linfocito_A
Forero del todo a cien
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- 1 Sep 2004
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Todo ocurrió aquella sombría tarde de Mayo, en la que a pesar del oscuro manto nuboso, no arrancaba a llover.
La ciudad se encontraba sumida en una extraña desidia que se manifestaba en calles desiertas, amenizadas por el dinamismo de bolsas de Mercadona cimbreándose al compás del viento.
Había quedado, y como iba mal de tiempo, decicí arriesgarme y atajé por las 3000 (que no 300, golosón ;) ). Empecé a preocuparme: ni rastro de gitanos, chusma u otro tipo de especímenes indeseables de los que habitan en esa zona maldita.
Llegué al mismo corazón de las 3000, en la mismísima Calle Madre del Cristo. Justo en aquel momento, un rayo surcó el cielo sobre mi cabeza, y la apoteosis se hizo carne. Cientos de criaturas surgidas de las más reconocidas películas de terror (28 días después, Underworld, Van Helsing, Los bingueros) comenzaron a surgir como orcos de todos lados y se arremolinaron a mi alrededor.
Comencé a rezar lo primero que me vino a la lengua, las grandes plegarias que nuestra herencia cultural nos ha legado:
"Ese Betis Betis Betis Betis oéeeeeeeeeeee!!
Ese Betis Betis Betis Betis oéeeeeeeeeeee!!"
y también
"Betis musho Betis, en el mundo lo que más quiero.
Luz en la mañana y en la noche quejío y quiebro."
Pero no sucedió nada
Bajé la mirada, y allí estaban todos de rodillas, adorándome. Miré al cielo encapotado y descubrí que sobre mi cabeza pendía, como una corona santificadora, un rayo de luz circular que me erigía en un nuevo Dios, una reencarnación del mismísimo Cristo (el lugar no podía ser el más indicado: sin duda era una Seña!).
Alcé mi brazo derecho, y los bauticé a todos, librándolos así de sus culpas. Aquellas criaturas aberrantes transmutaron a seres celestiales más dignos de comparación con Don Manuel que con los orcos del señor de los anillos. Y en silencio, constreñidos, se alejaron tan rápido como habían aparecido, en un silencio que demostraba que el milagro se había cumplido.
Ahora me encuentro ENMENDANDO. Corrigiendo los errores de mi padre, el santísimo, haciendo proselitismo entre los más necesitados, librando de sus pecados a las putas del carrefur de montequinto, desenganchando de su adicción a los yonkos de la florida, cepillando las crines de los burros que los gitanos atan en la rotonda de la carretera de su eminencia...
:121Amén
La ciudad se encontraba sumida en una extraña desidia que se manifestaba en calles desiertas, amenizadas por el dinamismo de bolsas de Mercadona cimbreándose al compás del viento.
Había quedado, y como iba mal de tiempo, decicí arriesgarme y atajé por las 3000 (que no 300, golosón ;) ). Empecé a preocuparme: ni rastro de gitanos, chusma u otro tipo de especímenes indeseables de los que habitan en esa zona maldita.
Llegué al mismo corazón de las 3000, en la mismísima Calle Madre del Cristo. Justo en aquel momento, un rayo surcó el cielo sobre mi cabeza, y la apoteosis se hizo carne. Cientos de criaturas surgidas de las más reconocidas películas de terror (28 días después, Underworld, Van Helsing, Los bingueros) comenzaron a surgir como orcos de todos lados y se arremolinaron a mi alrededor.
Comencé a rezar lo primero que me vino a la lengua, las grandes plegarias que nuestra herencia cultural nos ha legado:
"Ese Betis Betis Betis Betis oéeeeeeeeeeee!!
Ese Betis Betis Betis Betis oéeeeeeeeeeee!!"
y también
"Betis musho Betis, en el mundo lo que más quiero.
Luz en la mañana y en la noche quejío y quiebro."
Pero no sucedió nada
Bajé la mirada, y allí estaban todos de rodillas, adorándome. Miré al cielo encapotado y descubrí que sobre mi cabeza pendía, como una corona santificadora, un rayo de luz circular que me erigía en un nuevo Dios, una reencarnación del mismísimo Cristo (el lugar no podía ser el más indicado: sin duda era una Seña!).
Alcé mi brazo derecho, y los bauticé a todos, librándolos así de sus culpas. Aquellas criaturas aberrantes transmutaron a seres celestiales más dignos de comparación con Don Manuel que con los orcos del señor de los anillos. Y en silencio, constreñidos, se alejaron tan rápido como habían aparecido, en un silencio que demostraba que el milagro se había cumplido.
Ahora me encuentro ENMENDANDO. Corrigiendo los errores de mi padre, el santísimo, haciendo proselitismo entre los más necesitados, librando de sus pecados a las putas del carrefur de montequinto, desenganchando de su adicción a los yonkos de la florida, cepillando las crines de los burros que los gitanos atan en la rotonda de la carretera de su eminencia...
:121Amén
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