Edito: Me extraña que ningún nancy del phoroc sacara ayer a ondear la esvástica conmemorando el 77 aniversario del primer cacharro humano en llegar al espacio, que fue obra suya...
El nacimiento de la Era Espacial: el Sputnik vs. la V-2
Por Daniel Marín, el 6 octubre, 2019. Categoría(s):
Astronáutica ✎ 9
El pasado 4 de octubre se celebró el 62º aniversario del lanzamiento del PS-1 (
Prosteishi Sputnik 1), más conocido simplemente como
Sputnik, el primer satélite artificial de la humanidad. Este suceso se considera además el inicio de la Era Espacial, pero lo cierto es que en los últimos años hemos hemos sido testigos de un movimiento cada vez más insistente que quiere otorgar este honor al primer lanzamiento exitoso del misil alemán A-4. A mi modo de ver, este intento de reescribir la historia no solo es injusto, sino que transmite un mensaje erróneo a la hora de entender cómo se accede al espacio. Veamos por qué.
El primer satélite artificial de la historia, el PS-1 o Sputnik.
El misil A-4, también conocido como V-2, supuso un salto de gigante en el diseño de cohetes. Después de la Segunda Guerra Mundial sería usado por los Estados Unidos y la Unión Soviética como punto de partida para desarrollar sus respectivos programas de misiles balísticos. El A-4, diseñado por el legendario Wernher von Braun, era un misil increíblemente avanzado y grande para su época. No obstante, sus inicios fueron complicados. El primer vuelo con éxito fue en realidad el cuarto lanzamiento. En este vuelo, que tuvo lugar el 3 de octubre de 1942, el misil con el número de serie V-4 alcanzó 84,5 kilómetros de altura, muy cerca del límite de 100 kilómetros que se considera el límite actual del espacio y muy por encima de la frontera de las 50 millas que durante muchos años fue la frontera del espacio para la NASA y la USAF.
Un misil A-4 (V-2) en el Museo de la Guerra de Londres (Eureka).
Al día siguiente de este lanzamiento, el general de la Wehrmacht Walter Dornberger, el superior de von Braun en Peenemünde, afirmó que la humanidad había alcanzado el espacio y que ese día sería recordado para la posteridad. Entonces, ¿por qué no debemos considerar este lanzamiento el origen de la Era Espacial? Ante todo, hay que dejar claro que no es solo una cuestión de números. El misil V-4 no superó los 100 kilómetros de altura, pero el V-177, lanzado el 20 de junio de 1944, sí que lo hizo (alcanzó un apogeo de 174 kilómetros). O sea, si no nos gusta el lanzamiento de octubre de 1942, siempre podemos recurrir a este último para reivindicar el papel espacial del A-4. Tampoco se trata de que el A-4 fuese un arma y el Sputnik un satélite «civil». Al fin y al cabo, el Sputnik fue lanzado por el misil soviético R-7 Semiorka, el primer misil balístico intercontinental de la historia. La primera objeción es que las distintas fronteras «oficiales» del espacio —todas ellas más o menos subjetivas— no fueron establecidas hasta muchos años más tarde. Pero, evidentemente, eso no quita para que el V-4 o el V-177 puedan ser considerados lanzamientos «espaciales» según los criterios actuales.
Diorama de un misil A-4 y su infraestructura de lanzamiento móvil (Eureka).
La diferencia más obvia es que el A-4 solo seguía trayectorias suborbitales y, aunque superó la frontera del espacio esporádicamente, nunca estuvo cerca de alcanzar las velocidades necesarias para situar un objeto en órbita. Pero, por encima de todo, la diferencia fundamental es que el A-4 jamás formó parte de ningún programa concreto para alcanzar el espacio o investigar la atmósfera superior desde el punto de vista científico. El régimen nazi financió el desarrollo y construcción del misil A-4 con el único objetivo de que fuese un arma altamente destructiva (por suerte, solo podía llevar un máximo de 900 kg de explosivos). Cierto es que, afortunadamente, nunca fue un arma muy efectiva en relación a su enorme coste. Los más de tres mil misiles A-4 que se lanzaron durante la guerra mataron a miles de personas, sobre todo civiles británicos. Una cifra espantosa, sin duda, pero que palidece en comparación con los casi veinte mil prisioneros del campo de concentración Mittelbau-Dora que fallecieron mientras se dedicaban a fabricar misiles A-4 en las instalaciones de Mittelwerk en condiciones infrahumanas como mano de obra esclava.
Von Braun (en el centro, con ropas de civil) y Dornberger (primera fila a la izquierda) junto con otros altos mandos de la Wehrmacht en Peenemünde (Wikipedia).
Por contra, el lanzamiento del Sputnik no fue un hecho aislado, sino que supuso el inicio de un ambicioso programa espacial a cargo de la oficina de diseño OKB-1 de Serguéi Koroliov que incluía satélites científicos, sondas a otros planetas, satélites militares y naves espaciales tripuladas. Por consiguiente, el misil A-4 puede que fuese el primer ingenio humano en superar la barrera del espacio, pero es un tanto aventurado decir que «inauguró la Era Espacial». Alcanzar el «espacio» no es solo una cuestión de llegar a la suficiente altura o estar en condiciones de vacío. La Estación Espacial Internacional puede que solo esté a 400 kilómetros sobre nuestras cabezas, pero lo importante es que está en órbita y, por tanto, casi está fuera del profundo pozo gravitatorio de nuestro planeta. Lanzar un objeto en un vuelo suborbital puede ser más o menos sencillo en virtud de su masa, trayectoria y otros factores. Sin embargo, una vez en órbita ya tienes el 75% de la energía necesaria para abandonar la Tierra. Y eso por no hablar del innumerable número de aplicaciones que tienen los satélites artificiales hoy en día.
Modelo a tamaño real del Sputnik en el Museo de la Cosmonáutica de Moscú (Eureka).
En definitiva, no se trata de menospreciar el papel que jugó el misil A-4 en la historia de la astronáutica. Nadie niega que fue un factor fundamental que, junto con el comienzo de la Guerra Fría, hizo posible situar un satélite artificial en 1957 y no varias décadas más tarde. Al contrario, se trata de reivindicar el papel del Sputnik en la historia moderna. El Sputnik no solo fue el primer satélite artificial de la historia —y no olvidemos la etapa central del misil R-7 que lo lanzó, que también alcanzó la órbita—, sino que marcó el inicio de una época caracterizada por el uso y exploración del espacio por parte de la humanidad, un uso que ha continuado de forma ininterrumpida hasta la actualidad. Para que nos entendamos, el vuelo suborbital del A-4 de 1942 fue el equivalente espacial de los viajes a Norteamérica que realizaron los vikingos a partir del siglo X. Fueron los primeros europeos modernos en llegar al continente americano, sí, pero su aventura careció de continuación en el tiempo.
Lanzamiento de un A-4 (Wikipedia).
Así, es perfectamente lícito, y técnicamente correcto, considerar el lanzamiento del A-4 de 1944 como el primer «vuelo espacial» en tanto en cuanto superó la frontera subjetiva del espacio. Pero otra cosa distinta, por paradójico que pueda parecer, es que ese suceso sea considerado como el inicio la Era Espacial. Ciertamente, puede que dentro de un par de siglos esta distinción no sea relevante, pero hoy por hoy creo que sí lo es. Es obvio que este debate acerca del carácter espacial del misil A-4 ha cobrado fuerza a raíz de la aparición de numerosas iniciativas de turismo suborbital como un intento, más o menos consciente, de resaltar la importancia de este tipo de misiones. Pero, por otro lado, algo me dice que si el primer satélite artificial de la historia hubiese sido el
Vanguard TV3 este debate sobre el inicio de la era espacial no existiría.
Monumento al Sputnik junto a la Rampa de Gagarin en Baikonur (Eureka).