Hola, amigos
Por cuestiones laborales he estado una semana en Buenos Aires, capital de la Argentina, ese país de políticos corruptos lleno de gentuza con acento argentino. Imagináos qué infierno.
Apenas si he podido visitar nada allí, pero lo que sí que pude hacer, porque estaba literalmente enfrente de mi hotel, fue visitar el cementerio de la Recoleta, y he decir que es un sitio bellísimo y emocionante. Una maravilla que le da cien patadas a otros en los que he estado, sin duda más bonito que los famosos cementerios parisinos, que también son una maravilla, pero este es distinto. Está configurado como una pequeña ciudad ortogonal dentro de la ciudad, con sus calles y plazas y manzanas
(vista satelital de Google, el resto de las fotos son mías)
y en él no hay tal cosa como tumbas en el suelo, ni nichos. Consiste en lo que llaman "cúpulas", que no son sino mini templos, mini casitas, cada una de un estilo diferente, todas, absolutamente todas, bonitas, cada uno en su estilo.
No hay una fea, no hay una que no llame la atención, no hay una que no merezca la pena. Las limpias y brillantes por limpias y brillantes, las viejas y ajadas por viejas y ajadas, las distintas por serlo. Hay más de cuatro mil, por lo visto
El cementerio, además, es la casa de multitud de gatos, que viven en él y pasean por sus calles:
Los enterramientos no son tales. El ataúd, o los ataúdes, o las urnas, o los ataúdes y las urnas, están dentro de estas cúpulas. A la vista, se ven desde fuera en la mayoría de los casos. Incluso, metiendo la mano por entre los barrotes de las rejas de la puerta, se pueden tocar:
En otros casos el ataúd está dentro de alguna especie de altar, o bajo una sepulcro, o dentro de la base de una estatua, o un piso inferior, pero no enterrados en la tierra.
En algunos casos sí hay nichos, porque el diseño de la cúpula permite tanto las tumbas dentro de ellas como en esta forma
Es verdaderamente sobrecogedor ver los ataúdes desde la puerta y pensar que dentro de ellos hay un cadáver, unos huesos, los restos de alguna mujer hermosa. Es curioso, pero cuando vemos una calavera nunca jamás suponemos que pudo pertenecer a una mujer, ¿verdad? Algunos ataúdes están relucientes, adornados con metálicas asas que brillan; los hay de madera labrada, otros son más bien sencillos, otros están gastados por el tiempo, por la humedad, por la dejadez, carcomidos. Algunos desvencijados, incluso dejando ver los restos mortales de alguien desde el exterior.
Algunas cúpulas hace ya muchos años que no las visita nadie, que nadie las cuida, que nadie las limpia, y el tiempo hace estragos en ellas y en sus habitantes. La naturaleza las va invadiendo. También, lamentablemente, algunas acumulan basura en su interior.
En otras, los adornos interiores, los altares erigidos en su día para honrar la memoria del finado, han sucumbido también como él al paso del tiempo y también parece que se mueran.
Algunas esculturas interiores son de una bellísima factura también.
La más famosa y visitada es la de Eva Perón. No es ni de lejos la más bonita, pero siempre tiene flores en la puerta. Sus vecinas no.
En la gran mayoría de ellas hay placas; en unas sólo cuentan quién está enterrado allí y cuáles fueron los años en los que pisó el mundo, otras son conmemorativas, de todo tipo: la sufragada por los discípulos de algún profesor, solemnes, circunspectas; la asociación que rinde homenaje a la memoria de algún prócer; el marido y los hijos dolientes recordando a la madre o a la esposa; los amigos que recuerdan al que falta.
No falta tampoco el que es de su equipo hasta la muerte y más allá:
Y tampoco faltan las tumbas con leyenda triste, con historia, como la de Liliana Crociati, una bellísima joven que murió sepultada bajo un alud en su luna de miel en los Alpes y cuyo perro murió, en Buenos Aires, a los pocos días. Ambos están inmortalizados en la estatua que hay al lado de su cúpula. El cuadro que se ve dentro es un autorretrato suyo.
O la de Rufina Cambaceres, que a sus diecinueve años fue enterrada viva durante un ataque de catalepsia y pudo salir del ataúd para encontrarse con que no pudo salir de la cúpula y se la encontraron allí, tendida en el suelo, esta vez muerta de verdad, a las pocas semanas. Su estatua la representa intentando abrir la puerta.
En fin, amigos. Uno de los sitios más acojonantes que he tenido la suerte de visitar en mi vida. Un museo al aire libre, un lugar lleno de arte y que invita al sosiego, a la reflexión y en el que uno quisiera ser enterrado.