LeChuck
Freak total
- Registro
- 18 Ago 2010
- Mensajes
- 17.219
- Reacciones
- 16.308
Cuando yo veía videos y leía artículos chupis de blogs sobre todos estos países del sudeste asiático me transmitían una imagen de parque de atracciones para occidentales en los cuales cualquier cosa era posible. Te los pintan de tal manera que te parece que un viaje a esos países será un maratón de comida exótica, chicas fáciles (o al menos baratas) y multitud de aventuras libres de consecuencias. A Tailandia se va soltero o no se va, dicen algunos. Filipinas te cambia la vida tío, dicen otros.
Yo no me tragaba el anzuelo, por supuesto. Uno ya ha viajado un poco y sabe que si realmente tu experiencia en un país es demasiado bonita es porque has ido a parar a una burbuja diseñada a tu medida y no estás viendo absolutamente nada del país que pretendías visitar. No ignoro que son países en vías de desarrollo con gran parte de sus habitantes viviendo con un pie en la pobreza.
En cualquier caso, después de dar unas cuantas vueltas por Europa, siendo Turquía lo más exótico que había pisado, tenía ganas de buscar otras experiencias. Aunque no sea el paraíso, seguro que es una experiencia radicalmente diferente, pensaba yo de Vietnam, mi primer viaje a Asia.
Lo que no sospechaba era que resultaría una experiencia tan agotadora y tan llena de sentimientos encontrados. Sí. Vietnam es un país extenuante, al menos para viajar solo.
Yo sabía que iba a ser duro. Que solo yo era el responsable de toda la logística, de los papeleos, de los aviones, trenes, autobuses, hostales, hoteles, cambio de moneda, que no tendría ni un día para desconectar de todas estas tareas obligatorias. 19 días completos en el país, cruzándolo de sur a norte (para volver al sur de nuevo) sin descansar, ni físicamente ni mentalmente.
Al volver a casa me pregunto cómo puede haber tanta gente que viaja durante meses por el sudeste asiático sin morir en el intento. Algo por lo que yo daría un brazo por poder hacer algún día. Supongo que la respuesta es que Vietnam es peculiar.
Vietnam es un país grande. Casi todo el mundo lo recorre de norte a sur o al revés, y lo lógico es comprar el billete de ida a un extremo y el de vuelta al otro. Por algún motivo que no comprendo esa opción disparaba el precio del billete como si comprase dos. Por lo tanto tuve que resignarme a volar a la capital del sur, Ho Chi Minh, viajar hasta el norte y regresar al sur para coger el avión de vuelta a casa. Esta era la única opción que permitía un precio del billete razonable.
El viaje es criminal. Cuatro horas de autobús de mi ciudad a Barajas. Varias horas de espera. Un vuelo con Qatar Airways de 7 horas y media hasta Doha, dos horas de espera, y otro vuelo de la misma duración hasta Ho Chi Minh. Para cuando llegas estas deshecho, pero antes de poder descansar te encuentras con un largo formulario y una sala de espera llena de turistas a la espera de que les tramiten el visado. Con suerte en una hora sales por la puerta.
Antes de abandonar la terminal, buscando un cajero para pagar un taxi, me encontré con numerosos vendedores de SIM locales. El caso es que con una compañía española no vas a tener servicio en el móvil en Vietnam. Ni llamadas ni internet. Por lo tanto es buena idea comprar una.
Yo, la verdad es que no pensaba haber comprado una. En una decisión poco sopesada me dije a mi mismo que no necesitaba llamar a nadie y que con el internet tendría suficiente (por alguna razón creía que tendría internet pero no cobertura. Y que eso era suficiente). Cuando vi en la terminal que no tenía servicio de internet fui a uno de los mostradores y adquirí una SIM que daba servicio ilimitado de internet móvil durante toda mi estancia, pero no llamadas. El precio era 180.000 dong (6,67 €). Luego me arrepentiría de no haber pagado un poquito más por las llamadas.
La primera sensación que recuerdo y recordaré siempre de Vietnam fue la hostia a mano abierta de calor al salir de la terminal. Un calor que no había sentido nunca antes, pesado, denso.
Realmente las temperaturas no son muy diferentes de las que tenemos en España en verano. De 30 a 37 grados. Lo que marca la diferencia es la tremenda humedad.
Mi primer y mejor consejo para futuros visitantes es que no se debe viajar en agosto. El calor fue una losa casi todos los días del viaje. NO VIAJEIS EN AGOSTO.
---
Hay dos líneas de taxi con algo de fiabilidad (imaginaos el resto). Vinasun y Mai Linh. Se reconocen por sus colores. Blanco y verde respectivamente.
Debo reconocer que a mí me la metieron doblada ya a la primera. Me monté en un taxi de Mai Linh y de primeras el taxímetro estaba apagado. Hay que exigir siempre que lo enciendan. Yo pequé de blando y primo y simplemente pregunté ya dentro del taxi cuanto costaba el viaje.
250.000 d. (9,26 €) me dijo el tipo. Comprobé el cambio en una app y me pareció correcto. En Madrid por el mismo trayecto pagas el doble y yo estaba hecho trizas del viaje. Solo quería descansar.
A pesar de su impresionante desarrollo económico actual, incluso las clases medias viven con poco, y los turistas son vistos como adinerados visitantes a los que se les puede pedir mucho más que a los locales -o timar, directamente-, como detallaré llegado el momento.
Una de las cosas más chocantes de Vietnam, y lo que yo observaba a través de la ventanilla, es la cantidad de motos que hay. En Ho Chi Minh (antigua Saigón) hay 7 millones de habitantes y 6 millones de motos. Coches solo hay 500.000, por razones que expondré superficialmente luego, si me acuerdo.
Una vez superada la sorpresa inicial se vuelve completamente normal ver a cuatro personas en una moto, o el transporte de mercancías enormemente voluminosas, el circular sin casco a pesar de ser obligatorio, alguna moto circulando en dirección contraria, llevar a un bebé sobre las rodillas o de pie sobre el asiento entre ambos progenitores, etc. El tráfico y la relación con el peatón merece un bloque aparte.
Una vez descargado y duchado me dispuse a explorar Saigón. El choque cultural es grande. Es como aterrizar en un planeta desconocido. Reconocemos todos los elementos del entorno, pero todo es diferente al mismo tiempo. Las voces, los sonidos, los olores. O el tráfico.
Los semáforos se ven solo por el centro de las ciudades, y no se respetan demasiado. Digo esto porque basta llegar a nuestro primer cruce vietnamita para encontrarnos con una de las grandes peculiaridades del país.
En Vietnam hay que aprender de nuevo a cruzar la calle. Aquí se cruza la calle -no necesariamente por los pasos de cebra- caminando despacio, mirando a los vehículos que vienen, nunca parando en seco, ni retrocediendo o pegando una zancada hacia adelante. A los coches, autobuses y camiones se les cede el paso. Las motos nos lo cederán a nosotros. Debemos dejar clara la dirección que llevamos, sin sorpresas. Y entonces se obra el milagro. Como el salto de fe en Indiana Jones y la última cruzada, debemos dejar a un lado nuestros miedos y avanzar con convicción. Entonces veremos con asombro como las motos nos esquivan, y paso a paso vamos cruzando la calle sin que se nos lleven por delante.
Con el tiempo se vuelve una tarea rutinaria, y no le damos mayor importancia. E incluso nos damos el placer de cruzar mirando al frente. Una pequeña dosis de emoción.
Lo que no hay que hacer nunca es olvidar las reglas, o el tráfico vietnamita te recordará donde estas y cual es tu posición en la cadena vial. NO tenemos prioridad sobre los vehículos grandes.
Joder. No soy capaz de empezar estos hilos sin enrollarme sin control. Próximamente más fotos y menos cháchara.
Yo no me tragaba el anzuelo, por supuesto. Uno ya ha viajado un poco y sabe que si realmente tu experiencia en un país es demasiado bonita es porque has ido a parar a una burbuja diseñada a tu medida y no estás viendo absolutamente nada del país que pretendías visitar. No ignoro que son países en vías de desarrollo con gran parte de sus habitantes viviendo con un pie en la pobreza.
En cualquier caso, después de dar unas cuantas vueltas por Europa, siendo Turquía lo más exótico que había pisado, tenía ganas de buscar otras experiencias. Aunque no sea el paraíso, seguro que es una experiencia radicalmente diferente, pensaba yo de Vietnam, mi primer viaje a Asia.
Yo sabía que iba a ser duro. Que solo yo era el responsable de toda la logística, de los papeleos, de los aviones, trenes, autobuses, hostales, hoteles, cambio de moneda, que no tendría ni un día para desconectar de todas estas tareas obligatorias. 19 días completos en el país, cruzándolo de sur a norte (para volver al sur de nuevo) sin descansar, ni físicamente ni mentalmente.
Al volver a casa me pregunto cómo puede haber tanta gente que viaja durante meses por el sudeste asiático sin morir en el intento. Algo por lo que yo daría un brazo por poder hacer algún día. Supongo que la respuesta es que Vietnam es peculiar.
Vietnam es un país grande. Casi todo el mundo lo recorre de norte a sur o al revés, y lo lógico es comprar el billete de ida a un extremo y el de vuelta al otro. Por algún motivo que no comprendo esa opción disparaba el precio del billete como si comprase dos. Por lo tanto tuve que resignarme a volar a la capital del sur, Ho Chi Minh, viajar hasta el norte y regresar al sur para coger el avión de vuelta a casa. Esta era la única opción que permitía un precio del billete razonable.
El viaje es criminal. Cuatro horas de autobús de mi ciudad a Barajas. Varias horas de espera. Un vuelo con Qatar Airways de 7 horas y media hasta Doha, dos horas de espera, y otro vuelo de la misma duración hasta Ho Chi Minh. Para cuando llegas estas deshecho, pero antes de poder descansar te encuentras con un largo formulario y una sala de espera llena de turistas a la espera de que les tramiten el visado. Con suerte en una hora sales por la puerta.
Antes de abandonar la terminal, buscando un cajero para pagar un taxi, me encontré con numerosos vendedores de SIM locales. El caso es que con una compañía española no vas a tener servicio en el móvil en Vietnam. Ni llamadas ni internet. Por lo tanto es buena idea comprar una.
Yo, la verdad es que no pensaba haber comprado una. En una decisión poco sopesada me dije a mi mismo que no necesitaba llamar a nadie y que con el internet tendría suficiente (por alguna razón creía que tendría internet pero no cobertura. Y que eso era suficiente). Cuando vi en la terminal que no tenía servicio de internet fui a uno de los mostradores y adquirí una SIM que daba servicio ilimitado de internet móvil durante toda mi estancia, pero no llamadas. El precio era 180.000 dong (6,67 €). Luego me arrepentiría de no haber pagado un poquito más por las llamadas.
La primera sensación que recuerdo y recordaré siempre de Vietnam fue la hostia a mano abierta de calor al salir de la terminal. Un calor que no había sentido nunca antes, pesado, denso.
Realmente las temperaturas no son muy diferentes de las que tenemos en España en verano. De 30 a 37 grados. Lo que marca la diferencia es la tremenda humedad.
Mi primer y mejor consejo para futuros visitantes es que no se debe viajar en agosto. El calor fue una losa casi todos los días del viaje. NO VIAJEIS EN AGOSTO.
---
Hay dos líneas de taxi con algo de fiabilidad (imaginaos el resto). Vinasun y Mai Linh. Se reconocen por sus colores. Blanco y verde respectivamente.
Debo reconocer que a mí me la metieron doblada ya a la primera. Me monté en un taxi de Mai Linh y de primeras el taxímetro estaba apagado. Hay que exigir siempre que lo enciendan. Yo pequé de blando y primo y simplemente pregunté ya dentro del taxi cuanto costaba el viaje.
250.000 d. (9,26 €) me dijo el tipo. Comprobé el cambio en una app y me pareció correcto. En Madrid por el mismo trayecto pagas el doble y yo estaba hecho trizas del viaje. Solo quería descansar.
A pesar de su impresionante desarrollo económico actual, incluso las clases medias viven con poco, y los turistas son vistos como adinerados visitantes a los que se les puede pedir mucho más que a los locales -o timar, directamente-, como detallaré llegado el momento.
Una de las cosas más chocantes de Vietnam, y lo que yo observaba a través de la ventanilla, es la cantidad de motos que hay. En Ho Chi Minh (antigua Saigón) hay 7 millones de habitantes y 6 millones de motos. Coches solo hay 500.000, por razones que expondré superficialmente luego, si me acuerdo.
Una vez superada la sorpresa inicial se vuelve completamente normal ver a cuatro personas en una moto, o el transporte de mercancías enormemente voluminosas, el circular sin casco a pesar de ser obligatorio, alguna moto circulando en dirección contraria, llevar a un bebé sobre las rodillas o de pie sobre el asiento entre ambos progenitores, etc. El tráfico y la relación con el peatón merece un bloque aparte.
Una vez descargado y duchado me dispuse a explorar Saigón. El choque cultural es grande. Es como aterrizar en un planeta desconocido. Reconocemos todos los elementos del entorno, pero todo es diferente al mismo tiempo. Las voces, los sonidos, los olores. O el tráfico.
Los semáforos se ven solo por el centro de las ciudades, y no se respetan demasiado. Digo esto porque basta llegar a nuestro primer cruce vietnamita para encontrarnos con una de las grandes peculiaridades del país.
En Vietnam hay que aprender de nuevo a cruzar la calle. Aquí se cruza la calle -no necesariamente por los pasos de cebra- caminando despacio, mirando a los vehículos que vienen, nunca parando en seco, ni retrocediendo o pegando una zancada hacia adelante. A los coches, autobuses y camiones se les cede el paso. Las motos nos lo cederán a nosotros. Debemos dejar clara la dirección que llevamos, sin sorpresas. Y entonces se obra el milagro. Como el salto de fe en Indiana Jones y la última cruzada, debemos dejar a un lado nuestros miedos y avanzar con convicción. Entonces veremos con asombro como las motos nos esquivan, y paso a paso vamos cruzando la calle sin que se nos lleven por delante.
Con el tiempo se vuelve una tarea rutinaria, y no le damos mayor importancia. E incluso nos damos el placer de cruzar mirando al frente. Una pequeña dosis de emoción.
Lo que no hay que hacer nunca es olvidar las reglas, o el tráfico vietnamita te recordará donde estas y cual es tu posición en la cadena vial. NO tenemos prioridad sobre los vehículos grandes.
Joder. No soy capaz de empezar estos hilos sin enrollarme sin control. Próximamente más fotos y menos cháchara.
Última edición por un moderador: