo una sala dedicada solo a relojes, que te caes de culo con todos y cada uno de ellos, u otra dedicada a armaduras, espadas, rifles y todo el copón, y en esta también la verdad que es para dedicarle un ratillo. Como muestra, aunque no se pueden tirar fotos, esta armadura que capté para vosotros, poniendo mi pellejo en peligro.
FOTO DE LA INTERNEZ
Que más, pues multitud de salas y pequeños edificios, jardines, fuentes, unas buenas vistas panorámicas de 2, 3 y el tráfico del Bósforo, y un museo que no vi porque había una fila de borregos bastante desmoralizadora. El palacio de Topkapi es la Alhambra turca y su visita es no recomendable sino obligada.
Del palacio Topkapi a descansar unas horas y tras ello al famoso Gran Bazar.
Yo que nunca he sido de gastar el dinero en souvenirs y mercachifles puede que me haya soltado un poco en esta ciudad. Estambul tiene los mejores souvenirs del mundo, y más aún, es una ciudad a la que se viene a gastarse el dinero, hay que gastarse la pasta porque ofrece mucho a precios inofensivos así que no hay que avergonzarse si soltamos cuerda a nuestro consumismo más cafre.
Desde los asequibles ojos turcos (a una lira la unidad, puedes comprar un puñado para regalar si negocias 8 por 6 liras, por decir algo) al oro o la plata, pasando por sedas, alfombras, vistosas lámparas turcas o preciosas cerámicas, Estambul es el destino ideal para venir con la señora de uno y dejarla enloquecer en cada mercado, cada tienda, en cada puesto callejero. No te cortes en llevarte alguna cosilla para decorar el hogar ya que no tendrás mejor oportunidad en tu vida de encontrar cosas buenas, bonitas y baratas.
Pero no ocurrirá en el Gran bazar.
El Gran Bazar es una “trampa” para turistas en donde vas a encontrar lo anteriormente mencionado solo que con precios ridículamente hinchados, y en donde tendrás que negociar, si es que te va ese rollo, para conseguir un producto a un precio superior al que lo encontraras en muchos otros sitios. Basta pasear por el propio mercado poniendo especial atención a los clientes de tiendas caras (oro, alfombras…) para captar escenas de gente que se lleva las manos a la cabeza al escuchar el precio de determinado artículo, previo a la negociación, que sin duda puede encontrarse en otro lugar por la tercera parte. He escuchado a gente relatar cómo se les ha dado la vuelta el selebro cuando el dependiente de una tienda de productos de plata les ha dicho que un collar valía 400 euros, cuando muy probablemente ese collar al peso vale 150. También puede que resulte incomodo el notar decenas de ojos posarse sobre nosotros a cada paso acompañados de una invitación a tantear el producto.
Aun así es un sitio que hay que visitar, dejando de lado para más tarde la intención y el impulso de comprar, y pasear por las laberínticas calles del mercado, saliendo y entrando por la multitud de puertas (alguien me dijo que tiene cuatro. Bueno, tiene veintidós, anormal) de pasillos y callejuelas, subiendo, bajando, dejándonos la vista en los coloridos puestos de lámparas, jabones, especias y dulces, dejándonos las narices también, y cuando nos hallamos recorrido el mercado cubierto, si todavía no estamos cansados, podemos recorrer las calles que lo rodean, que vienen a ser lo mismo pero con más clientela autóctona.
Aquí servidor manejó bien la situación y no le dieron apenas la brasa porque: iba solo, no tenía pintas de turista, miraba al suelo desinteresadamente y sin duda daba la imagen (autentica) de alguien que no tiene dinero.
AMBAS FOTOS SON DE LA INTERNEZ
En resumen, el Gran Bazar, uno de los más grandes y antiguos mercados del mundo, un paraíso para las compras, un festival para los sentidos… para visitarlo y punto. Para comprar hay no pocas alternativas mucho mejores y más relajadas.
Al día siguiente tocaba completar la visita a la Mezquita azul y Santa Sofía. Tienen truco. Estate en la entrada 10 minutos antes de que abran y serás el primero, literalmente, ya que en ese momento llegan los autobuses de turistas (apertura a las 8,30). Estate a en punto y prepárate para una fila interminable.
Reconozcámoslo, las mezquitas son de bonitas por fuera lo que no lo son por dentro. La manía de los muslim de no mostrar imágenes de criaturas del señor les deja escaso margen para adornar los templos, que se reducen normalmente a enormes caleidoscopios florales y textos, que, aunque espectaculares a corta distancia saturan la vista del visitante con rapidez.
Lo primero que se recibe al entrar en la Mezquita azul es una bofetada en forma de olor a pieses, aunque seas el primer visitante del día, el primero de miles. La alfombra que cubre toda la superficie destinada a los fieles está impregnada de los sudores de cientos de pies varias veces al día a saber desde hace cuánto, desconozco si semejante alfombra recibe algún tipo de limpieza y desinfección aunque tengo entendido que se sustituyen cuando se estropean por el uso. Ya cuando la estancia se ha llenado de turistas descalzos no es que huela mal, es que el aire se puede pellizcar.
La mezquita azul, aunque espectacular en sus proporciones y hermosa en su decoración de azulejos, dista mucho de competir con su propio exterior y el visitante debe saber que no se pierde gran cosa si no pasa por su interior, en cualquier caso la entrada es gratuita y que coño, ya que estas ahí…
Una frente a la otra. La mezquita azul…
Y frente a ella Santa Sofía…
Santa Sofía es el edificio más famoso de Estambul. Ha estado ahí plantado durante más de 1500 años, pasando de catedral ortodoxa a católica y luego a mezquita para acabar convertida en museo el siglo pasado. Los turcos y en general cualquiera que no hable español la llaman Ayasofya, y alguna vez cometí el error de usar el nombre castellano provocando algún alzamiento de cejas. Otro detalle curioso es que por lo visto esta construida en el punto más alto de Estambul. Yo no lo tengo tan claro después de las vistas panorámicas que disfruté más adelante en mi viaje pero eso me han dicho.
La mezquita/museo abre a las nueve de la mañana, haz la jugada antes mencionada o prepárate a comerte una buena fila. Ojocuidao no vayas un lunes que esta chapada. La entrada son 30 liras *, en mi opinión merece la pena. Ya no recuerdo bien, no sé si hay un museo adyacente por el que pagar otras tantas liras, juraría que sí.
*Nunca está de más avisar que no hay que darle un 100% de confianza a la información que sacamos de internet, como pueda ser este mismo hilo. Por ejemplo en la página más socorrida de información sobre Estambul dice que la entrada son 25 liras, esta desactualizada
Si la mezquita azul es más bonita que Santa Sofía, esta gana en espectacularidad por su tamaño y su interior. Entrar al ahora museo y mirar para arriba a su enorme cúpula es sin duda una experiencia espiritual, pasear por ella en toda su extensión, subir al piso superior, desde donde podemos ver a los turistas como hormiguillas… lástima que tenían montado un enorme andamio en un lateral porque la experiencia perdía bastante, no sé qué puta suerte tengo que siempre que visito algún monumento de talla mundial le tienen puesto un andamio king size.
Al salir caía un sol de justicia, no lo he comentado todavía pero estuve sudando descontroladamente desde el minuto 1 todos los días menos en el tramo final de mi viaje, llegando a momentos realmente incómodos que no tienen chicha como anécdota pero que contaré igualmente porque manda huevos.
Nada mejor que sentarse en los bancos bajo los árboles frente a Santa Sofía con una botella de agua (1 lira) para rebajar los sudores y observar un rato los movimientos de la mayor masa de turistas que haya contemplado nunca. Es una cosa verdaderamente fascinante y también un poco desagradable, uno se da cuenta de que la cosa esta fuera de control cuando espera el tranvía de la línea 1 y cuando llega se queda de cartón (uno mismo y una veintena más de personas) porque el tranvía simplemente no tiene espacio para una sola persona más, y no queda otra que resignarse al siguiente, y observar a los “afortunados” pasajeros como reses empaquetadas en una lata tirada en medio del desierto, al borde del mareo, por mucho aire acondicionado que haya en la moderna línea. O cuando en el paseo marítimo de Eminonu (1) junto al puente Gálata, vemos como la marea acumula cientos de botellines de agua como una enorme colchoneta azul. Pues te jodes, a quien se le ocurre venir en Julio. Nunca mais.
Antes de seguir hablemos un poco de la línea de tranvía 1. A pesar de lo grande que es la ciudad el amigo turista no debe amedrentarse por ello, el moderno tranvía 1 atraviesa o pasa cerca de todos los puntos turísticos principales de la ciudad, desde zonas lejanas* fuera del mapa turístico, atraviesa la calle Yeniceriler, que es una arteria con mucho ambiente y muy concurrida, junto a la que se encuentran de izquierda a derecha el Gran Bazar, el parque Sultanahmet con las dos mezquitas, Topkapi, el puente Gálata, por mencionar solo algunos, terminando junto a la mezquita Dolmabahce, el punto turístico más lejano que tendremos intención de visitar. Luego hablaremos más en profundidad de todo esto. Resumiendo, el tranvía es el rey, muerte al indecoroso TASI.
*Barrios que no nos interesan, excepto si vamos a la estación de autobuses, entonces sí, también se llega, parcialmente, gracias a la línea 1
Donde estaba. Ah sí, tras visitar Santa Sofía hay que continuar con el ABC del paga-paga turco. A ver, Mezquita azul, Santa Sofía, palacio Topkapi… que toca, espera que lo miro.
Las cisternas.
A cuatro zancadas de Santa Sofía tenemos LA CISTERNA, o cisterna Basílica, que se llama. Las cisternas, que había unas cuantas en Estambul, se construían para tener reservas de agua en caso de problemas mayores. Esta concretamente servía para abastecer a un palacio, como no sé cuál es tengo que suponer que era el palacio Topkapi. Es una gran sala subterránea con 336 columnas y algunos palmos de agua para que nos hagamos a la idea, hay una humedad de la hostia y se está bien, pero en mi opinión la visita no merece las 20 liras de la entrada. No hay otra cosa que columnas y un cabezo de medusa por ahí, la gente recorre la estancia por un pasillo elevado, en una esquina hay unos tristes disfrazados así rollo las 1001 noches para que pagando te hagas una foto con ellos, en el agua hay monedas que tira la gente y carpas que habrán puesto para darle algo de empaque al sitio, la mentada cabeza de medusa y nada más. Hace falta que alguien caiga en el error de pagar por esto para que otros puedan hacer caso del aviso y ahorrase el dinero, por lo tanto hacedme caso y no entréis que no vale la pena. Aquí la única foto que se puede hacer en este sitio, ahora vais a Google, ponéis “Estambul cisterna” y veis que sale la foto clonada mil veces.
Que no. Cuando no da, no da.
Para visitar el Bazar de las especias, que está en Eminonu, hay que pillar la línea 1 y bajarse justo enfrente del puente Gálata.
Junto a este mercado está la conocida como mezquita nueva, o mezquita Yuni, una de las más vistosas de la ciudad. También mencionar el parque entre la mezquita y el mercado y sus calles adyacentes, que son zona de mucho ambiente y en donde se puede dar un agradable paseo y cenar por ahí. Aquí la mezquita nueva vista desde el ferri que cogí al día siguiente:
Este mercado sí que mola, este es en el que hay que perderse y gastarse los dineros. El nombre puede llevarnos a engaño, que tenga más número de puestos dedicados a frutos secos, especias o dulces no significa que no tengamos oferta de sobra de cualquier otra cosa, desde pequeñísimos locales de Kebab en los que sentarnos a ver el trasiego de gente hasta bulliciosas calles con lo último en copias de Nike o Armani, pasando por misteriosas callejuelas y pasajes destinados exclusivamente a los trajes y vestidos infantiles para celebraciones, un grotesco espectáculo kitch, por cierto.
Es un gustazo pasear entre los muy auténticos puestos del mercado, con menos turistas y más locales que en el gran bazar, las fosas nasales llenándose del aroma de un millón de especias, la visión de mil variedades de frutos secos y tés desconocidos. Aquí es mucho menos frecuente que los currantes intenten atraer tu atención o que traten de venderte algo antes de que los sobrepases, los precios están mayormente expuestos y por lo tanto se deja poco margen a la negociación, por todo ello os comentaba que este mercado es mucho más apto para las compras.
Al igual que en el gran bazar no hay que dejarse engañar por las medidas que suponemos al mirar un mapa, el edificio del mercado en si no es nada en comparación con la magnitud que adquiere al extenderse por decenas de calles aledañas, empinadas cuestas, lúgubres pasajes, e incontables callejuelas y minúsculos patios que por momentos nos hacen pensar que estamos en un apretado pueblo.
FOTO DE LA INTERNEZ
Cuando ya le hayas dedicado alguna que otra hora a recorrer el lugar que mejor que pasear por el paseo marítimo que recorre el cuerno de oro para llenar el estómago por la vía low cost, o tal vez prefieras apalancarte en uno de los muchos restaurantes tourist-oriented ubicados bajo en puente Gálata.
Esta zona tiene por función alojar el tráfico de ferris turísticos y taxis marítimos que unen 1, 2 y 3 y por ello a cualquier hora del día hay buen ambiente y podemos aprovechar para llenar el buche con la bien conocida comida callejera que no es otra cosa que una serie de ítems que se repiten por todo Estambul y por otras partes de Turquía, de calidad aceptable, baratas y que en realidad son todos poco sorprendentes pero puedes hacer una comida original y diferente por cuatro duros y que menos que probarlos, ya que son tan populares entre locales y turistas, a saber:
-Mazorcas de maíz asadas: Pues eso son, ni más ni menos. En carritos ambulantes a menudo regentados por niños, las leyes laborales para la infancia son laxas aquí.
-Simit: Roscas de pan turcas cubiertas de semillas de sésamo. Tienen menos gracia que un bocadillo de nada con el pan de hace dos días pero los primeros bocados saben bien hasta que empezamos a necesitar empujarlos con agua. Esta la versión sándwich de queso y también le ponen nocilla.
-Zumo de granada: un néctar de los dioses en vaso de plástico que hay que probar si o si, a no ser que no estés en el tiempo, como me pasó a mí, entonces te jodes. Probar el jugo de la granada recién exprimido es algo tan buscado por los turistas que cuando se acaba la temporada de granadas pero todavía algunos afortunados pueden ofrecerlas el precio de un vasito se triplica.
-Castañas asadas: Lo mismo que nos encontramos por las ciudades españolas en invierno, aquí también en verano.
-Bocadillo de caballa: Tal cual, un filete de caballa cocinado a las brasas con alguna hoja de lechuga, cebolla y tal vez tomate, es esta zona donde se encuentran y raro es verlos en otra parte de Estambul.
-Mejillones con limón: Un cucurucho de mejillones aparentemente frescos con unas gotas de limón. No sé por qué tenía muchas ganas de probarlos pero siempre que me los encontré desistí porque sus condiciones de conservación no refrigerados y bajo el sol del verano no me convencían. Sabe dios que un mejillón en mal estado te puede llevar al infierno anal antes de que hayas tragado el siguiente.
-Zumo de naranja: Ya bueno, es que no es ninguna cosa especial, diréis. Ya, pero en Estambul hay puestos de zumo de naranja fresco por todas partes, tal vez para suplir su falta de vitaminas…
Pasa que me da la impresión de que comen muy poca fruta. Posiblemente tenga una imagen errónea pero de los dos supermercados que he visto por dentro uno no tenía fruta, o no la vi, y el otro todo lo que ofrecía era un racimo de plátanos en el punto perfecto para tirarlos a la basura. Eso sí, una pared entera para galletitas industriales, de esas tienes a patadas en cualquier comercio, deben de tener vicio con las galletitas. En una tienda de barrio compré manzanas y ciruelas, las segundas estaban ok, pero las manzanas eran literalmente incomestibles, cuatro bocados y al quinto creía que echaba la pota, intragables.
Mención especial a productos no callejeros…
-Helados tradicionales: ¿Nunca habéis visto esos puestos de helados en los que los pavos van vestidos como Aladin y le dan mil vueltas al helado y al cucurucho y pegan muchas voces y si tienen un día bueno le hacen unos malabares al cliente? Check...
-Dulces turcos: Una enorme variedad de ellos, en los mercados atraen la vista del visitante y llaman a gritos para que los compres. Son populares las delicias turcas, o lokum, que se venden en muchos lugares, incluso en pastelerías exclusivas. Desconozco cuantas variedades o preparaciones hay del lokum, pero lo más representativo son estos bloques cuadrados o redondos que se amasan en largas tiras gomosas con consistencia de dildo, y que se venden en porciones, de forma que puedes elegir un taco o dos de varios sabores y tomártelos con té en el propio local o llevártelos. Su consistencia gomosa se debe a la gelatina, la maicena y el azúcar, y casi todos llevan por contenido pistachos en gran cantidad. Sus combinaciones son numerosas. Por ejemplo, gelatina de manzana (más los pistachos, o avellanas, por ejemplo) recubierta de lascas de chocolate negro. De piña rebozado de frutos rojos. De piña cubierto de láminas de almendra… es tan obligatorio probar algunos de estos sabores como probar el baklava o el auténtico kebab turco. En las imágenes, lokum en su forma original y lokum en dados variados:
-Baklava: El postre turco por excelencia, a base de una pasta de nueces, junto con masa filo y miel o almíbar. Una sola vez lo probé, no daba un duro por ello pero fue metérmelo en la boca y los ojos hacerme chiribitas, delicioso en extremo. En la imagen, típico puesto de dulces y frutos secos, en primer plano, baklava.