stavroguin 11
Clásico
- Registro
- 14 Oct 2010
- Mensajes
- 3.780
- Reacciones
- 2.828
Empezaré con una alegoría: noche veraniega perfecta; a través de la ventana abierta nos llega el rumor apagado de las olas, nuestro cerebro aun se recrea en las impresiones del día, calientes cual hogaza recién horneada, el sueño nos vence lentamente, pero antes de caer en él notamos una pequeña molestia. Empieza por un zumbido casual en la oreja no apoyada en la almohada. Luego, de súbito, una comezón en cualquier lugar de la piel no cubierta por las sábanas; sigue un zumbido más fuerte. Nos rendimos a la evidencia: un puto mosquito acaba de arruinarnos la noche. Encendemos varias veces la luz sin localizarlo, no tenemos insecticida a mano, nos tapamos con la sábana hasta el cuero cabelludo, pero al menos despiste, zumbido y picotazo. Acabamos por localizarlo en la cabecera y lo aplastamos de un golpe seco, dejando una asquerosa mancha de sangre en la pared.
Un buen amigo hace esa función en las reuniones sociales que lo incluyen. Empiezo por decir que, aparte de la peculiaridad que lo adorna y que ahora voy a relatar, es un tipo intachable. Generoso, preocupado cuando uno está enfermo o no da señales de vida una temporada, buen padre, marido, hijo y amigo, he compartido mesa y mantel rodeado de toda su familia en bastantes ocasiones señaladas, y nunca se me ocurriría prescindir de su amistad. No tiene malicia, no es interesado, no molesta conscientemente, no es tóxico, cotilla ni avaricioso.
El defecto que posee es éste: en las reuniones que hacemos periódicamente entre cuatro o cinco amigos, empieza muy bien, alegre, ingenioso y buen conversador. Pero en un momento dado, le entra arena en el engranaje y hace lo siguiente: se obsesiona con una idea fija y la repite una y otra vez, hasta el hastío y la náusea más profunda. En una ocasión, paseando por Portugal después de comernos un buen bacalao, se le metió en la quijotera la idea de comprarse una gorra, y nos obligó a recorrer un mercadillo durante más de dos horas, parando en todos los puestos, probándose docenas de ellas y marchándose sin comprar ninguna. En otra se empeñó en que un dolor brusco en el talón le impedía caminar, y lo repitió docenas de veces como un autómata, arruinando lo que estaba siendo un perfecto día de playa.
Al principio la cosa me desquiciaba, si bien siempre tuve el autocontrol suficiente para no explotar con un comentario destemplado. Luego me acostumbré a oirlo como quien oye llover, contestando cualquier tontería a su reiteración insufrible. Finalmente, llegó el sentido del humor, al comentarlo con otro amigo, con el que llegué a perder un envite: aposté a que la monomanía no pasaría de 35, pero llegó a repetir 47 veces que un lunar del brazo derecho se estaba poniendo más oscuro y le picaba con el sol.
Como tengo algún conocimiento de Psiquiatría, llegué a pensar que podía ser un transtorno obsesivo, pero no tiene ningún rasgo más que refuerce esa teoría. Simplemente, es una peculiaridad de su personalidad, por lo demás muy rica en virtudes, que aflora en momentos concretos: reuniones entre amigos, cuando lleva un rato habiendo buen ambiente y al resto de la gente le resultaría inoportuno o imposible marcharse y perderse su actuación.
Si quieren contar sus historias de esas personas que conocen, buena gente pero con un defectillo insufrible, este hilo puede ser un buen sitio.
Un buen amigo hace esa función en las reuniones sociales que lo incluyen. Empiezo por decir que, aparte de la peculiaridad que lo adorna y que ahora voy a relatar, es un tipo intachable. Generoso, preocupado cuando uno está enfermo o no da señales de vida una temporada, buen padre, marido, hijo y amigo, he compartido mesa y mantel rodeado de toda su familia en bastantes ocasiones señaladas, y nunca se me ocurriría prescindir de su amistad. No tiene malicia, no es interesado, no molesta conscientemente, no es tóxico, cotilla ni avaricioso.
El defecto que posee es éste: en las reuniones que hacemos periódicamente entre cuatro o cinco amigos, empieza muy bien, alegre, ingenioso y buen conversador. Pero en un momento dado, le entra arena en el engranaje y hace lo siguiente: se obsesiona con una idea fija y la repite una y otra vez, hasta el hastío y la náusea más profunda. En una ocasión, paseando por Portugal después de comernos un buen bacalao, se le metió en la quijotera la idea de comprarse una gorra, y nos obligó a recorrer un mercadillo durante más de dos horas, parando en todos los puestos, probándose docenas de ellas y marchándose sin comprar ninguna. En otra se empeñó en que un dolor brusco en el talón le impedía caminar, y lo repitió docenas de veces como un autómata, arruinando lo que estaba siendo un perfecto día de playa.
Al principio la cosa me desquiciaba, si bien siempre tuve el autocontrol suficiente para no explotar con un comentario destemplado. Luego me acostumbré a oirlo como quien oye llover, contestando cualquier tontería a su reiteración insufrible. Finalmente, llegó el sentido del humor, al comentarlo con otro amigo, con el que llegué a perder un envite: aposté a que la monomanía no pasaría de 35, pero llegó a repetir 47 veces que un lunar del brazo derecho se estaba poniendo más oscuro y le picaba con el sol.
Como tengo algún conocimiento de Psiquiatría, llegué a pensar que podía ser un transtorno obsesivo, pero no tiene ningún rasgo más que refuerce esa teoría. Simplemente, es una peculiaridad de su personalidad, por lo demás muy rica en virtudes, que aflora en momentos concretos: reuniones entre amigos, cuando lleva un rato habiendo buen ambiente y al resto de la gente le resultaría inoportuno o imposible marcharse y perderse su actuación.
Si quieren contar sus historias de esas personas que conocen, buena gente pero con un defectillo insufrible, este hilo puede ser un buen sitio.
Última edición: